The Failure Of The State And The Rise Of Anarchism In Contemporary Anti-Systemic Praxis

Cita: 

Gibson, Morgan Rodgers [2019], "The Failure Of The State And The Rise Of Anarchism In Contemporary Anti-Systemic Praxis", New Proposals, 10(1): 58-63, abril, https://ojs.library.ubc.ca/index.php/newproposals/article/view/190713

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
2019
Tema: 
Fracaso de los movimientos antisistémicos estatocéntricos y la propuesta de la praxis anarquista.
Idea principal: 

Morgan Gibson trabaja en la Escuela de ciencia política y estudios internacionales de la Universidad de Queensland, Australia.


Introducción

Morgan Gibson argumenta contra la noción de que el anarquismo es incompatible con las complejidades de la sociedad contemporánea porque representa violencia y caos. Para el autor, la praxis antisistémica contemporánea puede ser vista como un compromiso con algunos de los principios centrales del anarquismo: la oposición a la jerarquía, la descentralización y la búsqueda de formas directamente democráticas. Además, Gibson observa que los movimientos antisistémicos rechazan cada vez más al Estado como agente transformador.

El texto provee un relato teórico-histórico sobre cómo los movimientos antisistémicos se han desarrollado. Además, apunta que la praxis anarquista y su relación con movimientos sociales también ilustra el fracaso del Estado y sus intenciones de producir un cambio social transformador mediante el poder.

Aunque el anarquismo simpatiza con las críticas socialistas al capitalismo, se señala que una praxis anarquista se diferencia de las numerosas variedades del socialismo de Estado, ya que el anarquismo busca formas sociales descentralizadas, directamente democráticas e independientes del Estado y del capital. En el texto se afirma que el Estado ha "fracasado" como agente de cambio revolucionario porque está destinado a reproducir la dominación. Por lo tanto, los movimientos antisistémicos contemporáneos toman una praxis anarquista antiestatal.

Debido a la argumentación anterior, el autor expondrá dos casos de estudio: los zapatistas de Chiapas, México, y el movimiento sudafricano de chabolas, Abahlali baseMjondolo. Estos movimientos ilustran cómo los actores antisistémicos contemporáneos reconocen cada vez más el fracaso de los movimientos antisistémicos centrados en el Estado y su incapacidad para transformar el orden social.

1. Anarquismo y una jerarquía de "praxis anarquista", capitalismo y Estado

En esta sección el autor señala en qué consisten las ideas anarquistas, cuáles coinciden o difieren con el socialismo de Estado y se apunta la crítica anarquista al capitalismo y al Estado.

Anarquismo significa “ausencia de autoridad”, etimológicamente. Por otra parte, la noción de "anarquismo" como ideología política se constituyó con los textos del pensador francés Pierre-Joseph Proudhon. Para Proudhon, la jerarquía es lo que produce el caos y el desorden (no la anarquía).

Para el anarquismo, las instituciones deben promover la libertad individual. Sin embargo, al Estado se le considera como una institución que promueve una jerarquía impuesta, lo cual explica la oposición del anarquismo al Estado. Kropotkin considera que el Estado es “el mayor obstáculo para el nacimiento de una sociedad basada en la igualdad y la libertad, así como el medio histórico diseñado para evitar este florecimiento".

Asimismo, el repudio de la jerarquía en diversas formas (no sólo la estatal) es otra idea del anarquismo. De esta manera, los anarquistas rechazan al capitalismo, ya que es fundamentalmente explotador y alienante. El autor hace notar que el anarquismo, al denunciar la jerarquía, coincide con la concepción marxista del capitalismo como alienación. La visión de Marx y el anarquismo buscan un orden en el que los lazos sociales sean el producto de la libre asociación.

La versión de la derecha anarquista también se ha desarrollado intelectualmente. Con las ideas “anarcocapitalistas” y libertarias, se postula la inviolabilidad de los derechos de propiedad privada porque constituye una violación fundamental de la libertad individual. Al respecto, Morgan menciona que el anarquismo clásico condena al capitalismo por sus efectos explotadores y alienantes.

Kropotkin afirmó que el capitalismo amenaza los lazos altruistas que subyacen a la humanidad porque genera atomización, alienación y fragmentación social. Luego entonces, la economía capitalista y la propiedad privada constituyen formas de dominación arbitraria y producen monopolios. Para el anarquismo, el Estado es cómplice de aquellos procesos capitalistas porque “hace cumplir las leyes, mantiene la estabilidad sistémica, favorece los intereses del capital y llena las brechas funcionalistas del mercado en tiempos de crisis”. Además, tiene un papel protagonista al reprimir los elementos de oposición social. Así, el autor afirma que el anarquismo tradicionalmente se opone tanto al Estado como al capitalismo.

