Alberto Coronel Tarancón escribe en el diario El Salto, es profesor de filosofía egresado de la Universidad Complutense de Madrid.

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La estrecha relación entre los departamentos de defensa, los ejércitos y la economía fósil nos permite comprender cómo es que el cambio climático influye en la operativa y estrategia de la seguridad nacional.

Desde el final de su mandato en 2016, Barack Obama, instruyó que el departamento de defensa debía adaptarse a la crisis climática, no combatirla, solamente asegurar la operación de este departamento.

Los ejércitos de todo el mundo son una de las principales fuentes de contaminación pues aportan entre cinco y seis por ciento del total de las emisiones de carbono en el mundo (Dato crucial 1). El presupuesto del Departamento de Estados Unidos arroja dos datos relevantes para este tema; es el mayor consumidor institucional de petróleo (dato crucial 2) y gasta 16% de su presupuesto solo en la protección militar al transporte de combustible (dato crucial 3).

Las economías nacionales se ven beneficiadas de la operativa militar pues aportan importantes beneficios y aumentan el gasto lo que repercute en un mayor PIB.

Este bucle de gasto militar, contaminación y crecimiento del PIB, es difícil de romper mientras el crecimiento económico sea la prioridad de los países. Pero, además, este bucle ayuda a perpetrar la desigualdad ya que mientras los costos de la operativa militar los sufre todo el mundo, las ganancias se concentran en unos pocos (dato crucial 4).

El “extractivismo” son los procesos destinados a garantizar la extracción de recursos para el enriquecimiento individual. El extractivismo impulsa la corrupción institucional y el apoyo de fuerzas paramilitares, este lazo podría explicar los asesinatos de activistas medioambientales (dato crucial 5).

En la relación crisis climática - conflicto social podemos encontrar que la guerra desde 1973 está determinada en la mayoría de ocasiones por la explotación de combustibles fósiles (dato crucial 6). Sobre esta causalidad la retórica militarista usa una doble falacia; la primera es que la crisis climática es la que causa conflictos sociales y la segunda es que estos conflictos justifican una intervención militar.

Alberto Acosta definió como la maldición de los recursos a la relación entre existencia de combustibles fósiles, bajo crecimiento económico y ausencia de democracia política. Esto ayudaría a explicar la degradación de las condiciones de paz en países con muchos recursos naturales.

Con esto podemos concluir que la militarización solo puede perpetuar las condiciones actuales de desigualdad social, crisis climática, falta de democracia y aumento de los conflictos bélicos.