The tragedy of climate change science
Glavovic, Bruce, Timothy Smith e Iain White [2021], "The tragedy of climate change science", Climate and Development, 24 de diciembre, https://doi.org/10.1080/17565529.2021.2008855
Bruce Glavovic trabaja en la Escuela de Personas, Medio Ambiente y Planificación de la Universidad de Massey, Palmerston North, Nueva Zelanda.
Timothy Smith trabaja en el Centro de Investigación de Sostenibilidad de la Facultad de Derecho y Sociedad en la Universidad de Sunshine Coast, Sippy Downs, Australia.
Iain White trabaja en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Waikato, Hamilton, Nueva Zelanda.
Introducción
Los autores comienzan el artículo señalando que la vida en la Tierra está en peligro por los impactos de las actividades humanas, incluido el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la explotación insostenible de los recursos.
La investigación sobre el cambio global, y la ciencia del cambio climático señalan que la Tierra se encuentra en un estado peligroso: los impactos humanos son generalizados y empeoran; se acerca una emergencia climática y es imperativo actuar con urgencia.
La elección del presidente Biden podría ser esperanzadora ya que creó un nuevo impulso para la acción transformadora. Además, los informes más recientes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático número 26 (COP 26) brindarían una nueva oportunidad para incorporar la ciencia del cambio climático en las políticas y prioridades políticas nacionales. Incluso la pandemia de Covid-19 parece crear la oportunidad para reestructurar economías y alejarlas de la dependencia de los combustibles fósiles.
Sin embargo, estas esperanzas son sólo discursos seductores que se asemejan a las esperanzas anteriores: la elección del presidente Obama; los informes anteriores del IPCC y acuerdos internacionales; la crisis financiera global como oportunidad para reorganizar la economía política.
Empero, dada la urgencia del cambio climático, los autores le proponen a la comunidad científica que acepten una moratoria en la investigación del cambio climático. Lo anterior tiene dos objetivos: 1) ser un medio para exponer la crisis climática; 2) reconfigurar el contrato roto entre ciencia y sociedad.
La idea se refuerza ya que los indicadores nocivos sobre el cambio global adverso continúan aumentando sin descanso y los límites planetarios son transgredidos. Para los autores, esto es una tragedia para la humanidad y para la vida en la Tierra. También es una tragedia para la ciencia.
El contrato social hace referencia a un pacto no escrito entre científicos y la sociedad. Mediante éste, la inversión pública en ciencia conduciría a una mejor comprensión del mundo que ayudaría a lograr resultados que se consideren socialmente benéficos. Un ejemplo de lo anterior es la respuesta de salud pública ante la pandemia de Covid-19. Por el contrario, el contrato ciencia-sociedad se rompe irrevocablemente en cuanto a la mínima respuesta al cambio climático, lo que es una negligencia política.
La tragedia de la ciencia del clima
El trabajo de los científicos se expandió para comprender las causas sociales del cambio climático, sus impactos y riesgos, así como las respuestas de adaptación y mitigación. Al respecto, se crearon nuevas instituciones científicas para informar a los gobiernos.
El primer Informe de Evaluación del IPCC, publicado en 1990, concluyó que las actividades humanas aumentaban sustancialmente la concentración de gases de efecto invernadero y calentaban la superficie del planeta. Y aunque existen estos esfuerzos por dilucidar el cambio climático, las emisiones globales anuales de gases de efecto invernadero continúan creciendo: desde el primer Informe de Evaluación del IPCC en 1990, las emisiones globales de CO2 han aumentado 67%.
Aunque también existe una mejora considerable en la comunicación científica sobre el cambio climático, otras estrategias están destinadas a abordar el fallido contrato ciencia-sociedad. Una de ellas es el activismo climático.
En 1988, el científico de la NASA James Hansen dio un discurso sobre el cambio climático ante el Congreso de Estados Unidos, el cual atrajo la atención del público y de los medios de comunicación internacionales. Sin embargo, la falta de respuesta a la evidencia científica llevó a Hansen y otros a protestar. Pero independientemente de la estrategia adoptada, los gobiernos son negligentes ante la llamada de atención sobre la urgencia de la acción climática (ver Figura 1).
Esta es la tragedia de la ciencia del cambio climático: la compulsión de seguir investigando sobre el cambio climático cuando se rompe el contrato entre ciencia y sociedad. La tragedia consiste en continuar con la investigación científica, cuando el problema es político.
Las opciones de la ciencia del cambio climático
Por tanto, los autores se cuestionan cómo deben responder a la creciente evidencia de declive y falta de acción gubernamental transformadora. Ante estos cuestionamientos, proponen tres opciones.
La primera es seguir investigando con normalidad: continuar con el desarrollo de la ciencia del cambio climático como de costumbre, recolectar más evidencia de impactos nocivos, etc. También, generar nuevas formas de comunicar mejor la ciencia y continuar con el posicionamiento general del IPCC (es decir, permanecer políticamente neutrales y evitar ser normativos). Como la evidencia muestra que el contrato ciencia-sociedad está roto, la primera opción no es sostenible, según los autores.
La segunda opción consiste en intensificar la investigación en ciencias sociales y la difusión sobre el cambio climático. Con las ciencias sociales y su participación en la investigación sobre el cambio climático, es posible comprender mejor por qué no se han tomado medidas para contener los impactos del calentamiento global y el cambio climático.
En las décadas más recientes, se trabaja más este ámbito desde la ciencia política, la sociología, la economía, la geografía, etc. Esos esfuerzos han expuesto los poderes y los intereses creados que han impedido la acción climática. Sin embargo, incluso con más investigación en ciencias sociales, no hay señales de un cambio sistémico en la acción del gobierno ante la crisis climática. Por lo tanto, la segunda opción tampoco es sostenible para los autores.
Así, la tercera opción es mucho más radical: la comunidad científica debería detener la investigación en aquellas áreas donde se documenta el calentamiento global y la mala adaptación; en lugar de continuar con sus investigaciones, la comunidad científica debería centrarse en exponer y renegociar el contrato roto entre ciencia y sociedad. Por lo tanto, sería necesario que se detuvieran las evaluaciones del IPCC. Así se podría llevar a cabo una moratoria en la investigación sobre el cambio climático. El objetivo de esta moratoria sería que los gobiernos estén dispuestos a cumplir con sus responsabilidades y movilicen una acción coordinada desde el nivel local al global. Los autores argumentan que esta tercera opción es la única forma efectiva de detener la tragedia de la ciencia del cambio climático.
Aunque la tercera opción podría parecer perjudicial para la credibilidad y la objetividad de la comunidad científica, los autores la ven como una poderosa herramienta por la cual los científicos pueden actuar en el interés público cuando todas las demás vías fallan.
Debido a la tragedia de la ciencia del cambio climático descrita por los autores, una moratoria ofrece la única perspectiva real para restaurar el contrato entre ciencia y sociedad, ya que otras opciones son seductoras pero ofrecen falsas esperanzas.
Este artículo argumenta una propuesta provocativa, ya que la comunidad científica ha intentado por varias vías alertar a los gobiernos y a las sociedades sobre las catastróficas consecuencias del cambio climático causado por la actividad humana bajo el capitalismo. Cada vez más, la protesta y las exigencias a los diferentes gobiernos se apuntalan como opciones para presionar éstos. Sin una acción urgente ante estas problemáticas (que ponen en riesgo a la vida humana y no humana en el planeta), los gobiernos con su defensa a los intereses económicos de las corporaciones y la élite mundial, seguirán postergando el cambio y el impulso a las alternativas que pongan en entredicho al capitalismo y que contribuyan a mitigar el cambio climático.