Neoliberalism's Frankenstein: Authoritarian Freedom in Twenty-First Century Democracies
Brown, Wendy [2018], "Neoliberalism's Frankenstein: Authoritarian Freedom in Twenty-First Century 'Democracies'", Critical Times, 1(1): 60-79, https://doi.org/10.1215/26410478-1.1.60
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Wendy Brown es una filósofa y politóloga estadounidense. Sus principales fuentes teóricas son Foucault, la teoría crítica, y Nietzsche. En los últimos años su trabajo se ha centrado en el neoliberalismo y su racionalidad.
Donald Trump consiguió que algunas personas con estudios universitarios, racializadas, ultra ricos, y la alt-right votaran por él; pero su base electoral son personas blancas, evangélicas, y con pocos estudios. Trump movilizó el resentimiento de clase, y el rencor de la blanquitud masculina, que tras cuatro décadas de neoliberalismo y globalización perdió un lugar de estatus social, político y cultural.
Esa versión no corresponde a la realidad. El posfordismo y el neoliberalismo afectaron más a la clase trabajadora afroamericana que a la blanquitud masculina estadounidense (Dato Crucial 1). Además del desempleo, la clase trabajadora afroamericana se vio muy afectada por la reducción del gasto estatal en educación y servicios públicos, así como por la implementación de sanciones muy fuertes por delitos no violentos. El conjunto de estos elementos alimentó la expansión de la economía de narcóticos y pandillas, así como el aumento de la desigualdad de oportunidades de una reducida clase media afro, y el abandono del resto de afroamericanos. La cuestión es que toda esta debacle es la causa de promesas políticas no cumplidas, y no de las imágenes sociopolíticas del individuo, la raza y la nación siendo aplastadas.
Sabemos que la reacción de personas blancas contra los desastrosos efectos socioeconómicos del neoliberalismo se extiende por todo el euroatlántico. La clase blanca media y trabajadora enfrenta la reducción de sus ingresos y la afrenta contra su cómodo estilo de vida. Por tanto, se rebelan contra ladrones imaginarios (que suelen ser mujeres, grupos racializados y migrantes empobrecidos), así como en contra de las élites a las que responsabilizan de abrir irresponsablemente las puertas de la nación. Es sumamente importante preguntarnos cuál es la forma política de esta furia. Conceptos como populismo, autoritarismo, y fascismo no describen adecuadamente la mezcla entre belicismo, libertinaje, apoyo antidemocrático al estado. Tampoco captan los elementos de la razón neoliberal (la ampliación radical de lo privado, la desconfianza en lo político, y la negación de lo social) que normalizan la desigualdad, así como forman y legitiman la pasión política de la derecha blanca. Ni siquiera observan el nihilismo actual que desestima tanto valores morales como la veracidad, y vuelve el futuro en objeto de destrucción.
En este texto la autora se pregunta por las causas de los elementos antipolíticos, libertarios y autoritarios de la reacción popular de derecha; por qué nuevas expresiones de libertad se han producido a partir de la coyuntura de la razón neoliberal, del agraviado poder blanco masculino, del nacionalismo y un profundo nihilismo; en cómo la libertad se volvió en el elemento abanderado por formaciones sociales anti-emancipatorias que constantemente atacan la igualdad de derechos, las libertades civiles, la tolerancia, la inclusión, y, al mismo tiempo, su pretensión de nacionalismo blanco pugna por un estado fuerte; se cuestiona de qué forma la libertad se mezcla con el antiliberalismo, el autoritarismo, la exclusión y la violencia social legitimadas, y cómo esta fusión obtiene cierta validación en naciones con democracias liberales.
Las fuentes teóricas del ensayo son Hayek para explicar la actual racionalidad política, así como Nietzsche y Marcuse para describir el rencor, el libertinaje, y la violencia nihilista.
