China’s drivers and planetary ecological collapse
Smith, Richard [2017], "China’s drivers and planetary ecological collapse", Real-world economics review, (82), http://www.paecon.net/PAEReview/issue82/Smith82.pdf
Richard Smith es un historiador y escribió su tesis de doctorado en la universidad UCLA sobre la transición al capitalismo en China y realizó un posdoctorado en el East-West Center de Honolulu y en la Universidad de Rutgers. Ha escrito sobre China, el capitalismo y el medio ambiente global para New Left Review, entre otras publicaciones. Actualmente está terminando un libro sobre el capitalismo comunista y el colapso ecológico de China.
Después de que Estados Unidos no ratificó el Acuerdo de París, parecía que China podría tomar la batuta para impulsar las políticas que respondieran a la crisis del cambio climático. Sin embargo, esta idea parece improbable porque China es el principal emisor de CO2, produciendo más emisiones por año que Estados Unidos, la Unión Europea y Japón juntos. Además, China desperdicia energía en sus industrias ineficientes: según la Administración de Información Energética de Estados Unidos, las industrias de China consumen 7.9 veces más energía por dólar del PIB que Japón, 5.8 veces más que el Reino Unido y 3.9 veces más que Estados Unidos.
China es el principal contaminador del mundo, pero también es el principal productor mundial de turbinas eólicas y paneles solares; lidera el mundo en el ámbito de la capacidad instalada de energía eólica y solar. La cuestión central del artículo tiene que ver con la determinación de Xi Jinping para liderar la transición al uso de las energías verdes y si eso es plausible.
Trump destroza a Estados Unidos mientras Xi intenta construir una "China sostenible"
Según el autor, Donald Trump está destrozando a Estados Unidos, defendiendo la contaminación y destruyendo las regulaciones que representen cualquier restricción en la producción. Entre otras cosas, Trump ordenó que se expandieran las perforaciones en el mar; tomó medidas para eliminar el Plan de energía limpia y la Norma de tóxicos de mercurio y aire; abandonó la protección de especies en peligro de extinción; relajó los estándares de producción de ozono y sacó a Estados Unidos del Acuerdo climático de París.
Por el contrario, el presidente Xi Jinping ha enfatizado cada vez más el compromiso de su gobierno para construir una "sociedad ecológica". El gobierno de Xi prometió reducir la dependencia de China del carbón y declaró su intención de eliminar gradualmente todos los automóviles que funcionan con combustibles fósiles en las próximas décadas. Ya ha invertido más dinero en energías renovables y vehículos eléctricos que el resto del mundo combinado.
Motores sistémicos de destrucción
Sin embargo, el autor argumenta que Xi Jinping no puede liderar la lucha contra el calentamiento global porque dirige un sistema político-económico caracterizado por los siguientes impulsores de crecimiento sistémico: la necesidad de maximizar el crecimiento más allá de cualquier racionalidad del mercado, la necesidad de maximizar el empleo y la necesidad de maximizar el consumo. Los impulsores de la economía China son más eco-suicidas que los del capitalismo en Occidente, según el autor.
Los impulsores de la economía China son responsables del irracional "crecimiento ciego", la "producción ciega" y la contaminación descontrolada de China, lo que se describe como "desarrollo sin sentido a costa del medio ambiente". El autor señala que Xi no puede obligar sistemáticamente a los otros funcionarios del partido a dejar de derrochar recursos en la sobreproducción/sobreconstrucción, y dejar de contaminar el país porque el poder está ampliamente compartido entre los 88 millones de miembros del partido. El autor establece que lo anterior es causado por la reproducción de la clase dominante china que garantiza el control político del Partido Comunista.
Los gobernantes de China dirigen una economía capitalista híbrida burocrático-colectivista. El autor plantea que no se puede hacer generalización sobre la economía china porque lo que es cierto para el sector de propiedad estatal, no lo sería para el sector de empresas conjuntas con inversión extranjera (aproximadamente un tercio de la economía industrial) o el sector privado-capitalista nacional.
