Imagining a world without capitalism
Varoufakis, Yanis [2019], “Imagining a world without capitalism”, Financial News, London, 31 de diciembre, https://www.fnlondon.com/articles/yanis-varoufakis-imagining-a-world-wit...
Ioannis Georgiou "Yanis" Varoufakis es un economista, filósofo y político griego. Fue secretario general y fundador del Frente Europeo de Desobediencia Realista, un partido político de izquierda fundado en 2018, también fue miembro de la coalición de izquierda Syriza, parlamentario y ministro de finanzas durante el gobierno de Alexis Tsipras, durante la primera mitad de 2015, cargo al que dimitió por diferencias con el gobierno. Estudió economía matemática en la Universidad de Essex, y Estadística matemática en la Universidad de Birmingham. Fue profesor de la Universidad de Essex, donde obtuvo su grado de doctor en economía. Actualmente es profesor invitado en la Universidad de Texas en Austin y mantiene su cargo como doctor de Teoría Económica en la Universidad de Atenas.
En esta columna, Yanis Varoufakis sugiere corregir los errores que nos han llevado al desigual e injusto mundo en el que vivimos hoy y propone pensar la vida después del capitalismo, imaginando la posibilidad de una sociedad verdaderamente liberal, poscapitalista y tecnológicamente avanzada.
Inesperadamente, muchos súper-ricos, han comenzado a lamentar la forma salvaje y despiadada que ha tomado el capitalismo contemporáneo. Cada vez más estresados y con sentimientos de culpabilidad, el 1% se siente presionado por el peligro que supone el 99% cada vez más precario y peligroso debido a que su existencia digna no está garantizada.
Los más agudos y razonables miembros de la élite, desde sus residencias amuralladas, se dan cuenta que más democracia y una reforma fiscal progresiva es su mejor póliza de seguros frente al descontento de las mayorías. Sin embargo, la mayoría de las soluciones que se proponen son a todas luces deficientes. Los llamados a las juntas directivas de las empresas para que miren más allá de los intereses de los accionistas, no tiene ninguna viabilidad debido a que son estos mismos accionistas quienes los pusieron en el puesto. Igualmente ridículos son los llamados para limitar el valor de las financieras, ya que la mayoría de las grandes corporaciones dependen de estas instituciones.
En ese sentido, enfrentar al capitalismo rentista requiere una reelaboración del derecho corporativo. Es necesario corregir aquel momento de 1599 cuando se vendieron por primera vez acciones de una empresa, la East India Company. La venta de acciones permitió desde entonces a las corporaciones privadas crecer a tamaños monstruosos, volviéndose incluso más poderosas que los Estados. La hipocresía del liberalismo consistió en pretender celebrar la virtud de los pequeños productores para defender, en realidad, a los peores enemigos del libre mercado: las grandes compañías sin escrúpulos.
De la misma forma, a finales del siglo XIX, se le dio otra vuelta de tuerca al problema con la emergencia de los mega-bancos, para facilitar a las mega-empresas el capital que ni los bancos, ni los inversionistas podían aportar. Una deuda sin precedentes se creó entonces, transfiriendo valor al presente con la esperanza de recuperarlo en el futuro. Las consecuencias lógicas son las mega-finanzas, el mega-capital, los mega-fondos de pensiones y las mega-crisis financieras.
Para el autor, los llamados para construir un capitalismo más amable no pueden ser tomados en serio; las mega-empresas y los mega-bancos poseen el control total de nuestras sociedades. La única salida para resolver las desigualdades, propone el autor, es prohibir la venta de acciones financieras. Repensar la propiedad de las corporaciones es hoy la única manera de trascender al capitalismo.
Consecuentemente, el autor imagina un escenario donde las acciones no se pueden comprar ni vender, los trabajadores recibirán una acción al entrar a trabajar a una empresa, esta acción les otorgaría un voto único para tomar decisiones sobre la empresa. La distinción salario-utilidades carecería de sentido en este escenario, y las corporaciones reducirían su tamaño considerablemente, haciendo aumentar la competencia en los mercados. De la misma forma, desde el nacimiento, a los nuevos integrantes de la sociedad se les asignaría un fondo fiduciario que se completaría con un dividendo básico universal. Al alcanzar la mayoría de edad se le otorgaría a los ciudadanos una cuenta corriente gratuita.
Además, en este escenario que nos propone el autor, los trabajadores podrían moverse libremente de una compañía a otra, llevando consigo su capital de fondos fiduciarios que podrían prestar a la compañía o a otros trabajadores. El hecho de no haber en este escenario planteado por el autor acciones para aumentar con capital ficticio, las finanzas serían más estables y aburridas. Además, los Estados solo gravarían los ingresos corporativos, la posesión de tierra y las actividades perjudiciales para los bienes comunes, eliminando todos los impuestos personales.
El recrudecimiento continuo de las desigualdades ha hecho conscientes a quienes hoy día se benefician de la explotación y la jerarquía de la imposibilidad de mantener sus privilegios, y ya se preparan para asegurar la continuidad de estos. La bifurcación sistémica en ciernes significará una colosal disputa para determinar qué proyecto civilizatorio sucederá al actual sistema capitalista. Es en ese sentido que son útiles los ejercicios, como el que se propone, de imaginar otro horizonte de futuro. Sin embargo, el autor parece pasar por alto la multidimensionalidad de la crisis del sistema que ha llevado al extremo sus contradicciones no sólo en lo económico sino en todas las dimensiones de la vida social y natural (la ecológica, la política, etcétera).