Las consecuencias y las lógicas de la razón neoliberal
El neoliberalismo suele entenderse como un conjunto de políticas económicas que promueven la liberalización del capital, la desregulación de las industrias, la privatización de esferas que antes eran públicas, y la destrucción de los estados de bienestar. Foucault, en cambio, señala que el neoliberalismo tiene una racionalidad que forma distintos tipos de sujetos, y conductas. En otras palabras, la razón neoliberal produce un ordenamiento de la totalidad, economiza todo, al tiempo que desmantela un modelo social basado en la procuración de justicia y los reemplaza por una sociedad concebida y organizada como mercados.
La racionalidad neoliberal se vuelve sentido común hegemónico, sus principios gobiernan a través del estado, así como mediante todos los espacios de la vida, desde escuelas y lugares de trabajo hasta los propios deseos. Por ejemplo, la racionalidad neoliberal no sólo configuró la educación universitaria como una inversión para mejorar el capital humano individual, también eliminó cualquier idea y práctica de la educación como un bien público democrático. Incluso personajes como Macron han declarado que su país debe funcionar como una start-up.
La razón neoliberal tiene una formulación específica de la libertad. Se trata de una libertad sometida a los significados del mercado, sin ningún vínculo con cuestiones políticas como la soberanía popular o la democracia. Es una libertad privada-individual, sin ninguna regulación, pues para la razón neoliberal todo lo político atenta contra la libertad, y la expansión de este encuadramiento cognitivo posiciona a la izquierda como enemiga de la libertad.
El pensamiento neoliberal surgió en el momento histórico de expansión del fascismo europeo y del totalitarismo soviético. Las diversas corrientes teóricas que fundaron la Mont Pelerin Society compartían la convicción de que tanto fascismo como socialismo eran el producto de la planificación social generalizada y de una economía política dirigida por el estado. Asimismo, consideran que concebir la nación en términos de sociedades y no de individuos, e interferir con el orden espontáneo generado por individuos y economías libres, es un error sumamente peligroso.
Para los neoliberales la sociedad no existe. Friederich Hayek consideró que lo social es algo mítico, y peligroso, pues conduce a implementar determinadas ideas de justicia social y orden; en consecuencia, el orden espontáneo generado por el mercado queda socavado. Para Hayek la justicia refiere a normas universales, mientras que la justicia social es para de determinados sectores; por tanto, es una idea que ataca la libertad, pues intenta implementar la idea del bien que tiene un grupo específico.
Los neoliberales también se oponen a lo político pues consideran que la política, de forma inherente, concentra poder y tiene como instrumento fundamental la coerción; en contraste, los mercados dispersan el poder y presentan opciones. Para dicha corriente todo ejercicio político disminuye la libertad individual; no obstante, sí consideran que un mínimo de poder político es indispensable para asegurar la salud de los mercados mediante el aseguramiento de la propiedad, los contratos, y la política monetaria. Incluso la democracia directa implica la subordinación de las minorías a las mayorías, mientras que los mercados siempre presentan opciones. En pocas palabras, desde la perspectiva neoliberal la política y la democracia restringen la libertad pues concentran el poder, limitan la acción individual, alteran los incentivos naturales, entorpecen el orden espontáneo, y dañan la salud de los mercados.
La cuestión es que la idea de libertad neoliberal basada en la desregulación y la privatización es mucho más extensa y trasciende el plano político-económico, para convertirse en un paradigma moral-filosófico. Para Hayek la libertad es la independencia frente a la voluntad de un tercero, y solo tiene lugar en el plano de las relaciones individuo-individuo. Además, considera que cualquier otra idea de libertad, especialmente las que se vinculan con la capacidad de poder, o de soberanía popular, son erróneas y peligrosas pues conducen al control estatal, la redistribución de recursos y la planificación social. Cualquier idea de libertad que no se enmarca en el sentido de un mercado liberal, atenta contra la verdadera libertad y el orden espontáneo.
Según Hayek el desarrollo civilizatorio proviene de un orden espontáneo generado por la interdependencia y la competencia, cuyos elementos son muy complejos; por lo que nadie puede abstraer y procesar toda la información necesaria para una adecuada planificación social. En consecuencia, un estado que dirige el desarrollo será erróneo, restringirá la libertad, la innovación, la competencia que generan los mercados; y a su vez, se reducirá la responsabilidad individual.
