Viaje al interior de las temibles tormentas de Córdoba
Gallagher Shannon, Noah [2020], "Viaje al interior de las temibles tormentas de Córdoba", The New York Times, New York, 22 de julio, https://www.nytimes.com/es/interactive/2020/07/23/espanol/ciencia-y-tecn...
Sobre el autor
Noah Gallagher Shannon es un escritor radicado en Nueva York. Tienen un maestría en escritura de no ficción por la Universidad de Columbia y dónde es profesor de composición. Su trabajo ha aparecido en New York Times, The Washington Post y otros.
Un mañana de 2015 una gran tormenta golpeó a Berrotarán, un pequeño poblado agrícola en la provincia de Córdoba, Argentina. La tormenta engullo al pueblo con vientos de más de 130km por hora y un gran torrente de granizo de gran tamaño seguido de una copiosa lluvia, provocando una gran inundación. Incluso Matías Lenardon, el encargado del pronóstico del tiempo en una pequeña estación de radio local, fue tomado por sorpresa. Aunque su propia familia había perdido la cosecha en 3 de los últimos 5 años debido a este tipo de tormentas, esa mañana un espeso banco de niebla impidió a Lenardon mirar a la sierra y notar que una gran tormenta se estaba formando. En los dos años previos los diarios locales reportaron que granizo, tornados e inundaciones habían dañado miles de hectáreas de cultivo, desplazado a más de 5 mil personas y matado cerca de una docena.
En diciembre de 2018, durante el pico de temporada de tormentas, Lenardon fue invitado a unirse a un equipo de científicos y estudiantes estadounidenses, financiados por la NASA y el Departamento de Energía de Estados Unidos, que estaban a la mitad de una campaña de cacería de tormentas en las Sierras de Córdoba. Steve Nesbitt, el líder del equipo, ha desarrollado el hábito de reclutar fuentes locales, como Lenardon, a través de sus cacerías de tormentas por Nepal, India y el Pacífico, pues según él, representan los únicos datos in situ de estas tormentas. Desde hace 15 años, Nesbitt estudia las extrañas tormentas de esta región Argentina. En esos años un satélite de la NASA las identificó como las más grandes y violentas de la Tierra. Muchas de ellas se materializan en tan solo 30 minutos. Nesbitt viajó a Córdoba buscando claves en los patrones climáticos para conocer por qué algunas se transforman en monstruos.
Sin embargo, incluso en Estados Unidos, hogar de la infraestructura meteorológica más vasta del planeta, una tercera parte de las predicciones de clima severo son erróneas y la tasa de alertas falsas de tornados es de alrededor de 70%. Si bien los satélites y el modelado por computadora han mejorado mucho para la detección de fenómenos a gran escala como los huracanes, las tormentas más rutinarias suelen aparecer con pocas señales de alerta. Además, en las zonas rurales de Córdoba, una región infraestructura meteorológica escasa, la predicción de este tipo de fenómenos se ha hecho más difícil en los años recientes. Para Lenardon, la región ha empezado a ver más tormentas escalar en intensidad y tamaño, de una gran tormenta anual, ahora se esperan tres o cuatro. Estas cualidades de crecimiento y destructividad fue lo que atrajo Nesbitt, quien esperaba mapear la estructura eólica interna de una de estas tormentas, así como las condiciones que la engendraron, para producir un plan para predecir otras tormentas similares en el mundo.
Todas las tormentas suelen tener los mismos componentes: humedad, aire inestable y algo que los impulse hacia arriba, generalmente calor. En la primavera y el verano, el aire húmedo y caliente es elevado en torrentes que luego chocan con aire fresco y seco, formando nubes que comienzan a crecer contra la troposfera, llevando grandes cantidades de agua. Si alguna de esas corrientes llega a la tropopausa, el límite de la troposfera y la estratosfera, el aire rico en energía de la atmósfera superior alimenta y multiplica la tormenta. Al crecer, la columna vertical absorbe cada vez más humedad que luego expulsa después en forma de lluvia o granizo, convirtiéndose en un sistema autosostenible. Según su geografía y clima, cada tormenta crece y se comportan de forma singular, predecir cómo se conformarán las millones de microcorrientes de aire, pulsaciones eléctricas y complejas redes de cristales de hielo es un acertijo mayúsculo.
