Desarrollo desigual. Naturaleza, capital y la producción del espacio
Smith, Neil [2008], Desarrollo desigual. Naturaleza, capital y la producción del espacio, Madrid, Traficantes de sueños, 279 pp.
Neil Smith (1954-2012) fue un geógrafo y académico escocés. Se graduó en la Universidad de Sain -Andews en 1977 y recibió un doctorado en 1982 en la Universidad John Hopkins. Fue profesor de geografía en la Universidad de Columbia y en la Universidad de Rutgers. Fue autor de Uneven Development: Nature, Capital and the Production of Space (1984), Gentrification of the City (1986) y The Politics of Public Space (2006).
La presente ficha sintetiza los contenidos de la Introducción y los capítulos 2, 3 y 6 de Desarrollo desigual.
Introducción
Neil Smith resume lacónicamente el propósito de Desarrollo desigual: “este libro trata sobre la geografía de la política y las políticas de la geografía” (p. 17). Se trata de un trabajo teórico que intenta mostrar la lógica de la reestructuración del espacio geográfico del capitalismo.
A juicio de Smith, los tiempos contemporáneos se caracterizan por el impulso de una nueva geopolítica de la guerra merced a los fenómenos de desindustrialización, declive regional, gentrificación, expansión extrametropolitana, industrialización del Tercer Mundo y la nueva división del trabajo. Sin embargo, lejos de interpretar por separado cada uno de estos fenómenos, Smith propone analizarlos conjuntamente en calidad de síntomas de una transformación profunda de la geografía del capitalismo.
Para emprender una tarea de estas características es menester reconocer los cuerpos teóricos existentes, principalmente, aquellos relacionados con la geografía. En términos muy amplios, Smith reconoce tres tradiciones de pensamiento geográfico: 1) la geografía académica, nutrida con conceptos ortodoxos del espacio geográfico y del medio ambiente en un marco de fuerzas y leyes físicas universales, es marcadamente positivista y antihistórica; 2) el análisis político de la sociedad capitalista, particularmente del marxismo, tiene perspectiva histórica pero adolece de teoría geográfica; y 3) la intersección de la tradición geográfica y la tradición marxista que procura responder qué es la geografía del capitalismo. En esta última tradición, seguida fielmente por el propio Smith, se señala a académicos como David Harvey, Henri Lefebvre, Michel Aglietta, Nigel Harris, Michel Dunford y Diane Perrons.
Smith afirma que el estudio del desarrollo desigual es un tema de moda (recordemos que la primera edición del libro es de 1984) en las universidades, no obstante, advierte que ha sido abordado desde la geografía como un proceso ahistórico y universal. Para Smith, por el contrario, “el desarrollo desigual del capitalismo es estructural antes que estadístico” (p. 19). En otras palabras, el desarrollo desigual se asume como una expresión geográfica sistemática de las contradicciones de la estructura del capitalismo.
La clave interpretativa de Smith consiste en asumir la teoría del desarrollo desigual como el eslabón que permite comprender las características de la geografía del capitalismo. Si se quisiera condensar la problemática de Smith en el planteamiento de una pregunta, sería la siguiente: ¿cómo la configuración geográfica del paisaje contribuye a la supervivencia del capitalismo? (p. 19).
Pues bien, la noción de “desarrollo desigual”, apunta Smith, es heredera de la teoría marxista. Se trata de una problemática que se remonta a la década de 1920 en el contexto de los debates soviéticos sobre la disyuntiva entre el internacionalismo y el socialismo en un solo país. Uno de los primeros registros explícitos de tematización del término “desarrollo desigual” pertenece a Lenin con su estudio El desarrollo del capitalismo en Rusia (1899). Sin embargo, posteriormente a la Revolución rusa de 1905, el concepto de desarrollo desigual pasó a las filas del trotskismo a propósito de los debates contra el estalinismo y la llamada “ley del desarrollo desigual y combinado”.
En opinión de Smith, el desarrollo desigual es un fenómeno histórico y teórico del siglo XX. Smith no habla en términos de “ley”, sino de “teoría” del desarrollo desigual para intentar explicar la expresión geográfica de la contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio que caracterizó al desarrollo del capitalismo durante el siglo pasado.
Aunque se reconocen los logros de otras perspectivas que han estudiado el desarrollo desigual como la teoría de la dependencia, la teoría centro-periferia o las teorías del subdesarrollo, Smith opina que estas son limitadas al momento de analizar la dimensión específicamente geográfica del desarrollo desigual. Por tanto, la perspectiva ofrecida por Smith consiste en proponer una teoría del desarrollo desigual que integre el espacio y el proceso social a diferentes niveles.
