Defence in Depth Against Human Extinction: Prevention, Response, Resilience, and Why They All Matter
Cotton-Barratt, Owen, Max Daniel y Anders Sandberg [2020], "Defence in Depth Against Human Extinction: Prevention, Response, Resilience, and Why They All Matter", Global Policy, 11(3): 271-282.
Owen Cotton-Barat es un investigador estadounidense especialista en temas relacionados con metodologías sobre cómo hacer comparación entre diferentes acciones, incluido el enfoque en la comprensión de los efectos a largo plazo de las acciones en la actualidad.
Max Daniel es un matemático que centra sus investigaciones en temas internacionales, ética y seguridad de la inteligencia artificial y la mejora del futuro a largo plazo.
Anders Sandberg es un científico conocido por involucrarse en debates públicos sobre el progreso humano a nivel internacional y por sus publicaciones sobre neurociencia, ética y estudios futuristas.
Marco para discutir los riesgos de extinción
Estos autores hacen un análisis exhaustivo acerca de los distintos riesgos que conllevarían a una extinción humana, así como las causas específicas de cada uno. Esto basándose en diversos métodos y clasificaciones. Así pues, Cotton-Barat, Daniel y Sandberg toman el argumento de los autores William Rowe y Beard para mencionar que las probabilidades que supone este riesgo de extinción para el año 2100 han sido estudiadas por medio de métodos como la “extrapolación de tendencias”, “modelado matemático” y “obtención de información de algunos expertos”.
Sobre esta misma línea, con el fin de dirigir la investigación y la creación de políticas, los autores del artículo consideran pertinente explicar qué procesos provocarían esta extinción. En general los estudios se basan en las repercusiones de los astroides, las guerras nucleares y las pandemias diseñadas, pero en el presente artículo Cotto-Barat, Daniel y Sanberg muestran tres clasificaciones de riesgos. Y siguiendo la interrogante de cómo este tipo de divisiones podría influir en las políticas de riesgos, se identifican 3 etapas en la extinción en las que el ser humano podría intervenir. Para cada una de ellas se cuestiona la forma en que los individuos podrían ayudar a frenar el proceso.
Tres amplias capas de defensa contra la extinción humana
Conviene subrayar que, un suceso culpable de la extinción humana no tiene antecesores, así que sus características o combinación de ellas tampoco tendría precedentes en la historia de la humanidad. En la actualidad este tipo de eventos pueden ser naturales, accidentales o deliberados y muchos de ellos conllevan a consecuencias negativas para los individuos. Sin embargo, la mayoría de estos acontecimientos, aparentemente, parecen inofensivos para la extinción.
Aquí, los autores se preguntan porqué ciertos procesos dañinos agreden a la humanidad y otros no. Para responder a esta pregunta, se indica que, una vez entendida esta diferencia, es posible tomar en cuenta nuevos riesgos y establecer estrategias para gestionar los peligros que sean capaces de combatir sus raíces. Cuestión que resulta más clara por medio de la explicación de las siguientes tres capas de defensa, (Figura 1).
La primera se trata de la prevención. En ésta se menciona que los procesos naturales o humanos que apoyan a los individuos son identificados y extendidos. Sin embargo, cuando se habla de procesos que afectan a las personas de una manera negativa, éstos suelen evitarse. Así que, para que un proceso sea considerado como “malo” para gran parte de la humanidad, éste necesita de una participación mínima de personas o tener la capacidad de traspasar el “mecanismo de evasión”.
La segunda capa se refiere a la respuesta a los riesgos. Se señala que, si se identifica un proceso como causante de daño, los individuos pueden colaborar con el objetivo de disminuir o aminorar su efecto. Si este proceso pretende provocar un “daño global”, éste debe ser lo suficientemente potente para obstaculizar la respuesta colaborativa o tener un impacto tan fuerte que nadie pueda detenerlo.
La tercera capa se refiere a la resiliencia. En dicha categoría se puntualiza que los individuos se encuentran esparcidos en todo el mundo, y que algunos están alejados del contacto exterior por una gran cantidad de tiempo. Pero, cuando se habla de un proceso que logre desaparecer a gran parte de la humanidad, solo algunos de estos sobrevivientes serían capaces de implementar una reconstrucción. Por tanto, para que una calamidad cause la extinción humana, ésta debe impedir incluso dicha recuperación a largo plazo.
Así pues, como no hay una estricta definición entre estas estrategias para reducir riesgos, una puede ser de ayuda para múltiples procesos. Aunque para algunos, estas actividades solo podrían ayudar a mitigar en una etapa. Razón por la cual los autores hacen tres suposiciones. En primer lugar, consideran que, se determina la prevención como la disminución de la probabilidad de que suceda una calamidad, y ésta debe ejecutarse con antelación.
En segundo lugar, se caracteriza a la respuesta, disminuyendo el hecho de que un desastre se transforme en un problema global que pueda amenazar al futuro de la civilización. “Esto incluye reducir el impacto a una catástrofe después de que cause daños evidentes y significativos, pero la capa de respuesta también podría verse reforzada por el trabajo de mitigación que se realiza con anticipación”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020).
En tercer lugar, se define a la resiliencia por medio de la reducción de la probabilidad de que un desastre global grave provoque la extinción humana. De hecho, el impedimento de esta extinción podría darse en cualquiera de estas capas de defensa.
