Ecofascismo. Una introducción. Capítulo 4
Taibo, Carlos [2022], Ecofascismo. Una introducción. Capítulo 4, Madrid, Los libros de la catarata.
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Carlos Taibo es escritor, editor y profesor jubilado de Ciencia Política y Administración en la Universidad Autónoma de Madrid. Simpatiza con el anarquismo, el movimiento antiglobalización, el decrecimiento, la democracia directa y la autogestión. También es miembro del consejo editorial de Sin Permiso.
El capítulo es un ejercicio que busca delinear algunos de los elementos que posiblemente adoptaría un modelo ecofacista. Se reflexiona sobre la relación del ecofacismo con las democracias, los autoritarismos, la represión, el papel del estado, algunos elementos económicos, la población, y el papel de los medios de comunicación.
Una nota sobre antecedentes y supuestos
Algunos de los elementos que posibilitaron el ascenso del nacionalsocialismo alemán fueron una profunda crisis con precariedad material acompañada de incertidumbre existencial, la certeza de que no había lo suficiente para todas las personas, una inclinación por descartar respuestas humanistas, y el ascenso de un grupo dominante que prescindió de cualquier consideración sobre la dignidad humana. Actualmente también es posible observar este tipo de fenómenos por lo que podría articularse un escenario propicio para el ascenso de un proyecto ecofascista. Además, hay indicios de que al defender sus intereses, las grandes empresas establecerían alianzas con un poder político ecofascistizado.
La crisis ecológica ofrece una gran oportunidad para un fascismo renovado que no se enfocará en la cuestión climática sino en el agotamiento de las materias primas energéticas. Esta oportunidad consiste en conducir a la conclusión de que para enfrentar la crisis se deben implementar mecanismos autoritarios, una suerte de ecodictadura en la que el estado aumente y fortalezca sus funciones represivas.
Muchos de los desastres climáticos afectan a los ricos, por lo que estos se verán obligados a hacer algo al respecto. Tratarán de mitigar los costos derivados del cambio climático. Buscarán reducir los riesgos que atentan contra la primacía planetaria del mundo occidental. De forma descarada, lo público será usado para beneficiar a la economía privada, con lo que proliferarán privatizaciones y tratados internacionales que solo buscarán el beneficio de las grandes empresas. Además, se implementarán medidas supuestamente provisionales para hacer frente a circunstancias inesperadas, encaminadas a establecerse de forma permanente. El objetivo será mantener e incluso aumentar las ganancias de una reducida élite mediante la creación de un tipo de humanidad diferenciada que se parezca a otras especies animales y cuya única libertad sea la de preservar la especie.
¿Qué es el colapso?
El ecofascismo remite de forma directa al concepto de colapso, por lo que es importante delinear brevemente algunas cuestiones sobre dicho término.
El colapso es un proceso, un momento que genera cambios sustanciales y muchas veces irreversibles en múltiples aspectos de la vida, donde la posibilidad de satisfacer las necesidades básicas se ve muy afectada; la población humana se reduce significativamente y las sociedades disminuyen su nivel de complejidad; desaparecen las instituciones previamente existentes; y las ideologías legitimadoras y mecanismos de comunicación del orden antecesor desaparecen.
Es importante señalar un par de aclaraciones, una es que no todas las consecuencias del colapso son negativas. Por ejemplo, también hay una re-campesinización, se fortalece la autonomía local y retroceden los flujos jerárquicos. La otra aclaración es que el concepto colapso tiene una dimensión etnocéntrica pues esta categoría no puede hacer mucho sentido a personas que ya viven en situaciones extremas pues su vida desde el principio parte de un prolongado colapso; el final del mundo ya ocurrió para muchas personas víctimas de la colonización occidental iniciada en 1492 en territorios taínos, y es una constante para los y las niñas palestinas que habitan la franja de Gaza.
Es posible identificar el cambio climático y el agotamiento de las materias primas energéticas como las principales consecuencias del colapso. Por una parte, es un hecho que el cambio climático exacerbará el aumento del nivel del mar, derretirá el hielo de los polos, ampliará la desertificación y causará demasiados problemas a los sistemas agroalimentarios; además, cuando se supere la barrera de 2 °C por encima de la temperatura preindustrial, las consecuencias serán imprevisiblemente catastróficas. Por otra parte, sin los combustibles fósiles la civilización termoindustrial desaparecería (Dato Crucial 1), y aunque es posible aumentar la participación de las energías renovables, estas no pueden sustituir realmente a la energía fósil.