El desarrollo desigual, concluye Smith, debería entenderse como un proceso de producción de naturaleza capitalista que, a su vez, proporciona el fundamento para una producción del espacio a semejanza del capital. Tales son los temas de los capítulos 2 y 3 que reseñamos a continuación.
Capítulo 2. La producción de la naturaleza
La tesis de Smith es que la base natural de la existencia humana es cada vez más resultado de la producción social dado el desarrollo de la acumulación de capital. La producción de la naturaleza implica la fusión del valor de uso y valor de cambio, el espacio y la sociedad.
El capítulo se dedica a mostrar que dicho proceso puede explicarse siguiendo los escritos de Karl Marx. Partiendo de la idea de que no hay una ruptura entre un “Marx joven” y un “Marx maduro”, Smith afirma que en el tratamiento marxiano de la cuestión de la naturaleza se manifiesta un desarrollo complejo y unitario de pensamiento. Desde los Manuscritos económicos filosóficos, continua Smith, Marx postula una concepción de la naturaleza como “unidad diferenciada” que será complejizada en escritos como los Grundrisse y el primer volumen de El capital.
Smith asume que en el primer volumen de El capital se encuentran pasajes sobre la relación entre la sociedad y la naturaleza siguiendo el “método de ir de lo abstracto a lo concreto”. Se trata de una argumentación lógica que tiene integrada una argumentación histórica. El punto de partida de la cuestión se encuentra, según Smith, en la proposición marxiana sobre la “producción en general”, “la relación material más básica entre los seres humanos y la naturaleza” (p. 64). La “producción en general” es una abstracción que permite “fijar” un elemento común a todas las épocas de la producción. No obstante, cuando la producción se destina para el intercambio, la relación entre la sociedad y la naturaleza adquiere una nueva determinación merced a la “dialéctica del valor de uso y el valor de cambio (p. 64).
A juicio de Smith, el paso de la producción en general a la producción para el intercambio y, a su vez, de ésta a la producción capitalista brinda los aspectos lógicos e históricos del fenómeno que interesa destacar, a saber, la producción de la naturaleza.
I. La producción en general
El “metabolismo del ser humano con la naturaleza” consiste en un proceso en el que los seres humanos se apropian de los medios para satisfacer sus necesidades y volcar nuevos valores de uso a la naturaleza. Smith afirma que se trata de un nivel abstracto de análisis donde la relación con la naturaleza puede determinarse como una relación con el valor de uso. “La naturaleza entra en relación con los seres humanos como valor de uso puro” (p. 65).
Los medios de subsistencia son precondiciones materiales que se consumen directamente de la naturaleza para satisfacer las necesidades más básicas. Sin embargo, cuando los medios de subsistencia no se disponen directamente en la naturaleza, el ser humano produce medios de producción para, a su vez, poder producir artículos de consumo. Al menos en ese nivel de generalidad, continua Smith, la producción de la materialidad se asume de forma colectiva.
Smith señala que la producción de la conciencia también es una parte integral de la producción de la vida material. En el nivel más general, “la conciencia es simplemente la conciencia de la práctica humana” (p. 66). La conciencia humana es, pues, la conciencia de las necesidades, los medios para su satisfacción y las fuerzas que las afectan. Al menos en este sentido, indica Smith, la conciencia humana es un “producto natural” de la actividad productiva humana.
Siguiendo a Marx, Smith afirma que la unidad naturaleza-ser humano resulta del trabajo. El trabajo es una determinación que marca una distinción crucial entre los seres humanos y los animales. En cuanto actividad productiva, el trabajo es un acontecimiento histórico encargado de generar los medios de subsistencia y, por tanto, es la “condición básica primordial de toda la existencia humana” (p. 67). Precisamente por ello es posible afirmar, según Smith, que desde el inicio “la naturaleza humana fue un producto humano” (p. 67), no sólo en términos de la conciencia humana sino también de la fisiología humana (como la evolución de la mano).
Todo el proceso de la “producción en general” involucra la creación de trabajadores, esto es, la reproducción de la fuerza de trabajo. Con ello se abre la posibilidad de una división del trabajo que impulsa una “división sistemática de las experiencias sociales sobre las que la naturaleza humana es modelada y remodelada de manera incesante” (p. 68). A través de dicha división del trabajo, la producción de valores de uso se da en un proceso donde la producción y el consumo pueden no darse en un armonioso equilibrio ecológico y social. La apertura de una discordancia entre la producción y el consumo es el origen de la escasez y el excedente social. La producción de excedente lejos de ser algo accidental, se convierte en una necesidad social general.