Posteriormente a esto, en el resto del artículo se profundiza en dos consecuencias que resultan relevantes para el riesgo de la extinción humana. En la primera Cotto-Barat, Daniel y Sanberg categorizan las catástrofes por la manera en que es posible frenarlas en las capas de defensa. En la sección 2 se muestra la clasificación de riesgos por origen describiendo la forma en que podrían enlazarse con la capa de protección. En la sección 3 se vislumbran las características que logran el bloqueo de los peligros en la capa de respuesta. En la parte 4, se encuentra la categorización de riesgos en el orden que pueden ser detenidos de provocar la extinción, ésta se encuentra relacionada con las tres capas de defensa.
En la segunda consecuencia, los autores muestran las repercusiones de su marco, por medio de la distinción de estas tres capas de defensa. En la sección número 5, muestran el uso de recursos en las tres capas, afirmando que cada una debe ser tomada en cuenta. Finalmente, en la sección 6, se destaca la gestión de riesgos y la observación de amenazas específicas con el fin de proteger las capas, promoviendo condiciones que lo permitan como una gobernanza global adecuada.
Trabajo relacionado
Por lo que se refiere a los estudios relacionados con Defense in Depth Against Human Extinction: Prevention, Response, Resilience, and Why They All Matter, conviene resaltar el trabajo titulado Classifying Global Catastropchic Risks en el que se muestra una clasificación de riesgos para la población humana. Éstos basados en “sistemas críticos afectados, mecanismos de propagación global y fallas de prevención y mitigación”, (Avin; Wintle, Weitzdorfer, et al., 2018). En ese sentido, el marco de referencia de esta investigación con la del presente artículo tiene ciertas diferencias. La primera es que Cotto-Barat, Daniel y Sanberg se enfocan en riesgos más definidos. Cuestión que permite que en la sección 4 del artículo se muestre lo que podría frenar los desastres globales de provocar extinciones. En segundo lugar, se encuentran las cuestiones que motivan las clasificaciones en los dos trabajos.
Avin y los demás autores que participan en el estudio, realizan un análisis de “los sistemas naturales, tecnológicos y sociales que pueden verse afectados por un desastre”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Mientras que Cotto-Barat, Daniel y Sanberg buscan la razón por la cual una amenaza traspasa una capa de defensa y los elementos que afecten a un sistema específico. Es por eso que ambas perspectivas se integran.
La investigación de Classifying Global Catastropchic Risks cuando se refiere a la prevención y a los errores de respuesta, se complementa con la sección 6 del artículo que habla sobres “factores de riesgo subyacentes”. “Sus extensos catálogos de difusión y prevención de fallas destacan la amplia gama de disciplinas científicas relevantes y partes interesadas, y pueden ayudar a identificar puntos de falla relevantes para muchos riesgos”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020).
En cuanto a la clasificación que proponen Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, ésta enfatiza diversas maneras de proteger a los sistemas. Un ejemplo de esto puede verse en los efectos de las pandemias que pueden disminuirse a través de diferentes políticas. Asimismo, las categorías de los autores hacen que se puedan notar los métodos de mitigación de riesgos que reducirían grupos enteros de riesgos. Por ejemplo, limitar el acceso a información riesgosa ayuda a prevenir riesgos de ciertos “malintencionados”.
Igualmente, las clasificaciones de este artículo se superponen con las del texto de Governing Boring Apocalypses: A New Typology of Existential Vulnerabilities and Exposures for Existencial Risk Research. En éste los investigadores Hin-Yan Liu, Kristian Cedervall y Matthijs Michiel Maas remarcan la diferencia entre intenciones y otras debilidades o señalan la relevancia de la resiliencia. Pero, el argumento de Cotto-Barat, Daniel y Sanberg apoya a este trabajo cuando pretende profundizar en los peligros existentes y agregar una gran variedad de puntos de intervención.
Volviendo al análisis de la perspectiva de Avin y sus colegas, los dos riesgos que plantean y los “riesgos de extinción por definición” involucran peligros de pérdida de vidas. Cuestión que los separa de otros peligros en los que los efectos supondrían un impacto a nivel global, pero serían obstaculizados por daños menos graves como pérdidas económicas. Cabe destacar que, “este tipo de riesgos se estudian por medio de una literatura cada vez más amplia sobre el riesgo global sistemático”, (Centeno et al., 2015). No obstante, para fines del presente texto únicamente se indicarán lecciones útiles para el estudio de los riesgos de extinción.
Clasificación por origen: tipos de prevención de fracasos
Cuando se habla de prevención de riesgos, el objetivo es evadir la catástrofe a toda costa. En ese sentido, la forma en que se origina un peligro fija las bases para determinar cómo atravesarán las capas de prevención y como resultado, los pasos que la sociedad debe seguir para reforzar su prevención (Figura 2).
Riesgos naturales
Para que un riesgo evada la “prevención de antecedentes de actividades que provocan un daño, el origen debe estar lejos del control humano”,(Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020), es decir, un riesgo natural. Por ejemplo, un gran asteroide, una pandemia que cause un alto índice de mortandad. Es posible implementar estrategias para evitar estos riesgos naturales, como es el caso de los métodos para esquivar asteroides. Pero, para la prevención se necesita de un entendimiento proactivo. Por ejemplo, buscar asteroides que amenacen a la Tierra. “Tales riesgos comparten propiedades importantes con los riesgos antropogénicos”,(Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Éstos se explicarán a continuación.
Riesgos antropogénicos
Este tipo de riesgos se refiere a aquellos que no son naturales, pero una clasificación más profunda sobre ellos resulta relevante. Algunos de estos peligros pueden tener una raíz localizada, requiriendo de pocas personas para ser provocados, mientras que otros necesitan de una acción generalizada y a gran escala. En cada ejemplo pueden notarse ciertas formas en las que podrían romper la capa de prevención.
