Feminismos ecoterritoriales frente a la política de la crueldad
Rátiva, Sandra, Melisa Argento y Verónica Gago [2024], "Feminismos ecoterritoriales frente a la política de la crueldad", Francisca Fernández y Florencia Puente (coordinadoras), Feminismos ecoterritoriales en América Latina. Ciudar, crear, re-existir, Buenos Aires, Fundación Rosa Luxemburg, pp. 9-18, https://rosalux-ba.org/wp-content/uploads/2024/04/Feminismos-Ecoterritor...
Sandra Rátiva Gaona es madre, feminista y ambientalista.
Melisa Argento es investigadora, docente universitaria y activista.
Verónica Gago es una investigadora, politóloga, profesora y activista.
Lo novedoso de los ecofeminismos: “el territorio para quien lo cuide”
A lo largo de la historia, los ecofeminismos se han entrelazado con las luchas territoriales. Las autoras mencionan que las mujeres podrían estar sosteniendo agendas ecofeministas sin plantearse feministas (o ecologistas) previamente, ya que muchas de sus ideas estaban presentes en movimientos de hace un tiempo que defendían los territorios y los bienes comunes. Se destaca la importancia de reconocer las largas tradiciones de lucha, como la lucha agraria del siglo XX, con el lema “la tierra para quien la trabaja”, transformado en una lucha por el cuidado del territorio, “el territorio para quien lo cuide”.
Los ecofeminismos se distinguen por su capacidad de abordar y combinar dos importantes luchas contemporáneas: la relación entre el capital y la naturaleza, junto con las interrogantes planteadas por el feminismo. Presentan una perspectiva que enriquece la noción de cuidado, proponiendo una categoría central que va más allá de los cuidados tradicionales asociados al feminismo en entornos urbanos. Este enfoque del cuidado es relacional, comunitario y colectivo, involucrando tanto la vida humana como la ecosistémica, con un fuerte énfasis en las condiciones necesarias para la supervivencia.
Esta concepción del cuidado tiene la capacidad de expandirse hacia diferentes ámbitos, introduciendo nuevas formas de justicia: ya sea en términos sociales, ambientales, corporales o en relación con la diversidad de género. Es una categoría que abarca desde el autocuidado personal, como lo plantean mujeres guatemaltecas o cincas al hablar de sanación y reparación, hasta una comprensión del cuerpo en su dimensión social. Este enfoque nos lleva a reconsiderar cómo el capital está en conflicto con la vida, como lo señalan Yayo Herrera y Amaia Pérez Orozco.
Lo que los ecofeminismos han aportado es la habilidad de identificar y expresar la explotación de los cuerpos a través del trabajo, no solo en entornos rurales o áreas con proyectos mineros o energéticos, sino también en contextos urbanos. Por ejemplo, se puede cuestionar cómo se impone el consumo de energía urbana, que finalmente se convierte en algo neoliberal y que segrega a la sociedad. Esto nos permite comprender cómo las condiciones de vida de las personas están profundamente influenciadas por dinámicas de explotación capitalista, patriarcal y colonial. El ecofeminismo puede identificar y abordar esta realidad en su conjunto, mostrando que no se trata solo de problemas laborales o de la opresión hacia las mujeres, sino de una combinación de condiciones que afectan la existencia en diversas formas. En respuesta a esto, las mujeres y otros grupos subordinados están en una constante lucha por la vida.
Una de las grandes ventajas del ecofeminismo es su capacidad para señalar que la vida es objeto de disputa en varios niveles más allá de lo ecológico, abordando aspectos políticos, económicos, sociales y territoriales. La diversidad presente en los entornos rurales, con sus luchas por territorios, bienes comunes, cultura campesina, tradiciones afrodescendientes y milenarias, es especialmente poderosa, pues nos permite alejarnos de discursos centrados en lo urbano y en lo adulto. Esta diversidad también crea oportunidades para un diálogo amplio y enriquecedor que alimenta tanto al feminismo como a otras luchas sociales.