El motor del orden espontáneo y del desarrollo civilizatorio es la competencia. Por tanto, es fundamental que el principio de competencia se instale en todas las dimensiones de la vida y se introyecte en todos los sujetos. La expansión de dicho principio implica organizar la sociedad y entender toda libertad como un mercado. Esta forma de ampliar la idea de competencia y de mercado convierte la teoría económica neoliberal en una cosmología en la que esta forma particular de libertad debe estar en todas partes.
Lo siguiente que se pregunta la autora del texto es por la forma en que la libertad se expande a todas las esferas de la vida, y cómo se reduce el poder de la política. La privatización de los bienes públicos y el aumentar la responsabilidad de los individuos no es una respuesta suficiente. Es crucial tomar en cuenta la ampliación de lo que Hayek llama la -esfera personal protegida- que sirve para reducir el alcance de los reclamos políticos y eliminar lo social. Este proyecto de libertad implica designar más actividades como privadas, y, por tanto, libres de las regulaciones y normas democráticas. Se trata de la creación y ampliación de una esfera privada que sirve de escenario para una acción individual sin restricciones, libre del poder coercitivo del estado y de normas democráticas como la igualdad, la inclusión o la justicia social.
En Estados Unidos la profundización de la racionalidad neoliberal va de la mano de la implementación de dicha esfera personal protegida que se consolida mediante la legislación y los discursos populares. Este principio de libertad no se limita a personas, pues el aparato legislativo estadounidense ha operado de tal manera que los derechos civiles se extendieron a las corporaciones; de tal manera que las corporaciones pueden protegerse de las regulaciones políticas y estatales, al tiempo que los procedimientos judiciales públicos son sustituidos por arbitrajes confidenciales, manipulados en favor de las élites. Con la razón neoliberal los principales sujetos beneficiarios de la Primera Enmienda ya no son los ciudadanos, sino la empresa privada (Coates, 2015; Wu, 2013).
La privatización mediante la extensión de los derechos individuales a las corporaciones no solo atenta contra las prácticas de igualdad y no discriminación, también opera como mecanismo para introducir valores y exigencias familiares-personales en espacios públicos organizados por normas democráticas. Así, el neoliberalismo economiza y familiariza lo social y lo público, atentando contra los principios de igualdad, secularismo, diversidad e inclusión de las democracias modernas. De hecho, se han emitido fallos judiciales que permiten a las empresas no acatar las reglas federales de igualdad al restringir el seguro médico de sus empleados para formas de anticoncepción abortivas.
La expansión de la esfera personal protegida y la reducción de la democracia en nombre de la libertad crea un nuevo ethos de la nación, donde se reemplaza el imaginario nacional público y democrático por uno privado homogéneo y familiar. La privatización neoliberal subvierte la democracia, introduce valores familiares antidemocráticos, produce desigualdad, exclusión, privatiza los bienes comunes, crea una plutocracia y un imaginario social sumamente oscuro (Brown, 2015). Los valores de mercado, al final, quedan subordinados a valores familiares-personales. Se trata de una forma de privatización en la que el patriarcado, la discriminación, el nepotismo y el cristianismo son defendidos de forma legítima de los peligros de la inclusión, la autonomía, y el mismo principio de igualdad. La expansión y fortalecimiento de la esfera personal protegida envuelve incluso a la nación y, por tanto, se requiere un estado gendarme fuerte, que vigile y proteja. Se crea una formación política de una libertad profundamente autoritaria y conservadora.