Conviene mencionar que, hay un número determinado de individuos requeridos para causar diversos riesgos, así que la diferencia entre “pocas personas” y “muchas personas” no está estrictamente marcada. Aunque igualmente debe tomarse en cuenta que, para muchos riesgos el número requerido es pequeño (hablando de una empresa o un grupo) o grande (haciendo referencia a una población). En este punto la distinción con sus implicaciones resultaría útil para incluirse en el análisis.
Asimismo, el conocimiento y las intenciones de los individuos que contribuyan en la ejecución de un riesgo son importantes. Éstos pueden estas conscientes o no del daño y si lo están la otra división se daría entre aquellos que tienen la intención de llevarlo a cabo y aquellos que no.
Riesgos antropogénicos de grupos pequeños
En relación con los riesgos en los que contribuye un pequeño grupo de personas y éste no es consciente de los efectos de un “riesgo invisible”, se desencadenaría una “nueva realidad”. Ésta se vuelve cada vez más influenciada con ciertas tecnologías que no tienen precedentes. Tal es el caso de la Inteligencia Artificial (IA), la nanotecnología, entre otras. Con respecto a un detonante no intencional previsto, éste se considera como un “riesgo accidental”. Algunos ejemplos de éste podrían ser: “una guerra nuclear, por un error en el sistema o con el ser humano, y el escape de un patógeno diseñado de un experimento a pesar de las precauciones de seguridad”,(Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020).
Por otro lado, si el desastre es intencionado, se vislumbra un contexto en el que un grupo pequeño de individuos tiene el propósito de provocar un daño generalizado. En ese sentido, peligros malintencionados como éste, suelen traducirse en formas extremas de terrorismo, donde hay una amenaza que provocaría un daño a nivel global.
Riesgos antropogénicos de grupos grandes
En cuanto a los eventos que son provocados por muchas personas, los autores se preguntan cuál es la razón de que éstos se implementen por tantas personas a una actividad de daños globales. Lo que dedujeron fue que probablemente ellas no estaban conscientes de la latitud del daño. Por consiguiente, si esta situación persiste por suficiente tiempo, probablemente el riesgo se lleve a cabo de manera indirecta. Aunque este tipo de peligros no resultan tan frecuentes como “amenazas para la extinción humana”.
En este punto, se pone el ejemplo del asbesto. Dicho material resultaba ser inofensivo anteriormente. Sin embargo, tras utilizarlo con mayor frecuencia se notó que era perjudicial para la salud y para el medio ambiente. Entonces, si el clima es más sensible de lo estimado y el uso frecuente de combustibles fósiles provoca el cambio climático, esto podría tratarse de un “riesgo latente” en la actualidad.
En otros casos, igualmente es posible que los individuos en efecto estén conscientes del daño y decidan contribuir a la actividad de todas formas. “Esta falta de internalización de las externalidades negativas se caracteriza por la tragedia de escenarios comunes”,(Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Entonces, esto podría ser visto como un “riesgo común”. Tal es el caso de la gente que no se una para resolver los problemas que causa el calentamiento global. Cuestión que puede traducirse como un riesgo común y una falta de comprensión del funcionamiento de un riesgo latente.
Al mismo tiempo, hay otros ejemplos en los que un gran número de personas se involucra en una actividad que ocasione un “daño deliberado”, es decir un “riesgo de conflicto” que podrían ser guerras y genocidios. Sobre esta línea, las guerras tienen características similares a las de los riesgos comunes. La principal es que se sabe que hay soluciones mejores para todo el mundo, pero éstas no se logran obtener. Generalmente en los conflictos, las personas que participan en ellos provocan un “daño intencional” únicamente con fin instrumental.
Creadores de riesgos y reductores de riesgos
Al momento de prevenir un riesgo es relevante considerar quién es su creador, así como su estado de conocimiento. Al mismo tiempo, se podría cuestionar quién estaría en condiciones para implementar medidas para evadir el riesgo. Es posible que quien las posea tenga un mayor dominio, pero en teoría cualquier individuo podría hacerlo. Aunque si esta prevención de riegos está incompleta, podría darse una “tragedia de escenarios comunes” y ésta podría contar con rasgos similares al riesgo común.
Tomando en cuenta la óptica moral y legal, el hecho de que el acto sea con intención o no, es relevante. La culpabilidad resulta ser un estímulo importante para impedir actividades que provoquen peligro y es parte de la mitigación de riesgos en muchas sociedades. Si la implementación de riesgos catastróficos se realiza con culpabilidad es un arma de doble filo, ya que la prevención podría volverse eficaz o podría haber una motivación al ocultamiento del riesgo que lo agrave y esto eventualmente haría más frágil la prevención y la respuesta. En consecuencia, este escenario vislumbra la importancia de la “rendición de cuentas”.
Implicaciones políticas para prevenir el riesgo de extinción
Con base en estos argumentos, los autores remarcan las consecuencias en el ámbito político de la prevención de un riesgo de extinción. En primer lugar, mencionan que para prevenir riesgos naturales, se requiere de investigación para la identificación de peligros potenciales, la comprensión de su funcionamiento y el desarrollo de su disminución en la tasa de ocurrencia.
Cuando se trata de impedir riesgos ocultos o latentes, se pueden proponer reglas como “principios de gestión de riesgos”, organizaciones que se encargan de contribuir en actividades de riesgo plausible. Así pues, las instituciones deberían conformarse de tal forma que las advertencias de los riesgos descubiertos logren llegar a los tomadores de decisiones.
Con respecto a los riesgos accidentales, éstos pueden evitarse por medio de reglas generales de seguridad que contribuyan a la reducción del riesgo invisible. De modo que, gracias a la comprensión de escenarios de accidentes específicos, se puedan crear sistemas sin errores o se sigan rutinas que reduzcan el peligro de accidentes.
