Will China sit again at the heart of its own cosmos?
The Economist [2020], "Will China sit again at the heart of its own cosmos?", The Economist, London, 8 de febrero, https://www.economist.com/special-report/2020/02/06/will-china-sit-again...
El texto comienza por aludir lo acontecido en la ciudad fronteriza de Horgos, en donde The Economist señala que a pesar de existir una zona libre de impuestos reina la contradicción. Y expone el caso de un grupo de trabajadores kazajos y Uigures, que para trabajar en la esta zona deben entregar sus pasaportes a los oficiales fronterizos, para evitar que estos crucen hacia Kazajastán. Esta medida no es aplicada para los trabajadores de la etnia Han. Lo que es muestra de la campaña de vigilancia con alta tecnología y confinamiento, aplicada por China, en la que se han enviado cerca de 1 millón de musulmanes a Xinjiang hacia campos de adoctrinamiento. Siendo la mayoría Uigures, la etnia mayoritaria en la región, aunque también hay alrededor de 1.5 millones de Kazajos, etnias que por lo menos cada familia tiene un pariente en dichos campos.
La represión hacia los musulmanes es algo que ha causado impacto en Asia central, en septiembre de 2019 protestas anti-china se dieron en kazajistán occidental, en parte por lo sucedido en Xinjiang. The Economist menciona que un funcionario del ministerio de asuntos exteriores admitió que lo único que China pide a sus vecinos de Asia central a cambio del dinero de la Belt & Road Iniciative (BRI), es la demostración de lealtad para la lucha contra el separatismo en Xinjiang. Sin embargo, esto ha llevado a que esta región se vuelva una base anti-china, debido a que las autoridades han asumido que el desarrollo de la región está en las raíces de esa agitación. Ante esto, el texto repara en que la paradoja del BRI está en cómo conjuntar la conectividad de la iniciativa con la distopía china del tecnoautoritarismo.
Por ello The Economist separa los proyectos del BRI en 3 partes: el primero, son los proyectos que intentan impulsar un crecimiento local, como las centrales eléctricas en Pakistán. Algo que a pesar de su función, no está siendo considerado dentro de las emisiones chinas de acuerdo con el tratado de París; el segundo, contiene aquellos proyectos de conectividad que impulsan el transporte y el comercio, ejemplo de ello es el corredor de Horgos. Sin embargo, como un estudio del Banco Mundial mostró en 2019, al acortar el tiempo de transporte y reducir el precio del comercio, el BRI puede sacar a 7.6 millones de personas de la pobreza extrema. No obstante, esto sólo se puede obtener mediante reformas complementarias que harían que en algunos países como Mongolia, el costo de la infraestructura sea más alto que las ganancias; en el tercero, están los proyectos que promueven un mayor apertura y una interconexión global. Lo que incluye la estrategia digital de la iniciativa, no obstante, la paradoja se vuelve más rígida al ser acaparado el espacio político al interior por el Partido Comunista, mientras la obsesión de estigmatizar a sus críticos sugiere límites en la apertura que tolerará, quitando atracción a la iniciativa.
The Economist menciona que a pesar de las contradicciones del BRI el proyecto sigue, ya que lo bueno del proyecto es tomado por trabajadores y constructoras chinas y aprovechado por otros líderes. Además, hace mención de otro factor a favor de China, la formación en 2015 de la Unión Económica Euroasiática (EAEU, por sus siglas en inglés), impulsada por Rusia, pero que a partir de las sanciones occidentales por la cuestión de Crimea, necesito del apoyo económico y diplomático chino. Algo que ha sido aprovechado por China para su propios propósitos, como la zona de unión común para facilitar el envío de mercancías a Europa. Sin embargo, la ausencia en el intento de China por doblegar al mundo, es la autoridad moral y cultural que antes del siglo XIX era del mismo tamaño que su extensión territorial. Mientras ahora, su atracción sólo consta de dinero.
Por otro lado, el texto señala los intentos de Occidente ante la iniciativa china: el primero, fue la iniciativa Free and Open Indo-Pacific de la administración Trump en 2017, la cual a pesar de su dimensión naval no contaba con inversión, por lo que la región se negó a tomarla; el segundo, es la nueva International Development Finance Corporation lanzada por Estados Unidos en 2020. La cual a pesar de sólo contar con una parte del dinero que ofrece China, su fortaleza es estar inmersa en varios proyectos.
Sin embargo, otros proyectos de inversión han sido lanzados en la región, como el Infrastructure Financing Facility for the Pacific, de Australia en 2018, que cuenta con mil 400 millones de dólares para préstamos o el acuerdo firmado por Japón y la Unión Europea en septiembre de 2019, para la realización de proyectos de infraestructura conjuntos.
Aunque los frutos de las iniciativas anteriores se esperan a mediano plazo, los países democráticos intentan hacer retroceder a China de distintas maneras: Japón ha logrado tener más presencia en la zona y sus lazos con India han crecido; India y Japón se adelantaron al plan chino de construir un puerto en Bangladesh; India ha comenzado ayudar a las Maldivas cuyo gobierno anterior se había endeudado con China; mientras los pakistanis después de la experiencia con el corredor Económico Chino-Pakistaní (CPEC, por sus siglas en inglés) ahora dan bienvenida a la inversión estadounidense.
Ante esto, los líderes han aceptado tener más opciones al escoger entre Estados Unidos y China, por ello se preocupan por la creciente rivalidad sino-estadounidense en el ámbito de las telecomunicaciones y el ciberespacio. Ante lo que The Economist señala que Estados Unidos debe tener cuidado de llevar a una situación en que los países deban escoger estar de un lado o del otro, ya que de esta manera los líderes chinos conseguirán su nuevo orden. De esta manera China podrá estar en el centro de su mundo siendo el corazón, un resabio de la antiguas relaciones tributarias, sin embargo será un cosmos de bordes duros en el que probablemente ninguno de sus ciudadanos hayan elegido vivir.
Desde el enfoque de la competencia mundial y la disputa hegemónica, una cuestión central es la posibilidad del escenario una dicotomía en el orden internacional. Por una parte, un hemisferio liderado por Estados Unidos y sus aliados, y por el otro, China y los demás países que históricamente no encajan con los moldes de occidente. Sin embargo, el acontecer de ambos proyectos hegemónicos ha mostrado las deficiencias de solamente contar con una u otra opción, cuando al final de cuentas se refuerzan los lazos de dependencia.