El anarquismo también incorpora la crítica socialista al liberalismo al enjuiciar que la libertad personal y social sólo pueden realizarse si las condiciones económicas son equitativas y no dominantes. Es decir que el anarquismo comparte con el socialismo la exigencia de abolir el capitalismo en favor de la propiedad común de los medios de producción.

Por otra parte, el texto se aboca a mencionar las diferencias entre los anarquistas y los socialistas de Estado sobre la cuestión de cómo debe organizarse una sociedad poscapitalista. En primera instancia, la socialdemocracia busca controlar al Estado burgués a través de procesos parlamentarios y usando medios reformistas. Al tiempo que, “los comunistas de Estado” pronuncian la preservación del poder estatal y político en la forma de una dictadura proletaria que impulsará la transición hacia una sociedad sin clases.

Pero, según el autor, los anarquistas luchan no sólo contra la clase, sino contra la jerarquía (lo que constituye una distinción con los socialistas de Estado). El anarquismo busca una sociedad no jerárquica y sostiene que la lucha contra el capitalismo es una lucha contra la jerarquía misma, incluyendo el poder político del Estado.

Así, los anarquistas proponen que la apropiación social del capital debe ser llevada a cabo directamente por las propias masas y en contra de la centralización de las fuerzas políticas y económicas defendidas por el socialismo.

Una praxis anarquista: prefiguración, democracia directa y descentralización

El anarquismo encuentra que alcanzar una sociedad emancipada sólo puede lograrse a través de medios igualmente libres. A este respecto, Bookchin sostiene que el fracaso histórico de la izquierda revolucionaria está en la instrumentalización de medios opresivos y jerárquicos (como la dictadura del proletariado o la Estado capitalista), en un intento por realizar un futuro poscapitalista. Asimismo, Bakunin advirtió sobre las formas estatistas de socialismo y cómo éste produce una “burocracia roja" tiránica y opresiva. Así, es necesario comprender que un instrumento de dominación no puede utilizarse para lograr la liberación.

Bookchin además de afirmar que las formas sociales del capitalismo de Estado y del socialismo son altamente centralizadas y antidemocráticas, puntualizó que el anarquismo aboga por la descentralización y el confederalismo para reprimir el surgimiento de la jerarquía.

En consecuencia, Morgan señala que una sociedad emancipada “sólo puede realizarse mediante la participación directa de los agentes sociales en los procesos colectivos de toma de decisiones” y que la descentralización promueve este tipo de participación. Entonces, es de total importancia promover el cambio al desarrollo de instituciones de contrapoder descentralizadas para la nueva sociedad.

2. El Estado y la promesa de liberación: movimientos antisistémicos "centrados en el Estado"

En esta sección, el autor hace referencia a Wallerstein quien identificó y dividió analíticamente las fuerzas antisistémicas (desde 1848) en dos formas: movimientos "nacionales" y "sociales". En los movimientos sociales participan partidos políticos socialistas, movimientos y sindicatos que luchan contra la dominación burguesa y los gobernantes. Según estos movimientos, son la economía capitalista y las relaciones de clase las fuentes de opresión primaria. En contraste, los movimientos "nacionales" pretenden crear un Estado-nación y luchar contra los imperios coloniales para independizarse.

Estos tipos de movimientos comparten dos características:

1. Fueron revolucionarios, pero ambos tuvieron una facción "reformista" que defendía la transformación social desde dentro del sistema. Estos movimientos fueron identificados como amenazas al orden establecido, incluso el ala reformista.

2. Los movimientos sociales y nacionales pasaron por una serie de debates sobre la estrategia que realizarían. Algunas perspectivas estaban "centradas en el Estado"; otras consideraban al Estado como un enemigo intrínseco y perseguían una transformación civil e individual.

Al concluir esta sección, Morgan observa que las alternativas estatistas y antiestatales mantuvieron una influencia dentro de los movimientos antisistémicos. No obstante, las perspectivas centradas en el Estado alcanzaron el éxito porque argumentaron que en el Estado se encuentra el poder e influencia para cambiar al mundo.

La estrategia de "dos pasos" y el aparato estatal

Los movimientos estatocéntricos articularon una "estrategia de dos pasos": 1) el primero fue ganar poder sobre el Estado, y luego 2) transformar el mundo. Así, controlar al aparato estatal se convirtió en el principal objetivo de los movimientos estatocéntricos. La estrategia se lograría mediante la reforma y la revolución.

Socialdemocracia y comunismo de Estado

El autor observa que los movimientos sociales entraron en un conflicto: los socialdemócratas (reformistas) contra los comunistas de Estado (revolucionarios). La socialdemocracia planteó que sólo era posible instaurar el socialismo y abolir el capitalismo sin aplastar al Estado y sin promover la revolución, es decir, los socialdemócratas buscaron el derrocamiento gradual del capitalismo por medios parlamentarios.

