Billionaires Want to Be the Gatekeepers of the Solar System

Cita: 

Penny, Eleanor [2020], “Billionaires Want to Be the Gatekeepers of the Solar System”, In These Times, 17 de diciembre, https://inthesetimes.com/article/space-privatization-future-technology-s...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Jueves, Diciembre 17, 2020
Tema: 
El avance de la privatización del espacio.
Idea principal: 

Eleanor Penny es una escritora, poeta y ensayista británica. Es editora en jefe en Novara Media.

Eleanor Penny relata el proceso de apertura del espacio al capital privado. En abril de 2020, Donald Trump sancionó el derecho de los estadounidenses a la “exploración comercial, la recuperación y el uso de recursos del espacio exterior” al firmar la Orden ejecutiva para el fomento del apoyo internacional para la recuperación y el uso de los recursos espaciales.

Para Penny, el nuevo saqueo corporativo del sistema solar forma parte de una larga tradición de expansión de la propiedad privada. En la transición del feudalismo al capitalismo en Europa, el cercamiento de los terrenos comunales marcó la concentración de la tierra en manos de los aristócratas: “el derecho exclusivo a usar la tierra (poseerla y obtener ganancias de ella) fue el artilugio que estableció el nuevo orden económico”. En Europa y fuera de ella, los recursos del planeta, incluyendo a las personas, fueron parcelados en manos privadas. El capitalismo se expandió transformando bienes comunes, no regularizados, en feudos privados.

En este sentido, apunta Penny, es “natural” ver la luna como un conjunto de lotes inmobiliarios, en particular, cuando los recursos en la tierra disminuyen día a día y los del espacio parecen infinitos.

Por esta razón, el acceso al espacio -los nuevos comunes- está entre las principales prioridades de los gobiernos y en la mira de las corporaciones. Con la orden ejecutiva de Donald Trump se puso en marcha otra asociación público-privada (APP), con una minúscula regulación estatal. El ejemplo más reciente es la alianza entre la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) y SpaceX, la empresa del multimillonario Elon Musk, para llevar a dos astronautas estadounidenses a la Estación espacial internacional en mayo de 2020.

A los grandes negocios…

Penny demuestra que, para los empresarios, el espacio es un jugoso negocio. En 2020, Elon Musk comenzó con el lanzamiento de cientos de satélites para formar el sistema satelital Starlink, una red de más de 40 mil satélites en la órbita terrestre baja que servirán como infraestructura, por ejemplo para proveer servicios de internet. En noviembre 2020, ya se habían lanzado cerca de 900. Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon y fundador de la compañía aeroespacial Blue Origin, retrata sus ambiciones y fantasías en su propia serie de ciencia ficción: The Expanse presenta un futuro en el que sólo los millonarios innovadores pueden evitar una guerra interestelar. Microsoft es otra de las corporaciones que han entrado al negocio espacial. En septiembre de 2020, lanzó al mercado Azure Orbital para para habilitar a los operadores satelitales en su plataforma de servicios en la nube. Según Forbes, en 2019 las inversiones en startups espaciales ascendieron a 5.8 mmd, una cifra récord para este sector.

Los negocios y la guerra no se separarán en el espacio. Donald Trump también creó la Fuerza espacial, una nueva rama militar para asegurar “la superioridad estadounidense”. Tampoco aquí hay sorpresa, reconoce Penny. La exploración espacial lleva décadas ligada a la ambición militar: desde la fundación de la NASA en el contexto de la Guerra fría, hasta la selección de astronautas entre las filas del ejército y la fabricación de armas, los dos campos mantienen fuertes vínculos que se mantendrán fuera de la Tierra para protegerse de otras potencias, como China y Rusia.

Aunque el Tratado sobre el espacio ultraterrestre de 1967 ya imponía límites a la militarización y privatización de la estratósfera, al prohibir el lanzamiento de armas nucleares y la anexión de la Luna y los asteroides, no previó el ascenso de las corporaciones y su exigencia por una “rebanada de cielo” y, menos aún, el financiamiento gubernamental de los capitalistas espaciales.

Con una necesidad de adaptar la ley a las condiciones actuales, Penny señala que Estados Unidos ha interpretado el Tratado de 1967 de manera similar a la regulación marítima: así como ningún país posee las aguas internacionales, ningún país puede poseer el espacio. Por lo menos hasta 2015, cuando Barack Obama promovió la Space Act, que permitía las APP para la exploración espacial, en particular para la minería en asteroides. Sobre esta base se aprobó en 2017, la Ley para la libre empresa de comercio espacial, que “garantiza que Estados Unidos sea el líder mundial en actividades espaciales comerciales”.