Por lo tanto, el autor se enfocará en la economía estatal a lo largo del artículo. Ésta es controlada por el Estado porque es el motor principal: las empresas estatales de China no siguen las reglas del libre mercado; desde 1978, el gobierno no ha permitido que una sola empresa estatal se declare en quiebra, no importa cuán ineficiente o endeudada esté. Según el autor, la función de esas empresas es satisfacer los deseos de los gobernantes del Partido Comunista de China, especialmente porque contribuyen a la sustitución de importaciones y la industrialización nacional, lo que genera el crecimiento económico y asegura el poder político.
I. Motores de China
Para el autor, las economías capitalistas están impulsadas por el objetivo último de maximizar sus ganancias, mientras que la economía dirigida de China está impulsada por maximizar la seguridad, el poder y la riqueza de la burocracia del Partido Comunista Chino. Este impulsor no es automático como el motor de la competencia en el capitalismo.
En la economía estatal de China, el crecimiento está impulsado por decisiones conscientes de las autoridades del Partido: si los líderes eligen desarrollar determinada industria, se desarrollará. La planificación central reemplaza la competencia del mercado para dar forma a la economía de desarrollo. Eso ha sido posible debido al superávit masivo de divisas de la economía de exportación de China durante las últimas tres décadas. De esa manera pudieron construir conglomerados industriales como China National Petroleum, China Telecom, State Grid, etc.
Los tres "imprescindibles"
En este apartado el autor explica lo que se debe entender por impulsores de la economía China. Los líderes de este país han tratado de convertir a su nación en una superpotencia industrial autosuficiente. Así, se desarrolló una economía capitalista controlada por el Estado que obligó a las empresas extranjeras a entregar tecnología y propiedad intelectual para acceder a su mercado.
También ha restringido a los inversores extranjeros a sectores limitados (fabricación de automóviles, electrónica, industrias de exportación) para evitar que se apoderen de sectores clave de la economía. El objetivo estratégico del desarrollo económico integral ha obligado a China a depender de tres palancas principales, o impulsores: industrialización sustitutiva de importaciones liderada por el Estado, generación de empleo y consumo.
1. Maximizar el crecimiento económico y la autosuficiencia nacional
El autor plantea que las empresas estatales generaron grandes cantidades de divisas que le permitieron al Partido renovar, modernizar y expandir enormemente sus industrias estatales desde la década de 1990. Los planes quinquenales de China establecieron objetivos estratégicos de desarrollo integral y planes de industrialización sustitutiva de importaciones. Financiaron industrias prioritarias, desde el acero, el carbón, la generación de energía, etc., también se han desarrollado los sectores de la robótica, computación en la nube, internet 5G, inteligencia artificial, big data, nuevos materiales, energía renovable, vehículos híbridos y otros detallados en los planes quinquenales duodécimo y decimotercero (2010-2020).
Con el Plan llamado “rejuvenecimiento nacional”, centrado en la iniciativa Made in China 2025 y el proyecto New Silk Road, Xi Jinping está llevando todo esto a un nuevo nivel. Su objetivo es convertir a China en el principal fabricante de alta tecnología del mundo y generar un mercado enorme que contribuya a construir la hegemonía política para el nuevo orden mundial, superando a Estados Unidos. En resumen, el primer impulsor es la necesidad de competir y tener éxito como economía nacional contra la dominación Occidental, especialmente la estadounidense.
2. Maximizar el empleo
El liderazgo chino debe maximizar el crecimiento para generar empleos para los trabajadores en industrias en extinción como la de carbón. En las economías capitalistas, las corporaciones no se preocupan por los desempleados. En el caso de China, el Partido Comunista Chino fue una vez un partido de los trabajadores y éste no puede ignorarlos, aunque se ha encargado de explotar a la clase trabajadora.