El colapso estará acompañado de un descenso poblacional; de exacerbación mundial de la precariedad y del hambre; escasez hídrica; expansión de enfermedades y aparición de múltiples pandemias; exacerbación de todos los problemas debido a crisis financieras que provocarán de forma directa inestabilidad y caos; la quiebra de muchos estados debido al saqueo de las potencias del Norte global; la subordinación tecnológica a los intereses privados; ampliación de la destrucción de la naturaleza; y continuidad de la idolatría al crecimiento económico.
Es previsible que en el escenario posterior al colapso se reduzca significativamente la población humana, y la disminución del suministro energético destruya la civilización del automóvil y la mayor parte del comercio internacional. Además, todas las instancias caracterizadas por la centralización y el uso intensivo de energía y tecnología como los estados, las fuerzas armadas y las empresas se verán sumamente afectadas por el colapso. En el campo de la economía, el crecimiento caerá, las empresas cerrarán de forma masiva, el desempleo se generalizará, los estados de bienestar caerán, habrá demasiada inflación de productos básicos y la salud y educación retrocederán mucho.
Los entresijos de la democracia liberal
El ecofascismo puede establecer dos tipos de relación con la democracia liberal. Si prevalece la democracia liberal, la propuesta ecofascista utilizará estratégicamente ciertos elementos de dicha forma de democracia; pero si prevalece el ecofascismo este buscaría eliminar la democracia liberal. El ecofascismo puede surgir tanto de contextos sumamente autoritarios como de regímenes con democracias liberales. De hecho, gracias a una perversa combinación de objetivos las reglas de la democracia liberal pueden adaptarse para preservar un escenario como el israelí donde hacia el interior se promueve la democracia, pero hacia el exterior se ejerce el terror genocida.
Probablemente el ecofascismo utilizará una combinación de tres elementos. El primero será el poder de las grandes corporaciones al margen del juego democrático. El segundo es el uso estratégico de la democracia liberal para, mediante propaganda y censura, fortalecer las exigencias de disciplina y fortaleza, aunque siempre habrá la posibilidad de proyectos ecofascistas que den golpes de estado en nombre de la democracia. El tercer elemento es que los sujetos que siempre han rechazado la democracia y la libertad se van a presentar como férreos defensores de estas pues saben que no necesitan acabar totalmente con el derecho de voto ya que es más efectivo modelar el pensamiento de las personas con ese tipo de procedimientos electorales; por tanto, aparecerán líderes carismáticos, caprichosos e irracionales, pero sumamente hábiles para invocar emociones.
Puede que algunos de los rasgos de la democracia liberal sobrevivan, pero la mayoría de sus reglas serán eliminadas. Detrás del ecofascismo se encuentra el miedo de las clases dominantes de perder el consenso de aceptación que han logrado construir durante las décadas del neoliberalismo. Para sofocar cualquier posible disenso las élites pueden utilizar herramientas como el bioterrorismo, el estado de emergencia sanitaria, el miedo generalizado, entre otras.
En la expansión de un proyecto ecofascista se fortalecerán realidades de tiempos pasados mientras se aceleran ciertas tendencias actualmente en marcha como la transición a una sociedad digitalizada, la marginación de los parlamentos, la expansión del individualismo extremo y la cancelación de los restos de soberanía popular. En la esfera política los parlamentos perderán poder mientras se imponen ejecutivos fuertes, avanzará el estado de excepción permanente suspendiendo derechos y libertades, la vida pública será militarizada, y proliferarán las formas autoritarias. Además, es prácticamente seguro que resurjan prácticas feudales, a la par del resquebrajamiento del orden jurídico. La inseguridad se generalizará pues sujetos con capacidad militar, en defensa de las élites, enfrentarán a otros que carecen de estas capacidades.
El despojo ganará primacía por sobre la producción, y a la par se impondrá un proyecto jerárquico que despreciará cualquier forma democrática.
La supremacía de los sistemas autoritarios
Por detrás del ascenso del ecofascismo se expande la certeza de que los regímenes autoritarios, con su disciplina y represión, están mejor preparados para hacer frente a pandemias y colapsos. De hecho, en la actualidad hay numerosos ejemplos de regímenes autoritarios de diverso tipo. Por ejemplo, China tiene un modelo de capitalismo autoritario y desarrollista sostenido por fuertes políticas centralizadoras acompañadas de extendidos mecanismos de tecnovigilancia; India con Nandera Modi implementó un modelo de nacionalismo étnico sumamente autoritario que reprime a las minorías. Pero también es posible ver que en las democracias liberales aparentemente sólidas se extienden modelos autoritarios, como Estados Unidos durante la administración de Donald Trump.