Según Smith, cuando la producción de un excedente social se procura de manera permanente, se convierte en “el fundamento de la división de la sociedad en clases” (p. 69). Así pues, de la primera gran división social del trabajo se generó la primera gran separación de la sociedad en amos y esclavos. “El desarrollo social rompe el equilibrio armonioso de la naturaleza” (p. 69). El excedente social se extrae de la naturaleza y emerge la necesidad de las instituciones y formas de organización específicas para acelerar su producción y distribución.
La producción permanente del excedente social altera la relación social con la naturaleza ya que permite a los seres humano “empezar el largo proceso de emancipación frente a las ataduras de la naturaleza” (p. 69). El control social de la naturaleza se logró desarrollando las diferencias internas de la sociedad y, en consecuencia, esclavizando a una amplia proporción de la población.
II. La producción para el intercambio
El excedente social se presenta de distintas formas concretas. Smith afirma que la producción permanente del excedente social es una de las condiciones indispensables para la existencia del intercambio periódico de valores de uso. La relación de los seres humanos con la naturaleza en condiciones de producción para el intercambio implica que los valores de uso ya no son producidos para su uso directo sino para que sean cambiados de manos. El valor de cambio y no el valor de uso se convierte en la razón principal de la producción. Las instituciones sociales regulan de manera progresiva la economía de intercambio y la producción se expande en escalas más allá de lo necesario para la subsistencia básica.
La emergencia de los mercados e instituciones sociales, continua Smith, va acompañada de la construcción de lugares centralizados como las ciudades que concentran las actividades productivas. Como ya se mencionó en el apartado anterior, la producción permanente de excedente y el aumento de la división del trabajo pone los cimientos del desarrollo de las clases sociales. El ascenso de éstas significa que la distribución del acceso cualitativo y cuantitativo a la naturaleza se realiza de forma desigual según el tipo de clase que se trate.
El Estado como medio de control político es una nueva determinación que emerge con la división de la sociedad en clases. Desde una perspectiva marxista clásica, Smith afirma que la función de Estado es “administrar la sociedad de clases en representación de la clase dominante” (p. 72) a través de medios militares, legales, ideológicos y económicos. Por otra parte, con la división del trabajo en manual e intelectual y la consolidación de la producción para el intercambio surge la posibilidad y luego la necesidad de la alienación del individuo. Smith enfatiza que la alienación del trabajador implica no sólo una alienación material sino una cierta alienación de la consciencia.
La consecuencia de la producción para el intercambio en la relación entre la sociedad y la naturaleza es que “la producción de la naturaleza se desarrolla a mayor escala” (p. 76). Los seres humanos producen la naturaleza inmediata de su existencia y la totalidad de la naturaleza social de su existencia. Se abre una brecha infranqueable entre la sociedad y la naturaleza, o lo que es lo mismo, una división entre una primera y una segunda naturaleza. La producción capitalista es, por tanto, un producto de la segunda naturaleza que se erige a partir del dominio del valor de cambio.
III. La producción capitalista
A diferencia de otras economías de intercambio, el capitalismo se caracteriza por tener una clase que posee todos los medios de producción y otra clase que solo posee su fuerza de trabajo. Con la generalización de la relación trabajo-salario, el valor de cambio se convierte en el modo de expresión de los valores de las mercancías. Asimismo, el producto excedente adquiere la forma de plusvalor. La reproducción de la vida material en el capitalismo está determinada por la acumulación de capital, esto es, un proceso regulado por lo que Marx denominó la ley del valor.
Smith señala que bajo el capitalismo la relación con la naturaleza adquiere una nueva determinación. El capital se vuelca hacia la tierra para extraer masivamente recursos materiales y, en consecuencia, la naturaleza se convierte en medio de producción universal, un apéndice del proceso de producción capitalista. Y, además, en la primera época explota la naturaleza en tanto medio de producción a escala mundial. Desde un punto de vista geográfico, continua Smith, el capitalismo tiende a urbanizar el campo bajo la ideología del progreso. Para ello, se sirve del Estado capitalista que se convierte en administrador de aquellas operaciones que el capital privado es incapaz de realizar.