En 1997, el satélite de la Misión de Medición de LLuvias Tropicales (TRMM por sus sigla en inglés) aportó la primera información comprehensiva sobre la inmensa variabilidad en el tamaño y la intensidad de las tormentas del mundo. En las Sierras de Córdoba el sistema TRMM detectó la formación de nubes anómalas a una escala inédita (225 relámpagos por minuto, granizo enorme y tormentas eléctricas que alcanzan los 21.300 metros). Las tormentas alrededor del mundo comparten las mismas propiedades micro físicas, algunas de las cuales parecen estar cambiando. El incremento de carbono en la atmósfera, producto de la actividad humana, ha calentado la tierra y los océanos, incorporando humedad evaporada al aire, cizalladura de viento y CAPE, o “energía potencial convectiva disponible”, una medida de cuánto combustible de tormentas hay en el ambiente. Al disponer de más calor, humedad y aire inestable, las tormentas alrededor del mundo han empezado a mostrar un comportamiento cada vez menos predecible. Desde los ochentas la cantidad de tormentas con vientos superiores a los 250 km por hora se ha triplicado.
Sin embargo, lo que causa más preocupación entre los meteorólogos es lo que parece ser una distorsión en los patrones climáticos en tanto estos fenómenos se han expandido a nuevas geografías y estaciones. Aunque era de esperarse que un planeta más húmedo y cálido contribuye a la formación de estos fenómenos, comprender cómo estas tormentas metabolizan estos cambios demostró ser más complicado; algunas presentaban mayores velocidades de vientos sostenidos, mientras otras lluvias más torrenciales. Aunque parecían emerger algunas tendencias generales, la escasez de datos hacía imposible desarrollar proyecciones. Este es uno de los impactos uniformes del cambio climático: la meteorología se ha vuelto más difícil.
Producto del caos ocasionado por el cambio climático, muchos meteorólogos, entre ellos Nesbitt, han comenzado a coincidir en que se necesita repensar los conceptos claves de la disciplina. La meteorología tiene como axioma la idea de que el clima es constante. Pero debido a que dicha constante se ha vuelto variable, la disciplina, piensan algunos, necesita volver a las observaciones del comportamiento y el desarrollo de las tormentas. El estudio realizado por Nesbitt en Argentina, nombrado RELAMPAGO, buscaba insertar en lo profundo de las tormentas tecnología avanzada de imágenes, huellas digitales que permiten ver los procesos cambiantes, para investigar cómo el clima más cálido está transformando las tormentas. Para ello recurrió al Centro de Investigación de Clima Severo (CSWR por sus sigla en inglés), una organización de 11 personas, fundada en 1990 por Joshua Wurman. El CSWR desarrolló el sistema primer sistema de radar Doppler montado en un camión. Al conducirse y operarse desde una tormenta, su flota de cuatro camiones produce una imagen tridimensional de esta, mientras unos pies hidráulicos los sujetan al suelo.
La mañana del 12 de diciembre, el equipo recibió en Carlos Paz datos que parecían apuntar a la formación de una de estas tormentas. Dos sistemas de baja presión junto con una bolsa de aire seco estaban por converger, por la madrugada los distintos equipos se dirigieron por una red de caminos rurales cuatro horas al sur. Los Dow se estacionaron en los extremos de un triángulo de 3 900 kilómetros cuadrados, para poder atrapar la tormenta con sus escaneos. Otros 6 camiones se desplegaron dentro del triángulo para lanzar globos meteorológicos y dejar cápsulas con estaciones meteorológicas resistentes. Esa noche el equipo tuvo éxito y logro capturar los datos de la tormenta; sin embargo, una de las antenas se dobló 90 grados debido al granizo y al viento.
