La falacia de las renovables y el cambio climático

Cita: 

Casal, Manuel [2023], "La falacia de las renovables y el cambio climático", ctxt, 27 de febrero, https://ctxt.es/es/20230201/Firmas/42197/Manuel-Casal-Lodeiro-energia-re...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Lunes, Febrero 27, 2023
Tema: 
Las energías “renovables” como solución al cambio climático
Idea principal: 

    Manuel Casal Lodeiro es un escritor español experto en el análisis estratégico del Internet. Ha promovido y participado en diversos proyectos activistas en los terrenos cultural, social y político.


    Se ha hecho de las energías renovables la solución al cambio climático, dándoles un lugar protagónico –desde las clases políticas y algunos sectores del ecologismo– en la lucha contra la llamada descarbonización de las sociedades. En el texto se analiza si las “renovables”, o mejor llamadas sistemas no renovables de captación temporal de flujos de energía renovable (SiNRER o simplemente pseudorrenovables), como solución se basan en razonamientos científicos lógicos.

    En principio, es importante analizar los objetivos de las “renovables” que desde el discurso se enarbolan como solución a la crisis climática. Si el problema del caos en el clima, menciona el autor, radica en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), las soluciones se encontrarían, en primer lugar, en la disminución de las emisiones y, complementariamente, en la captura de gases ya emitidos. Empero, las “renovables” no se desarrollan con tales objetivos pues, por un lado, funcionan para captar flujos de energía presentes en la naturaleza, es decir, no tienen como meta principal reducir el consumo de energía (lo que podría reducir el carbono de la atmósfera).

    Por otro lado, las energías renovables no tienen la capacidad de retirar carbono, pues eso es algo que sólo logran ciertas partes de la biosfera (los árboles, un suelo vivo, las turberas, etc.) o, al menos en teoría, ciertos artilugios y sistemas inventados o por inventar con tal fin. Es evidente así que las instalaciones de las llamadas energías renovables (en realidad pseudorrenovables) “no sirven para combatir el cambio antropogénico del clima que nos está conduciendo a la extinción”.

    Si las “renovables” no son la solución al cambio climático, cuestiona el texto, entonces ¿por qué diversos sectores las enarbolan como soluciones centrales de la crisis? La respuesta se encuentra en los supuestos que sostienen a tales posturas, es decir, en este caso, las hipótesis técnicas no demostradas, motores culturales o posicionamientos puramente ideológicos.

    Una de las creencias más reproducidas en las sociedades es que “las energías renovables sustituyen a las fósiles, cuya quema, como es sabido, es la principal fuente antropogénica de emisión de carbono a la atmósfera”. La hipótesis señala que el aumento de instalaciones fotovoltaicas o eólicas evitará que se emitan menos GEI porque se sustituye la combustión del petróleo, el gas fósil o el carbón por la energía obtenida de los SiNRER.

    Sin embargo, aunque suena lógico en principio, no se apoya en hechos. De hecho, lo que los datos estadísticos disponibles muestran es que “el crecimiento de consumo de fósiles continúa con independencia del crecimiento paralelo de las instalaciones pseudorrenovables”. Lejos de ayudar a reducir el consumo, lo que se ha demostrado es que las llamadas renovables mantienen el nivel de energía disponible, o al menos parte del mismo, que se pierde al prescindir de las fósiles.

    De existir una legislación que obligue a reducir el consumo total de fósiles en una medida mayor al consumo de esos mismos fósiles que se requiere para instalar las SiNRER, se haría realidad la hipótesis señalada, pero entonces la regulación sería la que reduce el cambio climático, no las “renovables” en sí.

    A tal creencia se añade el argumento, aún no demostrado, de que es posible electrificar todos los usos actuales de las energías fósiles. No obstante, esa electrificabilidad no ha sido puesta a prueba prácticamente. Es verdad que ciertos usos actuales de petróleo, gas y carbón pueden ser adaptados mediante cambios industriales y sociales para funcionar con electricidad. No obstante, las SiNRER seguirían reproduciendo el modelo de los hidrocarburos (lo cual hace que también se les llame REI, Renovables Eléctricas Industriales). Por otra parte, la cuestión clave es que hay muchas industrias como la de cemento de altos hornos, el trasporte aéreo o la producción de plástico, cuya electrificación sería sumamente difícil o imposible.

    Otro argumento criticable es que con las “renovables” podemos (y debemos) “mantener una civilización como la actual, es decir, de tipo eminentemente industrial, hipercompleja y con unos niveles de consumo energético y material elevadísimos”. El autor menciona que no faltan motivos para dudar mucho de la factibilidad de ese mantenimiento pues se está hablando de una sociedad que nació y se ha desarrollado con los combustibles fósiles, y en especial del sistema que sustenta, es decir, el capitalismo, el que realmente manifiesta la necesidad de más y más energía.

    En ese sentido, se añade la falacia de las masivas “renovables” como necesidad ineludible para luchar contra el cambio climático que, según el autor, falla por el simple hecho de que se les considera realmente renovables. Esto pone de relieve el agotamiento acelerado de los minerales primarios, los cuales se necesitan para construir páneles solares o aerogeneradores.

    ¿Entonces se deben rechazar las energías renovables? El autor menciona que no es así en absoluto, de hecho, se intenta encontrar un punto medio en donde se ubica la racionalidad y la democracia. Lo que se busca es democracia y soberanía energéticas, es decir, la capacidad de decidir qué tipo de energía, cuánta y para qué; se trata de reconocer que la descarbonización es dejar de emitir gases de efecto invernadero; se intenta, sobre todo, abandonar el capitalismo como paradigma único que determina la organización social y que plantea necesidades que ni la propia Biosfera considera como tales.

    Este cambio implica una transformación profunda en el modo de vida de la humanidad y su economía, apostando por energías verdaderamente renovables y descentralizadas. También requiere abandonar el paradigma capitalista en favor de modelos sociales decididos democráticamente. Esto implica fomentar la agricultura ecológica y adaptada al territorio, garantizando la seguridad alimentaria. Además, es esencial establecer nuevas relaciones internacionales basadas en la justicia y compensación por la deuda histórica y climática.

    Se plantea en el texto generar una nueva realidad material y social que realmente regrese el poder de decisión en cuanto a qué tipo de energía es necesaria, cuánta y para qué; se manifiesta el poder de decisión de si se necesita ese tipo de tecnologías para hacerle frente al cambio climático.

Datos cruciales: 

1. Dejar de quemar fósiles va a implicar una pérdida de energía primaria del 80%, aproximadamente, a escala mundial.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El texto abre una discusión fundamental en la lucha frente a los efectos del cambio climático y la destrucción del ambiente en la que se ha puesto en el centro a las energías llamadas “renovables”. La crítica hacia la supuesta transición a “energías limpias”, permiten que se incorporen narrativas necesarias como las que cuestionan a los modos de producción y consumo de energía, a las resaltan las capacidades de las sociedades para decidir sobre sus necesidades.