La relación entre la sociedad y la naturaleza se rige por el valor de cambio. El conjunto de la naturaleza es producido por la dinámica capitalista y de acuerdo a las necesidades de acumulación. “Ya no hay parte de la superficie de la tierra, la atmósfera, los océanos, el sustrato geológico o el estrato superior biológico que sea inmune a las transformaciones del capital” (p. 88). En este sentido, la distinción entre primera y segunda naturaleza se torna cada vez más obsoleta.
IV. Conclusión
La rentabilidad es el criterio que conduce la producción de la naturaleza en el capitalismo, sin embargo, este hecho no debe ser confundido con el control de la naturaleza. Aunque la organización productiva involucra tener control sobre aspectos relevantes de todo el proceso, el capital no ha logrado consolidar el dominio sobre la naturaleza.
En términos prácticos, al menos para la perspectiva militante de Smith, la cuestión consiste en averiguar cómo se produce la naturaleza y quién controla esa producción. Según él, en la lucha por el socialismo radica la lucha por el control social para determinar lo que es valioso y lo que no lo es. En el socialismo se evaluarían las necesidades con criterios humanos siguiendo una lógica del valor de uso. “Un verdadero control humano y social sobre la producción de la naturaleza es el sueño realizable del socialismo” (p. 99).
Capítulo 3. La producción del espacio
Smith analiza el espacio geográfico definido de manera muy general como el “espacio de la actividad humana”, desde su escala cotidiana mínima hasta su escala planetaria (p. 101).
I. Espacio y naturaleza
Según Smith, en el libro El concepto de naturaleza de Alfred North Whitehead, publicado en 1920, se reconoció una nueva concepción de espacio post-newtoniana en la medida que explicitó la íntima relación entre el espacio y la naturaleza. Sin embargo, su límite fue el haber circunscrito el espacio como una determinación exclusivamente natural.
A lo largo del siglo XX surgieron teorizaciones sobre el espacio desde la teoría de la relatividad y el espacio-tiempo tetradimensional que originó el espacio matemático multidimensional. Previamente había un concepto de espacio marcado por una fuerte abstracción, ahora hay un desarrollo dialéctico del concepto. La noción relativa de espacio implícita en la teoría general de la relatividad es, pues, un desarrollo que sitúa el análisis más allá del espacio absoluto.
No obstante, al examinar la base material del concepto de espacio puede reconocerse que se trata de un producto social. De esta manera se desarrolla cualitativamente el concepto de espacio y su abstracción adquiere un fundamento material. La separación del aspecto material y social del espacio es, dice Smith siguiendo a Sohn-Rethel, un efecto del intercambio de las mercancías. “Si Sohn-Rethel está en lo correcto con respecto al fundamento material del desarrollo de los conceptos de espacio, entonces su planteamiento ofrece elementos para pensar la prioridad histórica del espacio, como concepto, sobre el tiempo” (p. 110).
La relación de la sociedad con la naturaleza se desarrolla según los momentos de la historia y, en consecuencia, la dimensión espacial de la actividad humana y la concepción humana del espacio también se ven alteradas.
Smith afirma que la distinción materialista entre el espacio físico y el espacio social se da con la emergencia de la segunda naturaleza, la sociedad tuvo que ser separada de forma práctica de la naturaleza para poder reconocer tal distinción. El espacio geográfico, por su parte, es tanto social como físico.
La perspectiva de la geografía humanista fue la primera en introducir el concepto de espacio social en los estudios geográficos. El espacio geográfico era concebido no como una estructura objetiva, sino como una experiencia social determinada. Una segunda perspectiva crítica sobre el espacio geográfico fue la de la tradición política radical que combinó su influencia de los movimientos sociales de los años sesenta con tradiciones inspiradas en el marxismo. Según esta perspectiva, el objetivo era definir el espacio geográfico en su objetividad y en cuanto producto de fuerzas sociales.
Con el desarrollo de los estudios sobre el espacio se acuñó la proposición de la “producción del espacio” para abrir un camino que demuestre la unidad del espacio y la sociedad. “Con la ‘producción del espacio’, la práctica humana y el espacio son integrados en el nivel del concepto de espacio ‘en sí mismo’” (p. 115). De esta manera, el espacio geográfico es asumido como un producto social. La relatividad del espacio se convierte en un producto de la práctica social e histórica. “La unidad del espacio geográfico es un resultado social antes que uno filosófico” (p. 115).