De vuelta en la base de operaciones de Carlos Paz, los meteorólogos repararon en un evento en particular. Durante gran parte de la noche, los radares mostraron una fila escalonada de tormentas dirigiéndose al norte, pero de un momento a otro apareció en la pantalla una sola masa bulbosa. “Es lo que estamos esperando” dijo una de las investigadoras, “podría decirnos mucho”. Nesbitt explicó que mientras la tormenta viaja por un terreno caliente y saturado, su base se achata y se extiende, absorbiendo toda la energía disponible, formando una corriente ascendente al centro de la tormenta, lo que alimenta su crecimiento y movimiento. Según el equipo, lo que los escaneos mostraban era que cada una de las tormentas habían generado corrientes ascendentes tan poderosas que se unieron generando otras corrientes más pequeñas y convirtiéndose en un autosuficiente “sistema convectivo de mesoescala”, de 50 o más corrientes ascendentes, que se formó en tan solo 30 minutos, cuando sistemas similares en la Grandes Llanuras tardan por lo menos 4 horas.
Durante su campaña RELAMPAGO, el equipo de Nesbitt registró tormentas que desarrollaron corrientes ascendentes 60% más grandes que las de Estados Unidos, algunas incluso alcanzaron 21 km de altura, lo que pocas veces se ha registrado. Otras cubrieron un territorio de 40 km cuadrados, con una gigantesca columna de aire que se elevó a más de 80 km por hora. La magnitud y velocidad de las corrientes de aire ascendente incidieron en la violencia de las tormentas, aumentando su crecimiento y manteniendo esa mezcla volátil en el aire, suspendida a nueve kilómetros durante varios minutos, la mezcla se congeló formando grandes piedras de granizo y provocando rayos. Para Nesbitt, la atmósfera estaba sobrealimentando las corrientes ascendentes, arrancando el calor y la humedad del suelo, alimentando columnas de aire inusualmente amplias: “A medida que la atmósfera ha continuado calentándose, elevando cada vez más humedad en el aire, también ha comenzado a expandirse, aumentando la capacidad del aire para absorber volúmenes cada vez mayores de humedad, no muy distinto a un tanque de gas que crece en tamaño a medida que se le bombea más gas. Y debido a que el agua produce calor a medida que se condensa en altitud, la humedad adicional acelera aún más el proceso”.
Sin embargo, la humedad y el calor son valores de energía potencial, aún no sabemos cuándo ni dónde puede detonarse el proceso. Para lograrlo se necesita mejorar la forma en que se representan las tormentas en los modelos paramétricos para lograr expresar la complejidad de las corrientes ascendentes, y otros detalles, en los cálculos. Al finalizar su campaña, RELAMPAGO recolectó 100 terabytes de datos de 19 tormentas escaneadas. En julio de 2020, 20 artículos ofreciendo información sobre distintos aspectos de las tormentas de Córdoba se encontraban en diferentes etapas de publicación, “al mirarlos en conjunto el objetivo de Nesbitt sería aislar lo que equivalía a una huella digital de unas pocas moléculas de aire, que al calentarse por el sol y unido por la evaporación, se convirtió en la primera respiración desastrosa de una corriente ascendente”.
Según la Organización Meteorológica Mundial, la predicción de tormentas le ahorran a la economía mundial más de 100 mil millones de dólares al año.
La crisis civilizatoria actual tiene en la crisis ambiental una de sus dimensiones más apremiantes, por la amenaza para la reproducción de vida que representa. Cada día se advierte más claramente, como los efectos de la actividad humana han desatado complejos procesos que se retroalimentan unos a otros, agudizando la crisis multidimensional del presente y gestando la tormenta perfecta del mañana.