Jerome Roos es miembro de la London School of Economics y actualmente escribe sobre las crisis globales.

Un conjunto de acontecimientos y situaciones relativamente recientes influyen en el rumbo al que nos dirigimos como sociedad. Un virus mortal que termina propagándose hasta generar una pandemia, las tensiones políticas y las tentativas guerras nucleares en torno a Ucrania y Taiwán, el cambio climático y sus consecuencias climáticas y ambientales, por mencionar algunos.

Sin embargo, lo cierto es que nadie puede saber con certeza hacia dónde van las cosas. Si bien contamos con dos principales posibles escenarios futuros: el catastrófico, apocalipsis total; y el progreso, en el que todos los avances tecnológicos juegan a nuestro favor, y ambos son consecuencias lógicas de la situación actual, también es cierto que no hay nada escrito.

A pesar de que un apocalipsis suena descabellado, más allá de lo que éste pueda significar, nos habla del actual fenómeno social alimentado por ideas de un futuro catastrófico ficticio y la relación que podría tener con los acontecimientos actuales. Dicho fenómeno nos lleva a cuestionar la estabilidad del orden actual. Incluso con un escenario de catástrofe ambiental es latente la posibilidad de sucumbir al caos social.

Por otro lado, nos encontramos un punto de vista más optimista en cuanto al futuro; el progreso; incluso, a pesar de todos los daños innegables que hay en todos los aspectos, consideran que es parte del progreso y estos problemas terminaron por resolverse por sí solos.

Aunque no es así de fácil "predecir" el futuro, en este sentido siempre se prefiere dibujar un escenario deducido de forma lineal, dejando fuera la ambigüedad y la incertidumbre de la realidad. Pero para tener una idea más realista es necesario asimilar la idea de que la incertidumbre no solo está en el futuro; sino que, incluso actualmente carecemos de la certeza sobre dónde estamos posicionados como sociedad.

Justo la idea de estar entre dos posibles escenarios genera ansiedad y confusión, esta idea se ha conceptualizado como “liminaridad”, aunque podría parecer de primera instancia puramente tecnicismos, la realidad es que ayuda a comprender un poco este sentimiento al pasar por una transición significativa. Parecido al que presenta un adolescente al ser lo suficientemente grande para ser considerado un niño, pero joven para ser un adulto.

De manera que, al encontrarnos en esta liminaridad como sociedad es comprensible presentar ansiedad por la incertidumbre de no saber ni siquiera en dónde nos encontramos y hacia dónde nos dirigimos. Pero, una vez que somos capaces de percibir y aceptar esta realidad incierta, dejamos de intentar predecir un futuro de manera lineal, aceptamos los cambios y la incertidumbre. De esta forma, en lugar de percibir al progreso y caos como opuestos los asimilamos en nuestra realidad presente.