La fuerza detrás de quienes incursionan en el espacio público rechazando lo político y la democracia son las demandas del mercado y los valores familiares cristianos heteropatriarcales. La privatización económica y familiar de lo público se combina con el rechazo a lo social para formar el ataque de la derecha contra la justicia social tildándola de tiránica o fascista. Toda reparación de injusticias contra grupos históricamente excluidos es interpretada por el neoliberalismo como mandatos ilegítimos basados en el mito de lo social, que constituyen atentados contra la libertad individual y contra el orden espontáneo. La libertad hayekiana expande lo privado para reducir el poder de lo político, y destruir la propia existencia de lo social. De tal manera que la ampliación exacerbada de lo privado y la desregulación posibilita una práctica de libertad en la que se afirma lo social como inexistente, y se ataca cualquier tejido social con prácticas o valores de igualdad, cooperación e inclusión. Bajo este escenario las prácticas brutalmente homófobas, misóginas, xenófobas y racistas son expresiones de libertad pues desafían la regulación de lo políticamente correcto. La ampliación de la esfera privada, y la generalización de la oposición a lo sociopolítico desata y legitima el dominio de la blanquitud masculina.
Hayek y otros neoliberales no imaginaron ni defendieron los ataques de la extrema derecha a grupos vulnerabilizados. Pero estos sucesos son producto de la razón neoliberal, de la expansión de la esfera privada que incluye a empresas, del rechazo a lo político y a la justicia social. El alcance de la crítica a la justicia social se expandió hasta volverse la racionalidad política actual, y formó el contexto ideal para la proliferación y legitimación de formaciones políticas antidemocráticas que en el pasado estuvieron marginadas.
La derecha puede defender al mismo tiempo la libertad, el nacionalismo, el proteccionismo, la esfera personal protegida, y los valores sociales tradicionales pues la privatización captura discursivamente a la nación; por tanto, la nación deja de operar como una democracia para volverse una empresa que necesita ser competitiva y rentable, al tiempo que se presenta como el hogar propio que se encuentra vulnerable ante extranjeros peligrosos.
El nacionalismo de derecha oscila entre estos dos elementos. La familiarización y la privatización eliminan los principios democráticos de igualdad, y apertura; mientras que se legitima el antiliberalismo desplegado contra los enemigos internos y extranjeros. Asimismo, se fortalece un estado gendarme y el poder autoritario se ramifica, pues la vigilancia y el control están autorizados para garantizar el ejercicio de la libertad personal desregulada. De cierta forma, los sistemas de vigilancia, control y seguridad se vuelven sinónimos de libertad, pues protegen y separan lo privado de lo público, lo familiar del otro, la propiedad de lo comunal. La democracia es desplazada por valores familiares y de mercado. Asegurar la expansión de lo privado y de la libertad desregulada abre nuevos espacios para la vigilancia, el autoritarismo, y la privatización, que son defendidos por fuerzas sociales desinhibidas.
Las energías de la libertad y el nacionalismo de derecha
La razón neoliberal por sí sola no despierta las peores pasiones que interpelan a los sujetos de los movimientos nacionalistas en defensa de la blanquitud patriarcal y en contra de los grupos históricamente marginados. Es importante atender a los efectos de la política económica neoliberal en contextos sociohistóricos específicos, especialmente en las partes del Norte global donde se dificulta la existencia de la clase media blanca trabajadora. Los actuales movimientos de izquierda y derecha son producto del asalto neoliberal a los salarios, la seguridad laboral, las pensiones y los servicios públicos; además de la exacerbación de las problemáticas debido a la liberalización comercial que reduce la soberanía de los estados. Buena parte de la clase blanca trabajadora del Norte global sintió que había una relación entre la merma de su bienestar económico, la reducción de la soberanía del estado-nación, y la crisis de la masculinidad blanca. De hecho, tenían razón, pues la deslocalización de fábricas mermó la soberanía del estado-nación y sepultó la garantía del hombre blanco como proveedor económico.
Aunque la situación no se puede revertir, es instrumentalizada con fines políticos. En esta instrumentalización, la figura del migrante es muy útil pues la idea del ladrón se mezcla con la del criminal y el usurpador de empleos, al tiempo que las falsas promesas de restaurar la prosperidad económica se fusionan con promesas de restablecimiento de la supremacía racial y masculina.