Aún debe esforzarse por generar empleos para mantener el orden establecido en su sociedad. El gobierno no puede darse el lujo de tener a masas de trabajadores desempleados descontentos; por eso, en noviembre de 2013, el primer ministro Li Keqiang dijo que el empleo es lo más importante para el bienestar.
3. Maximizar el consumo
Después del levantamiento de Tiananmen de 1989, el liderazgo del Partido decidió priorizar la creación de una economía de consumo masivo y también aumentó gradualmente los ingresos para enfocar la atención de los ciudadanos al consumo en lugar de a la política. Esta es la razón por la que, desde principios de la década de 1990, los sucesivos planes quinquenales han dado prioridad a las nuevas industrias de consumo y el gobierno ha promovido la compra de autos, viviendas, compras en centros comerciales, campos de golf, parques temáticos, etc. El gobierno informa que el turismo, en su mayoría chino, representa ahora 11% del PIB y pretende hacer crecer este sector.
El gobierno también se ha asociado con capitalistas privados y los ha respaldado, incluidos Alibaba y otras industrias orientadas a promover las compras, los videojuegos, la cirugía plástica y las redes sociales. En los últimos años, los bancos estatales crearon una industria de crédito al consumo desde cero y entraron en el negocio hipotecario para estimular el consumo e impulsar el crecimiento económico.
Los ministerios industriales encabezados por el Ministerio de Petróleo, el Ministerio del Carbón, el Ministerio del Acero, el Ministerio de Ferrocarriles, las empresas de construcción estatales y otros son todos ellos poderosos impulsores del crecimiento económico. Emplean a millones de personas y contribuyen al crecimiento del PIB y los ingresos fiscales.
El autor identifica, en las políticas de Deng Xiaoping, la instrumentalización del capitalismo para salvar al comunismo en un contexto donde éste se derrumbaba (con el surgimiento del sindicato polaco Solidaridad en 1980 y el levantamiento de Tiananmen). En 1980, Deng ordenó a los funcionarios y gerentes de China que duplicaran el PIB per cápita a 500 dólares en 1990, para hacerlo nuevamente en 2000 y éste pasó a 1 000 dólares.
Torneos del PIB, manías de inversión y despidos
Los exhortos de Deng condujeron en poco tiempo a "torneos" del PIB, ya que los funcionarios locales con grandes logros competían para generar las tasas de crecimiento más altas y ganar promociones del gobierno. Así, el Undécimo Plan Quinquenal (2006-10) estableció una meta de PIB nacional de 7.5%, pero las 31 provincias de China establecieron objetivos más altos que eso. El promedio fue 10.1%, con 13.0% como la cifra más alta y 8.5% la más baja.
Los funcionarios locales buscaron la “producción ciega”, la “inversión ciega” y el “crecimiento ciego”, malgastando recursos y derrochando energía en todos estos procesos con plena confianza en que el gobierno continuaría rescatándolos, lo que hasta ahora sigue haciendo.
Todo funcionario local ve a su vecino como un competidor en un juego de competencia de suma cero por los desembolsos centrales, las ganancias del mercado y las promociones. Así, los incentivos y sanciones desalientan la cooperación, la eficiencia y las economías de escala y fomentan la redundancia, la planta ineficiente, y tecnología atrasada a pequeña escala. Los funcionarios locales han creado miles de empresas redundantes, en su mayoría pequeñas y medianas en toda la economía (ver Dato crucial 1).
En lugar de plantas especializadas, eficientes y a gran escala, lo que se encuentra con más frecuencia es un enorme número de pequeñas y medianas empresas que rodean las ciudades de China que contaminan demasiado. En la campaña de urbanización que el gobierno ha promovido desde la década de 1990, los funcionarios locales expropiaron tierras a cientos de millones de campesinos, desarraigaron a unos 400 millones de agricultores y vendieron sus tierras de cultivo a desarrolladores que construían grandes bloques de apartamentos, parques industriales, centros comerciales, infraestructura en todo el país. El desarrollo inmobiliario representó 20% del crecimiento del PIB desde la década de 1990 (ver Dato crucial 2).