Las autoras resaltan que al igual que Nancy Fraser y otras autoras propusieron un feminismo inclusivo para 99% de la población, hoy en día, para preservar la habitabilidad de nuestro planeta, necesitamos integrar aspectos socioambientales y ecológicos en la preservación de la vida. Por eso estamos buscando un ecofeminismo para 99%, dirigido a la mayoría que no forma parte del 1% responsable de las mayores emisiones de gases de efecto invernadero, ni de la enorme concentración de riqueza, ni de la explotación de la tierra y los cuerpos que ocurre en América Latina.
¿Cuáles son los aportes de los feminismos en los debates de los ecofeminismos? Territorios en disputa, territorios por ampliar
La relación entre feminismos y ecofeminismos es muy particular. No todos los feminismos se identifican con el ecofeminismo, y muchas personas que practican el ecofeminismo no se consideran feministas. Esta tensión refleja la constante necesidad de reflexión en el movimiento feminista. Si bien algunas organizaciones territoriales evitan identificarse como feministas debido a circunstancias históricas, más allá de las etiquetas, los feminismos han ampliado los canales de acción y discusión sobre temas relacionados con mujeres y diversidades. El hecho de que algunas luchas comunitarias se asuman como feministas, fortalece al movimiento y amplía su alcance.
Las luchas de las defensoras en América Latina se entrelazan con la reinterpretación que los feminismos hacen de las luchas por la reproducción social. Se destaca la importancia de reconocer estos ámbitos como estratégicos para diversos tipos de feminismos. Aunque algunas de estas luchas no se identifican como feministas, esos ámbitos de lucha forman parte de las definiciones del feminismo de nuestro continente.
Por lo anterior, es crucial construir feminismos inclusivos que integren estas luchas, en lugar de enfocarse en las etiquetas.
Los feminismos han ampliado nuestra comprensión de lo que constituye un territorio. Han cuestionado cómo definimos este concepto y nos han llevado a considerar otros territorios que normalmente pasan desapercibidos. Esto implica poner el territorio en el centro de la discusión y reconocer una multiplicidad de territorios, incluso aquellos que no suelen ser reconocidos como tales. Por ejemplo, se plantea la importancia de considerar el territorio familiar, universitario, de barrio, entre otros, como espacios relevantes para entender las dinámicas sociales, especialmente la segregación sexogenérica y social en las ciudades.
Uno de los importantes aportes feministas es la visibilización de las luchas antiextractivas, especialmente en regiones como América Latina donde se habla más de antiextractivismos que de ecofeminismo (como en Europa). Esto implica reflexionar sobre los distintos tipos de extractivismos, los territorios afectados y los mecanismos de explotación involucrados. Se destaca la relevancia de considerar también los extractivismos financieros como formas de violencia contra los territorios y los cuerpos.
Considerar nociones de extractivismo y neoextractivismo es fundamental pues, de acuerdo con las autoras, permite una caracterización histórica más amplia, analizando “nuevos” mecanismos de despojo y explotación sobre los territorios. Además, se reconoce la despatriarcalización de las estrategias jurídicas en la disputa territorial, así como el papel fundamental de involucrar a las infancias y a la gente joven en las organizaciones y movimientos, lo que ha revitalizado muchos procesos. Esto demuestra el poder del feminismo para atravesar y cuestionar diversos aspectos de la sociedad.
Los tiempos que corren: el impacto de la crueldad antifeminista y los desafíos para un futuro incierto
El panorama actual no es optimista, pero es necesario enfrentar la realidad con sinceridad para comprender tanto el presente como el futuro. Se observa una ofensiva de culpabilización hacia los feminismos en medio del avance de las derechas, lo que puede llevar a su eventual criminalización. Esta culpa se atribuye al cambio en los ejes de la discusión y a la radicalización de la democracia promovida por los feminismos, convirtiéndolos en chivos expiatorios de las frustraciones generadas por el neoliberalismo. En este contexto, se advierte que nos dirigimos hacia un escenario de guerra y violencia explícita, exacerbado por la crisis ambiental.
