Sociedades posneoliberales en América Latina y persistencias del extractivismo

Cita: 

Ornelas Delgado, Jaime [2016], “Sociedades posneoliberales en América Latina y persistencias del extractivismo”, Economía Informa, México, 396:84-95, enero-febrero

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Enero, 2016
Tema: 
Los gobiernos progresistas de América Latina permanecen insertos en el extractivismo generando impactos sociales y ambientales
Idea principal: 

Jaime Ornelas Delgado.

Es licenciado en Economía por la UNAM. Tiene una maestría y un doctorado en Urbanismo por la misma universidad. Es profesor investigador de tiempo completo en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Desarrollo Regional (CIISDER) de la Universidad Autónoma de Tlaxcala e Investigador Nacional Nivel II en el Centro de Estudios del Desarrollo Económico y Social (CEDES) de la Facultad de Economía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.


El artículo estudia la construcción de sociedades posneoliberales en América Latina y la persistencia del extractivismo en la región. Se presentan informaciones sobre las regiones geográficas, los recursos naturales y la gran cantidad de hectáreas adquiridas principalmente por empresas mineras transnacionales en distintos países de América Latina. Asimismo, se abordan cuáles son las estrategias y consecuencias de la producción extractivista (los grandes proyectos de minería, monocultivo agroindustrial o la construcción de gigantescas obras de infraestructura) así como la generación de conflictos sociales y políticas con las comunidades afectadas por las concesiones ofrecidas a empresas extranjeras.

Introducción

El autor considera que los gobiernos progresistas de América Latina permanecen insertos en la dinámica extractivista, sin generar políticas para frenar la depredación originada por los efectos de ésta. De esta forma, no han modificado los patrones de producción y consumo del sistema capitalista (p. 84).

En América Latina se están construyendo sociedades posneoliberales por dos vías: a través de desarrollos alternativos, lo cual quiere decir que “sirve para las distintas opciones de rectificación, reparación o modificación del desarrollo contemporáneo, donde se aceptan sus bases conceptuales, tales como el crecimiento perpetuo o la apropiación de la Naturaleza, y la discusión se enfoca en la instrumentalización de ese proceso” [Eduardo Gudynas]; y mediante alternativas al desarrollo, las cuales “apuntan a generar otros marcos conceptuales y otra organización económica. Es explorar otros ordenamientos sociales, económicos y políticos de lo que veníamos llamando desarrollo” [Eduardo Gudynas] (p. 85).

En términos generales, la primera vía se mantiene en los límites del desarrollo capitalista, concebida como un proceso permanente, ascendente e ilimitado guiado por el Estado. En contraste, la segunda vía rechaza el marco conceptual del desarrollo y explora alternativas al capitalismo donde la sociedad pueda vivir en armonía con la naturaleza y la actividad económica se oriente a satisfacer las necesidades reales de la población (pp. 85-86).

No obstante, según el autor, ambas vías tienen dos aspectos en común: 1) “El esfuerzo por superar el neoliberalismo”; y 2) “Ser sociedades con gobiernos progresistas, llevados al poder político por movimientos sociales pluriclasistas que, […] decidieron participar en procesos electorales […], presentando candidatos y programas de gobierno antineoliberales que lograron atraer a los votantes que dieron triunfos contundentes a las candidaturas surgidas del movimiento social” (p. 86).

De acuerdo con el autor, a partir del diseño de políticas alternativas de desarrollo en algunos países de América Latina se ha comenzado la construcción de sociedades posneoliberales, específicamente en países como Brasil, Argentina o Uruguay (p. 86).

El autor advierte que “este tipo de sociedades corren siempre el riesgo de terminar siendo otra modalidad del capitalismo”, modalidad que por sus características se le ha denominado como neodesarrollista (p. 86).

Por otro lado, la segunda vía conduce a la construcción de sociedades alternativas al desarrollo, es decir, al capitalismo. “Se trata de sociedades sostenidas en el creciente protagonismo del movimiento social y edificadas sobre un modo de producción y consumo distinto al capitalista, lo cual supone también la crítica radical al desarrollo” (pp. 86-87).