En 2016, China se convirtió en el mayor consumidor mundial de materias primas de la industria primaria (cemento, minerales metálicos, productos industriales, minerales, combustibles fósiles y biomasa); consume más de 32% del total mundial de estos recursos, casi cuatro veces más que Estados Unidos, el segundo mayor consumidor. China es el principal productor y consumidor de acero, con 50% de la producción mundial. Consume poco más de la mitad del carbón del mundo y un tercio del petróleo del mundo. También consume el 60% del cemento del mundo.
China también se ha convertido en el mayor consumidor mundial de madera y productos forestales, nivelando bosques desde Siberia hasta el sudeste asiático, Nueva Guinea, Congo y Madagascar. Asimismo, superó a Estados Unidos al convertirse en el mayor consumidor mundial de energía en 2009 y, dadas las tendencias actuales, pronto consumirá el doble de energía que Estados Unidos.
La lógica y la necesidad del "crecimiento ciego", la "demolición ciega" y la "construcción ciega"
El autor apunta que la economía estatista de China vuelve racional producir en exceso y con regularidad, para exportar por debajo del costo. Se vuelve racional para las empresas de construcción estatales construir aeropuertos vacíos en todo el país, trenes de alta velocidad, autopistas y puentes. También se construyen "ciudades fantasma" donde muy pocas personas viven (ver Dato crucial 3).
Exportación de sobreproducción, sobreconstrucción y excedente de fuerza laboral
La exportación de la sobreconstrucción comenzó desde 1999, cuando el gobierno ordenó a sus grandes empresas estatales que se globalizaran. De esa manera, las empresas han construido cientos de proyectos de infraestructura para recursos en todo el sudeste asiático, África y América Latina e incluso Europa y Estados Unidos.
El autor argumenta que en la actualidad la sobreconstrucción se planea llevar a cabo con la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda para expandir el imperio económico de China en todo el mundo y competir con Estados Unidos por la hegemonía global.
El frenesí por la sobreconstrucción podría fungir como un motor de la corrupción en diferentes estados. Además podría acelerar el colapso ecológico global: la producción de cemento y acero se encuentra entre los mayores contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero.
II. Barreras incorporadas al cambio
En este apartado el autor enumera las diferencias del capitalismo Chino en contraposición con el capitalismo occidental:
1. El Estado policial de China no admite oposición: cualquier protesta o manifestación de sindicalistas, ambientalistas, demócratas, feministas se reprime encarcelando a quienes se manifiesten. Los activistas chinos arriesgan sus vidas para luchar contra la destrucción social y medioambiental de su país.
2. La clase dominante de China es dueña (de manera colectiva) de la economía estatal. El Partido Comunista posee la tierra y los recursos naturales, así como las ganancias de sus industrias, los ingresos fiscales y los excedentes de divisas. Pero ningún miembro del Partido posee nada de esto personalmente: en este sistema, el poder económico está disperso en toda la burocracia del Partido-Estado, aunque concentrado en los nodos de poder, especialmente en las secciones de la burocracia del partido basadas en la familia y las facciones.
3. El gobierno de Xi sigue priorizando sistemáticamente el crecimiento y el desarrollo económico sobre el medio ambiente. Eaton y Kostka, en un estudio de 2017 sobre las relaciones central-locales, encontraron que el gobierno central protege sistemáticamente a las empresas que más contaminan.
