Alternativas para limitar el calentamiento global en 1.5º C. Más allá de la economía verde
Tornel, Carlos [2019], Alternativas para limitar el calentamiento global en 1.5º C. Más allá de la economía verde, CDMX, Fundación Heinrich Böell, https://mx.boell.org/sites/default/files/2019-12/ALTERNATIVAS%20P%20C%20...
El autor introduce el texto haciendo mención sobre el escepticismo que predominaba en la Fundación Heinrich Böell para realizar un análisis crítico de las políticas y propuestas del reporte especial sobre el calentamiento global a 1.5 grados, a raíz de la publicación del Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) sobre el mismo tema. No obstante, se vieron sorprendidos por el número de solicitudes enviadas, de las cuales sólo fueron aceptadas 12, pero que sirvieron para exponer según el autor, la falta de inclusión de visiones, propuestas y conocimientos en la visión del IPCC sobre un futuro común. El trabajo muestra una visión alternativa de conceptos, modos de vida, tipos de conocimiento e investigaciones más allá de las estructuras económicas, políticas y sociales que hoy dictan el cambio climático.
The Guardian sugiere que la publicación del SR1.5 sirvió en todo el mundo como uno, si no es que el principal detonador para que cientos de miles de jóvenes se movilizaran en demanda de un futuro justo y sin calentamiento global. El problema del cambio climático pasó a ser una emergencia climática. Lo que ha dado como fruto el surgimiento de movimientos sociales como Extinction Rebellion, con presencia en 72 países. Los mensajes del reporte son claros, un reducido porcentaje de la población ha aumentado en más de 1 grado la temperatura los últimos dos siglos, alterando los patrones del clima y agravando los fenómenos hidrometeorológicos en todo el mundo, lo que representa un riesgo para las actuales y las futuras generaciones.
No obstante el cambio climático ha transitado a reconocerse como uno de los problemas más apremiantes de la humanidad; se presenta en un contexto paradójico después de que en el Acuerdo de París se acordarse un límite en el aumento de la temperatura en 2 grados. Dicho acuerdo es descrito por Swyngedow (2016), como un problema tecnocrático que requiere la participación de expertos y de soluciones hacia el enverdecimiento de la economía pero que buscan la perpetuación del modelo económico actual basado en soluciones organizadas a través del mercado. El autor señala que las propuestas de solución al cambio climático se han acotado a poner precio a las emisiones de carbono, la promoción de la eficiencia energética y el desarrollo de tecnologías como la geoingeniería o la sustitución de energías fósiles por renovables sin considerar los impactos de su cadena de valor y el uso de energía nuclear.
También, el establecimiento de un límite en el incremento de la temperatura ha abierto la discusión a nivel internacional sobre un modelo económico justo y autónomo que se adecue a la situación. Sin embargo, las discusiones sobre el tema no han contemplado tanto visiones como propuestas de grupos con perspectivas alternativas, enfocándose sólo en la reorganización de un modelo económico que no ha logrado dar solución al problema climático y que además agudiza y profundiza las desigualdades económicas, sociales y políticas. A partir de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro y las conferencias de Naciones Unidas sobre medio ambiente y desarrollo, durante el lapso que se estimó la mitigación y adaptación frente al cambio climático las emisiones del sector energético han aumentado 43 por ciento según la Agencia internacional de energía (IEA, por sus siglas en inglés) lo que muestra el fracaso del modelo de desarrollo sustentable. Por ello a pesar de los esfuerzos para la realización de eventos como la Conferencia de las partes (COP, por sus siglas en inglés) y de la Conferencia de París, las emisiones de gases de efecto invernadero no muestran ninguna evidencia de disminuir para empatar con las estimaciones del IPCC o el límite de temperatura acordado en París.
Por otro lado, tres décadas de acciones por un desarrollo sostenible han servido para legitimar un modelo económico desigual en medio de una disputa por el desarrollo económico, el cual es aún uno de los objetivos de desarrollo sostenible. No obstante, funge como uno de los principales aceleradores del calentamiento en el planeta. Pero en México, según el autor, esto ha sido desvinculado en la discusión o absorbido por el enverdecimiento del modelo económico. Dentro de la discusión del problema está la pregunta sobre la responsabilidad y la forma en que los países deben actuar para atender el problema, ya que países que históricamente no han sido responsables del cambio han decidido reducir sus emisiones. Sin embargo, no ha sido toda la población del mundo responsable tanto de los gases como de sucesos sociales, económicos y políticos que lo permitieron como el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.
El cambio climático se presenta como un problema compartido, en el que no se evidencian las responsabilidades de cada país y grupos de personas, lo que acota las soluciones a prácticas de consumo individuales o cambios superficiales en los patrones de producción, invisibilizando la evidente desigualdad que existe en el cambio climático. De ahí que el objetivo del libro sea el de un análisis crítico de las propuestas existentes, y el evaluar qué tan vigente es el concepto nuestro futuro común expuesto en el informe de la comisión Brundtland en 1987, debido a que el modelo expuesto por el IPCC da continuidad al anterior. Las propuestas analizadas en el texto además de prestar atención a áreas no atendidas por las propuestas que buscan mantener un límite de 1.5 grados, no contemplan modificaciones técnicas, gerenciales o ingenieriles, debido a que estas dependen del contexto social al que se insertan, en cambio, hacen énfasis en la problemática inscrita en el modelo económico y en la imposibilidad para su enverdecimiento.
Otro aspecto importante para el libro es el énfasis en la transición energética, que desde las negociaciones sobre el cambio climático se alega por una transición energética de los combustibles fósiles hacia energías renovables, como la eólica y la solar principalmente, aunque también por el desarrollo de alternativas como la electromovilidad y el almacenamiento de baterías. Lo anterior, ha sido razón para la generación de numerosas publicaciones académicas tanto de organismos internacionales, centros de investigación y recientemente, por la sociedad civil organizada. Dichos análisis no prestan atención a las disparidades que surgen del cambio tecnológico dentro de las sociedades, debido a ello el autor señala que no existe una solución universal en la transición, sino que estas soluciones tecnológicas representan nuevos retos: configuraciones de poder en las cadenas de valor, disputas por el uso y ocupación del espacio, nuevas políticas públicas, infraestructuras y organizaciones alrededor que reconfiguran el escenario de ganadores y perdedores en torno a la percepciones e imaginarios colectivos que predominen.
El Grupo intergubernamental de expertos sobre cambio climático y el Reporte especial de 1.5 °C
La idea sobre un reporte especial sobre el calentamiento global en 1.5 grados aparece de una petición de la Convención marco de Naciones Unidas para el cambio climático (CMNUC), para esclarecer la diferencia entre un incremento de 1.5 y 2 grados de la temperatura global. Por ello el 6 de octubre de 2018, el IPCC publicó el informe que tiene por objetivo identificar las particularidades de los impactos de un aumento del calentamiento global en 1.5 grados, en el cual se relacionan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI, por sus siglas en inglés) y el aumento de 1 grado en la temperatura promedio del planeta a partir de la revolución industrial. Dicho aumento es responsable de exacerbar el incremento del nivel del mar, la pérdida del hielo ártico, y la progresiva degradación e incluso extinción de la biosfera. Además de tener un efecto prolongado que continuará afectando el sistema climático del planeta por siglos.
