"El agua está escaseando por una mala administración" así lo plantea en el siguiente artículo The Economist bajo dos argumentos básicos que considera razonables para ponerle precio al agua:

• Como el agua es gratis para la gente (y considerada un derecho) las personas suelen desperdiciarla.

• Aunque tasar el consumo pudiera ser considerado drástico, los cierto es que el agua es empleada para todos los aspectos de la vida humana como los cultivos y la crianza de animales, por lo que los costos en infraestructura deben cubrirse.

Para justificar dicho pensamiento The Economist recurre a dos investigaciones, una efectuada por el Massachusset's Institute of Tecnology (MIT), en el que pronostican que a la mitad del siglo más de la mitad de la humanidad vivirá en zonas con severa escasez de agua, esto por dos razones: i) la población crece y necesita más recursos por lo que necesita más agua; ii) el cambio climático ha acelerado el ciclo hídrico, por tanto algunas zonas húmedas son mas húmedas y las zonas secas son más secas. La segunda investigación es The World Resource Institute que en un listado de 167 países encontró que 33 enfrentarán una enorme escasez de agua para el año 2040.

Lo anterior supondría que para resolver el problema de la administración del agua basta con tasar adecuadamente dicho líquido para darle a los consumidores un motivo para no desperdiciarla y a los inversionistas un motivo para construir infraestructura que ayude a proveer el agua que se consume. Sin embargo es necesario saber quién o quienés serían los propietarios para su explotación, quien tendría los derechos sobre los ríos, manantiales y acuíferos.

Este es un planteamiento en el que se busca evitar el desperdicio de agua, calcular cuánto se usa y cuánto de lo que realmente debe usarse es esencial. En Australia por ejemplo se eliminaron leyes sobre propiedad del terreno reemplazándolo con participaciones a perpetuidad por lo que a los grandes conglomerados se les dio una proporción de las asignaciones (de agua) anuales, así pues, dos mercados han surgido: uno en el que las asignaciones temporales de agua disponible pueden ser comerciadas y otro en el que las asignaciones en sí mismas pueden serlo. Para que esto funcione, los derechos deben ser repartidos de manera equitativa, las políticas de los derechos sobre el agua deben no solo ser para no desperdiciar el agua, sino también para alentar la innovación en tecnología tal como la carne artificial que para su producción requiere menos agua, o en una desalinización más barata.