II. Espacio e historia
La separación en la unidad del lugar y la naturaleza se da en las economías basadas en el intercambio de mercancías. El resultado de esto, en términos ideológicos, es el surgimiento de una concepción de espacio cada vez más abstracta y puramente física. El surgimiento de la segunda naturaleza es, ya lo dijo Smith, el origen de la separación conceptual de la sociedad y el espacio.
Lo curioso es que con la consolidación del Estado-Nación en el capitalismo el espacio adquirió una relevancia crucial para el desarrollo de la sociedad, pero, al mismo tiempo, fue representado ideológicamente como algo que poco o nada tenía que ver con la interacción social.
El Estado surgió como respuesta a las distinciones de clase y la esclavitud, la propiedad privada y la opresión de las mujeres. Su función fue ser mediador de los conflictos sociales en favor de la clase dominante. El Estado se edificó como una entidad por encima de la sociedad y dividió a la gente con fines públicos según su lugar común de residencia y ya no según su parentesco. La agrupación de la sociedad en una sola base territorial fue el proceso crucial para que los habitantes se tornaran en un apéndice político del territorio.
De esta manera, según Smith, el Estado se volvió la cúspide de la separación social total de la naturaleza a pesar de que su jurisdicción es territorial. La definición espacial del Estado condujo a que la diferenciación territorial y la universalización del mercado mundial continuaran como un proceso unitario. La geografía se recibió como una suerte de vanguardia del progreso humano en cuanto permitía dirigir la expansión y desarrollo de las sociedades.
La contraparte de la emancipación social del espacio es que se abre la posibilidad de la mercantilización del espacio. El mercado mundial delinea las fronteras del proyecto social de la modernidad y el capitalismo se encarga de configurar las formas sociales de dicho mercado.
III. Espacio y capital
El análisis de Marx sobre el capitalismo no está desespacializado, pero no pudo dotar de un fundamento conceptual adecuado para el tratamiento del espacio geográfico. A lo sumo, explicitó las propiedades espaciales como constitutivas del valor de uso.
A juicio de Smith, considerar las relaciones espaciales como atributos de los valores de uso permite reconocer la producción del espacio. La particularidad del trabajo implica la particularidad de sus atributos espaciales. Sin embargo, con el trabajo abstracto el espacio debe integrarse a los circuitos del intercambio de mercancías, relaciones dinerarias, créditos y movilidad de fuerza de trabajo. La alteración del paisaje sirve a las necesidades de acumulación de capital.
El acto de integración espacial permite que la materialización del trabajo abstracto en la forma valor se logre de manera eficiente. Este es un proceso histórico. Ya el propio Marx, continua Smith, advirtió sobre el desarrollo histórico del capitalismo como una universalización progresiva del valor como una forma de trabajo abstracto. La producción del espacio geográfico para el capital implicó el desarrollo de redes de transporte y una progresiva transformación de espacios absolutos en espacios relativos.
Antes de continuar con un análisis más específico, Smith se detiene a brindar unas definiciones. Las propiedades espaciales del valor de uso consisten en el modo en que éste es producido. El valor de uso es, pues, una relación dentro de un universo de relaciones espaciales. El espacio geográfico visto como un todo es la “totalidad de las relaciones espaciales organizadas en mayor o menor medida dentro de patrones identificables, que son en sí mismos la expresión de la estructura y el desarrollo de un modo de producción” (p. 121).
Ahora bien, en el capitalismo la emancipación social del espacio natural se realiza gracias a que el capital despliega simultáneamente una producción de espacio relativo. El espacio geográfico se convierte en un instrumento del desarrollo capitalista, en un medio de producción. Durante todo el siglo XX la producción capitalista del espacio adquirió niveles sin precedente. La diferenciación interna del espacio global es el mecanismo por excelencia de la producción del espacio, se trata de la “necesidad inherente al capital de inmovilizarse en el paisaje” (p. 127).
Smith menciona que la importancia adquirida por el espacio geográfico en el capitalismo se manifiesta en los problemas de la centralización y descentralización de la industria, la industrialización selectiva de las periferias, la fuga de capitales, el declive regional, la desindustrialización, la gentrificación, entre otros temas. El asunto crucial consiste en que tales patrones geográficos son resultado de tendencias contradictorias: “primero, al tiempo que el desarrollo social emancipa cada vez más a la sociedad del espacio, más importante se vuelve el carácter fijo de este último; y segundo, aún más relevante, es que las tendencias hacia la diferenciación y la universalización o igualación surgen de manera conjunta desde las entrañas del capitalismo” (p. 129). El patrón resultante de la producción del espacio capitalista es, por tanto, el del desarrollo desigual.