El reporte indica que el aumento de la temperatura por década ronda entre 0.1 y 0.2 grados, por lo que el límite de 1.5 grados en el aumento de temperatura global se alcanzará en 2040. De ahí que las acciones que se lleven a cabo para detener la tendencia no tienen un precedente en la historia por su inmediatez y efectividad. Los cuatro escenarios propuestos por el IPCC de acuerdo a sus estimaciones proponen un límite de emisiones en 2020 aproximado de 53 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (GtCO2e, por sus siglas en inglés) reducirlo a la mitad para 2030, hasta llegar a un punto cero entre 2040 y 2055. No obstante, de no cumplirse esto, tendrá que pensarse en una ruta para manejar la catástrofe. Debido a que las estimaciones del IPCC hacen una significativa distinción entre los riesgos de un aumento de 1.5 y 2 grados, tan sólo 0.5 grados más significa: una posible extinción de la mitad de insectos, mamíferos y reptiles, la extinción de 70 a 99 por ciento de arrecifes de coral, y el fin de la conservación del hielo ártico, de limitar la acidificación de océanos, así como la accesibilidad de agua y la producción de comida.
El autor puntualiza algunos de los mensajes más claros del IPPC:
1. El aumento de 1.5 grados puede ser crítico para miles de personas y seres vivos más vulnerables.
2. La diferencia entre 2 grados y 1.5 grados a finales del presente siglo puede significar la exposición a olas de calor extremo cada cinco años, 14 por ciento más probable a 1.5 grados y 37 por ciento a 2 grados; el incremento del nivel de mar de 0.4 a 0.46 metros; la extinción de 4 por ciento de los vertebrados, 8 por ciento de plantas y 6 por ciento de insectos con un límite de 1.5 grados; mientras en un límite de 2 grados, la pérdida sería 8,16 y 18 por ciento respectivamente; la extensión de permafrost en el ártico, el deshielo sería de 4.8 millones de kilómetros a 1.5 grados y 6.6 millones de kilómetros con límite de 2 °C. Además, la tierra arable disponible disminuirá 3 y 7 por ciento respectivamente.
3. El aumento de tan sólo 0.1 grados representaría un alza en la vulnerabilidad de más de 10 millones de personas, lo que provocaría desplazamientos a nivel global.
4. La diferencia entre 1.5 °C y 2 °C puede significar la reducción de hasta 50% del estrés hídrico a nivel global, que pueden variar dependiendo las regiones del planeta.
5. Los datos anteriores muestran que las necesidades y costos de adaptación a un mundo con un aumento de 1.5 grados para finales del siglo XXI será mucho menor que la adaptación a un mundo con 2 grados más de temperatura.
El IPCC expone 4 escenarios posibles con el fin de identificar la configuración de las características económicas y tecnológicas, como el consumo final de energía, la participación de energías renovables, el uso de energía nuclear y combustibles fósiles, además del uso de tecnologías para la reducción de emisiones de manera sintética como la geoingeniería y la integración del uso de bioenergía; que configuran cada uno de los escenarios que buscan limitar el aumento de temperatura a 1.5 grados. Todas parten de dos premisas, la primera es la necesidad de alcanzar un pico de emisiones en 2020, y la segunda reducir progresivamente las emisiones hasta alcanzar un punto cero entre 2040 y 2055. Los escenarios son los siguientes:
1. El escenario baja demanda energética o P1, muestra una situación en la que las innovaciones tecnológicas y de negocios propician una menor demanda en el sistema energético hasta 2050, mientras hay un aumento en los estándares de vida en el Sur global. La forestación se convierte en el único método para remover emisiones de CO2, y finalmente los combustibles fósiles son reducidos progresivamente sin tener que utilizar sistemas de captura y secuestro de carbono (CSC, por sus siglas en inglés) o de bioenergía con captura y secuestro de carbono (BECCS, por sus siglas en inglés).
2. El escenario de sustentabilidad o P2, señala un acercamiento más amplio a la sustentabilidad debido a que incluye la intensidad energética, el desarrollo humano y la cooperación internacional, así como cambios sustanciales hacia patrones de consumo sanos y sostenibles. Por otro lado, la innovación tecnológica de bajo carbono y el empleo adecuado de sistemas del uso de la tierra se llevan a cabo en compañía de un uso socialmente limitado y aceptado de BECCS.
3. El escenario en medio del camino o P3, enfatiza que el desarrollo de la sociedad y la tecnología continúan como los patrones históricos. El cambio en sistemas de producción y una limitada reducción de la demanda son las medidas para la reducción de emisiones, sin embargo, este escenario se abre a una participación importante de energía nuclear, captura y secuestro de carbono, bioenergía y métodos artificiales para remover el dióxido de carbono.
4. El último escenario o P4, describe un sistema intensivo en el uso de energía y recursos, caracterizado por altas emisiones de GEI debido a los estilos de vida fruto de la continuación en el crecimiento económico y la globalización. En este escenario la reducción de emisiones se plantea en su mayoría por medios tecnológicos, con un uso intensivo de tecnologías para remover el dióxido de carbono (CDR, por su siglas en inglés) y BECCS.
Sin embargo, de todos los escenarios sólo el P1 contempla la posibilidad de limitar el aumento de la temperatura a 1.5 grados sin contar con el uso de tecnologías de remediación ambiental como la geoingeniería, pero dicho escenario depende de reducir 40 por ciento el uso final de energía para 2050. En los demás escenarios se contemplan cambios en los modelos de consumo pero se apuesta por un uso de combustibles fósiles y de soluciones más costosas y de mayor riesgo como la energía nuclear y la geoingeniería. También la cantidad de GEI que es posible emitir para limitar el aumento a 1.5 grados depende de las opciones tecnológicas que se empleen, por ello es posible aumentar la emisión de GEI al emplear CSC, no obstante, se contempla un presupuesto de carbono que se debe respetar.
El presupuesto de carbono es uno de los conceptos claves en el reporte del IPCC; se define como la cantidad de GEI disponibles para emitir con el fin de limitar el incremento de la temperatura en 1.5 grados. Según el IPCC en 2018 el presupuesto de carbono se ha reducido entre 220 y 330 GtCO2e. Sin embargo, de acuerdo a que el camino a la descarbonización debe ser integral y de rápida transición en todos los escenarios, esto requiere de acciones sin precedentes en escala y velocidad. Por ello, la participación de energías renovables debe aumentar entre 70 y 85 por ciento, las emisiones industriales reducirse entre 85 y 90 por ciento, la eficiencia en edificaciones optimizarse entre 55 y 75 por ciento, mientras se alcanza una eficiencia energética entre 35 y 65 por ciento, significando una inversión en el sector energético de alrededor de 830 mil millones de dólares a 2050.
Dentro de cada una de los escenarios que plantean una reducción de emisiones a nivel global se plantea el uso de CDR, el cual se utilizaría para compensar emisiones residuales o llegar a emisiones negativas con miras a disminuir el calentamiento global a 1.5°C en caso de sobrepasar los límites del incremento de dióxido de carbono. Por ello prevén una eliminación de 100 a 1000 GtCO2e a finales del siglo. El uso de energía atómica presenta las ventajas de no generar CO2, continuar con la generación de energía estable y representar un bajo costo de operación y producción de energía. Por ello es que el científico James Lovelock, la considera como la mejor opción ante la catástrofe climática por ser una opción segura, efectiva y accesible respecto de las energías renovables, (Lovelock, 2018).
