Con excepción de Spotify (la cual está listada en Nueva York), no hay empresas tecnológicas europeas lo suficientemente exitosas para que los los políticos se preocupen por regularlas. Por ejemplo SAP, una empresa alemana que hace software, es grande, pero no muy actualizada y las empresas unicornio, valuadas en más de mil millones de dólares, son muy raras en Europa.

Además el miedo europeo a la tecnología está generalizado: los oficiales franceses descartaron los planes de Facebook de crear su propia moneda, al igual que los funcionarios de la Reserva Federal; Uber está en la mira de los reguladores en Londres, quienes en septiembre de 2019 extendieron su licencia por solo dos meses; la economía gig también ha desconcertado a los legisladores de su natal California. Las preocupaciones antimonopólicas comenzaron en Europa y se han extendido a Estados Unidos.

Al igual que en Estados Unidos, en Europa se están haciendo esfuerzos para regular a las empresas tech. Por ejemplo, la ley de derechos de autor diseñada para hacer que los motores de búsqueda paguen a los editores por fragmentos se volvió prácticamente inútil después de que Google dijo que modificaría sus resultados de búsqueda para evitar tales pagos. En septiembre de 2019, el tribunal supremo de la Unión Europea dictaminó que el "derecho al olvido" (que obliga a Google a no mostrar contenido viejo e incómodo de la web), solo se va a aplicar en buscadores dentro de este continente.

Los intentos por regular a las empresas tech estadounidenses no parará: Francia introdujo su propia versión de la ley de impuestos de la Unión Europea. El ministro de finanzas alemán, Olaf Scholz también propondrá su versión de esta ley. La señal del enfrentamiento entre los reguladores europeos y Silicon Valley es el ascenso de Margrethe Vestager, quien se encargará de revisar las políticas que regulan a las empresas tech en la UE.