Incluso, esta prevención de accidentes puede obtener ganancias de la investigación en instituciones fiables y con base en la resolución de accidentes históricos. “Donde las medidas de prevención efectiva han sido identificadas, podría ser beneficioso para codificarlos a través de normas y leyes en el ámbito nacional e internacional”,(Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). No obstante, si se añade el aspecto de los “seguros contra accidentes” al análisis, se podrían internalizar los daños esperados por medio de estos instrumentos y así obtener beneficios de los incentivos del mercado.
Por otra parte, como señalan Natalie Jones, Mark O’Brien y Thomas Ryan en el artículo Representation of Future Generations in United Kingdom Policy-making, en otras ocasiones se pueden solucionar problemas de coordinación en la raíz de los bienes comunes y los riesgos de conflicto promoviendo la colaboración nacional o internacional, a través de la construcción de organizaciones especializadas o por medio de costumbres beneficiosas. Lo importante de esto es que las generaciones futuras puedan alzar la voz política.
En el último punto de estas implicaciones políticas, se pueden prevenir peligros maliciosos enfrentando el extremismo. Los métodos como los que proponen las instituciones contribuyen a los retos de gobernanza en el aspecto de la resolución de riesgos. Con esto es necesario considerar que la clasificación por origen tiene como fin, reconocer las políticas que podrían disminuir una gran cantidad de riesgos. Pero, el desarrollo de soluciones políticas supone solo una parte de la prevención eficaz, pues la pieza que la completaría sería su implementación.
Clasificación por mecanismo de escala: tipos de falla de respuesta
Ahora bien, para que un desastre se vuelva global, éste debe contar con grandes repercusiones que sobrepasen la respuesta que pretenda frenarlo. Con el objetivo de tener una amplia comprensión del tema, es relevante retomar el momento en el que se reacciona por primera vez ante una catástrofe. Los efectos que ésta produce seguramente serán grandes o tendrán una gran escala, (Figura 3). “Si estos efectos iniciales resultan ser grandes, puede decirse que el riesgo es grande, si sucede lo contrario, puede buscarse en el proceso de la escala de este riesgo. Si el escalamiento masivo ocurre en pequeña cantidad de pasos, se indica que hay aplacamiento en el juego. "Si la escala es moderada, debe haber muchos pasos, en este caso el riesgo va en cascada”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020).
Grandes riesgos
Los ejemplos por excelencia de catástrofes de escala global inmediata son los grandes desastres naturales inesperados. Asuntos que no pueden resolverse a menor escala sino con base en medidas de mitigación con anticipación. Esto se refiere a la segunda capa de defensa, puesto que ésta se dedicaría a reducir el daño tras haber iniciado. Igualmente, podría hacerse alusión a las capas de defensa de prevención y resiliencia que resultan importantes para la reducción de tales riesgos. La anticipación y gestión pueden ser capaces de detectar una amenaza, pero en grandes riesgos inesperados responden de una forma distinta después de que ocurre el daño.
Aprovechar los riesgos
“Los puntos de apalancamiento para escalado rápido en un solo paso pueden ser ubicados en sistemas naturales”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Por ejemplo, si la extinción de una especie causa el colapso de un ecosistema. No obstante, de acuerdo con los autores, los puntos de apalancamiento son más frecuentes en los sistemas tecnológicos o sociales, delineados para centrar el poder y con los que los riesgos naturales y de origen humano pueden interactuar. Un ejemplo de esto puede notarse con el tsunami que causó una catástrofe nuclear en 2011 en la central nuclear de Fukushima Daiichi. Los ejemplos de los riesgos antropogénicos pueden ser, las guerras nucleares o ataques en partes frágiles de la infraestructura de zonas globales clave.
Enfrentar tales riesgos es un reto, ya que no hay muchas oportunidades para poder intervenir. De hecho, obstaculizar por lo menos un paso de la expansión de los daños sería útil. Por consiguientes, ciertas medidas pueden ser eficientes si se envían a ciertos “puntos clave de aplacamiento”.
Riesgos en cascada
Estos riesgos caen en cascada y no dependen de humanos que promuevan sus efectos. Por ejemplo en el caso de la propagación de una epidemia. Cabe mencionar que a medida que la automatización se generalice, habrá un aumento de sistemas que no requieran de humanos, lo cual provocará diversos tipos de riesgos en cascada. Puesto que este tipo de riesgos tienen una gran cantidad de consecuencias crecientes al interactuar con ellos, es probable que haya una mayor oportunidad de respuesta y que ésta sea un elemento relevante para la disminución del riesgo. Dicha respuesta tiene que ser temprana en vez de tardía. Y la intervención de otros factores puede ayudar a la reducción de la tasa de propagación del riesgo e incluso a revertir o frenar sus efectos.
Sin embargo, la capa de respuesta a estos peligros puede verse debilitada por medio de ciertos elementos secundarios. Éstos desencadenan daños que pueden llegar a crear una catástrofe global que podría haberse parado. Éstos son algunos aspectos que podrían ocasionar los riesgos en cascada a este respecto y que podrían obstaculizar la cooperación y al limitar esta “repuesta coordinada”, la probabilidad de que una catástrofe global aumente.
La cooperación resulta complicada cuando la comunicación se obstaculiza, cuando no se puede notar la deserción o en el momento en que la confianza va reduciéndose. Igualmente, éstos son riesgos son invisibles y a medida que se ubican menos, es más probable que se desplieguen antes de que pueda haber una respuesta que los ataque, como es el caso de los patógenos de incubación que se extienden sin ser evidentes.