El IPCC decide retomar la idea reduccionista de Lovelock que no contempla el dar marcha atrás a la tendencia, la cual elimina propuestas que buscan limitar la demanda, asegurar un acceso justo a la energía y crear un modelo de uso equitativo para la sociedad. Además debido al récord de la demanda de energía a nivel global en 2018, la tendencia no parece dar muestras a reducirse. Mientras alrededor de 80 por ciento de la matriz energética global aún es dependiente de los combustibles fósiles (REN21, 2019). Incluso en 2018, los subsidios a combustibles fósiles llegaron a más de cuatrocientos mil millones de dólares, lo que deja ver que no nos encontramos cerca de eliminar el uso de estos combustibles fósiles, sino que, por el contrario se impulsa su uso.
Al ser una de las tecnologías alternativas mostradas en el SR1.5, el autor muestra 7 realidades asociadas a la producción de energía nuclear y el cambio climático:
1. Tomando en cuenta toda la vida útil y la cadena de valor de una planta de energía nuclear: la extracción, minería, procesamiento, refinación del uranio y manejo de residuos nucleares, se puede afirmar que impulsa el cambio climático, además, las emisiones son superiores a las producidas mediante energía eólica o solar.
2. La energía nuclear no una fuente renovable, debido a que el uranio es un recurso finito y el aumento de su demanda provocará una mayor emisión de carbono al intensificarse su extracción y procesamiento.
3. La construcción de una planta nuclear tiene un costo en tiempo y dinero muy elevado. Se estima que la construcción de una planta tarda alrededor de diez años, mientras que los costos de inversión también son altos.
4. Las plantas de energía nuclear tienen un consumo de agua intensivo. Debido a que consumen entre 19 y 62 millones de galones diarios de para un reactor de 1 GW.
5. Obsolescencia de plantas nucleares: en un mundo donde las olas de calor serían más frecuentes fruto del aumento de la temperatura promedio, las plantas de energía nuclear se volverían obsoletas debido a que requieren capacidades de enfriamiento y corren el riesgo de dejar de operar en zonas propensas a mayor calor y sequías. Además, de competir por el agua que sería necesaria en otros espacios como el saneamiento y el consumo humano.
6. Cerrar plantas nucleares no implica un regreso al uso de combustibles fósiles, en cambio abre la posibilidad para reducir el consumo energético y fomentar el uso de energía renovable.
7. El optar por la energía nuclear lleva a retrasar el desarrollo de energías renovables y limita la discusión en torno a la equidad energética que debemos tener, además de perpetuar la idea de la gobernanza del cambio climático como un problema postpolítico.
Las tecnologías para remover dióxido de carbono y la geoingeniería
El autor realiza un planteamiento del problema a través de conceptos, usos y características de la geoingeniería y de las tecnologías para la remoción de dióxido de carbono como:
Sobre proyectos como la captura y secuestro de carbono, señala que tienen por objetivo almacenar dióxido de carbono en el subsuelo aunque esto represente una responsabilidad para las siguientes generaciones sobre cómo darle un uso adecuado a tales depósitos.
La bioenergía con uso de CSC y BECCS, significa utilizar recursos energéticos como la biomasa a través de la quema de residuos de animales en conjunto con la transportación de emisiones al subsuelo. A pesar de que el uso de bioenergía significa dar impulso a biocombustibles como el etanol, todos los escenarios expuestos por el IPCC retoman esta vía para reducir emisiones.
Define a la geoingeniería como el conjunto de técnicas diseñadas para intervenir y alterar los sistemas de la Tierra a gran escala en específico para remediar el cambio climático. Además, se caracterizada por formar parte del manejo ecomodernista del sistema planetario y por promover la injerencia del ser humano en los procesos naturales. El empleo de la misma supone indagar en las características de la era post política debido al riesgo que se acepta al depender de expertos que asumen que no es necesario cambio alguno en los patrones económico y social. Aunque la geoingeniería aún no es una realidad, debido a que sólo existen cinco instalaciones en el mundo que la emplean, ubicadas en Estados Unidos y Canadá, cuyo costo ronda entre 15 y 400 millones de dólares. Sin embargo, el autor cuestiona los impactos asociados a estas soluciones por tres cuestiones:
1. Promoverán la competencia por el uso de la tierra, lo que podrá ocasionar el desplazamientos de poblaciones locales.
2. De acuerdo con previsiones, es posible que a corto plazo el proceso de construcción de estos proyectos generen mayor cantidad de emisiones de efecto invernadero.
3. La cuestión de la escala, ya que para que la tecnología BECCS alcance los límites expuestos en el acuerdo de París es necesaria la tercera parte de la superficie arable terrestre, o sea, entre 430 y 580 millones de hectáreas de tierra.
Por otro lado, el autor argumenta que a diferencia de los recursos energéticos convencionales, las nuevas tecnologías renovables van a convertirse en otro actor en disputa por el uso de la tierra. Y sustenta esta idea con el ejemplo de la central energética Hinkley Point C en Reino Unido, cuyo impacto espacial para la generación de 26 Teravatio-hora (TWh, por sus siglas en inglés) es de 430 hectáreas. Mientras que para la energía solar es necesaria una superficie de 130 mil hectáreas y de hasta 250 mil hectáreas para hacerlo mediante energía eólica.
El problema de la eficiencia energética
El texto plantea dos ideas para mostrar cómo la eficiencia energética se ha generalizado como una medida de la reducción del consumo, el uso de la energía y por ende el impacto ambiental. La primera, es la idea de William Stanley Jevons en su libro The Coal Question de 1865, sobre la eficiencia tecnológica, en específico en el uso más económico del carbón para motores que realizan trabajos mecánicos, ya que representan un mayor consumo de recursos. La segunda es la teoría del crecimiento económico en el siglo XX, la cual también considera al cambio tecnológico como el responsable del aumento de la producción y consumo. Algunos economistas ecológicos han retomado la idea de Jevons para cuestionar la eficiencia energética como medida hacia la sostenibilidad, con el argumento de que provoca que el abaratamiento del producto o servicio y con ello incentiva su producción más que generar el efecto contrario. De ahí que el autor añade que de tener razón Jevons, las ganancias de eficiencia deben compensarse con límites físicos (cuotas o racionamiento).
No obstante, tanto los escenarios del IPCC como la misma IEA se sostienen sobre las virtudes de la eficiencia energética. La IEA señala a la eficiencia energética como una estrategia que permite mantener el crecimiento económico, reducir las emisiones y mejorar la seguridad energética. Sin embargo, el autor añade que el problema de ponderarla como centro de la discusión, es que se deja a un lado el posible efecto rebote mientras se promueve un modelo de sociedad con una capacidad de consumo sin límites. La eficiencia energética a largo plazo y gran escala, representa un aumento en el consumo de energía aunque permita crecimiento en el ahorro.
De acuerdo con el reporte, las acciones de mitigación implican que se deben de implementar en su totalidad para el año 2030 para detener el aumento de la temperatura, esto, con base en el presupuesto de carbono disponible. De no ser así, el costo de la mitigación para el futuro aumentaría y esto impactará de manera distinta a cada país dependiendo su nivel de desarrollo. Algunos científicos piensan que limitar el aumento de la temperatura en 1.5 grados es improbable debido a la infraestructura energética existente y los compromisos globales para otros proyectos. No obstante, esto acarrea dos problemáticas: la primera, es que se continúa con la idea de que la tecnología será la solución; y la segunda, el escepticismo para hacer algo porque ya es tarde o no existe otra alternativa. Lo cual elimina las posibilidades de pensar otras formas de actuar frente a la crisis. Por ello, el escenario de la adaptación es más complicado, ya que depende de las acciones de mitigación, mismas que varían según el contexto de cada país pero que recaen sobre todo en los países más vulnerables los cuales no son responsables del problema. Ante esto el autor retoma al científico Lonnie Thompson (2010), quién dice que el fallo en la mitigación y la falta de éxito en la adaptación lleva al sufrimiento, por ello señala que las generaciones futuras tendrán que adaptarse o sufrir.