Un elemento común a estas dos vías “es el hecho de que los encuentros y desencuentros entre los protagonistas en la construcción de las sociedades posneoliberales, radican en la temática ambiental, convertida hoy en uno de los ámbitos de mayor preocupación, pues lleva implícita una nueva posición respecto de la naturaleza, a la que incluso en países, como Ecuador y Bolivia, se le reconocen derechos (p. 87).

Persistencia del extractivismo

Se debe tomar en cuenta que la actividad extractivista no sólo comprende la minería y los hidrocarburos, sino también la agricultura, la explotación forestal y la pesca para su exportación (p. 87).

Para ello, el autor retoma las definiciones sobre extractivismo de Alberto Acosta y Eduardo Gudynas en las que se considera que deben ser prácticas intensivas y extensivas para extraer recursos o materias primas dirigidas a los mercados globales (pp. 86-87).

Es indudable que las actividades extractivas generan diferentes impactos sociales y ambientales, cuyo impacto “termina por limitar su posible aporte al desarrollo o a la construcción de una sociedad no capitalista” (p. 89).

Movimiento social y extractivismo

Han sido los movimientos sociales campesinos e indígenas quienes han impulsado los cambios recientes en América Latina, se han planteado la necesidad de una estrategia que permita superar el extractivismo depredador, en comparación con los gobiernos neoliberales y progresistas (p. 89).

Para el autor, cuando hablamos de deterioro ambiental y la destrucción de la naturaleza, estos procesos no distinguen entre derechas e izquierda; la actividad extractiva provoca impactos ambientales negativos sin importar que las toleren o las emprendan gobiernos progresistas o reaccionarios (p. 90).

Debido a los impactos sobre el medio ambiente y la población se han generado una serie de conflictos en diferentes países de la región latinoamericana. Ecuador, Perú y Argentina son el claro ejemplo del desarrollo de estos conflictos por las causas antes mencionadas a raíz de la presencia de empresas mineras transnacionales; casos similares se presentan en todos los países de la región (pp. 92-93).

Del mismo modo, es indispensable señalar que “muchos gobiernos ofrecen a las compañías extranjeras todas las ventajas posibles sin considerar el impacto en el ambiente y la salud de la población, dando un tratamiento más que generoso a la repatriación de ganancias, facilitando el pago mínimo de impuestos y regalías y permitiendo pagar salarios reducidos a los trabajadores que cumplen jornadas extenuantes” (pp. 93-94).

Se hecho todo lo posible por mantener el extractivismo para salvaguardar el crecimiento económico, sobre todo si se considera que en el ámbito internacional “existe una creciente demanda de productos primarios y alimentos, acompañada de una continua elevación de sus precios”. Sin embargo, al final la economía de los países de la región se hace sumamente dependiente de exportaciones primarias para crecer (p. 94).

Consideraciones finales

Los gobiernos progresistas de América Latina permanecen insertos en el extractivismo. En el contexto de estos gobiernos “se está generando un patrón de acumulación basado en el ‘extractivismo progresista’, donde el uso del excedente o la renta petrolera se orienta a mejorar las condiciones de vida sociales y a transformar la estructura productiva. Lo que establece una enorme diferencia con el extractivismo neoliberal” (p. 94).

El cambio de finalidad política del extractivismo impulsado por los gobiernos progresistas no significa que se tengan que soslayar los impactos sociales y ambientales provocados por la minería a cielo abierto o los monocultivos transgénicos (p. 94).

De continuar en América Latina con esta estrategia “de sostener el crecimiento basado en las actividades de extracción, el libre comercio y la forma de integración actual en la economía mundial, a nuestros países les espera un futuro poco halagüeño. […] el extractivismo puede arrojar datos positivos en el corto plazo, pero rápidamente muestra sus múltiples debilidades, tanto como los riesgos que supone para economías como las nuestras fincar sus posibilidades de futuro en un modelo como éste, ya fracasado tantas veces en el pasado cercano y lejano de América Latina” (pp. 94-95).