Los hombres blancos no viven el desplazamiento causado por el neoliberalismo como una cuestión de pérdida económica, sino que es experimentado como la pérdida del derecho a una supremacía que se reproduce política, social y económicamente. Por tanto, los políticos de derecha pueden continuar en el poder sin mejorar las condiciones de sus electores, siempre que alimenten un discurso anitmigrante, racista, antiglobalización, e identifiquen la nación con los blancos nativos. El discurso de odio puede dirigirse contra las élites económicas, e incluso contra movimientos sociales con demandas redistributivas o de justicia social, y siempre está acompañado por la idea de la pérdida de derechos de los blancos.
Los actuales estallidos de misoginia, racismo, islamofobia, y xenofobia, representan una repentina liberación de los sentimientos violentos y destructivos de una parte de la sociedad, los cuales fueron autorizados y movilizados por políticos oportunistas mediante las nuevas redes sociales. Se trata de arrebatos de resentimiento e ira causados por un poder agraviado. Nietzsche es el filósofo del poder agraviado, y formuló la conceptualización de la moralidad esclava. Dicha moralidad puede ser la autovaloración de los oprimidos y la denuncia por parte de estos grupos en contra de los opresores. Pero también puede observarse en los sentimientos reaccionarios y resentidos de quienes practican y esparcen el odio racista, antisemita y demás. Es importante observar que un componente afectivo central de la extrema derecha actual es el odio, el resentimiento y la victimización que se despliegan en cualquier momento, desde el trolleo en internet hasta los discursos públicos.
Otro elemento central de Nietzsche, para comprender la actual derecha, es su teorización del nihilismo. Para el filósofo alemán el nihilismo es un mundo en el que los valores supremos pierden validez a medida que su base se debilita. Actualmente, los valores judeocrisitanos occidentales están perdiendo sus fundamentos; en consecuencia, siguen ahí, pero se vuelven triviales, superficiales, e instrumentalizables, profundizando el nihilismo de las culturas y sus sujetos. Ahora es común la instrumentalización de los valores en beneficio personal, y la ausencia de reacción contra este fenómeno.
Además, en una época nihilista, la verdad y la razón también pierden sus bases. La verdad deja de necesitar evidencia o razonamiento, las constantes acusaciones de fake news y los relatos dirigidos y adecuados al gusto de grupos altamente sectorizados contribuyen a dicho fenómeno. Al mismo tiempo, las convicciones se vuelven inmunes a toda argumentación, y no ocultan su resentimiento e indignación. El trumpismo y su indiferencia a la verdad, la coherencia o la razón subrayan el carácter nihilista de esta época. Freud y Nietzsche entienden los valores y el mundo como construido a partir de sublimaciones de los instintos (Freud) o de la voluntad de poder (Nietzsche). Ambos consideran que la propia civilización es producto de dicha sublimación; pero con la degradación nihilista de los valores hay un colapso de la voluntad de poder, incluso religión y valores se vuelven instrumentos cínicos para el ejercicio desenfrenado del poder (Sluga 2017).
En el colapso de la sublimación de los instintos, hay un rechazo a cualquier preocupación por el Otro. La actual libertad de derecha está desvinculada de la conciencia, pues está formada por el egoísmo neoliberal y, sobre todo, por la depresión nihilista radical de la conciencia. En sí mismo, el neoliberalismo expresa el abandono explícito de la conciencia humana y del razonamiento como medio para guiar la conducta individual y colectiva (Brown, 2015). La libertad se combina con el desprecio y la eliminación de lo social para convertirse en hacer y decir lo que a uno se le antoje; es la liberación de preocupaciones por las consecuencias de las acciones, por las repercusiones en otras personas, por el destino de la humanidad, de otras especies o del planeta.
La forma actual de la libertad de derecha tiene la perversa cualidad de regocijarse con la provocación, la humillación, y el sufrimiento del otro. Lo peor de esta forma de libertad es que pierde todo vínculo con la autodeterminación política, con el imperativo categórico kantiano, y con el desarrollo civilizatorio. Es una libertad furiosa, destructiva, sintomática de la miseria ética. Es una libertad que violenta las normas aceptadas, ataca y destruye mientras culpa a los sujetos de su agresión por la destrucción del orden tradicional; es la libertad nihilista gestada en la racionalidad neoliberal que solo enuncia la moral de los precios y del mercado.