Joel Wainwright y Geoff Mann (2017) utilizan el ejemplo del aire acondicionado en el Sur global para exponer los efectos diferenciados de la mitigación y la adaptación. Por ejemplo, en India y Bangladesh se utiliza el aire acondicionado como medida de adaptación, no obstante, la continuación de la quema de combustibles fósiles y la expulsión del aire caliente a la ciudad donde afecta a la población que no cuenta con este servicio, aumenta las vulnerabilidades y promueve la demanda de aire acondicionado. Ante esto, el autor señala la repetición de la paradoja de Jevons en las soluciones tecnológicas sobre el modelo económico capitalista. A su vez las acciones de mitigación de países como Fiji, Indonesia o Las Malvinas son poco significativas comparadas con las de Estados Unidos o China, pero ante la devastación padecerán el desplazamiento de poblaciones que son recibidas con miedo y odio gracias a las narrativas populistas.
¿Ciencia para una nueva era? Explorando la política en el Antropoceno
El autor comienza aclarando que los estudios de ciencia y tecnología (STS, por sus siglas en inglés) son parte importante del presente trabajo, por lo que formula el contexto de su entrada e influencia en la sociedad, además de establecer que para esta corriente de pensamiento las características de la sociedad están socialmente construidas. Mientras agrega que el objetivo de los STS, según Felt (2015), es comprender la forma en que la ciencia y la tecnología moldean los modos de vida, pero al mismo tiempo, comprender la forma en las características de la sociedad moldean redirigen y redefinen los desarrollos de la ciencia y la tecnología. Una de sus características fundamentales es la coproducción, forma en que los individuos rehacen sus cuerpos, identidades y sociedades. Misma que funciona para conocer la manera en que los diversos actores y variables influyen en la creación de un producto o una acción.
Por otro lado, el concepto de coproducción se desprende de lo que Bruno Latour en el libro La Esperanza de Pandora (1992) menciona como la apertura de la caja negra. Latour propone que todos los objetos que nos rodean se encuentran inmersos en una caja negra en la que los conocimientos, las piezas, los procesos y su producción se oscurecen por su funcionamiento, de ahí que al desprenderse de esta caja se revela el conjunto de actores y conocimientos que están implicados en el proceso de toma de decisiones. El autor menciona que la tecnología tiene una agencia política, explicada como la forma en la que las instituciones científicas y las ideas están sujetas a determinados supuestos sociales que a su vez influencian directamente los resultados de los mismos.
La contribución del STS al problema del cambio climático es que tanto la tecnología como el conocimiento no son fenómenos deterministas, sino que son resultado de la interacción de actores que configuran la construcción de infraestructura y sus redes. Por esa razón todo conocimiento refleja un contexto social e histórico determinado, pero sobre todo, una serie de ensambles de personas, organizaciones e instituciones con intereses particulares que permiten su materialización.
El autor menciona dos escenarios relevantes para el libro, desde los cuales los estudios de ciencia y tecnología han sido tendencia para el análisis de las consecuencias y soluciones ante el cambio climático:
El primero, es la forma en que están imbricados los sistemas energéticos con las estructuras sociales, y cómo se influencian mutuamente (Bridge, 2018). Desde esta perspectiva, el cambio climático es resultado de la forma en que las sociedades modernas han dado prioridad a unas energías sobre otras. Por lo que el autor recupera a Miller (2013) para abogar que para la priorización de una energía es necesario una interpretación desde la dimensión social de la energía y la manera en que los STS analizan esta problemática.
El segundo, es el de los imaginarios sociotécnicos para el que se recupera la definición de Jasanoff y Kim (2013) quienes aluden a estos imaginarios como las formas colectivas de concebir tanto la vida como las organizaciones sociales que se visibilizan en el diseño, desarrollo y en el acontecer de los proyectos y acciones de ciencia y tecnología de una comunidad en particular. Los imaginarios significan imágenes, historias y discursos que constituyen los orígenes, profundización o la resistencia de visiones del futuro; además, construyen a las naciones y dan sentido a la forma en que estas involucran a la ciencia y la tecnología a través de un diseño específico del futuro. Como ejemplo está la consolidación de la identidad mexicana alrededor del petróleo. En el libro se utiliza este concepto para analizar las maneras en que ciertos discursos sobre sustentabilidad han sido adquiridos y como otros que surgen de resistir o revertir las consecuencias que de esos emanan, han sido dejados fuera de los espacios de toma de decisión. El pensar los sistemas energéticos como sistemas socioenergéticos evidencia la coproducción de los sistemas energéticos y cómo la dimensión social se introduce en la definición, diseño, gobernanza y funcionamiento de los proyectos de energía.
¿Nombre para una nueva era?
En este apartado el autor introduce el concepto de antropoceno, mencionado por el premio nobel de química Paul Crutzen, quien se refiere a éste como una nueva era geológica en la que debido a las acciones humanas, los últimos tres siglos que han desprendido gran cantidad de dióxido de carbono, el clima del mundo podría alejarse de su ritmo natural durante miles de años. Esta propuesta junto con la del ecologista Eugene Stormer han sido retomadas por grupos de científicos para evaluar si el antropoceno ha sido reconocido como una nueva era geológica. Consecuencia de esto es la publicación en mayo de 2019 por parte del Grupo de trabajo sobre el antropoceno (AWG, por sus siglas en inglés) de la resolución que establece oficialmente al antropoceno como la nueva era geológica (AWG, 2019). Ello el mismo día en que la estación Mauna Loa en Hawaii reportó una medición de 415 partículas por millón de carbono en la atmósfera. No obstante, la concepción del antropoceno como nueva era geológica ha sido criticada y discutida desde distintas áreas incluidas las ciencias sociales al ser una era creada por y para la humanidad.
En diciembre de 2004 el Programa internacional sobre la geósfera y la biosfera (IGBP por sus siglas en inglés), publicó un reporte llamado Cambio global y el sistema planetario: Un planeta bajo presión, que dio razón a una serie de cuestionamientos para comprender cómo se dio el antropoceno, ya que además de identificar el origen en la quema de combustibles fósiles hace 300 años, señala una tendencia de incremento dramática a mediados del siglo XX conocida como la gran aceleración en la que la relación con la naturaleza cambio en magnitud, escala y ritmo. Esta aceleración ha provocado por un lado que los indicadores socioeconómicos aumenten mientras que las capacidades planetarias se han reducido, por ello, en 2015 un grupo de científicos formado por Will Steffen, Johan Rockstrom y Hans Joachim Schellenhuber señalaron nueve límites planetarios: uso de agua fresca, ciclos bioquímicos, degradación del ozono estratosférico, acidificación del océano, cambio climático, contaminación química, acumulación de aerosoles en la atmósfera, pérdida de biodiversidad y cambios en el uso de la tierra. Mismos que representan las bases para identificar los puntos de coyuntura que llevarían al planeta a una transformación o cambio que dista del estado en el que se encontraba durante el holoceno, entendiendo este último como el proceso de calentamiento de los últimos 10 milenios. De estos límites tres han sido rebasados (el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el uso del nitrógeno), cuatro han tenido una alteración significativa, mientras los últimos dos no se han clasificado por falta de información de su impacto al sistema en conjunto.
