Producing hegemony. The politics of mass production and American global power
Rupert, Mark [1995], Producing hegemony. The politics of mass production and American global power, Cambridge, Cambridge University Press, 261 pp.
Mark Rupert es profesor de ciencias políticas en Maxwell School of Citizenship and Public Affairs, en la Universidad de Siracusa, Nueva York.
Introducción
El trabajo estudia la producción del poder social global que se desarrolló en el siglo XX, proceso que hizo posible la hegemonía estadounidense. (p.1)
La hipótesis central del trabajo es que “el ejercicio del poder global estadounidense fue moldeado por las formas históricas en que la producción en masa fue institucionalizada y por el aspecto político, cultural e ideológico del proceso al interior del país y en el exterior” (p. 2). Este proceso complejo fue promovido por una coalición multiclasista (autoridades estatales, capitalistas, líderes sindicales) de los países del centro (Francia, Italia, Alemania, Japón, Estados Unidos). El anticomunismo de la guerra fría y una prosperidad basada en una mayor participación de la mano de obra industrial en los frutos de la producción en masa, permitió cohesionar los elementos del bloque. (p. 2)
Al mismo tiempo, las transformaciones recientes que han golpeado a la clase obrera americana, y en general, deben entenderse como parte de los cambios en el orden mundial. (p. 2)
La crisis de la economía política internacional (IPE)
El autor critica el vacío teórico existente en la economía política internacional (IPE) para la construcción analítica de categorías fundamentales (Estado, clase) y su visión ahistórica de los procesos sociales. Este vacío se expresa en los postulados de dos corrientes clave en el campo de la IPE: el neorrealismo y la teoría del sistema-mundo de Wallerstein. (p. 3)
Neorrealismo: las contradicciones de la ortodoxia
Representado por autores como Robert Cox, Richard Ashley y Alex Wendt, el neorrealismo tiene como principal preocupación explicar la emergencia del orden político como resultado de la competencia entre estados, dicho orden hace posible las relaciones económicas regulares.
El punto de partida para el neorrealismo es el individualismo abstracto, esto es, se supone que los individuos (o Estados) tienen intereses, deseos, propósitos, necesidades, dados, independientemente del contexto social. Por lo tanto, la política y las instituciones son un conjunto de arreglos sociales que también son independientes de su contexto (p. 4).
Bajo esta concepción del universo social, la política se entiende como la competencia entre individuos privilegiados (en este caso, estados) por recursos, que los dotan de poder y riqueza, que serán utilizados en las relaciones con otros individuos. Una de las mayores dificultades para el neorrealismo es explicar la cooperación en un sistema de estados individuales basado en la competencia. (p. 4-5).
Una propuesta teórica para resolver el dilema es la metáfora de los bienes públicos. Ésta sugiere que un único Estado, política y económicamente preponderante (el hegemón) es la condición necesaria para la construcción de un orden en el sistema internacional. Sólo un Estado extraordinariamente poderoso sería capaz de organizar la provisión de los bienes públicos en el orden internacional. Como consecuencia de su preponderancia sistémica, un Estado hegemónico podría tener un interés preponderante en construir un sistema de orden global y estaría dispuesto a asumir mayores costos por ese ordenamiento. Esto se conoce como la teoría de la estabilidad hegemónica (p. 5).
Dentro del neorrealismo, se ha criticado la teoría de la estabilidad hegemónica sugiriendo que se exagera la capacidad de los Estados hegemónicos para obligar a otros a cooperar en la construcción del orden sistémico. Además, se señala que la metáfora de los bienes públicos no es adecuada para explicar la cooperación entre estados pues, por un lado exagera la unión del régimen internacional y, por otro, subestima las negociaciones que los grupos pequeños de actores y que pueden ser relevantes para la cooperación internacional (p. 5).
