Bases geológicas de la esclavitud y la guerra digital

Cita: 

Aretxabala, Antonio [2024], "Bases geológicas de la esclavitud y la guerra digital", El Salto, 2 de junio, https://www.elsaltodiario.com/colectivo-burbuja/bases-geologicas-esclavi...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Domingo, Junio 2, 2024
Tema: 
La esclavitud moderna en las minas sostiene la transición energética y la era digital.
Idea principal: 

    Antonio Aretxabala es Geólogo, Doctor en Ciencias de la Tierra e investigador independiente cuyas líneas giran en torno a obra civil, urbanismo, nuevas tecnologías de extracción y cambio climático.


    El autor sostiene que la era digital y la transición energética —grandes transformaciones del mundo actual hacia los cuales los Estados y economías más poderosos dirigen sus esfuerzos— se sustentan por los flujos de minerales, como en el pasado lo hicieron los combustibles fósiles (dato crucial 1). La actividad minera es sostenida por “esclavos modernos”, impulsada por capitales provenientes de Estados Unidos, China y Europa (dato crucial 2), y ha adquirido una dimensión militar.

    Cada vez más, los minerales son altamente demandados (para lo cual la actividad minera exige de más trabajo esclavo), al mismo tiempo, se vuelven escasos, o más difíciles de extraer de las profundidades de la Tierra, por lo cual requieren de la minería basada en el diésel (dato crucial 3). Sin embargo, esta última no es suficiente, recurriendo incluso a medidas extremas como triturar cordilleras enteras (dato crucial 4).

    Esto sugiere que las agendas globales para hacer frente a las exigencias medioambientales parten de razonamientos exclusivamente economicistas, dejando a un lado cosas “sin importancia” (salud, libertad, dignidad humana, etc.). Esto implica también que la atmósfera, hidrósfera, ecosistemas y seres vivos se han vuelto los “basureros” del crecimiento económico; mismo que explota naturaleza y cuerpos.

    La geología del armamento de precisión y el escaparate de los genocidios

    Al interior del territorio de ciertos países (como China y República Democrática del Congo, dato crucial 5) se encuentran yacimientos de minerales (tierras raras, cobre, cobalto, litio, cerio, entre otros) que alimentan la era digital. Son imprescindibles para “todo el ecosistema de redes de comunicación e información basado en la inteligencia artificial aplicada al internet de las cosas”. Por otro lado, no debe omitirse que la sofisticación de las comunicaciones tiene un fuerte incentivo y aplicación militar.

    La era digital no es la única que requiere de flujos enormes de minerales. Estos también juegan un papel clave dentro de la industria armamentística, pues se emplean para la construcción de dispositivos militares modernos. Las aletas de los aviones de combate, la guía de misiles, motores de aviones, submarinos y tanques son cada vez más especializados gracias a minerales como el cerio, neodimio y samario, que hacen posible que estos soporten altas tasas de humedad y temperaturas extremas. Los escenarios que encarnan las consecuencias de la demanda y aplicación de minerales son muy concretos: Sudán, República Democrática del Congo, Palestina, Ucrania, por mencionar solo algunos.

    La esclavitud moderna, la violencia y los regimenes totalitarios se erigen detrás del irónico discurso de la economía “verde” como alternativa única para hacer frente a los problemas ambientales, y de todas las infraestructuras digitales, militares, de energías “limpias” y de transporte que se han edificado para ello. República Democrática del Congo, importante dentro de los flujos de cobalto, es uno de los países más pobres y esclavistas del mundo (dato crucial 6).

    Entre líneas, el objetivo de la economía “verde” es “favorecer la inversión y subvencionar el cambio de modelo extractivo para beneficio de los grandes fondos de inversión y una clase política cómplice”. No lo es ni la naturaleza, ni el bienestar de las personas; lo es a costa de estas.

    Rebelión y desobediencia, obligaciones morales

    La transformación digital, se sustenta en la explotación de cuerpos. En República Democrática del Congo, cientos de miles de personas son arrastrados al trabajo en minas desde que son infantes. Los más pequeños raspan lo que pueden de las minas a cielo abierto, mientras que las niñas tamizan y seleccionan. Cuando llegan a la adolescencia, excavan túneles de forma manual, sin ningún tipo de ventilación, sostenimiento o medida de seguridad, por lo que el riesgo de morir enterrados vivos es alto.

    Por otro lado, en Barcelona, una de las pocas ciudades que ha estudiado el fenómeno de “puertas adentro”, los chatarreros (o recicladores) que trabajan en la recogida de metales son migrantes en situación irregular, sin vivienda ni derechos laborales, mayormente provenientes de África (dato crucial 7). Su labor se subestima, pese a su contribución a la tan proclamada “economía circular” de la Unión Europea (dato crucial 8). ¿La Unión Europea está dispuesta a mejorar sus tasas de reciclado a costa de la esclavización? Es este un cuestionamiento de Federico Demaria, profesor de Economía Ecológica de la Universidad de Barcelona.