La postura de una ética ambiental que asume el respeto a otras especies y ecosistemas se enfrenta a las políticas de desigualdad a nivel global, generando un debate cuando los imprevistos del cambio climático lanzan nuevos retos que enfrentar, por ello el autor expone si es pertinente preguntarse si el cambio climático es una declaración política o un imperativo científico. Por otro lado, este concepto ha generado debates en otras disciplinas, el historiador Dipesh Chakrabarty, expuso la tesis de que si nos encontramos en el antropoceno y es la mejor forma de expresar la era en la que nos encontramos, se debería repensar la forma en que se estudia la historia. Chakrabarky en el Clima de la Historia (2009) propone abordar la historia como una hibridización, en la que que no existan separaciones artificiales entre ambos dominios. No obstante, esta perspectiva tiene la limitación de concebir a la humanidad como responsable, cuando las relaciones de poder en los distintos momentos históricos como el mercantilismo, el colonialismo y el capitalismo develan una responsabilidad distinta a cada país o sociedad.
Geógrafos y ecólogos como Andreas Malm y Alf Hornborg (2014) han retomado la tesis de Chakrabarky y han señalado que a diferencia del capitalismo donde las elites de los países ricos tienen la posibilidad de ser salvados, el cambio climático carece de este escenario. Ambos critican la propuesta de Chakrabarky porque no contempla las distintas vulnerabilidades de los países así como así como la forma de enfrentar la crisis. Por otro lado, Jason W. Moore en el libro Antropoceno o capitaloceno: naturaleza, historia y la crisis del capitalismo (2016) encuentra al sistema capitalista como el culpable de la transformación del planeta al producir y utilizar la desigualdad entre las personas. Además de promover la acumulación, apropiación y desposesión no sólo del trabajo, sino de personas, energía, naturaleza y espacios para el beneficio de un modelo que marca las pautas en las relaciones sociales, ambientales, políticas y económicas del planeta. Por ello Moore sugiere cambiar el término antropoceno por capitaloceno, debido a que el segundo describe cómo las élites globales han sido responsables de mostrar el cambio climático como parte inevitable del modelo económico. De ahí surge lo que se ha nombrado como el shock del antropoceno (Fressoz y Bonneuil, 2016), ya que este concepto es una narrativa apolítica y ahistórica que funciona para dar legitimidad al capitalismo y a la transgresión de los límites planetarios, de ahí que Swyngedouw y Ernstson (2018) señalen que el antropoceno abre la posibilidad de justificar las características actuales del sistema, ofreciendo una oportunidad para indagar en el desastroso proyecto capitalista y sus relaciones.
También geógrafos como Erik Swyngedouw y Henrik Ernstson (2018) hacen empleo del término antro-obsceno para referir cómo las opiniones negativas, el desacuerdo y la oposición son tomados como obscenos y por tanto son descartados del escenario de toma de decisiones. Esto ayuda para la profundización del capitalismo a nivel global, lo que a su vez provoca que no exista una alternativa para el modelo actual. Así el antro-obsceno niega el carácter político de problemas como el cambio climático, e incluso genera que el proyecto político sea concebido como algo impensable o sin posibilidades de materializarse. El término antropoceno, desde la perspectiva de la socióloga Eileen Crist (2013), funciona para justificar la posición de dominio del ser humano y la destrucción de la naturaleza, ya que se propicia el desarrollo de más proyectos y el avance en la transformación de la naturaleza. El término antropoceno conlleva, desde la perspectiva política, que todo es posible debido a que la transformación no tiene límites, por ello el autor menciona la importancia de encontrar otro nombre a la época ya que este término pronuncia el fin de la naturaleza. De esta necesidad surge el término cthulhuceno, formulado por la filósofa de la ciencia y tecnología, Donna Haraway (2016), para ella retomar el nombre del control del ser humano sobre la naturaleza significa dar sustento al paradigma extincionista. Por tanto, el cthulhuceno significa concebir al ser humano como un imaginario entrelazado entre otras especies codependientes. Ello propicia la eliminación de la agencia del ser humano sobre la naturaleza y da cabida a nuevas narrativas en las que se elimina las jerarquías entre las distintas especies.
El renombrar permite dos cosas: primero, lograr señalar a los responsables; y segundo, generar políticas, acciones y movimientos para atender las condiciones de desigualdad en el antropoceno. La discusión entre antropoceno, capitaloceno y cthulhuceno funciona también para visualizar qué serie de políticas, tecnologías y acciones estamos dispuestos a tomar como sociedad para dar solución al problema. Sin embargo, la visión del antropoceno ha funcionado para omitir la discusión política, ya que el Acuerdo de París no tiene un carácter coercitivo y los acuerdos son de manera voluntaria, lo que ha permitido continuar en la dinámica que degrada progresivamente el ambiente para mostrar una narrativa en la que la única manera de solución es continuar con la agencia humana sobre la naturaleza.
La economía verde
Al ser la propuesta más reiterada tanto en CMNUC y en el IPCC como en la políticas internas en los países desarrollados, el crecimiento verde, que se desprende a su vez de la economía verde es un concepto que observa a las soluciones de mercado, el desarrollo e innovación tecnológica y la dependencia en especialistas como únicas vías para conseguir la sustentabilidad. A su vez la reducción de la contaminación ambiental versa en dos factores, la eficiencia del uso de los recursos y la tecnología que mejore la eficiencia de la energía empleada. Este concepto asume la compatibilidad del crecimiento económico con la preservación de la naturaleza, de esa manera concibe el enverdecimiento sin la necesidad de cambiar patrones de consumo o la redistribución de recursos o energía.
Esta idea tiene sus raíces en organizaciones internacionales como Banco Mundial, OCDE y el Programa de Naciones Unidas para el medio ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés), quienes al hacer uso del apoyo de economistas neoclásicos, reducen el problema a fallas en el sistema de mercado. Precisamente a una mala asignación del precio: para hallar solución al problema es suficiente que el comercio y consumo resultantes de acordar un precio refleje las externalidades o efectos negativos de la producción. El inconveniente que aquí resulta es que desde la economía verde toda opción que cuestione el modelo de crecimiento es equívoca, por ello el autor menciona 4 puntos para entender las implicaciones de esta concepción:
El primero, es que es posible que el crecimiento económico se desacople del uso de recursos materiales y el crecimiento de GEI; el segundo, es que los problemas de degradación ambiental son pensados para solucionarse con base en el desarrollo tecnológico; el tercero versa sobre la construcción política del discurso del crecimiento verde alrededor del ecomodernismo, el cual defiende la profundización del capitalismo pero sin cambios en las estructuras sociales, políticas y económicas que lo conforman; y el cuarto, es que la economía verde hace caso omiso a la expansión del crecimiento frente a los límites geofísicos, termodinámicos y las características expansivas del capitalismo.