Si bien algunas empresas fracasaron en la construcción de la infraestructura necesaria para la minería espacial, lo que se busca ahora es asegurar la propiedad sobre el espacio, en espera de que la tecnología necesaria se concrete.

… Y más allá

Penny señala que después de décadas de financiamiento estatal, en Estados Unidos la exploración espacial depende cada vez más del sector privado. Mientras que Trump instruyó a la NASA para retirar por completo el financiamiento a la Estación Espacial Internacional para 2025, en el año fiscal 2020 se asignaron 363 millones de dólares para apoyar el desarrollo comercial de un modulo de aterrizaje lunar. La NASA también diseñó el programa Artemis para llevar a personas a la luna como empresa comercial y ha dejado en manos de empresas privadas (Astrobotic, Intuitive Machine y Orbit Beyond) un proyecto comercial de módulos de aterrizaje robóticos demás de 250 millones de dólares.

Sin embargo, como recuerda Penny sobre el trabajo de Mariana Mazzucato, la innovación privada mantiene fuertes raíces en la investigación realizada con dinero público. Como la industria aeronáutica, dependiente del transporte y la mensajería para el gobierno hasta la caída de los costos, hoy la exploración espacial depende de las licitaciones y los contratos asignados a los privados por los entes públicos.

En ese contexto, las stratups espaciales abundan cada vez más. Spaceflight ofrece traslados para enganchar satélites; Planet provee imágenes satelitales; Spire Global realiza análisis de datos basados en satélites; Axiom Space y Virgin Galactic ofrecen viajes espaciales de lujo; Orion Span promete una experiencia auténtica de astronauta en su Aurora Class Space Station, un hotel espacial de lujo, entre otras.

Las tres oportunidades más rentables en el espacio son: infraestructura de comunicaciones, minería de asteroides y misiones a la Luna. SpaceX, con su iniciativa Starlink, está a la cabeza de la carrera por la infraestructura satelital. La minería espacial también está ganando terreno: en Reino Unido se estima que se podrían obtener 700 trillones de dólares en tierras raras del cinturón de asteroides. Las misiones a la Luna, por su parte, no sólo son posibles sino cada vez más convenientes por su proximidad y sus recursos naturales. Jeff Bezos, por ejemplo, ha señalado que podría utilizar las condiciones de baja gravedad de la Luna para industrias pesadas. Made in Space, otra startup ya comenzó a producir cables de fibra óptica en el espacio. Moon Express planea enviar misiones comerciales a la Luna para extraer agua y platino.

Para evitar los conflictos por los recursos espaciales, en octubre de 2020 Estados Unidos y otros siete países firmaron los Acuerdos de Artemisa, que intentan establecer normas y sugerencias entre los signantes.

Una frontera más

La industria espacial está caracterizada por altos costos y riesgos, pero enormes ganancias también. Según Penny, “una concentración de capital está dispuesta a arriesgar mucho dinero para asegurar una participación en los mercados futuros. El punto es asegurar una porción del territorio por el que todos los demás estarán clamando”. Lo que no se dice cuando se elogia a los innovadores es que la destrucción creativa suele estar acompañada de captura del mercado y monopolios.

Lejos de aumentar la oferta de los recursos existentes en la tierra, el enfoque de la nueva carrera espacial es asegurar la propiedad de las redes terrestres y de transporte. En otras palabras, la lucha por el espacio es la lucha por poseer satélites y "vías estelares", mantener las riquezas del sistema solar y obtener una renta de la Luna. Por ello, el paso militar y legal que dio Trump aseguró que el mercado espacial pudiera arrancar.

Penny cierra su reflexión señalando: “el colonialismo espacial no es una utopía posthumanista, sino el dominio ancestral de los magnates de la tierra y de la minería, multimillonarios que se deshacen de los escombros de un planeta y parten hacia las estrellas”.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El capital sigue encontrando nuevos espacios para su valorización, sin embargo, las condiciones de su reproducción son cada vez más frágiles. La nota da cuenta dos procesos contradictorios. Mientras el capital expande la lógica mercantil al espacio exterior, al mismo tiempo profundiza la concentración de ganancias en un puñado de empresas y de individuos, lo que impone una restricción más a su funcionamiento.