A pesar de estas críticas, la premisa fundamental, el individualismo abstracto, no se modifica, por lo que la preocupación central sigue siendo la cooperación entre Estados. (p. 5)
Las críticas al neorrealismo, sugieren que, basado en el axioma del individualismo abstracto y la política como competencia distributiva, el modelo estatal adopta una visión mercantilista, es decir, busca la armonía a largo plazo de poder y riqueza como instrumentos y fines últimos de la política estatal. En otras palabras, la visión mercantilista que subyace a la teoría estatal del neorrealismo reduce a una unidad abstracta las esferas económica y política, lo que hace suponer una complementariedad a largo plazo entre poder y riqueza como medio y fin de los estados, lo que equivale, entre otras cosas, a asumir que el estado es estático. (p. 6-7)
La adopción de los presupuestos teóricos del neorrealismo hace imposible explicar las transformaciones políticas y económicas del siglo XX, pues no es capaz de explicar los conflictos entre intereses económicos privados y las políticas públicas del Estado. (p. 8)
Teoría del sistema-mundo: ¿una alternativa radical?
Wallerstein identifica al moderno sistema-mundo (desde el año 1500) como un sistema social histórico. Se trata “de una economía-mundo, un sistema de producción integrado con un sola división del trabajo que relaciona diversas unidades políticas y culturales. Dado que la producción en esta estructura tiene como fin el intercambio mercantil y la ganancia, se trata de una economía-mundo capitalista” (p. 9).
La fuerza y la longevidad de este sistema se debe a que el capitalismo opera a una escala mayor que cualquier unidad política. Esa característica permite a los capitalistas negociar con las fuerzas políticas de diferentes naciones, clases o estados. Por un lado, su movilidad les permite liberarse de condiciones políticas desfavorables y ubicarse en espacios más apropiados para la acumulación. Por otro, en la búsqueda de sus intereses, el capitalista de un Estado particular puede usar ese peso político para mejorar sus condiciones frente a la competencia de otros Estados. El resultado de dicho comportamiento estructural es que las hegemonías han posibilitado un mínimo de organización política para intensificar la acumulación global.
La economía-mundo capitalista incluye todas las relaciones sociales diferentes a la capitalista, incluyendo las clases, grupos étnicos o nacionales y estados. Según Wallerstein, la estructura preeminente de la economía mundo ha moldeado eldesarrollo fundamental de las estructuras políticas, es decir, las ha subordinado:
“El desarrollo de la economía-mundo capitalista supuso la creación de las instituciones más importantes del mundo moderno: clases, grupos étnicos o nacionales, hogares y Estados. Todas esas estructuras suceden al capitalismo, no lo anteceden, todos son consecuencia, no causa” (p. 9).
Para Wallerstein, el carácter político de las estructuras secundarias está determinado por los imperativos de la acumulación a escala global. En busca de la institucionalización de su poder, las clases han construido maquinarias estatales dentro de la economía-mundo capitalista. Así, el Estado y las clases constituyen expresiones del sistema-mundo y no relaciones políticas complejas. Según Rupert, las luchas concretas entre el Estado y las clases se reducen a un segundo plano. A través de la identificación de los estados con las clases dominantes y sus intereses en el mercado-mundo, Wallerstein elimina el carácter potencialmente contradictorio de las relaciones Estado-sociedad y las reduce a una unidad ahistórica y abstracta, al igual que los neorrealistas (p. 10).
Para el autor resulta crucial abordar la hegemonía como un proceso construido por las relaciones sociales antagónicas, por lo tanto, propone el abordaje del tema a partir de la lectura de Marx y Gramsci.
Contenido del libro (p. 10-13)
Capítulo 2. Se retoman los trabajos gramscianos que intentan abrir nuevas vetas teóricas a la teoría predominante en la IPE. Además, se plantean ejes teóricos, basados en una visión marxista-gramsciana, para el análisis de las relaciones globales de poder. Así, se realiza una interpretación histórica de luchas y procesos entretejidos en diferentes escalas: del orden mundial, las relaciones estado-sociedad, regímenes industriales y luchas ideológicas en los lugares de trabajo.