IV. La producción del espacio y la teoría marxista
Smith señala las fuentes de donde retoma su concepción del espacio geográfico. En primer lugar, está la obra de Henri Lefebvre que propuso explícitamente la problemática de la producción del espacio y desarrolló estudios sobre el espacio geográfico en el contexto del capitalismo tardío. En opinión de Smith, el aporte más valioso de Lefebvre consiste en el reconocimiento de la importancia del espacio bajo el capitalismo y la perspectiva de la producción del espacio, sin embargo, al vincularla excesivamente con la teoría de la reproducción social no pudo desarrollar todas sus consecuencias teóricas.
En segundo lugar, están las fuentes primarias de Marx, Luxemburgo y Lenin. El primero, como ya se explicó, por el aporte teórico sobre el capital, la producción de la naturaleza y las indicaciones sobre la espacialidad del capital. La segunda por la demostración de la necesidad inmanente del capitalismo de generar nuevos mercados allí donde la dinámica capitalista es incipiente o inexistente. Finalmente, el tercero por su teoría del imperialismo basada en un tratamiento geográfico de la división del planeta en naciones y corporaciones trasnacionales.
Capítulo 6. Conclusión. ¿La reestructuración del capital?
La conclusión central del libro de Smith es que el desarrollo desigual es tanto un producto y como una premisa geográfica del sistema capitalista. El desarrollo desigual es un patrón destacado en los paisajes capitalistas que diferencian los espacios desarrollados de los subdesarrollados y, al mismo tiempo, es una condición de posibilidad del desarrollo capitalista ya que imprime una desigualdad geográfica explotada con fines socialmente determinados.
Las limitaciones del estudio, confesadas por el propio Smith, serían las siguientes. En primer lugar, el análisis se limitó al estudio de lo que Marx llamó los “momentos ideales” del proceso, es decir, se trata de una mostración de la lógica del desarrollo desigual y no de una explicación histórica precisa de la complejidad del desarrollo desigual. Es, pues, un análisis con un alto nivel de abstracción que podría palidecer frente a las investigaciones empíricas posteriores que aborden el desarrollo desigual. En segundo lugar, el análisis no se inmiscuyó en las dificultades que supone pensar la denominada “articulación de los modos de producción”; aunque teóricamente la problemática del desarrollo desigual es anterior a la problemática de la articulación de los modos de producción, históricamente el orden es inverso.
La presente aproximación teórica al estudio del desarrollo desigual sirve, en opinión de Smith, de orientación para la comprensión de formas concretas y específicas de los modos de producción capitalista y precapitalista. Responder las preguntas sobre la rigidez de las relaciones sociales capitalistas en unos sitios y no en otros exige la elaboración de análisis históricos concretos. No obstante, una teoría general del desarrollo desigual puede ofrecer claves de interpretación para determinar qué analizar y cómo registrar los hallazgos.
Recordemos que el libro se publica durante la época de las nuevas crisis financieras y poco antes de la caída del Muro de Berlín. Smith reflexiona en términos de su presente época de “crisis del sistema capitalista” para subrayar que todos los periodos de crisis son momentos de reestructuración espacial. La reestructuración del espacio geográfico es una reacción frente a las crisis en búsqueda de una solución parcial. A escala urbana la reestructuración espacial se manifiesta en renovaciones, gentrificación y crecimiento no metropolitano de habitaciones, es decir, procesos carentes de una visión de largo plazo.
Ante el panorama desolador, Smith es un convencido de que habría que volver al movimiento de la clase trabajadora puesto que es el único que ofrece poner fin al patrón y el proceso del desarrollo desigual. No se trata de postular un “desarrollo uniforme” sino, por el contrario, de generar patrones socialmente determinados de diferenciación dirigidos por una lógica auténtica de elección social. La reestructuración del capital tiene sentido para producir la base política de la sociedad, una geografía social auténtica y, en último término, “producir una verdadera historia social” (p. 211).
El libro de Neil Smith es un clásico de la geografía marxista. Tras los años transcurridos, se trata de un estudio que exige reconocer la necesidad de actualizar las categorías marxistas para el análisis del capitalismo contemporáneo. Aunque su perspectiva sobre el desarrollo desigual puede tener alguna utilidad para ofrecer pistas sobre cómo pensar el espacio geográfico del capitalismo, no hay duda de que, como el propio Smith admite en sus conclusiones, resulta necesario emprender análisis históricos altamente concretos para verificar la pertinencia de la perspectiva de la “producción del espacio”.