En todas partes proliferan flujos autoritarios. De hecho, las democracias liberales están en retroceso, y la pandemia de coronavirus contribuyó a que se redujeran los derechos en el mundo occidental, al tiempo que los ejecutivos establecían medidas represivas unilaterales atentando contra el poder de los parlamentos.
Desde el ecofascismo se difunde el mensaje de que para enfrentar el colapso no hay otra alternativa más que la de un mundo autoritario. Rudolf Bahro, principal promotor del ecofascismo -suave- en Alemania, sostiene que la crisis ecológica debe ser resuelta mediante mecanismos autoritarios desplegados por un estado-dios. La cuestión es que una ecodictadura en realidad jamás podrá ser ecológica, pues operaría en favor de una reducida élite mientras el mundo colapsa. Una dictadura ecológica implicaría la glorificación del control social, de la codificación de la humanidad y de la negación de la libertad en nombre de los problemas medioambientales.
Es una superstición considerar que los militares serán una herramienta indispensable para hacer frente al colapso, es más fácil que estas fuerzas queden al servicio de las clases dirigentes. Así mismo, es erróneo pensar que transitar de una economía de mercado a una economía dirigida por el estado solucionará todo, pues las economías dirigidas pueden estar al servicio del ecofascismo. Además, es necesario preguntarnos si las democracias liberales, con su evidente subordinación a las grandes corporaciones, pueden funcionar como mecanismo de salvación para la humanidad.
La represión
Realmente es muy difícil creer que puede existir un ecofascismo blando pues el propio ecofascismo precisa de un estado de emergencia permanente, e históricamente los estados de emergencia han sido utilizados para negar la condición de guerra a la confrontación contra movimientos de liberación. El ecofascismo representa una forma del fortalecimiento de la función represiva de los estados movilizada por los intereses del capital, con un intrínseco rechazo a cualquier disposición pacífica de protección de la vida.
La represión que ejercen los proyectos ecofascistas tiene cinco objetivos centrales. El primero es la selección de los sujetos que deben ser salvados. El segundo objetivo es el silenciamiento de cualquier disidencia. El tercero es aprovechar las posibilidades que generan los conflictos, como en México donde la guerra contra las drogas le ha permitido al estado ocultar la violencia estatal, desplazar comunidades, imponer proyectos extractivistas y militarizar el país. El cuarto es fortalecer los beneficios que ofrece el sistema carcelario, pues este exacerba la violencia contra los sectores sociales más empobrecidos. Finalmente, el quinto objetivo es facilitar la militarización de escuelas y medios de comunicación.
Además, las medidas de control exhaustivo pueden asumir formas diferentes como la vigilancia digital permanente, el reconocimiento facial, entre otras. La finalidad es obtener un control poblacional absoluto y una total sumisión al Estado. Mediante estas medidas gobiernos y empresas podrían “acceder a lo que se llama -sistema operativo humano-, de tal forma que las estrategias de manipulación, publicidad y propaganda se dirigirán con precisión” (p. 78). Al mismo tiempo, el uso que hacemos de Google reduce nuestra capacidad autónoma de buscar información, la verdad se define por los primeros resultados del buscador.
En la materialización de las estrategias de represión y control participan las fuerzas armadas, la policía y milicias privadas. La creciente función represiva de los estados implica la expansión del propio estado; pero esto no reduce la capacidad de las milicias privadas, las cuales están vinculadas a compañías extractivistas y mercados ilícitos como el narcotráfico y la prostitución, además de encargarse de militarizar la vida cotidiana. Además, conviene no perder de vista que incluso con el proyecto neoliberal, el cual defiende la desregulación y el libre movimiento de capitales, no se impidió el aumento de las funciones represivas del estado ni tampoco se defendió la libertad de movimiento de las personas.
A vueltas con la economía
Para dilucidar el contenido de una propuesta ecofascista es importante reflexionar sobre algunos de los elementos que afrontará en el campo económico.