El Partido Comunista de China contra el planeta Tierra
El autor apunta que la idea de construir una sociedad ecológica pensada por Xi Jinping está limitada por los imperativos de la reproducción del capitalismo: no puede priorizar la protección ambiental sobre el crecimiento económico porque, dadas las presiones que enfrenta para hacer crecer la economía, construir las nuevas industrias para producir empleos, llevar el consumo masivo a mil millones y medio de chinos, vender la sobreproducción de su economía y emplear a los trabajadores excedentes del país en el extranjero, es la ruta estratégica del desarrollo económico chino.
III. ¿Qué significa todo esto para el calentamiento global?
Después de lo expuesto, el autor concluye que Xi Jinping no tiene ninguna posibilidad de liderar una lucha contra el calentamiento global. Además, la economía de China impulsará el colapso ecológico planetario, representando una amenaza para el planeta. Mientras que Estados Unidos, Europa y Japón apenas crecen de 1 a 3%, la economía de China crece a 7% por año. Y aunque está por debajo de su tasa de 10%, aún duplica y triplica las tasas de crecimiento de los países capitalistas.
No puede tener las dos cosas
El autor niega que haya alguna forma de hacer crecer una economía industrializada sin un aumento del consumo de recursos y de la contaminación. Por eso, las negociaciones sobre los asuntos climáticos de la ONU se derrumban: ninguna economía industrial aceptará límites finitos a la contaminación porque eso significaría límites al crecimiento económico (ver Dato crucial 4).
China ha construido plantas de energía solar y eólica, al tiempo que sigue utilizando combustibles fósiles, especialmente gas natural. Y aunque China lidera el mundo en capacidad instalada de energía eólica y solar, estas solo representan una parte trivial de su generación de electricidad (ver Dato crucial 5).
China tampoco tiene una red eléctrica nacional. Muchas instalaciones eólicas y solares se han construido en buenas ubicaciones, pero no están conectadas a ninguna red. La energía eólica y solar no son adecuadas para todos los lugares y son intermitentes. Además, los funcionarios locales prefieren construir y proteger sus centrales eléctricas de carbón.
IV. Desindustrialización planificada o colapso ecológico no planificado
En el esfuerzo por despejar el aire en las ciudades del norte de China, el gobierno de Xi Jinping está construyendo vastas bases de "gasificación de carbón" en el oeste en Shanxi, la cuenca de Ordos, Mongolia interior y otras áreas remotas. Estas plantas quemarán carbón directamente en el sitio para generar electricidad y convertir el carbón en combustibles líquidos como el gas de síntesis, que luego será transportado a las ciudades para ser quemado en plantas de energía, fábricas y automóviles. Estas enormes bases se perfilan como los proyectos de desarrollo de combustibles fósiles más grandes de la Tierra y consumirán tanta energía de carbón que generarán casi el doble de emisiones de CO2.
Xi Jinping acelera la fractura ecológica del país en un intento por hacer cumplir su mayor prioridad: hacer que China sea relativamente autosuficiente en petróleo y gas natural para reducir el consumo de carbón y aumentar el tráfico de automóviles, en su mayoría, estancados en las ciudades de China ya asfixiadas por el esmog.
Por otra parte, China sobreproduce electricidad: aunque las Tres Gargantas, la presa más grande del mundo, no puede vender toda la energía que produce, el gobierno está construyendo la segunda presa más grande del mundo río abajo. Sin embargo, el país no necesita toda esta electricidad. La mayor parte de la electricidad de China se desperdicia en industrias superfluas y contaminantes.
Dado lo anterior, es muy difícil ver cómo se puede evitar el impulso de China al colapso ecológico. El autor asegura que el Partido Comunista no puede salvar a China, y mucho menos al mundo del colapso ecológico: Xi no puede recortar la producción industrial lo suficiente como para suprimir drásticamente las emisiones sin invitar a huelgas masivas y tal vez incluso la revuelta. No puede frenar las estrategias de desarrollo y tiene todos los incentivos para mantener los impulsores de la destrucción.