Desublimación represiva y depresión de conciencia
Marcuse analizó la desublimación de una forma distinta a la de Nietzche, y acuñó el concepto -desublimación represiva-. Dicha categoría refiere al fenómeno que ocurre dentro de un orden capitalista de explotación y falsas necesidades, donde la tecnología disminuye las demandas y el deseo se incorpora en una creciente cultura del consumo. Se trata de un orden en el que se eliminan muchas restricciones sobre los placeres y la sexualidad, pero no de formas no emancipatorias, si no al servicio de la producción y el marketing capitalista. El placer pasa de representar un desafío a la explotación del trabajo para volverse una herramienta del capital.
La sublimación no emancipatoria facilita una conciencia feliz. Su contrario, la conciencia infeliz es un elemento del superyo para contener los impulsos del mal tanto propios como de la sociedad, es un mecanismo de autocontención y de juicio moral sobre la sociedad. La desublimación represiva, al liberar los placeres y las censuras crea una conciencia feliz y un individuo menos reprimido; pero, al mismo tiempo, forma individuos dóciles, menos exigentes, menos autónomos, con capacidades de conciencia reducidas, incapaces de vuelve evaluar y registrar los problemas sociales. En una sociedad individualista no emancipada este fenómeno conduce a disminuir cualquier preocupación ético-política.
El sujeto de la desublimación represiva de la sociedad del capitalismo avanzado está liberado de los placeres, de hecho, es adicto a estímulos y recompensas triviales, puede gozar demasiado; pero, al mismo tiempo, está liberado de tener que usar su conciencia y comprensión social, está embobado y es manipulable. Este tipo de liberación se ve amplificada por la razón neoliberal que ataca lo social, y por la depresión nihilista que fomenta la depresión de la conciencia. La desublimación represiva, también crea una libertad que puede manifestarse con expresiones atrevidas, obscenas, hasta aparentemente subversivas; pero, en realidad, apuntala y se subordina al status quo; es el emparejamiento de la libertad y la opresión, la transgresión y la subordinación, cuyas manifestaciones son evidentes en las expresiones salvajes y violentas de nacionalismo patriótico de la extrema derecha.
Además, la desublimación represiva, debido a la liberación no emancipatoria de los instintos y del placer, intensifica la agresividad, provocando la normalización de individuos acostumbrados a riesgos mortales (como la guerra nuclear, el cambio climático, o cualquier otro riesgo existencial). Este elemento es central para comprender el incremento de la violencia desplegada por la extrema derecha en su errática pretensión de libertad.
También es importante ver que el nihilismo es intensificado por un mercado que asume el rol de guía moral. Los restos de la conciencia debilitada por la sublimación represiva terminan por entregarse a los mandatos del mercado. Así, el capitalismo se vuelve necesidad, autoridad, y orden moral, se esparce por todos los ámbitos de la vida y se hace inmune a cualquier crítica, a pesar de sus evidentes consecuencias devastadoras.
Conclusiones
El texto procuró esbozar algunos elementos para comenzar a comprender la libertad autoritaria antidemocrática y antisocial que está tomando forma actualmente. El neoliberalismo atacó a lo social y lo político, denunciándolos como nocivos para la libertad, la esfera personal privada y el orden espontáneo generado por los mercados. El estado despolitizado y desregulado se presenta como la clave para asegurar la esfera personal privada y combatir los males de lo político y la justicia social; pero esta forma estatal, provoca la desdemocratizacion de la cultura política, y la deslegitimación de las prácticas de igualdad, tolerancia, y diversidad. La racionalidad neoliberal considera cualquier práctica de igualdad, tolerancia e inclusión como mandatos político-morales que atentan contra la libertad.
La nación pasa a ser entendida como una propiedad con una doble cara; por un lado, es una empresa que debe generar ganancias, y por otro lado es la casa que debe ser asegurada en un mundo peligroso. Esta doble cara legitima el nacionalismo, el autoritarismo, y la libertad se vuelve un arma contra los grupos subalternos al tiempo que se busca un estado fuerte que garantice la seguridad de la nación. El sueño neoliberal formó su propia distopia, una cultura política autoritaria apoyada por masas furiosas que poco entienden de argumentos y veracidad.