Con base en este marco de pocas oportunidades de respuesta ante un riesgo en cascada, Neil Johnson y algunos de sus colegas que hablan acerca de los “cisnes negros financieros” “analizan este tipo de eventos por medio de cambios rápidos en los precios de las acciones impulsados por algoritmos comerciales”,(Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Dichos autores llegan a la conclusión de que muchos de estos cambios son controlados por solo un orden, no como resultado de una casada.
Sin embargo, el ejemplo sirve para describir que lo que las escalas de tiempo ven como rápido depende de las capacidades de respuesta de los humanos, al igual que de las oportunidades de respuesta inmediata. Por ejemplo, “el progreso tecnológico e institucional puede dar lugar a amenazas en cascada más rápidas, pero también a oportunidades para responder más rápidas”,(Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Aunque algunas personas podrían contar con una capacidad limitada al enfrentar problemas inéditos, como los efectos del calentamiento global.
Implicaciones políticas de responder al riesgo de extinción
Por lo que se refiere a las implicaciones políticas de las respuestas a riesgos de extinción, no es posible enfrentarlos por su naturaleza cuando se trata de peligros que desencadenan catástrofes mundiales. Es por eso que tanto la mitigación que debe ser diseñada con anticipación, como las otras capas, son importantes. En ese sentido, “los riesgos de apalancamiento nos brindan la oportunidad de una respuesta apalancada”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020) es posible reconocer puntos de apalancamiento anticipados y dirigir las respuestas a ellos.
Así pues, aunque los detalles de las respuestas a los riesgos en cascada tienen que ser individualizados para cada caso, los autores señalan tres recomendaciones generales. La primera es averiguar el daño temprano, cuando el desastre aún se puede contener fácilmente. La segunda es disminuir el periodo de tiempo entre el descubrimiento y la respuesta, como es el caso de los planes de contingencia rápidos. La tercera es verificar que las respuestas planificadas no sean estropeadas por el proceso en cascada. Un ejemplo de esta situación sería guardar los planes de contingencia de respuesta en ordenadores ante un corte de energía.
Clasificación por desenlace: tipos de fallas de resiliencia
Ahora bien, para que un desastre global cause la extinción humana, éste debe provocar en última instancia la detención de supervivencia de las especies. Esto puede darse de manera directa como sería asesinar a todos o de manera indirecta que consistiría en borrar la capacidad de las especies de continuar floreciendo a largo plazo, (Figura 4).
Riesgos directos
En caso de que una catástrofe sea directa y mate a todos, debe llegar a todos. En este punto, los autores categorizan los riesgos directos por cómo llegan a todos. La manera más sencilla de que esto pase es si los riesgos se encuentran en todos los sitios en los que están los individuos, es decir un riesgo de ubicuidad, un peligro capaz de estar presente en todos lados. Tal sería el caso de un estallido mortal de rayos gamma o el disparo de una toxina mortal por medio de la atmósfera que matara a todo el mundo.
Si el riesgo no llega a todos de esta forma, un riesgo directo también podría trasladarse de un lugar a otro. Esto podría suceder en un caso en el que los individuos llevaran el riesgo consigo, a esto se le llamaría un "vector de riesgo". El cual incluye el riesgo de pandemias, o quizá contenido digital que se difunda en todos lados. Aquí, los autores remarcan que para provocar la extinción de forma directa, estos vectores de riesgos requerirían de un impacto en poblaciones de difícil acceso, por ejemplo, los refugios de desastres, personas que trabajan en submarinos y personas aisladas.
En cuanto a los riesgos de agencia, estos se llevan a cabo por actores deliberados que pretenden la extinción total. Éstos pueden ser humanos o no humanos (máquinas inteligentes o aliens). Tal clase de riesgos implica que alguien intente asegurarse de que nadie sobreviva, lo cual facilitaría la ubicación de la capa de resiliencia y permitiría la anticipación de respuesta. Asimismo, los riesgos de agencia contienen casos en los que alguna persona o artefacto intenta llegar a alguien y por accidente lo hace y provoca la muerte de varios individuos.
Riesgos indirectos
Cuando se habla de riesgos indirectos, éstos se refieren a una amenaza de extinción que no supone matar a todos, sino reducir la capacidad del ser humano a largo plazo de sobrevivir como especie. Éstos son divididos según el tipo de habilidad que obstaculicen. En esta categoría se encuentran los riesgos de hábitat que obstruyen la supervivencia a largo plazo o alteran el medio ambiente de tal forma que no se pueda sostener la vida humana. Un ejemplo de esto sería el impacto de un gran asteroide capaz de destruir a la humanidad.
“Alternativamente, un cambio ambiental que redujo el número promedio de descendencia viable por debajo de las tasas de reemplazo podría suponer un riesgo de hábitat”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Del mismo modo, se pueden mencionar los riesgos de capacidad que eliminan una habilidad social relevante, orillando a la humanidad a extinguirse.
De forma que, los riesgos de hábitat se mueven por medio del daño a los sistemas sociales internos (tales como biológicos, o psicológicos). Mientras que los riesgos de capacidad son menos directos y tardan más tiempo en dirigir la extinción. Sin embargo, tomando en cuenta estos riesgos de extinción humana, resulta relevante considerar los sucesos que podrían desencadenar la pérdida de capacidades vulnerables pero importantes.
