En un par de semanas el coronavirus ha logrado tambalear los gobiernos de occidente, quienes se han visto envueltos en una carrera contrarreloj para no colapsar sanitaria, política y económicamente. La reconfiguración que el poder del Estado está sufriendo no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial.

El largo brazo estatal ha alcanzado esferas que se creía ya no eran controladas por este, la economía por ejemplo. La pandemia ha puesto al descubierto los límites del libre mercado y las limitaciones estatales empiezan a desdibujarse para disminuir los efectos de la crisis que se avecina.

No es casualidad que en épocas de crisis el Estado crezca, los gobiernos son los únicos que tienen la capacidad de movilizar los recursos rápidamente. El día de hoy son imprescindibles para contener la pandemia al imponer los cierres de espacios públicos y el confinamiento humano. La rápida transmisión del virus, es un factor que ha causado que se recurra al Estado para su contención. No se quiere repetir la historia de Italia, que a pesar de contar con un sistema de salud de clase mundial, se vio abrumado por los miles de casos registrados.

En Gran Bretaña el Estado intentó retroceder para minimizar su presencia, sin embargo, fue acusado de hacer muy poco y actuar tardíamente. Caso contrario con Francia, que durante la crisis, su presidente, Emmanuel Macron ha visto elevarse sus niveles de aprobación gracias a la implementación de restricciones que han favorecido la contención del virus. En la mayor parte del mundo, el Estado ha respondido con una mezcla entre coerción, monitoreo y respuestas de índole económica.

El aumento del poder del Estado ha tenido lugar fuera del debate público, las condiciones no lo han permitido. Hasta ahora no se sabe las implicaciones a largo plazo del COVID-19, pero hay que tener presente que el Estado de bienestar surgió a partir del conflicto y la crisis. Es posible que cuando la pandemia ceda se vean avances en los sistemas de salud y en las condiciones laborales de los trabajadores; aunque la recuperación a largo plazo podría verse opacada si los gobiernos apuestan a la autarquía, lo que llevaría a la agudización del capitalismo y a la proliferación de casos de abuso de poder y corrupción como el caso de Hungría e Israel.

En épocas de COVID-19 es necesaria la vigilancia de todas y todos para hacerle frente al virus, sin embargo, esta no debe ser usada como pretexto para que los gobiernos la normalicen en sus extremos. Un gobierno pandémico no es apto para la vida cotidiana.