Un aspecto central es que buena parte de la población mundial será expulsada del mercado de trabajo. Además, siguiendo a Harari, la fusión de la infotecnología y la biotecnología permitirá crear, mediante algoritmos de macrodatos, dictaduras digitales con todo el poder concentrado en una minúscula élite, al tiempo que la mayor parte de la población se vuelve irrelevante. Se creará una amplia clase que protagonizará múltiples revueltas, de hecho, categorías como precariedad, infraproletariado, cibertariado y esclavitud digital buscan describir esta naciente y creciente clase.
En las últimas décadas hay retrocesos en materia de derechos laborales y de exacerbación de las desigualdades articuladas a los patrones sexogénero y étnicoracial. En este sentido, el desarrollo tecnológico no será emancipador, sino que aumentará la explotación, la marginación y el despojo. Mientras tanto, en el Norte global sectores en antaño ligados a proyectos de izquierda son cooptados por las fuerzas de la ultraderecha. Estos cambios fragmentan y disminuyen el poder de la clase obrera y sus organizaciones.
La degradación económica de la mayoría de las personas representa un problema para el capitalismo, pues este tiene la necesidad de mantener un activo mercado de consumo. Este problema parece ser la razón por la que organizaciones como el Fondo Monetario Internacional empiezan hablar de una renta básica; aunque este tipo de fórmulas muy probablemente solo se aplicarán en países del Norte global, al costo de mayores recortes en educación, salud y pensiones. También es probable que al interior del Norte global se expanda el trabajo esclavo mediante el sistema carcelario.
Por otra parte, la tecnología no tendrá un papel emancipador, sino que servirá al ecofascismo. De hecho, actualmente es evidente que muchas de las tecnologías que deberían contribuir a combatir el cambio climático se han quedado articuladas a la lógica del crecimiento infinito por lo que, al final, terminan contribuyendo a incrementar las emisiones de contaminantes. El cambio climático podría impulsar un desarrollo tecnológico que apuesta por medidas sumamente arriesgadas, aunque esto bajo la suposición de que el colapso no acabe con el desarrollo tecnológico.
La disputa sobre la población
En el centro de la propuesta ecofascista hay una discusión demográfica. El ecofascismo tiene la idea de que en el mundo sobra gente, por lo que es necesario marginar a las personas que sobran e incluso, en la versión más dura, exterminarlas. Recordemos que los nazis apostaron por una política de despoblación en Europa central y oriental, renunciando a explotar a los sectores a los que liquidaban.
El ecofascismo enfatiza que la crisis ecológica demuestra que los actuales niveles de población son inviables para el funcionamiento del mundo. Mientras tanto, la población no deja de aumentar, especialmente en los países del Sur global; y la urbanización continúa extendiéndose y concentrando la mayor parte del consumo energético, así como de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Ante el crecimiento poblacional, el ecofascismo puede elegir dos opciones, esclavizar personas o directamente exterminarlas. Los nazis se inclinaron por el exterminio, pero el ecofascismo podría optar por la esclavitud en la medida en que el capitalismo precisa de fuerza de trabajo para mantener la producción, y bajo un escenario de colapso se fortalecen las posibilidades del retorno de realidades aparentemente superadas. El plan maestro del ecofascismo se enfocaría en posibilitar una nueva esclavitud que permita la tecnología por mano de obra esclava bajo mecanismos que remiten a las formas más crudas del colonialismo. Aunque la orientación hacia la esclavitud es perfectamente compatible con políticas autoritarias de control de natalidad, y el exterminio de determinadas poblaciones. Se creará un orden jerárquico que organiza los sujetos que deben morir y los que deben vivir.
Cualquiera que sea la forma en la que el ecofascismo decida tratar el tema de la población, ciertamente se tratará de una especie de respuesta biológica del gran capital. Es probable que la mayor parte de la población de determinadas regiones geográficas se salve; pero incluso en esas regiones las personas se verán afectadas por políticas antimigratorias, férreo control de la natalidad, proliferación del aborto, infanticidio en caso de malformaciones, y fomento de la eutanasia para ancianos.
El hecho que se debe subrayar para no caer en la falacia ecofascista es que el problema de un probable escenario de colapso no es producto de la cuestión demográfica, la verdadera causa del colapso es el capitalismo. El planeta no tendría problemas para mantener a decenas de miles de millones de personas como los y las campesinas del Sur global; pero bastan unos cuantos millones de personas con el estilo de vida y los patrones de consumo de las clases medias del Norte global para devastar todo el planeta. Todos y todas podemos salvarnos bajo la condición de respetar al planeta, a todas las especies, y a las generaciones futuras.