    La contestación popular y desobediencia civil ha aflorado frente a las injusticias sociales y ambientales que ha traído consigo la era digital y la transición energética, pilares de la “economía verde”. La omisión e indiferencia ante la guerra contra la vida que la meta del crecimiento económico implica, no es consistente ni siquiera con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible enmarcados en la Agenda 2030.

    Grupos comunitarios como la Coalición Alto al Espionaje del Departamento de Policía de los Ángeles se están organizando para destruir los algoritmos de los programas policiales. En California, Massachusetts y Alemania ha tenido éxito la campaña para prohibir el uso gubernamental de software de reconocimiento facial. Trabajadores de Amazon sabotean a su compañía para evitar que venda dicho software a las autoridades. En las calles de Hong Kong, los manifestantes emplean técnicas para evadir la mirada algorítmica utilizando láseres que confunden a las cámaras de reconocimiento facial y derriban las farolas “inteligentes” equipadas con dispositivos de vigilancia. Para Aretxabala, la “rebelión y desobediencia se han vuelto obligaciones morales para toda criatura que aún se considere humana”.

Datos cruciales: 

    1) Desde 2018, la producción de diésel decayó de 27.5 millones de barriles diarios a 22 millones en 2022 (hubo una reducción de 20%, que igualó la producción de 2005).

    2) En el mundo hay 50 millones de esclavos modernos. Walk Free —grupo internacional de derechos humanos con sede en Australia—, en colaboración con la Organización Internacional del Trabajo de Naciones Unidas; determinaron dentro de los esclavos modernos a aquellos que realizan trabajos forzados, venden sus cuerpos o son entregados en un matrimonio forzoso. Una cuarta parte de ellos, aproximadamente, son niños y niñas. Además, un gran porcentaje trabaja en el sector textil, son objetos sexuales o malviven en la minería.

    3) Para procesar una tonelada de cobre, en un grado de concentración en roca de entre 1% y 3%, es necesaria una intensidad energética promedio de entre 100 y 150 GJ con minería convencional basada en el diésel. Sin embargo, cada vez más el grado de concentración de minerales en la Tierra decae, a partir de 0.5% el consumo energético se cuadruplica. , pero el grado de concentración decae y a partir del 0,5 % el consumo energético se cuadruplica encareciendo los procesos y viéndonos obligados a triturar cordilleras para arrancar a la tierra el preciado metal.

    4) Desde 1975, el volumen de roca a triturar para la extracción de una tonelada de cobre se ha multiplicado por 14.

    5) De acuerdo con datos del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS,por sus siglas en inglés), 38% de las reservas de las llamadas “tierras raras” del planeta se pueden encontrar en China. Este país suministró 80% de estos materiales geológicos a Occidente en 2019, antes de la pandemia de Covid 19 decretada por la Organización Mundial de la Salud. Por otro lado, la República Democrática del Congo suministra al mundo 75% del cobalto, tres cuartas partes de este mineral conforma los aparatos digitales, como los dispositivos móviles.

    6) 74% de la población de República Democrática del Congo vive por debajo del umbral de pobreza.

    7) En Barcelona, aproximadamente 3 200 chatarreros trabajan para ganar 20 euros (410 pesos mexicanos) al día. Casi 80% de ellos son africanos sin pasaporte.

    8) De acuerdo con datos del Informe Wastecare de la Universidad de Barcelona, 2024, las chatarrerías e intermediarios reaprovechan cerca de 400 kilos diarios de metales, aluminio, cobre, metales mixtos o acero por una media de 0.19 euros por kilo de hierro o 5.6 euros el de cobre limpio.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    La metamorfosis tecnológica del capitalismo “verde”, que persigue objetivos de crecimiento económico aún en tiempos de colapso socioambiental, no es sostenible a largo plazo porque está agotando sus fuentes de acumulación (naturaleza y trabajo esclavo). Es alarmante que las agendas “verdes” a nivel internacional enarbolen la transición energética como un pilar para hacer frente a la crisis climática, omitiendo las injusticias que acarrea. Si al capitalismo “verde” se suman la economía de guerra y la era digital, los problemas se profundizan.

    El capitalismo exige cada vez mayores concentraciones de minerales para echar a andar su andamiaje tecnológico, incorporando territorios a los circuitos globales de capital, estableciendo nuevas relaciones de propiedad y control al interior de éstos, así como de competencia y poder fuera de ellos. ¿Qué rutas toma el capital que se internacionaliza a costa de la explotación de cuerpos y ecosistemas? ¿Hacia dónde se dirige? ¿Qué Estados y empresas lideran la competencia tecnológica y las “agendas verdes”?