Capítulo 3. Plantea la institucionalización de la producción y el consumo en masa, así como la hegemonía del neoliberalismo.
Capítulo 4. Analiza algunas de las precondiciones para la puesta en marcha del neoliberalismo; la emergencia de la producción en masa en Estados Unidos, la temprana internacionalización de las prácticas productivas asociadas y la ideología gerencial de principios del siglo XX.
Capítulo 5. Es una revisión histórica de la institucionalización de la producción en masa en Estados Unidos y la formación del bloque histórico que sirvió de vehículo a la hegemonía neoliberal, es decir, la política del poder privado en los lugares de producción capitalista.
Capítulo 6 y 7. Examina el caso de la Ford entre la creación de la banda de producción y la Guerra Fría, momento de consolidación de la idea de que el capitalismo liberal estadounidense era un modelo a seguir para otros estados.
Capítulo 8. Aborda el proceso de degeneración del bloque histórico, esto es, de la exclusión de los trabajadores industriales organizados del bloque hegemónico. Se esperan dos respuestas: 1) una redefinición del americanismo (Americanism) en una cultura de la resistencia dentro del capitalismo global; o 2) una reacción xenofóbica o racista a la reestructuración global que culpe a los trabajadores de otros países por tomar los trabajos que pertenecen a los estadounidenses.
2. Marx, Gramsci, and possibilities for radical renewal in IPE ESENCIAL
4. The emergence of mass production practices and productivist ideology
5. State-society relations and the politics of industrial transformation in the United States
6. Fordism vs. unionism: production politics and ideological struggle at Ford Motor Compañy, 1937-1952
7. Unionism vs. Americanism: production politics and ideological struggle at Ford Motor Compañy, 1937-1952
8. Conclusiones ESENCIAL
Wallerstein, Immanuel [1984], The politics of the world economy, Cambridge, Cambridge University Press.
Gilpin, Robert [1987], US power and the multinational corporation, Princeton, Princeton University Press.
El texto plantea que la hegemonía es un proceso histórico que toma forma a partir de las contradicciones y tensiones en las relaciones entre el Estado y la sociedad. Concretamente, en el siglo XX, la hegemonía norteamericana se construyó a partir del impulso material e ideológico del modo fordista de producción, con altos niveles de productividad y su correlato en la esfera del consumo. Al mismo tiempo, la propaganda ideológica de la guerra fría funcionó como aliciente para las clases sociales de imponer la forma estadounidense como el modelo a seguir por el resto del mundo. En otras palabras, la formación histórica de una coalición entre clases constituyó el sustrato sobre el cual se fundamentaría la hegemonía norteamericana.
Siguiendo el argumento del autor, se entiende que no hay una homogeneización de los intereses de clase y el Estado, sino que se requieren continuas soluciones para mediar los antagonismos en el seno del bloque histórico. Así, el neoliberalismo y los recientes ataques a la clase obrera estadounidense implican, por un lado, la salida de esta clase del bloque histórico, y por otro lado, la reestructuración del bloque que, no elimina a la clase obrera sino le da otro lugar, permitiendo y al mismo tiempo dificultando la reproducción de la hegemonía.
El texto es relevante porque permite pensar la hegemonía como un proceso que toma forma a partir de las relaciones antagónicas entre los sujetos sociales en un momento histórico dado. La preeminencia de un Estado sobre otros no se determina únicamente por los recursos que posea o por su lugar en la división internacional del trabajo, sino por las relaciones sociales en su interior y la forma que se resuelvan las contradicciones. Siguiendo los trabajos de Marx y Gramsci, el autor plantea la hegemonía como una relación social, por tanto, un consenso temporal entre los sujetos sociales, consenso basado en la creación y reparto de riqueza y en el consolidación ideológica y cultural de una visión de mundo. Las empresas como creadoras de riqueza y vehículos ideológicos son fundamentales en este proceso.