Los efectos mayores
Este apartado procura examinar las consecuencias de un proyecto ecofascista, el cual exacerbará las desigualdades en todos los ámbitos de la vida. Harari indica que los avances en biotecnología pueden hacer que la desigualdad económica también implique desigualdad biológica, pues las clases privilegiadas podrán acceder a tratamientos para alargar su vida y mejorar sus capacidades físicas. De tal manera que podría crearse una reducida clase de superhumanos y una amplia clase de personas inútiles, la humanidad se dividiría en castas biológicas bajo un contexto de desglobalización donde la autoproclamada civilización se dedique a construir muros que los separen de los bárbaros del exterior. Claro, todo esto bajo el supuesto de que el colapso no imposibilite todos estos procesos.
Al mismo tiempo, el ecofascismo perpetuará el intercambio desigual. Un ejemplo de lo que puede ocurrir se observa en la intervención estadounidense en Iraq en 2003, cuando se eliminaron todos los obstáculos que regulan las inversiones extranjeras, se privatizaron las empresas estatales, y se ofrecieron ayudas foráneas para favorecer determinados intereses geoestratégicos y geoeconómicos. Así mismo, el capitalismo del desastre (Klein, 2011), que aprovecha determinadas catástrofes presuntamente naturales para favorecer ciertos intereses, se volverá una práctica cotidiana y naturalizada.
Ciertamente el ecofascismo busca que se extiendan las prácticas más brutales del colonialismo, como las utilizadas con la invasión de América. Bajo la idea de que en el planeta hay demasiados espacios vacíos que deben ser ocupados, pues sus habitantes originales no son nada importantes, se procederá a explotar la mano de obra y en algunos casos a exterminar directamente a la población. De hecho, la explotación, el despojo y el exterminio constituyen las bases del desarrollo del capitalismo industrial europeo y estadounidense.
Lo que ocurre en Palestina es un ejemplo de la dinámica de ese colonialismo siempre presente. El colonizador sionista se presenta como el ser válido, la figura de la civilización con el deber de hacerse de la tierra supuestamente vacía, mientras que considera a la población palestina por debajo de la línea de lo humano como un no-ser. En sintonía con esta dinámica se encuentra la defensa de espacios a los que ciertas otredades estigmatizadas bajo prejuicios raciales no pueden entrar. Ejemplo de esto último son los múltiples muros que dividen al Norte del Sur global, los que protegen intereses del capital, e incluso los muros prejuiciosos que se alzan en la mentalidad de clases populares respecto a los efectos económicos que provocan las poblaciones migrantes.
Ciertamente los muros han proliferado de forma muy explícita; pero también hay pulsiones que en apariencia ponen en cuestión la conveniencia de los muros. Por ejemplo, la sugerencia de que las personas que solicitan asilo deben ser colocadas en determinadas zonas geografías de acuerdo con el área cultural de la que proceden configuraría un mecanismo de separación de culturas, por lo que hay separación sin la necesidad de demasiados muros materiales.
Los sujetos a los que se busca privar de su libertad separándolos del autonombrado sujeto civilizado son demasiados: son pobres, solicitadores de asilo, personas que participan de mercados ilegales, jóvenes y mujeres sometidas a condiciones de esclavitud, determinados grupos étnico y religiosos, activistas políticos, entre muchos otros.
Se buscará eliminar múltiples comunidades, destruir las relaciones de solidaridad y procurar que las personas se vuelvan individuos totalmente aislados. Para conseguir eso, la represión servirá como herramienta para empujar a las personas a la clandestinidad, aislarlas y generar un clima de absoluta desconfianza. Desde la perspectiva del capital las personas no rentables o empleables son obstáculos, y conviene recordar que uno de los elementos centrales del nacional socialismo alemán fue la desintegración de la comunidad o en palabras de Hannah Arendt, la -atomización social-.
Bajo un proyecto ecofascista todas las prácticas descritas en este apartado recibirán el respaldo jurídico del estado y se procurará aplicarlas en todo el mundo. Se formarán dictaduras totalitarias que consideren las riquezas naturales de todo el mundo como un botín, y como un medio para preparar la siguiente expansión. De hecho, una vez más el caso de Palestina muestra la conjunción de la ocupación, la marginación, la explotación, la militarización, el racismo, la criminalización de las personas agredidas, la violación de todas las normas, el despojo descarado, y el apoyo explícito a la colonización occidental.