Es importante prestar atención a la guerra contra la reproducción social, que afecta áreas como alimentos, territorios, agua y salud, y que nos obliga a repensar los mapas y las estrategias de resistencia.
Nos enfrentamos a un desafío enorme, plantean las autoras, que implica no solo hacer visible la superposición de borramientos históricos en los cuerpos y territorios, sino también reconocer cómo se renuevan los espacios de acumulación originaria, como los territorios de litio. Estos lugares ejemplifican la violencia inherente al capitalismo patriarcal y colonial, que afecta de manera desigual a los cuerpos de las mujeres. El reto consiste en destacar las luchas que transforman estos territorios y en mostrar cómo se articulan los diferentes modos de dominación. Los ecofeminismos argumentan que las desigualdades no se interseccionan simplemente, sino que forman parte de una totalidad de violencia sistémica.
Por otro lado, se reconoce que las políticas de derecha tienden a recortar los gastos sociales, lo que resulta en una mayor privatización del trabajo de reproducción y cuidado, que recae principalmente en los cuerpos de las mujeres. Este avance capitalista y extractivista presupone la sobreexplotación de mujeres lesbianas, travestis y trans en su matriz para sostener la reproducción social. Es un mecanismo violento que naturaliza la carga de la crisis en ciertos cuerpos y territorios. Las luchas feministas destacan la importancia de denunciar esta naturalización y sobreexplotación, y abogan por la socialización de los trabajos reproductivos y de cuidado, así como por la despatriarcalización de diversos ámbitos de la vida.
Por esto, se enfatiza seguir luchando por ambos aspectos, la socialización de los trabajos reproductivos y de cuidado, y la despatriarcalización beneficia no solo a las mujeres, sino también a hombres y niños, contribuyendo al bienestar mental, físico y ecológico de muchas personas.
En Argentina, la categoría de crueldad, surgida del debate feminista, se ha convertido en un término político para describir el avance de las derechas en su intento de disciplinamiento. Aunque los recortes presupuestarios públicos podrían parecer insignificantes en términos cuantitativos, su efecto disciplinario y su capacidad de crueldad son notables. Los feminismos están proporcionando herramientas conceptuales para entender esta situación y el avance de las nuevas derechas.
Es evidente el antagonismo que el gobierno actual en Argentina establece con los feminismos y lo que el presidente Milei denomina "ambientalismo", que son precisamente sus luchas. Las derechas reconocen que estas luchas están debatiendo la justicia social en la reproducción de la vida, y entienden que no se trata solo de batallas culturales, sino de cuestiones fundamentales de justicia y territorio.
En los feminismos encontramos una capacidad única para regenerar la subjetividad política, que no se encuentra en otros ámbitos. Se destaca la generosidad en las alianzas y la confianza en la movilización en los territorios y calles como fuente de fortaleza. Esta potencia es constantemente desafiada por la guerra directa, pero es el tejido común que genera el impulso a seguir transformando la realidad. Además, es fundamental recuperar la genealogía y tradiciones de lucha feministas y de las mujeres. Mantener y construir expresiones que han surgido en los últimos años, así como construir referentes sólidos, como el libro en el que se encuentra este texto, concluyen las autoras, es esencial para seguir avanzando en las propuestas feministas y ecofeministas para la vida y por la vida.
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Nos encontramos frente a un panorama desafiante pero esperanzador. El texto resalta los riesgos existenciales derivados del avance del capitalismo extractivista y las políticas de derecha, que impactan sobre todo en los cuerpos de las mujeres y en los territorios. Sin embargo, también se evidencia una capacidad regenerativa en los feminismos y ecofeminismos, que ofrecen herramientas para resistir y transformar esta realidad. Y es que es crucial recuperar las tradiciones de lucha feministas y construir referentes sólidos que permitan seguir avanzando en propuestas que promuevan la justicia social y la sostenibilidad ambiental. En este sentido, el feminismo y el ecofeminismo no solo ofrecen una mirada crítica sobre las estructuras de poder que perpetúan la destrucción del ambiente, sino que también proponen alternativas para combatirlas y adaptarse a los desafíos del siglo presente.