Datos cruciales: 

Actualmente, Chile mantiene el cobre como uno de los principales productos de exportación, representa el 61% de las ventas totales chilenas al exterior (p. 90).

En 2003, al comienzo de los gobiernos del PT en Brasil, la producción de cobre fue de 264 millones de toneladas y creció 370 millones de toneladas en 2008, y en 2013 se triplicó (p. 90).

Según la CEPAL, las exportaciones brasileñas provenientes de minas y canteras superaron los 6 mil millones de dólares en 2003 y 21 mil millones de dólares en 2007 (p. 90).

En 2011, los gobiernos brasileños extrajeron más de 410 millones de toneladas de sus principales minerales (cobre, cinc, plomo, estaño, bauxita, carbón y hierro); en comparación las demás naciones sudamericanas sumadas extrajeron un poco más de 147 millones de toneladas (p. 90).

Más de un millón de personas en la región suramericana de la Amazonía padecen intoxicación por mercurio y otros residuos cancerígenos provenientes de la actividad minera (p. 91).

En 2007, el conglomerado japonés Mitsui compró 100 mil hectáreas de tierras fértiles en Brasil, el equivalente a 2% de la superficie cultivada de Japón, para la producción de soya. Las tierras están en Bahía, Minas Gerais y Maranhao (p. 91).

En Argentina, la empresa Benetton es propietaria de más de 900 mil hectáreas. Según la Federación Agraria, el 10% del territorio argentino está en manos extranjeras (p. 92).

Para 2016, el área destinada en Ecuador para la explotación minera comprende 5.6 millones de hectáreas, equivalente al 20% de la superficie total del país (p. 93).

En Perú, para el 2016, se calcula que 25 millones de hectáreas (casi una cuarte parte del país) están concesionadas a empresas mineras transnacionales; Perú es el primer productor de plata; el tercero en estaño y zinc; el cuarto de plomo y cobre; y el quinto de oro, todos a nivel mundial (p. 93).

En Perú, los minerales representan el 45% de las exportaciones, la actividad minera sólo aporta el 4% de los ingresos del gobierno y ocupa el 1% de la población económicamente activa (p. 93).

Trabajo de Fuentes: 

Acosta, Alberto, “Extractivismo y neoextractivismo: dos caras de la misma maldición”, en Varios autores. Más allá del desarrollo, Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, Universidad Politécnica Salesiana/ Fundación Rosa Luxemburg, Quito, Ecuador, 2011.

Gudynas, Eduardo, “Debates sobre el desarrollo y sus alternativas en América Latina: una breve guía heterodoxa”, en Varios autores. Más allá del desarrollo, Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, Universidad Politécnica Salesiana/Fundación Rosa Luxemburg, Quito, Ecuador, 2011.

Gudynas, Eduardo, “El nuevo extractivismo del siglo xxi”, Memoria. Revista de Política y Cultura, número 242, mayo, 2010.

Lander, Edgardo, “Con el tiempo contado. Crisis civilizatoria, límites del planeta, asaltos a la democracia y pueblos en resistencia”, en Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo Alternativas al capitalismo/colonialismo del siglo XXI, Fundación Rosa Luxemburg, Quito, Ecuador, 2013.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La discusión sobre las alternativas al capitalismo decadente es uno de los principales aportes de la lucha social y del pensamiento crítico latinoamericanos. La dimensión estatal de tales prácticas y argumentos es importante en tanto por esa vía se ha intentado frenar y transformar la lógica neoliberal de explotación de las riquezas en nuestros países; también es necesario dar cuenta de los límites y contradicciones de tales experiencias, una de los cuales es su adhesión al extractivismo. También es preciso destacar la existencia de otras alternativas que no transitan por los espacios e instancias de la política institucional y que a menudo, como es el caso de este texto, son invisibilizadas.