Uno de estos riesgos de capacidad podría ser el colapso civilizatorio. Puede pasar que el hecho de matar a suficientes individuos y dañar infraestructura suficiente conlleve al colapso civilizatorio sin provocar una extinción inmediata. Pero, si esto ocurre, es muy probable que la capacidad humana no se rescate del todo o que sea destruida por otros riesgos posteriores. Sobre esta línea, es relevante denotar qué tan probable sería esta pérdida permanente de capacidad. En caso de que la probabilidad sea alta, la capa de resiliencia debe ser fortificada. Razón por la cuál es importante enfocarse justo en los riesgos que sean capaces de traspasar dicha capa, (Tabla 1).
Clasificación de ejemplos de riesgo por cada origen, escala y final del juego
Tomando como punto de referencia a los riesgos naturales con respecto a su origen y los grandes riesgos con respecto a su escala, los siguientes ejemplos muestran cómo los riesgos con el mismo funcionamiento central, pueden cambiar de acuerdo a sus fases. El primero se refiere a una guerra nuclear precipitada a causa de un mal funcionamiento del sistema de alerta temprana. Aunado a esto, la guerra podría provocar un “invierno nuclear” y por lo tanto una extinción humana. Cuestión que significaría un "accidente riesgo" para el hábitat. En cambio, comparado con el uso intencional de armas nucleares en una guerra convencional, también podría existir la posibilidad de que la humanidad sobreviva.
En el primer escenario, es imposible que la humanidad se recupere de la destrucción generalizada y termine siendo eliminada por alguna calamidad que se pudo evitar gracias a una civilización tecnológicamente avanzada. El segundo contexto sería un enfrentamiento que escalara de nuevo por medio del apalancamiento con las armas nucleares, pero que posteriormente aniquilara a la humanidad por medio de la eliminación de una capacidad crucial en vez de por medio de un daño a su hábitat.
En cuanto a la clasificación de riesgos más especulativos del siglo XXI, algunos académicos sugieren que el avance en la IA “podría llegar a permitir rápidos imprevistos de superación personal en algún sistema de IA”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Podría tratarse de un sistema que adopte un aprendizaje automático y que acumule información a través de sensores o simulación. El problema con esto giraría en torno al desarrollo de un agente de IA que mate a la humanidad. Y como los autores aún no tienen conocimiento de ningún algoritmo de tal naturaleza autónoma, el riesgo sería invisible.
Implicaciones políticas para la resiliencia contra la extinción
Por lo que se refiere a las repercusiones políticas para la resiliencia contra el fenómeno que se estudia en este artículo, los autores hacen referencia a la protección contra los riesgos de ubicuidad que podrían ser existentes en la actualidad. “Talvez esto hará que en el futuro el ser humano sea capaz de establecer asentamientos humanos en otros planetas”, (Armstrong y Sandberg, 2013). Así pues, los riesgos por vectores, por su parte, no puedan alcanzar a los individuos de grupos aislados y autosuficientes. Es por eso que los refugios de desastre suponen una opción de protección efectiva. Asimismo, los “refugios autosuficientes” también ayudan a disminuir el peligro del hábitat.
En ese sentido, el especialista en estudios futuristas Karim Jebari hace un análisis de cómo extender las ganancias de la resiliencia de los refugios y el autor Nick Beackstead considera que su resultado marginal se vería restringido, por los pueblos aislados, tripulaciones submarinas y refugios existentes que se mencionaron previamente. Por consiguiente, la resiliencia que mitiga los riesgos de los organismos y los vectores incrementa, debido a que las respuestas en la etapa tardía funcionan también en deterioros generalizados a la infraestructura y resquebrajamiento de la estructura social.
Asignar recursos entre capas de defensa
En esta parte, los autores se basan en las tres capas de defensa para mostrar un modelo que calcule la probabilidad de extinción de algún riesgo existente. Sobre esta línea, se trazan tres “conclusiones de alto nivel”. La primera es que los riesgos más graves son los que cuentan con una alta probabilidad de traspasar las tres capas de defensa. La segunda es que al establecer recursos entre las capas de defensa es pertinente valorar la frecuencia con la que se pueda comprimir a la mitad la probabilidad de que un peligro atraviese cada capa. La tercera es que debe haber una distribución de presupuesto que sea capaz de cubrir a las tres capas.
Tomando esto como punto de referencia, los autores buscan la probabilidad (designada p) de que un riesgo dado (R) provoque una extinción humana en una etapa específica. “Cualquiera de las tres clases a las que pertenezca R, con el fin de provocar la extinción, necesita pasar las tres capas de defensa; su probabilidad de extinción asociada (p) entonces será igual al producto de tres factores”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020).
En primer lugar, la probabilidad condicional (c) de que R atraviese la primera barrera, provocando un desastre. En segundo lugar, la probabilidad condicional (g) de que R cruce la segunda capa para provocar una catástrofe global, pues en este caso ya ha cruzado la primera capa. En tercer lugar, la probabilidad condicional (e) de que R traspase la tercera barrera para provocar la extinción humana, al pasar la segunda capa. En otras palabras, puede existir probabilidad de que un riesgo dado pueda ocurrir en cualquiera de los tres escenarios.
“Como resultado, la probabilidad de extinción p será mayor cuando todos los términos c, g y e no sean insignificantes”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Por tanto, la primera conclusión se obtiene de los riesgos más peligrosos que son los que traspasan las tres capas de defensa. Sin embargo, la segunda conclusión planea otro escenario, suponiendo que se invierta en recursos añadidos en la disminución del riesgo R. Éstos se podrían utilizar para fortificar alguna de las tres capas, que ayudaría a reducir la probabilidad de que R traspasara la defensa.
En este contexto, sería pertinente que se compararan los “cambios relativos” en lugar de los “cambios absolutos” en la ecuación de reducción de riesgos. Es decir, para disminuir la probabilidad de extinción p se debería averiguar cuál de c,g, e, se puede minimizar a la mitad. “Esto es porque, el mismo cambio relativo de cada probabilidad tendrá el mismo efecto en la probabilidad de extinción p que reduciría a la mitad ya sea c, g, e, y a su vez reduciría a la mitad p”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020).