La única forma en que la humanidad sobrevivirá este siglo es si los países desarrollados y los países en desarrollo contraen el consumo de recursos en torno a un promedio global sostenible que permita a los países del mundo vivir con un medios de subsistencia aceptables mientras se reservan recursos para las generaciones futuras y para las otras formas de vida del planeta.
Los científicos climáticos advierten que en la actualidad, la humanidad se enfrenta a una emergencia climática (ver Dato crucial 6). El gobierno de Xi Jinping ha prometido bajar sus emisiones de CO2 para 2030, aumentar la participación de la energía renovable a 20%, introducir impuestos al carbono y detener la producción y venta de automóviles que funcionan con combustibles fósiles en China. Pero las emisiones de China no solo necesitan reducirse, sino caer drásticamente a partir de la actualidad y seguir cayendo alrededor de 6% anual hasta 2030 (ver Datos cruciales 7 y 8).
El sueño y pesadilla de China. ¿Se pondrá de pie el pueblo chino?
El autor adelanta que no hay forma de suprimir radicalmente las emisiones de CO2 de China que sea compatible con el crecimiento económico continuo. Xi Jinping puede crear una civilización ecológica o puede construir una superpotencia rica. No puede hacer ambas cosas. La única forma de hacer frente de manera efectiva a la emergencia climática es con un cierre de emergencia de la producción industrial inútil, superflua, innecesaria y dañina en todo el mundo, pero en particular en China y Estados Unidos, los mayores contaminadores.
La única forma en que China podría suprimir las emisiones de gases de efecto invernadero sería imponer una contracción económica drástica en todos los ámbitos, que incluya reducciones radicales y cierres de la mayoría de las industrias que se han construido en el país. Si China cierra sus industrias insostenibles, entonces tendría que encontrar o crear nuevos empleos para todos esos trabajadores desplazados. Eso también es un problema. Pero un medio ambiente habitable es más importante; además los alimentos tóxicos, las tierras agrícolas contaminadas, el aumento de las temperaturas, el derretimiento de los glaciares, el colapso de la agricultura y el hundimiento de las ciudades costeras son problemas mayores.
El autor no identifica ningún movimiento social que se rebele en contra del Partido Comunista, pero es una posibilidad que se den las condiciones para levantamientos radicales como en 1989. Por eso Xi Jinping encuentra cada vez más necesario censurar el internet de China, y arrestar activistas demócratas, feministas, sindicalistas, vendedores de libros e incluso estudiantes de secundaria de Hong Kong. El autor concluye que la intensificación de la represión de Xi es una manifestación de miedo: el incesante empeoramiento de la crisis ecológica de China y las crecientes tensiones y contradicciones en la sociedad china están preparando el escenario de la historia para un shock radical: la próxima revolución china.
1. Actualmente, China tiene al menos 140 plantas automotrices (frente a 45 en Estados Unidos), algunas de las cuales producen menos de mil automóviles por año, y una incluso produce menos de cien. Tiene más de cien productores de turbinas eólicas, la mayoría operando con menos de 50% de su capacidad; más de 200 fabricantes de automóviles eléctricos, ninguno de los cuales genera ingresos.
2. El desarrollo redundante ayuda a sobrecargar el PIB nacional. Desde el comienzo de la reforma del mercado en 1978, los planes quinquenales de China nunca han exigido tasas de crecimiento del PIB nacional superiores a 8% anual, pero este objetivo se ha superado regularmente: en 1985, la economía creció a 15.2%, casi el doble del objetivo. Durante 1992-2011, el crecimiento del PIB promedió 10.5%, alcanzando 13 y 14% en la cúspide del auge en 2006 y 2007. En 2016, el PIB fue de 11 billones de dólares.
3. Los planificadores y constructores de China están en proceso de construir 3 400 millones de nuevas viviendas. Desde 1995, China reconstruyó un gran porcentaje de su parque de viviendas. Alrededor de 40% de todas las casas se han construido desde 2000.
