Desde la caída del sistema financiero en el 2008, el capitalismo ha dejado de funcionar correctamente. El crecimiento es menor, se ha perdido dinamismo y ha aumentado la desigualdad; mientras tanto, la economía corporativa se ha desarrollado sin restricciones. En tanto que el descontento público emerge, es posible que haya represalias por parte de los consumidores contra las empresas. Aunado a esto se presentan las ideas opuestas que ofrecen las políticas de derecha e izquierda, más aquellas que surgen por parte de empresas con poder político.

La visión que ofrece la izquierda, representada por el Partido laborista británico, el Partido demócrata estadounidense, entre otros activistas, plantea (más) participación de los trabajadores y las comunidades en las decisiones empresariales, aplicación de leyes que promuevan la competencia, promover los derechos de las minorías, reducir la desigualdad y rescatar pequeñas empresas. La visión que ofrece la derecha, representada por el Partido republicano y algunos políticos europeos inclinados a la derecha, proponen reducir las regulaciones y simplificar los códigos de impuestos. La visión que ofrecen las empresas que ven por sus intereses propios propone darles mayor capacidad de decisión a los ejecutivos empresariales para ayudar enmarcar la política gubernamental, retener más ganancias y prestar menos atención a los accionistas. The Economist considera estas visiones terribles, cuentan con defectos: intervencionismo del gobierno no presenta una solución actualmente, los beneficios de reducir las regulaciones o simplificar códigos de impuestos son a corto plazo y existen otras prioridades por encima de beneficiar únicamente a los empresarios.

Se propone, entonces, una calibrada agenda competitiva y una reforma de la arquitectura institucional. Entre los beneficios que ofrecerían están precios más bajos, mayor diversidad de productos, variedad de empleadores, mejores oportunidades para nuevos empresarios, disminuir la desigualdad, reducir el poder de monopsonio que tienen las empresas sobre sus trabajadores, renovar las agendas de gobierno, actualizar la legislación vigente y degradar conflictos de interés en abogados y oficiales.

Es necesario reducir el poder que ciertas empresas ejercen sobre los mercados y abrir mercados cerrados para favorecer a los consumidores. En tiempos del resurgimiento de nacionalismo y proteccionismo, la competencia debería encabezar la lista de vías para mejorar el desempeño económico. Los beneficios que la competencia acarrea van más allá del incremento de utilidad reflejada en los consumidores, la capacidad de los gobiernos para atender nuevas problemáticas incrementaría y los mercados abrirían nuevas oportunidades de negocios para los empresarios.