Por el contrario, la consecuencia del cambio absoluto variría con base en dos probabilidades, por ejemplo, disminuir a 0.1 p por 0.1 g, e. “En particular, un cambio absoluto dado será más valioso si las otras dos probabilidades son grandes”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). En ese sentido, cuando el valor de c,g,e se aproxima a 100%, se dificulta su reducción a 50% de lo que sería disminuir a la mitad una probabilidad menor. El principio de comparar la frecuencia con la que se puede reducir a la mitad (c,g, e), involucra que se están disminuyendo las probabilidades a 100% de manera más eficaz.
Por ejemplo, en el caso de que un gran asteroide choque con la Tierra, se podrían implementar medidas para prevenirlo (monitoreándolo) y se podrían adoptar maneras de reforzar la resiliencia (por ejemplo, en la producción de víveres). Sin embargo, si ese asteroide provoca un desastre, causaría a su vez una catástrofe global y las medidas que se podrían tomar para la reducción el riesgo en la etapa de escalado podrían verse con una óptica borrosa. Es decir, la probabilidad g se aproximaría a 1 y resultaría complicado reducirla sustancialmente. Entonces, los autores proponen que no se invierta en recursos que impulsen respuestas inútiles, sino en el fortalecimiento de la prevención y la resiliencia.
Con respecto a esto, los autores se preguntan qué sucedería si cada barrera de defensa tuviera una gran posibilidad de detener un riesgo. En ese caso, se asignaría un valor distinto a cero, al financiar las tres capas, un plan para profundizar la defensa y la tercera conclusión de los autores. La razón de que esto sea viable es conocida como “fenómeno de rendimientos marginales decrecientes de recursos”. Éste indica que al principio se puede fortificar una capa, pero una vez que sea probada dicha barrera, vale la pena invertir en la protección de la siguiente. Aunque esto resultaría óptimo si se tiene suficiente presupuesto para fortalecer las 3 capas.
Posteriormente a esto, los autores muestran algunos obstáculos de su argumento. En primer lugar, puntualizan que no hablan sobre la “asignación óptima de recursos entre distintos riesgos”, en lugar de eso hablan de distintas capas para un riesgo fijo o una canasta de riesgos. Incluso, esperan probar con su trabajo una profunda investigación que pueda explicar tanto la asignación entre riesgos como entre capas de defensa. En segundo lugar, consideran que no tomaron en cuenta la relación entre las diferentes capas de defensa y los riesgos. Las cuales pueden verse como “compensaciones” o “sinergías". Puede notarse un ejemplo de esto en la limitación de tráfico en consecuencia a una pandemia que podría retrasar la investigación sobre el tratamiento que lograría que la enfermedad redujera su fatalidad, dañando la capa de resiliencia. “Por otro lado, éstos pueden contribuir a la prevención de riesgos maliciosos o la resistencia contra riesgos de agencia”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020).
Implicaciones de política para la asignación de recursos dentro del riesgo administrativo
En cuanto a los efectos políticos, los riesgos de extinción más relevantes en los que se deben implementar son aquellos que tienen la posibilidad de traspasar las tres capas de defensa. “Estos riesgos pueden provocar fallas en la prevención, es decir, una posibilidad realista de fallar al responder y una posibilidad realista de fallar al resistirse contra ellos”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Igualmente, hablando de los presupuestos para invertir en las barreras, a causa de los rendimientos marginales decrecientes, mientras los presupuestos sean altos, será una mejor opción invertir en cada forma de prevención, respuesta y resiliencia.
Factores de riesgo subyacentes: riesgos para las capas de defensa
Ahora bien, en las secciones 2 y 4 los autores se han referido a maneras de categorizar amenazas que sean capaces de provocar la extinción humana y los medios a través de los cuales pueden ejecutarse. Tomar en cuenta el enfoque de las tres capas de prevención de estos autores, resulta útil para la mitigación del riesgo de extinción. Si el propósito principal es disminuir la probabilidad de extinción, se deben fortalecer las tres capas. Incluso, la extinción pierde margen de probabilidad si por lo menos un riesgo de extinción se hace menos probable. Esto a su vez requiere que haya una menor probabilidad de que el peligro pase por lo menos una de las barreras propuestas.
Esto es revelador, ya que hay un espectro de formas para mejorar las defensas dependiendo la rigidez de las mediadas que se tomen para riesgos específicos. Sería conveniente que en un extremo se incremente la capacidad para prevenir, responder o mostrase resilientes frente al riesgo, tal es el caso del desvio de asteroides.
En medio de este marco se encontrarían medidas para defender contra una clase de riesgo. En el otro extremo del marco se encontraría la disminución de los factores de riesgo que debiliten la capacidad de defensa contra diversas clases de riesgos. Cabe mencionar que, “los riesgos no tienen que estar asociados con ninguna causa potencial de extinción”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Por ejemplo la cuestión con las guerras regionales que podrían limitar la colaboración global e impedir muchas defensas.
Por su parte, las catástrofes globales suponen un tipo relevante de factor de riesgo, ya que en cualquier escenario podrían atacar a las capas de defensa. De hecho, ser amenazado por una catástrofe global después de haber vivido otra, podría causar la extinción. A este respecto, hay diversos ejemplos de riesgos compuestos. Por ejemplo, un accidente que sucedió cuando dos aviones chocaron en la pista del aeropuerto. Esta situación fue mortal, debido a un ataque terrorista previo en otro aeropuerto que había provocado congestión por algunos aviones desviados, “lo cual imposibilitó la prevención de utilizar rutas separadas para el rodaje y el despegue”, (Weick, 1990). Por tanto, cuando se analizan las catástrofes deben resaltarse los efectos negativos que puedan tener en las capas de defensa.
