David Wallace-Wells es un periodista estadounidense conocido por sus escritos sobre el cambio climático. Escribió el ensayo de 2017 "La tierra inhabitable", que luego amplió en el libro de 2019 La tierra inhabitable.

Pese a que 2019 parecía ser un año en el que finalmente gran parte del público entendía el panorama tan dramático que encarna el calentamiento global, los incendios ocurridos en Australia durante los últimos tres meses parecen contrariar esta perspectiva.

Cerca de 6 millones de hectáreas han sido destruidas desde septiembre como resultado de los incendios ocurridos en Nueva Gales del Sur, los cuales aun permanecen sin ser controlados enteramente por los cuerpos de bomberos. Y pese a que durante el mes de octubre el gobierno local de Sidney declaró la situación como una catástrofe sin precedentes, las altas temperaturas cercanas a los 37°C no solo han coadyuvado a que los incendios continúen, sino que la catástrofe empiece a expandirse a la vida marina que habita en los océanos.

La situación es tan grave que la ciudad de Melbourne, ubicada a 804 km, ha sido golpeada por el humo procedente de los incendios; inclusive los glaciares ubicados a lo largo de Nueva Zelanda han cambiado su color como resultado de esta situación. Debido a esto, se espera que las emisiones de carbono arrojadas por Australia se dupliquen gracias al carbono liberado por la quema de plantas una vez hayan terminado los incendios.

Este tipo de situaciones recuerda mucho a lo sucedido durante los incendios de California de 2017-2018, los cuales lograron atrapar la atención del mundo en aquel entonces. No obstante, si lo ocurrido en Estados Unidos mereció el calificativo de apocalíptico, el tratamiento mediático que se la ha dado a lo que pasa Australia no ha merecido el mismo nivel de preocupación, esto a pesar de que se estima han muerto cerca de 480 millones de animales.

¿En que radica la diferencia? Para David Wallace, existen dos razones que van mas allá de la simple evasión de los aspectos terroríficos que rodean la vida contemporánea, la miopía de los medios o la fuerza negacionista encarnada en figuras como las del primer ministro Scott Morrison, Jair Bolsonaro o Donald Trump. La primera radicaría en que la duración de los eventos climáticos ha permitido generar cierta normalización de los mismos, aun cuando implican el despliegue de tortura, brutalización y temor. Esta condición semi-permanente es particularmente relevante dado que el cambio climático extenderá este tipo de situaciones durante las décadas siguientes.

Sin embargo, la segunda explicación es todavía peor. Usualmente se prestaba mucho mas atención a aquellos eventos que sucedían en zonas ricas de Occidente, tales como Estados Unidos y Europa, dejando de lado aquellas regiones donde la gravedad del cambio climático ha alcanzado niveles dramáticos como en Asia o en el sur global, zonas donde la hecatombe ambiental castiga de sobremanera y en formas que para las zonas metropolitanas serían impensables. Sin embargo, esta serie de prejuicios e indignación moral no aplicó siquiera para el caso de Australia, país que a pesar de ser una ex colonia, está conformada en su mayoría por gente blanca y angloparlante.

Este panorama sugiere, de forma lamentable, que no existe vinculo de alianza tribal o lealtad lo suficientemente fuerte para no descartarse, si el descartarlo nos permite observar el sufrimiento de aquellos que viven en otras partes como ajeno a nuestras vidas. Aunque este es uno mas de tantos incidentes, sería lamentable que entre las consecuencias perversas asociadas al cambio climático no estuviera el remplazo de los prejuicios morales por el de un sentido común cargado de humanidad, sino todo lo contrario, el establecimiento de un desinterés generalizado y constituido por círculos de empatía cada vez mas pequeños.