De Nietzsche se retomó una apreciación de cómo la humillación, el rencor y el nihilismo de la blanquitud masculina intensifican la reacción de destructividad social en la agresión neoliberal contra lo social; al tiempo que estos fenómenos se legitiman y son reforzados por la propia idea de libertad individual neoliberal. De Marcuse se retomó el concepto de la sublimación represiva para observar cómo se forman sujetos desinhibidos de cualquier mandato ético o de autocontrol moral, maleables, manipulables, adictos al placer, agresivos, y defensores del sistema de dominación de su contexto.
A partir de estos elementos se perfila el sujeto reactivo y agraviado formado por una razón neoliberal que defiende una libertad sin contrato social, ni democracia, ni valores, ni visión de futuro. Se trata de un sujeto furioso, amoral, con un poder agraviado. La intensidad de las pasiones de este sujeto es estratégicamente utilizada por plutócratas, políticos de derecha y millonarios de los medios amarillistas. Este sujeto no necesita ninguna mejora estructural, lo que busca es un alivio simbólico para su sensación de poder humillada. No es un sujeto racional, no le interesan los argumentos, su conciencia es débil producto de su enajenamiento a los estímulos superficiales y a su gran victimización. Tampoco ve un futuro ideal en el que pueda restaurar su supremacía perdida. Pero, a pesar de la irracionalidad de estos sujetos con un poder agraviado, su idea de libertad gana legitimidad pues el despliegue de la racionalidad neoliberal posibilitó que sus reclamos privados se expandieran de forma legítima en todos los ámbitos de la vida, incluyendo los espacios públicos.
Es necesario indagar qué se puede hacer ante ese escenario, y analizar las formas en que estas lógicas también organizan las respuestas y acciones de la izquierda.
1.- En 1970 más de dos tercios de la clase obrera urbana afroamericana tenía trabajos manuales asalariados, pero para 1987 el porcentaje cayó a 28%.
Brown, Wendy [2015], Undoing the Demos: Neoliberalism’s Stealth Revolution New York, Zone.
Coates, John [2015] “Corporate Speech and the First Amendment: History, Data, and Implications”, Constitutional Commentary 30 (2).
Marcuse, Herbert [1964], One-Dimensional Man, New York, Beacon.
Nietzsche, Friedrich [1989]. On The Genealogy of Morals, New York, Vintage.
Sluga, Hans [2017], “Donald Trump: Between Populist Rhetoric and Plutocratic Rule”, Paper delivered at Critical Theory Symposium on the Aftermath of the Election of Donald Trump, Berkeley, University of California.
Wu, Tim [2013], “The Right to Evade Regulation”, The New Republic, https://newrepublic.com/article/ 113294/how-corporations-hijacked-first-amendment-evade-regulation
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Un elemento central para sostener los esquemas de dominación y acumulación responsables del actual proceso de colapso, es la aceptación por parte de amplios sectores sociales de dichos mecanismos. Wendy Brown delinea algunos elementos para abordar las nuevas derechas, y apunta elementos interesantes como la desubliminación represiva y el nihilismo articulado en un contexto en el que la racionalidad neoliberal se ha vuelto hegemónica. Con las notas que realiza, se apuntan elementos que contribuyen a explicar la aceptación de una gran cantidad de males y riesgos existenciales provocados por el capitalismo, como el cambio climático, el incremento brutal de la violencia, y toda la debacle socio ecológica; que, a pesar de ser evidentes, son constantemente negados e incluso son objeto de burla violenta por parte de amplios sectores sociales vinculados a una extrema derecha que está en ascenso.
El trabjo de Brown es una contribución de primer orden para comprender la producción de subjetividades que caracteriza al capitalismo decadente. No se puede entender la trayectoria catastrófica del sistema sin la adhesión de grupos sociales cada vez más amplios, y la formación de lógicas colectivas que legitiman y agudizan las acciones de "sujetos sociales negativos" que cobran fuerza en las sociedades occidentales.