La UNEP menciona que el desacoplamiento es uno de los conceptos clave para presentar los retos que se avecinan al realizar una transición hacia economías con mayor eficiencia y la medida más importante para el enverdecimiento del crecimiento económico. El desacoplar la asignación de valor económico a los recursos así como los impactos ambientales, se convierte en una urgencia en el contexto de los límites planetarios. Sin embargo, Hickel y Kallis (2019) efectuaron un análisis de la viabilidad sobre el desacoplamiento del crecimiento económico con los recursos materiales, en el que muestran las deficiencias del mismo, ya que aunque es teóricamente viable a corto plazo, debe lograr niveles de eficiencia energética sin precedentes históricos. También, el desacoplamiento sólo es posible para ciertos países desarrollados y no es posible a largo plazo. Entonces, el desacoplamiento es un fenómeno temporal debido a que las ganancias que pueden obtenerse del uso eficiente de los recursos tarde o temprano alcanzarán un límite físico.
Por otro lado, Tim Jackson (2016) encontró que no existe país que mediante el uso de recursos naturales lleve a un desacoplamiento del crecimiento económico. Al considerar la degradación y los impactos relativos a la demanda de recursos consecuencia de las importaciones del consumo interno, siempre aumenta la huella ecológica de todos los países. En relación a la reducción de emisiones de GEI, Hickel y Kallis (2019) encontraron que a pesar de que el desacoplamiento es teóricamente posible, las posibilidades de mantener un crecimiento económico son muy bajas si se pretende mantener el aumento de la temperatura en 2 o 1.5 grados.
La tecnología
El autor expone las soluciones tecnológicas como la segunda apuesta del crecimiento verde para mantener un ritmo de crecimiento. La base teórica que sostiene el crecimiento verde es la posibilidad de mantener el progreso absoluto, de ahí se desprende el concepto de tecnooptimismo, que se refiere a la creencia de que la tecnología permitirá superar los límites del planeta. Mientras que de la idea de una transición hacia energías más limpias y eficientes se desprende la alternativa de enverdecer el crecimiento económico. Una de las propuestas centrales del IPCC, es que la innovación en conjunto con la transferencia de tecnología podrán darle sustento a los objetivos de la economía verde, e incluso estas dos, son consideradas por el Acuerdo de París como aspectos clave para el desarrollo y la justicia. Aunque desde la narrativa dominante del crecimiento verde, estas soluciones son suficientes para sustento al problema y no es necesaria una reformulación de cómo se organiza la sociedad y la economía internacional.
El texto señala que el crecimiento económico moderno fue posible gracias a la gran aceleración, basada en el impulso de las energías fósiles, de ahí que el hacer un lado su uso traerá como consecuencia una desaceleración de la economía global y de la productividad. Lo anterior lleva al autor a recuperar los razonamientos de Kallis (2018) acerca del desarrollo tecnológico por medio de energías renovables:
1. Las energías renovables no serán suficientes para satisfacer la demanda energética en el futuro.
2. No será posible mantener los ritmos de crecimiento y demanda a los ritmos actuales.
3. Conllevaría el uso de tecnologías que permitan perpetuar el uso de combustibles fósiles o sistemáticamente decrecer y reducir el consumo de energía a nivel global.
No obstante, el inconveniente es la falta de argumentos sólidos que prueben que la tecnología logrará que el sistema capitalista se mantenga intacto y que las energías renovables, combinadas con la continua quema de combustibles fósiles y el uso a gran escala de tecnologías para capturar y remover carbono, tendrá la capacidad de solventar el problema. Como resultado del fallo por parte de la substitución tecnológica y la reducción de emisiones de apegarse a limitar las emisiones de 8 a 10 por ciento menos por año, para estar a la par de los 2 grados de aumento de la temperatura global, se ha dado impulso a tecnologías como la energía nuclear o el BECCS. El autor señala la poca probabilidad de que el proceso de transición energética pueda satisfacer la demanda energética, sin provocar nuevas desigualdades, debido a las limitaciones que se generan por la expansión de la innovación tecnológica con otros factores como las energías renovables y la demanda de espacio social.
El ecólogo Alf Hornborg (2001) argumenta que la tecnología está coproducida mediante determinadas relaciones de producción e intercambio que encarnan distintas configuraciones de poder y que reproducen la organización de la sociedad. De acuerdo a Huesemann y Huesemann (2011) las particularidades evidencian que las tecnologías no son neutrales, sino que traen consigo valores y relaciones sociales a lo largo de sus cadenas de valor, por lo que emplear esas tecnologías en actividades con valores culturales o económicos distintos es una tarea complicado. Por ello Bellamy Foster añade que en el sistema capitalista las soluciones tecnológicas se proponen sin tomar en cuenta la sociedad en la que se introducen, haciendo a un lado las relaciones de poder existentes. Esto da cabida a la transición de una ideología o modo de producción por un modo de dominación. No obstante, enfoques como el movimiento de decrecimiento pretenden tomar las tecnologías como herramientas que promuevan la autonomía y la solidaridad, en lugar del mantenimiento de las relaciones sociales capitalistas.
El Ecomodernismo y la postpolítica
El manifiesto ecomodernista de 2015 elaborado por un conjunto de científicos y académicos, maneja la intervención del ser humano en la naturaleza no sólo como un hecho deseable, sino como algo necesario. Además Asafu-Adjaye (2015) aboga por observar un antropoceno en el que el ser humano aproveche su posición para generar un bienestar para el resto de la sociedad, al controlar el clima y cuidar la naturaleza. Visión que desea el desacoplamiento del desarrollo económico del impacto ambiental y que parte de la concepción de que las políticas públicas y la ciencia deben ser guiadas por especialistas. Proceso que incluso ha desechado toda discusión y oposición a las posturas del modelo económico globalizado, lo que ha sido nombrado como condición postpolítica por teóricos como Erik Swyngedouw (2016), Slavoj Zizek (1999), Chantal Mouffe (2005) y Jaques Rancière (2006).
El proceso de la postpolítica tiene como base dos puntos: primero, la economización de la política, en la que la creciente hegemonía del paradigma del mercado sólo considera las opiniones del público en general en cuanto no excedan los valores del sistema; mientras el segundo, es lo que Pierre Bourdieu (2002) nombró como despolitización de lo económico, debido a que la naturalización de las reglas del mercado ha provocado que las mismas no puedan ser sujetas a discusión. Ambos postulados tienen como resultado el dar sustento a la gobernanza ecomodernista.
El autor recupera a Alan Badiou quien en 2011, señaló que la cuestión del cambio climático se ha convertido en el opio de las masas, al ser expuesta como una amenaza constante para las sociedades modernas. Esto, con intención de darle el cariz de crisis manejable, y no el de un juego de suma cero. Lo que requiere de un esfuerzo de las fuerzas del mercado y de la tecnología, para remendar la crisis y darle continuidad al status quo. Proceso que consta de dos momentos: la sensación de urgencia por el cambio, y la calma que le secunda al acotar un enemigo común como es el dióxido de carbono. De esta manera se genera una solución dejando intacto los distintos modos de acumulación, consumo y derroche. La influencia de los escenarios apocalípticos a nivel simbólico tiene el efecto de poder desplazar el conflicto y el antagonismo social, además, esta perspectiva no se encuadra dentro de proyectos políticos en específico o de cambios sociológicos, sino que se reduce a generar soluciones dentro de los horizontes del mercado.
En resumen, el ecomodernismo evade aceptar que es el propio sistema económico el responsable del cambio climático. Por ello desde la perspectiva de distintos autores como Foster (2010), Lane y Stephan (2014), Mann y Wainwright (2018) y Swyngedouw (2016) las acciones de mitigación son empleadas como estrategias populistas para transferir la responsabilidad de los principales emisores por soluciones técnicogerenciales.