Medios y legitimación
El ecofascismo se apoyará de un servil poder mediático del que participan tanto medios convencionales como redes sociales. Una de las tareas fundamentales del poder mediático será la de justificar y presentar la propuesta ecofascista como algo deseable. Se buscará presentar el ecofascismo como un proyecto filantrópico sólido, capaz de hacer frente al terrorismo y a los mercados ilegales. Toda postura crítica ante dicho proyecto será descalificada y tildada de anticientífica y peligrosa. Se enfatizará la necesidad de salvar vidas, de preservar la civilización, de reforzar el orden y la seguridad. Al mismo tiempo se ocultarán las prácticas violentas y los intereses detrás del ecofascismo.
El objetivo principal será que la propuesta ecofascista se consolide como un consenso de época. Dicho consenso debe generar la idea de que el pueblo, la mayoría silenciosa, demanda el horizonte que propone el ecofascismo. Para consolidar la propuesta ecofascista es crucial que sea apoyada por muchas personas que cumplen con sus deberes y que desean llevar una vida tranquila sin tener que renunciar a determinados derechos y libertades. Uno de los mecanismos cruciales para lograr ese consenso será la instrumentalización del miedo a la pobreza, el cual será combinado con el miedo a los otros extranjeros y el temor a los de abajo que quieren un poco de los que están arriba.
En un escenario en el que el ecofascismo logra ser atractivo para las clases populares, la predisposición autoritaria tendrá como fuente el deseo de huir de la complejidad y de la división. En el ascenso de Hitler, los nazis reclutaron muchas personas aparentemente indiferentes y apáticas; pero apoyaron de forma inmediata al nacionalsocialismo pues su inexperiencia política facilitó la eficacia de novedosas fórmulas de propaganda. Ciertamente no todos los elementos del nacionalsocialismo van a repetirse, más bien se va a generar una mezcla de credulidad y de creciente cinismo que mostrará que los habitantes de países metropolitanos no tienen ninguna solidaridad para con las personas del Sur global, ni para con las generaciones futuras, ni para con otras especies.
Para endulzar la propuesta ecofascista y distorsionar la percepción de la realidad se utilizarán instrumentos ya conocidos como las estadísticas y mecanismos de seguridad que actualmente ya son usados para gestionar posibles amenazas. También jugarán un papel central las fake news y las teorías conspirativas. Lo que interesa no es la verdad, sino lo que le sirve a la causa, que es la exacerbación del individualismo y la pérdida general de conciencia.
En la tarea de legitimación se harán muchas consignas y promesas contradictorias, recordemos que Hitler llamó a su partido el Partido de los Trabajadores y persiguió trabajadores. Los dirigentes políticos mentirán, de hecho, ya lo hacen, de forma cínica para defender sus propios intereses, y no será necesario que estos rindan cuentas ni tengan que encarar sus contradicciones y abusos.
El uso de todos estos instrumentos tendrá distintos grados de intensidad. Mientras que la violencia tenderá a disminuir si las personas aceptan lo que se les impone sin ningún tipo de objeción, pero se exacerbará cuando el ecofascismo precise generar escenarios de terror y represión.
1.- Se estima que sin petróleo, gas natural y carbón alrededor de 67% de la actual población moriría.
Arendt, Hannah [1982], Los origenes del totalitarismo.3. TitalitarismoMadrid, Alianza.
Harari, Yuval [2022], 21 lecciones para el siglo XXI, Barcelona, Penguin Random House.
Zuboff, Shoshana [2019], The age of Surveillance Capitalism, Londres, Porfile.
Klein, Naomi [2011], La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre, Buenos Aires, Paidos.
El colapso muy probablemente no desembocará en la utopía comunista emancipadora que imaginaron los movimientos del siglo XX apegados a una interpretación teleológica del capitalismo. De las múltiples crisis que se están desatando no solo surgen movimientos de resistencia, pues las élites se mueven y articulan sus propios proyectos beneficiándose del colapso. En este caso, Carlos Taibo nos muestra algunas de las proyecciones que considera que podrían desatarse bajo un escenario de ecofascismo extendido gracias al propio proceso de colapso.
La crisis civilizatoria es un excelente caldo de cultivo para el surgimiento de experiencias autoritarias extremas, sobre todo en los periodos de transición, cuando la producción de riqueza material aún funciona, así sea de manera parcial. En ese sentido, el ecofascismo es uno de los escenarios más riesgosos que produce el colapso y con fuertes probabilidades de realizarse.