4. Más crecimiento significa más consumo de combustibles fósiles. China redujo la producción de carbón entre 2014 y 2016, pero esta ligera caída de 2 a 4% apenas importa ya que el carbón sigue siendo muy usado en China y lo seguirá siendo durante las próximas décadas. Todavía representa 75% de la generación de electricidad de China, e incluso las proyecciones oficiales más optimistas del gobierno chino prevén que la energía renovable (hidroeléctrica, solar, eólica, biomasa) contribuirá con no más de 20% para 2030.
5. En 2015, China gastó un récord de 102 mil millones de dólares en energía eólica, solar, geotérmica y otras energías renovables bajas o nulas en carbono. Sin embargo, en 2016 las turbinas eólicas produjeron solo 4% de la generación de electricidad de China, y la energía solar apenas alcanzó 1%. Estados Unidos solo invirtió 44 mil millones de dólares en 2015, pero en 2016 la energía eólica produjo el 6.9% de su generación eléctrica, casi el doble de la producción de China con menos de la mitad de la inversión. China produce poca energía renovable porque se desperdicia. A nivel nacional, el gobierno reconoce que alrededor de 21% de la energía eólica está restringida, hasta 40% en algunas provincias e incluso más de 60% en Xinjiang (la provincia con la mayor cantidad de energía eólica instalada).
6. Según las tendencias actuales, la temperatura del planeta pasará de 4 a 6°C antes de finales de este siglo; si no se suprime radicalmente la quema de combustibles fósiles durante las próximas décadas -para mantener el calentamiento por debajo del umbral de 2°C-, el calentamiento global y el colapso ecológico serán inevitables. Para tener la posibilidad de mantenerse por debajo de 2°C, las naciones industrializadas y China deben reducir las emisiones de carbono en aproximadamente 6% por año para alcanzar una reducción de 90% en las emisiones para 2050.
7. China pretende ser una superpotencia de viajes aéreos: ha comprado 7 240 nuevos aviones de pasajeros, en su mayoría Boeing, por un valor de 1.1 billones de dólares. Pero la aviación es la fuente de emisiones de CO2 de más rápido crecimiento en el mundo. Y cada ganancia en el ahorro de combustible de los motores a reacción se ve superada por la producción de más aviones nuevos.
8. 5 millones es aproximadamente la cantidad de automóviles registrados en Beijing. Xi Jiping quiere reemplazar esa cantidad de autos que funcionan con gasolina por autos eléctricos. Pero, al mismo tiempo, el gobierno también anunció que la Corporación Estatal de Construcción Naval en Shanghai comenzará a construir una flota de cruceros chinos, para que 4.5 millones de personas chinas puedan transportarse por este medio para 2020.
El artículo pone de manifiesto que la superproducción china (que se pretende exportar al exterior con megaproyectos de infraestructura como la Nueva Ruta de la Seda) es la causa de la imposibilidad para que este país lidere el enfrentamiento a la crisis del cambio climático y sus efectos. Esta economía política fue impulsada desde 1978 para mantener la supervivencia del Partido Comunista y el orden político establecido después de la Revolución.
Un híbrido de capitalismo estatal con diferentes corporaciones subsidiadas por el gobierno y con algunos ámbitos de la economía abiertos al libre mercado, parece ser la forma en la que China superproduce, superconstruye y superconsume. El objetivo último es generar una serie de estrategias y decisiones políticas en economía para que China se perfile como un fuerte competidor del capitalismo global. Es decir, su crecimiento y desarrollo económico -lo que imposibilita la lucha y las medidas contra el cambio climático-, son ilustraciones de las leyes coercitivas de la competencia a nivel global. La competencia se lleva a cabo, principalmente, entre China y Estados Unidos y uno de los objetivos, a parte del económico, es procurar una hegemonía del orden mundial que les beneficie. Sin embargo, la consecuencia de la competencia económica que se guía por la lógica capitalista es fatal para la vida en el planeta.