Los límites geofísicos y las dinámicas del capitalismo
De acuerdo con Harvey (2014), las crisis del capitalismo son parte esencial de su funcionamiento debido a que es a través de ellas como se reproduce a sí mismo. A partir del aumento de la demanda de energía y recursos, es como se produce una distribución desigual de problemas ecológicos, ya que la élite global puede expandir su alto consumo, pero en otra zonas este incremento provoca contaminación ambiental, despojo y desigualdad social. Sin embargo, aquellos modelos pensados para enverdecer y reducir el impacto ambiental no consideran que el modelo de economía industrializada crece en línea recta, y que a pesar de las medidas de reciclaje contempladas, estas son insuficientes debido a que gran parte es utilizada para la generación de energías fósiles. También el crecimiento verde aboga por el mantenimiento del metabolismo, lo que ha colocado al crecimiento económico como un imperativo aún mayor al cuidado ambiental al justificar el desarrollo y el bienestar. Por estas razones, la alternativa del crecimiento verde no parece tener la capacidad para dar solución a la cuestión climática.
Por otro lado, alternativas como el decrecimiento evidencian que el crecimiento económico es nocivo ambiental y socialmente, además de ser políticamente innecesario. Trabajos recientes como el de Kallis (2018), han mostrado que a través de esta medida es más coherente abordar la cuestión del cambio climático y la degradación ambiental.
Propuestas del libro
De las 12 propuestas incluidas en el libro, las primeras 6 constan de críticas y propuestas alternativas hacia los esquemas establecidos por los organismos supranacionales como el IPCC, mientras las otras 6 que se encuentran en la segunda parte del libro, abordan el proceso de la transición energética desde distintas posturas. Las propuestas son las siguientes:
Propuesta 1: escrita por Mariana Reyes Carranza, quién recoge el concepto de antropoceno para dar razón de la catástrofe ambiental de las últimas décadas. Su crítica parte de que el antropoceno se encuentra acotado desde la producción científica eurocéntrica, enfoque que lleva consigo perspectivas y valores dominantes, como la dicotomía cultura-naturaleza. Por ello discute la importancia del concepto, del debate político y de las repercusiones del empleo de este término. Ya que desde su perspectiva, las críticas convencionales no logran generar un terreno fértil para nuevas formas de pensar la crisis ecológica, y en cambio, será por medio de las críticas más profundas en compañía de movimientos sociales o protestas civiles que se generen opciones para la movilización político-ambiental. Esto por las necesidad de integrar el pensamiento del Sur global y la demanda de un futuro climático más justo, democrático y sustentable.
Además, Reyes Carranza agrega que a pesar de su nomenclatura pobre, el término antropoceno ha suscitado una discusión que ha sido retomada por distintas disciplinas. Señalando la importancia de otros conceptos que han permitido expandir las alternativas de abordaje a la crisis, como capitaloceno, cthuluceno y antropo-obsceno. También se incluyen nuevas nomenclaturas que parten de visiones e imaginarios no-occidentales, con el fin de orientar la búsqueda colectiva para concebir y cristalizar futuros posibles más allá de la geoingeniería y del optimismo tecnológico.
Propuesta 2: Ismael de la Villa Hervás aborda la condición postpolítica desde el ecomodernismo, analizando la influencia del acontecer histórico en la formación de la ciencia. Villa Hervás concibe el ecomodernismo como una manera de observar a la naturaleza como un objeto para ser dominado, con la capacidad de incidir en otros escenarios. Además, define a la postpolítica como un proceso en el que no se da cabida a otras visiones para enfrentar el cambio climático. Desde esta perspectiva, se indaga desde la hipótesis de que los marcos establecidos por el IPCC y otras organismos supranacionales están influenciados por el ecomodernismo ya que busca maquillar de cientifismo directrices establecidas para países en vías de desarrollo. De esta manera el texto contribuye en dos aspectos: analizar el peso de los discursos mencionados, y analizar el proceso de postpolitización que surge de los supuestos establecidos en el Reporte Especial de 1.5 °C del IPCC.
Propuesta 3: elaborada por Yerko Castillo Ávalos e Iñaki Cebrio-de-León, quienes aluden desde una perspectiva ecocéntrica a la crisis ecológica, y como la cultura capitalista a nivel global basada en el desarrollo tecnológico ha orillado a que los sistemas que mantienen el planeta se encuentren al borde del colapso. Mientras que la crítica se dirige a la ética capitalista, la cual considera a la naturaleza como una fuente de recursos, causando una interpretación errónea de las relaciones entre lo que es humano y lo que no lo es. A lo que proponen una reconciliación desde una perspectiva ecocentrista, donde la interacción ambas partes se reinterpreten y se reconstruyan.
Propuesta 4: cuya autoría es de los autores anteriores, promueven una visión ecofilosófica desde el Sur global para dar solución a la cuestión climática. En respuesta a la contribución del capítulo anterior señalan que se ha propiciado una solución al cambio en la que a pesar de ser reconocida la problemática se actúa de manera contradictoria, según los autores, por la ausencia de una discusión ética y política. Por esa razón argumentan que solo el conocimiento científico no basta para hallar solución si se carece de las anteriores variables que lleven a acciones concretas y propongan superar los limitantes ontologicos y epistemologicos para reconsiderar otras formas de vida basada en la armonía con la naturaleza.
Propuesta 5: En este apartado Francisco Xavier Martínez Esponda, Gisselle García Maning, Benito Vázquez Quesada, Silvia Colmenero y Luis Bracamontes Nájera proponen una vía distinta de adaptación climática a la sugerida por el SR1.5, una alternativa para ver y entender a la biodiversidad ante el cambio climático. Los autores y autoras reconocen que se ha discriminado y excluido de la discusión pública otras formas, visiones y propuestas de ser y estar en el mundo. También consideran que la resiliencia ecológica debe ir ligada a la resiliencia social y por tanto, debería permitir el florecimiento de pueblos originarios. De ahí que el texto proponga el reconocimiento del Estado pluricultural aunado al uso y manejo del patrimonio biocultural, además del desarrollo de los pueblos originarios por medio de un diálogo de saberes que logre una propuesta frente al cambio climático y la crisis de biodiversidad global.
Propuesta 6: elaborada por Francisco Javier Montaño Cruz, quién después de realizar una revisión crítica de las propuestas políticas del SR1.5, propone la entrada hacia otras acciones que inciten el diálogo hacia otras acciones locales y radicales pero de carácter realista. Ya que el texto señala, que las propuestas mostradas en el SR1.5 no se alejan de modelos económicos que buscan dar continuidad al crecimiento económico, a las estructuras sociales prevalecientes y apresurar la transformación del sistema económico a través de nuevas tecnologías.
Con el fin de expandir los horizontes más allá de las características que significan bienestar y prosperidad en el modelo económico capitalista, el capítulo retoma tres alternativas: el decrecimiento, la localización de la economía y las propuestas del movimiento global para dejar los combustibles fósiles en el subsuelo. Y se mencionan los beneficios de estas alternativas con miras a la posibilidad de integración en distintas regiones del planeta y para limitar el incremento de la temperatura por debajo de 1.5°C.
