Business and the state. Governments' widespread new fondness for interventionism
The Economist [2022], "Business and the state. Governments' widespread new fondness for interventionism", The Economist, London, 15 de enero, https://www.economist.com/special-report/2022/01/10/governments-widespre...
“Como toda la historia, la del capitalismo no se repite, pero sí rima”. En 1945, Europa Occidental adoptó la planeación central de la economía por la guerra y para evitar el comunismo. En la década de los años 80, en Inglaterra, Margaret Thatcher disolvió sindicatos y privatizó empresas. Mientras que en Francia, Francois Mitterrrand nacionalizaba bancos y empresas, promoviendo el lema “Rompamos con el capitalismo”. En Pekín, por otra parte, Deng Xiaoping estaba desmantelando el colectivismo chino, mientras que en Tokio, un gobierno supuestamente de libre mercado utilizaba el Ministerio de comercio internacional e industria para fomentar a los campeones nacionales.
Hoy en día los gobiernos se están moviendo de manera más sincronizada, aunque predecir los cambios del capitalismo es una tarea compleja. Después del colapso de la Unión Soviética en 1991, el Estado de bienestar ruso poco a poco ha fortalecido el gasto público mientras se ha vuelto más estricto con las empresas.
Sin embargo, se considera la crisis financiera de 2007-09 como la primera ondulación del capitalismo, ya que fue evidente que libre mercado nos puede llevar a la ruina. El Brexit y la elección de Donald Trump en Estados Unidos reflejaron el sentimiento de la población de que la globalización no fue lo que se esperaba. Asimismo, se reavivó la intervención del Estado en la agenda ambiental porque nuevamente el público percibió la incapacidad del mercado para atender las demandas de energía limpia. “El mundo está entrando en un ciclo político en el que el gobierno tiene que responder a un electorado cada vez más voluble y lleno de opiniones […] La opinión pública, en general, se ha vuelto contra las empresas”.
Por otro lado, estamos observando el resurgimiento de la rivalidad geopolítica entre el autoritarismo chino y las democracias liberales, ello ha dado lugar a una alineación entre los intereses públicos y los intereses corporativos.
Cabe destacar qué grandes inversionistas han señalado la necesidad de restructurar o hacer renacer al modelo capitalista. Jamie Dimon, director de JP Morgan Chase, el banco más grande de Estados Unidos, ha expresado su preocupación por el hundimiento del sueño americano. Rey Dalio, fundador de Bridgewater, la empresa más grande en el mundo de hedge funds, proclama una reforma al capitalismo para evitar el exceso de endeudamiento, la caída de la productividad y la polarización del electorado. Doug McMillon, dueño de Walmart, comenta que es tiempo de reinventar al capitalismo.
En contraste con los aires marxistas del siglo XX, el capitalismo parece estar sano y salvo. Según Katarzyna Szarzec, Akos Dombi and Piotr Matuszak tres economistas, de 2007 a 2016 se registraron en 30 países europeos 1 160 privatizaciones. Entre los países de la OECD, el club de los países ricos, el sector público fue propietario de 11 miles de billones de acciones empresas cotizando en bolsa para finales de 2020, equivalente a 10% de la capitalización del mercado, sólo para 2017 el porcentaje fue de 14%. Se estima que quinta parte de los activos del sector público se encuentran en fondos soberanos y 13% en los portafolios de fondos de pensiones.
No a la propiedad, pero sí a la influencia
La propiedad no es la única herramienta por la que los gobiernos pueden influir en los negocios, las siguientes cuatro herramientas están siendo desempolvadas para el siglo XXI.
En primer lugar, se encuentra la política industrial, que tiene por objetivo incentivar industrias estratégicas y tecnologías para aumentar el empleo, garantizar la seguridad nacional o la transición energética. Segundo, tanto las autoridades de competencia en Estados Unidos, Europa y China están dejando de poner atención precios para proteger a las pequeñas empresas y a los mismos gobiernos del poder de los grandes corporativos. En el tercer puesto se encuentra el crecimiento de la regulación sobre el ambiente, las condiciones de trabajo y los gobiernos corporativos. Finalmente, y como punto de inflexión, está la desaparición de los bajos impuestos de las grandes corporaciones, debido a la opinión compartida de los políticos y en el electorado de que estas empresas no pagan lo que deberían.
El nuevo intervencionismo de Estado en los negocios, desde la perspectiva de Jan Piotrowski, tiene baja probabilidad de generar mejores resultados, pues se aplican políticas similares que en el pasado. Por algo la política industrial, la política de competencia y el uso de los impuestos habían acumulado polvo. En el periodo de posguerra existía consenso universal a favor del libre mercado, este nuevo intervencionismo se caracteriza por el aumento de las barreras al comercio internacional y con la sensación generalizada de que la globalización y las cadenas de suministro deben ser frenadas, tanto por motivos económicos como de seguridad nacional.
La credibilidad de las políticas de libre mercado comenzó a desmoronarse más rápido después de la crisis financiera de 2008. Después de la primera década del siglo XXI era evidente el resurgimiento de un Estado interventor, sin embargo, la discusión y la creación de nuevas herramientas de política económica para regular el comportamiento de las grandes corporaciones, principalmente las tecnológicas, han pasado desapercibidas. El principal problema de las viejas políticas económicas es que no están siendo aplicadas pensando en los mercados digitales o el sistema financiera internacional. Sin la comprensión del funcionamiento de estos mercados difícilmente se tendrán los resultados esperados.