Por el contrario, los comunistas "revolucionarios" acusaron a los socialdemócratas de “legitimar el capitalismo a través de su aceptación pasiva y una afirmación de las instituciones y procesos burgueses.” Según Marx y Engels los socialdemócratas son un "comité de la burguesía". Además, la teoría marxista plantea que el Estado es parte de la superestructura (reflejo de la estructura económica capitalista); por lo tanto, el Estado no se puede reformar. Según esta perspectiva, la única forma posible de que la clase trabajadora pueda alcanzar su emancipación es mediante la apropiación del poder político por una "dictadura" del proletariado que destruya las relaciones de clase de la sociedad capitalista. Por lo tanto, los comunistas estatales abogan por una revolución de la clase trabajadora para aplastar el Estado capitalista y reemplazarlo con la dictadura del proletariado. La dictadura del proletariado eventualmente perdería su carácter político dejando una sociedad comunista, construida sobre lazos sociales libres y voluntarios.

El ascenso global al poder (estatal) de los movimientos antisistémicos

Los movimientos sociales estatocéntricos tuvieron éxito en el primer paso de la estrategia y parecía que lograrían sus promesas transformadoras a mediados del siglo XX. Según Morgan, los socialdemócratas establecieron una influencia dentro de los sistemas políticos occidentales.

Mientras, los movimientos de liberación nacional asumieron el poder mediante las luchas por la descolonización en Asia y África. Así, los partidos comunistas estatales gobernaron aproximadamente un tercio del mundo y los movimientos populistas tomaron el poder en América Latina.

El "fracaso" de los movimientos centrados en el Estado

Cuando los movimientos antisistémicos ganaron el poder estatal, no cumplieron su promesa de transformar el mundo, apunta Morgan. Al tiempo que los partidos o movimientos antisistémicos permanecían en el cargo, se suprimía la realización de sus promesas transformadoras.

Por ejemplo, los terrores de la experiencia soviética sacudieron la legitimidad más amplia del comunismo de Estado debido a la perpetuación de la tiranía por parte de URSS y China. Asimismo, la centralización de la producción, distribución e intercambio produjo una opresión sistemática de las masas. La dictadura del proletariado no logró desaparecer.

Morgan observa que los anarquistas criticaron a los partidos comunistas de todo el mundo porque sus miembros se convirtieron en funcionarios del poder estatal. Lamentablemente, los últimos resultados generales de la revolución imaginada por Marx nunca se realizaron. En realidad, los regímenes comunistas sólo pudieron caracterizarse por jerarquías estatistas opresivas, en lugar de alcanzar la emancipación.

De manera similar, los socialdemócratas han abandonado durante mucho tiempo su ambición antisistémica al establecer el socialismo de manera reformista. Los socialdemócratas sólo se satisfacen con “frenar los excesos del capitalismo”.

Respecto a los movimientos nacionales, el autor apunta que desde su obtención del poder estatal, los movimientos antisistémicos nacionales han sido responsables de la perpetuación de la opresión sistemática. Al buscar la construcción de Estados-nación homogéneos, muchos movimientos nacionales contemporáneos han llevado a cabo como limpiezas étnicas o genocidios (como en las guerras de Yugoslavia y Ruanda).

3. ¡Suficiente es suficiente! Hacia una viñeta de praxis anarquista: anarquismo "post ideológico"

En esta sección el autor introduce sus dos casos de estudio: los zapatistas y Abahli baseMjondolo. Aunque nunca se han llamado a sí mismos anarquistas, Morgan plantea que la práctica de los zapatistas y de Abahlali baseMjondolo es una expresión y compromiso con los principios anarquistas.

Para desarrollar su argumento, hace referencia a la praxis de ambos, ya que ésta se corresponde con el “anarquismo post-ideológico”. Los anarquistas post-ideológicos rechazan las posiciones doctrinarias y políticas sectarias. También prefieren el anarquismo con una variedad ecléctica de otras ideas políticas.

Morgan señala que sus casos de estudio ilustran que el anarquismo forma el "impulso, la cultura y la organización" de los movimientos antisistémicos; que sus “ideas y principios están generando nuevos sueños y visiones radicales” que impactan en el quehacer de los movimientos antisistémicos contemporáneos.

Los zapatistas

El primer caso de estudio en el que se observa la incorporación de prácticas del anarquismo post ideológico es el movimiento zapatista. El zapatismo surgió primero como respuesta a la opresión de los indígenas mayas de Chiapas, luego como respuesta a la jerarquía del Estado mexicano y también al capitalismo. El levantamiento del EZLN comenzó el 1 de enero de 1994: el día en que se promulgó el TLCAN.

Chiapas es una viva expresión de las contradicciones de la globalización neoliberal. Para los zapatistas, el Estado mexicano y del capital internacional “se alimentan de la sangre del pueblo”. En línea con las visiones anarquistas del poder político, los zapatistas no buscan capturar el poder estatal, sino circuncidarlo.