Propuesta 7: Elaborada por Jorge Villarreal Padilla, quien con base en 15 años de experiencia en organizaciones civiles contra el cambio climático, realiza una reflexión histórica del movimiento ecologista desde 1972, con la publicación de los límites de crecimiento. El discurso fue cambiando hacia empatar el crecimiento económico con la conservación ambiental. Villarreal hace uso del caso mexicano y la aplicación de la política climática nacional, en la que las acciones han sido insuficientes debido al apego con las estructuras del discurso capitalista de crecimiento económico, por lo que se pregunta cuáles instrumentos serán necesarios para mantener el aumento de la temperatura global a 1.5 grados.
Propuesta 8: en este apartado, haciendo uso de la ecología política y la economía ecológica, Sofía Ávila aborda desde una visión del Sur global la idea de la transición energética. Para ello, desde una crítica al modelo ecomodernista analiza lo que conlleva en términos espaciales y de distribución el empleo de energías renovables en México e India, y explica cómo el proceso de transición energética debido a la lógica de los recursos renovables y del crecimiento económico está creando nuevas injusticias sociales y tensiones ambientales. Ávila expone que muchas de las contradicciones que emergen a partir del crecimiento verde, y de los cambios en infraestructura y tecnología que produce, son señalados por movimiento sociales a nivel local. También señala que un aspecto clave para la constitución de debates públicos sobre la transición energética es el acercamiento de movimientos que luchan por la justicia ambiental con propuestas alternativas al desarrollo a partir de un crecimiento económico infinito. De esta manera, el texto pretende mostrar los impactos asociados a las energías renovables y las propuestas alternativas.
Propuesta 9: escrita por Naín Martínez, quien a partir del concepto de los imaginarios sociotécnicos plantea una revisión de las distintas visiones con el fin de señalar sus limitaciones y ventajas a nivel ambiental, político y social en el futuro de la transición energética en México. Para ello retoma tres imaginarios particulares: el crecimiento verde, la soberanía energética y el desarrollo comunitario. Y analiza cómo los distintos actores interpretan de manera igual o distinta el lugar que toman las energías renovables en el futuro, y así evidencia cómo los proyectos que se han puesto en marcha en México contienen variaciones en el tipo de tecnología, escala, infraestructura, propiedad, uso de la electricidad y modelos financieros. Para Martínez, los imaginarios sociotécnicos son visiones compartidas a nivel colectivo sobre los beneficios y riesgos de las energías renovables que ejercen un papel normativo y práctico sobre la manera en que los actores y grupos sociales desarrollan estas tecnologías.
Propuesta 10: Lourdes Alonso y Adolfo Mejía dan nota de la transformación espacial ante la implantación de parques de generación de energía eólica en el Istmo de Oaxaca, en donde ha sido sustituida en gran parte la actividad agrícola, por la preferencia de ejidatarios a la renta de sus terrenos, hecho que ha despertado la crítica de movimientos sociales ante las afectaciones sociales y ambientales de estos parques. Ambos autores señalan el papel que ha cobrado las rentas eólicas en la región, al convertirse en un factor de diferenciación social entre ejidatarios, y también, entre estos y el resto de la comunidad. A raíz de esto, el texto invita a la reflexión sobre cómo está aconteciendo la transición energética, con miras a pensar el proceso como una posibilidad de incluir a sectores que históricamente han sido relegados por estos mismos proyectos de infraestructura.
Propuesta 11: Dafna Bitran Dirven recupera el proyecto de la conservación del parque Yasuní en Ecuador, propuesto en 2007 por el gobierno ecuatoriano, y que pretendió por medio de un mecanismo internacional beneficiar a la economía ecuatoriana con la mitad del precio del petróleo existente en esa zona, con la idea de mantenerlo bajo el suelo. Aborda la influencia que tuvo o no el escenario internacional para apuntalar otro tipo de propuestas más allá del empleo de combustibles fósiles en los países de la periferia. Identifica el Yasuní-ITT como una alternativa de carácter radical discutida en los canales internacionales relacionados al Acuerdo de París y por ello resalta como un antecedente en favor de modelos económicos alternativos.
Propuesta 12: en el último apartado, Linda Schneider y Carlos Tornel sostienen un diálogo con base en el informe de la Fundación Heinrich Böll, titulado Realismo radical para la justicia climática: Una respuesta de la sociedad civil para limitar el calentamiento global en 1.5 °C, y a partir de la publicación del reporte SR1.5 del IPCC. Debido a que varios conceptos como el decrecimiento, la propuesta de imaginarios distintos sobre el papel de la energía y la agricultura tradicional como forma de adaptación, son discutidos en el presente libro y son propuestos como soluciones ante los diagnósticos del SR1.5. Los objetivos de este capítulo son dos: el primero, es recuperar dos perspectivas desde el Norte y el Sur global de un futuro bajo en emisiones y compatible con un incremento de 1.5 °C; el segundo, es exponer la forma en que cada una de las otras 11 propuestas del libro enriquecen el debate y aportan valores como la la solidaridad, la autonomía, la prosperidad, la felicidad y la fraternidad.
2. Para restarle atractivo al uso de automóviles, The good move plan impondrá a partir de 2021 un límite de velocidad de 30 kilómetros por hora en Bruselas, mientras que en los próximos 10 años se eliminarán 65 mil estacionamientos y se dispondrá de autobuses cien por ciento eléctricos.
3. Una encuesta en Bélgica publicada en octubre de 2019 mostró que el problema es urgente para los residentes, 75 por ciento de los cuales quieren aceras más amplias y accesibles, mientras que 80 por ciento están abiertos a otro tipo de transporte aparte del automóvil personal.
4. El reporte del IPCC contempla una participación considerable de energías renovables en los cuatro escenarios, el escenario P1 contempla se incrementará su uso en 77 por ciento para 2050; para el P2, el porcentaje aumenta 81 por ciento; mientras que el P3 y el P4 estiman una participación de 64 y 70 por ciento respectivamente.
5. En 2019 la Plataforma intergubernamental sobre diversidad biológica y servicios de los ecosistemas (IPBES por sus siglas en inglés), mostró en un reporte sobre el deterioro de la biodiversidad que 75 por ciento de la superficie terrestre se encuentra muy alterada, el 66 por ciento de la superficie oceánica está experimentando impactos acumulativos cada vez mayores y se ha perdido más del 85 por ciento de los humedales. Y aunque el ritmo de pérdida de bosques se ha ralentizado globalmente desde el nuevo siglo, su distribución es desigual. Además de que entre 2010 y 2015, los trópicos altamente biodiversos perdieron 32 millones de hectáreas de bosque primario o en recuperación.
6. De acuerdo con Haas (2015), en ese año, a nivel global tan sólo 6 por ciento de los productos fueron reciclados, mientras que más del 44 por ciento de los materiales ocupados fueron empleados para la generación de energía de origen fósil.
Figura 1. Se muestran 18 gráficas para señalar la gran aceleración, sobre áreas como: población, PIB global, consumo de agua, población urbana, consumo de energía, producción de papel, consumo de fertilizantes, transporte, turismo internacional, dióxido de carbono, óxido nitroso, metano, capturas pesqueras, agricultura de camarón, nitrógeno en zonas costeras, acidificación oceánica, pérdida de bosques tropicales y pérdida de biodiversidad. En los que a partir del año de 1950 empieza, se pronuncia o se dispara el incremento, consumo o emisiones de las anteriores variables. Lo que evidencia un aumento en los indicadores socioeconómicos por un lado, pero también un empobrecimiento de las capacidades planetarias.
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