Al mismo tiempo, la capacidad de defensa depende de algunos elementos que pueden sufrir un cambio de forma gradual. Puede verse un caso de esto cuando la capa de resiliencia se debilita por el incremento de interdependencia global. Cuestión que puede compararse con el “modelo de falla sincrónica”. En éste se muestra la lenta acumulación de múltiples tensiones simultáneas que hacen que un sistema sea vulnerable ante un quiebre en cascada.
Aquí, los autores admiten que en el artículo se enfatiza que los factores de riego deben ser considerados, aunque no se profundice en su explicación. Es por eso que resaltan las clasificaciones en las secciones 2 y 4 para identificar estos factores de riesgo. Por ejemplo, cuando se piensa en la prevención de conflictos y riesgos comunes debe puntualizarse la importancia de la gobernanza mundial, mientras que la identificación de vectores y riesgos de agencia vislumbra la importancia de la interdependencia.
Concluyendo esta parte, los autores señalan que la asignación de recursos entre las barreras de defensa contra los riesgos específicos que se describen en la sección 2 no resulta el punto principal de la mitigación de riesgo de extinción. Pues, una cuestión más importante es reducir los riesgos específicos, grupos de riegos o enfatizar los factores de riesgo.
Implicaciones políticas de los factores de riesgo subyacentes
Por lo que se refiere a las implicaciones políticas de los factores de riesgo, los autores tienen algunos argumentos. El primero es que la investigación sobre los peligros de menor escala debe dirigirse hacia la forma en que éstos podrían afectar a las tres capas de defensa contra riesgos de extinción. “La gestión de riesgos debe apuntar a mitigar tales daños”, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020). Sin embargo, el estudio de los riesgos de extinción no debe obstaculizarse a “factores desencadenantes individuales” como asteroides o tecnologías específicas.
Sería una opción más viable entender qué factores de riesgo subyacentes provocarían un riesgo de extinción vulnerando las defensas que propongan los mismos seres humanos. “Por ejemplo, preguntarse de qué manera la interdependencia global hace que la extinción de una catástrofe global sea más probable e indagar en intervenciones que ayuden a mitigar este efecto, (Cotto-Barat, Daniel y Sanberg, 2020).
Conclusiones
Finalmente, el estudio y la gestión de los peligros de extinción resultan un reto por distintos motivos. Por una parte, “las tendencias cognitivas” dificultan la valoración de la escala y la probabilidad de la extinción humana. La mayoría de los individuos potencialmente afectados son de generaciones futuras, cuyos intereses no son representados en los sistemas políticos.
Así pues, pueden surgirse riesgos y escalas de muchas formas distintas, lo que requiere de una variedad de disciplinas y partes interesadas para entenderlos y frenarlos. Y como estos son riesgos de extinción humana no tienen precedentes, la falta de información al respecto dificulta la situación.
Armstrong, S. y Sandberg, A. (2013) Eternity in Six Hours: Intergalactic Spreading of Intelligent Life and Sharpening the Fermi Paradox, Acta Astronautica 89, pp. 1–13.
Avin, S., Wintle, B. C., Weitzdorfer, J., Oh Eigeartaigh, S. S., Sutherland, W. J. y Rees, M. J. (2018) Classifying Global Catastrophic Risks, Futures, pp. 20–26.
Centeno, M. A., Nag, M., Patterson, T. S., Shaver, A. y Windawi, A. J. (2015) The Emergence of Global Systemic Risk Annual Review of Sociology, 41 (1), pp. 65–85.
Liu, H., Lauta, K. C. and Maas, M. M. (2018) Governing Boring Apocalypses: A New Typology of Existential Vulnerabilities and Exposures for Existential Risk Research, Futures, 102, 6–19.
Weick, K. E. (1990) The Vulnerable System: An Analysis of the Tenerife Air Disaster, Journal of Management, 16 (3), pp. 571–593.
El artículo científico muestra un escenario de combate y adaptación frente a la destrucción del ambiente que resulta inevitable. Entonces, se requiere de una responsabilidad ambiental no solo corporativa sino colectiva que ayude a que esta destrucción no se vuelva un riesgo para el desarrollo de la humanidad. A este respecto, puede notarse una crisis civilizatoria y económica que se ha dado a causa de las transformaciones que ha sufrido el capitalismo contemporáneo. En ese sentido, la crisis civilizatoria hace que la economía se desborde, así como el quiebre ambiental, energético, crisis sanitaria, política y social que van de la mano con el quiebre de la civilización.
Así pues, este quiebre medioambiental se refiere a una destrucción en la que se consideran procesos metabólicos como el clima y sus elementos más relevantes como el agua y el uso de territorios. Aquí, puede decirse que las empresas transnacionales y la gobernanza tienen una participación importante, ya que la expansión transnacional genera prácticas, alianzas y visiones sobre cómo deben conducirse las relaciones globales y la gobernanza regula estas relaciones impulsada por las grandes corporaciones en sus intentos por aplicar las relaciones sociales a las necesidades de su empresa.
Finalmente, cabe mencionar que, las fronteras de capital son modificadas debido a este colapso medioambiental. Esto sucede porque los espacios del capital cambian y se añaden temas como: la codificación de la vida, las ciencias cognitivas, la exploración del espacio exterior, nanotecnologías, remediación ambiental y manipulación del clima.