Además, los zapatistas tienen un compromiso con las prácticas participativas. El movimiento zapatista ve la construcción de estructuras democráticas autónomas dentro de la sociedad civil como un fin a alcanzar. En 1987, los zapatistas construyeron una compleja red confederal en la que los asentamientos se encargaban directamente de la praxis y la toma de decisiones.

Los zapatistas insisten en el derecho de cada comunidad de desarrollar su propia red de relaciones políticas saliendo de la visión limitada de autonomía territorial (dentro de un modelo centralizado de gobernanza que exige adhesión al Estado). De esta manera, el movimiento zapatista creó estructuras de gobierno paralelas mediante la adopción de prácticas indígenas tradicionales que producen procedimientos directos y participativos.

Los zapatistas desafían la jerarquía misma al contraponerse al derecho de cualquiera a decidir en nombre de, o imponerse a todos y todas. Por eso, las estructuras sociales descentralizadas son un intento de construir instituciones que busquen hacer que las jerarquías existentes sean irrelevantes. Así, Morgan argumenta que los zapatistas son fundamentalmente indiferentes al Estado porque buscan vivir de forma autónoma alejada de los engaños del Estado.

Los zapatistas practican la rotación del liderazgo en los consejos comunitarios para evitar una situación de liderazgo permanente. La toma de decisiones es decidida por los participantes. La preocupación por la toma de decisiones participativa, señala el autor, es un intento de evitar las trampas de la jerarquía impuesta por el poder político administrativo.

Otro tipo de praxis política es el concepto "pedir que caminemos". Esta idea coloca la carga de la responsabilidad de la actividad política en todos los participantes de dicho movimiento, en lugar de colocarla en sólo algunas figuras o grupos sociales. Esto significa que, en lugar de decirles a los demás cómo se va a llevar a cabo el cambio social, los participantes del movimiento se cuestionan cómo es que el cambio social se realizará, y por tanto, los participantes realizarán las tareas por sí mismos.

Abahlali baseMjondolo (AbM)

Morgan apunta que AbM surgió en Sudáfrica posteriormente al apartheid como respuesta a la continua marginación de los pobres. A raíz de la opresión y degradación del régimen racialmente violento y opresivo, el Congreso nacional africano de Nelson Mandela prometió establecer una sociedad socialista a través de medios parlamentarios. Sin embargo, las desigualdades socioeconómicas en Sudáfrica permanecen intactas.

AbM comenzó como un movimiento que exigía mejores servicios básicos, pero a lo largo de su desarrollo, estableció conexiones entre los miembros del movimiento mediante sus experiencias de injusticia y desigualdad. De esta manera, AbM considera al Estado post-apartheid como “una entidad parasitaria que roba y oprime a los pobres”. Por tanto, AbM busca construir una cultura política radicalmente democrática.

En primera instancia, los miembros del movimiento están comprometidos con una praxis participativa y descentralizada: los participantes buscan la construcción de consenso a través de medidas prolongadas y si no se puede llegar al consenso, la deliberación del tema se somete a votación mayoritaria.

AbM también tiene una organización descentralizada, lo cual implica que cada comunidad que se une al movimiento participa en la toma de decisiones de manera autónoma y colectiva. La consecuencia de esta organización política es la activa participación de todos y todas. La noción de "votar por nosotros mismos" es resultado del rechazo a la jerarquía porque cuando el poder se impone externamente, el precio a pagar es la creación de estructuras oligárquicas.

AbM propone que la política debe ser una "solidaridad viva" que se experimenta a diario. El movimiento considera que la libertad es una forma de vida, no una check list de demandas. En consecuencia, la libertad no es algo que se pueda otorgar cuando la "revolución" triunfe.

Conclusión

El autor concluye observando que los movimientos antisistémicos influenciados por el anarquismo nos invitan a considerar la revolución como algo que debe construirse intersubjetivamente, en lugar de imponerse desde afuera a través del aparato estatal que preserva la jerarquía.

Finalmente, la propagación de una praxis anarquista representa un intento de recuperar la democracia directa donde las personas construyan un mundo sin las jerarquías que hacen imposible una sociedad justa, igualitaria y libre.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este artículo es una interesante introducción a las ideas del anarquismo. El autor señala las coincidencias con el socialismo (crítica al capitalismo); así como sus diferencias con éste (la organización de la sociedad poscapitalista). El texto es informativo porque logra comunicar por qué los movimientos sociales estatocéntricos que se perfilaron como revolucionarios fallaron en su objetivo de transformar al mundo. El artículo es estimulante porque nos invita a repensar las fórmulas de vanguardia que, generalmente, nos proveen con un plan maestro para hacer la revolución y acabar con el capitalismo sin una participación directa de las personas o sin el amparo estatal.