We Should Be Talking about the Capitalocene
Arons, Wendy [2023], "We Should Be Talking about the Capitalocene", The Drama Review, 67(1): 35-40, Cambridge, Cambridge University Press, 10 de marzo, https://doi.org/10.1017/S1054204322000697
Wendy Arons es profesora de teatro y directora del Centro para las Artes en la Sociedad en la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Estados Unidos. Sus intereses de investigación abarcan el performance y la ecología, la historia del teatro de los siglos XVIII y XIX, el teatro feminista, y la etnografía del performance.
La noción de "Antropoceno", introducida por Crutzen y Stoermer, señala una nueva era geológica marcada por la influencia humana. De acuerdo con Arons, aunque efectivo para describir estos cambios, el término puede ser confuso y no considera de manera adecuada los conflictos ecológicos resultantes de la distribución desigual de sus impactos.
El concepto de "Antropoceno" es problemático porque los argumentos que apoya y las soluciones que plantea tienden a reproducir los mismos problemas que pretende abordar. Al sugerir que toda la humanidad es responsable del daño ambiental, ignora las desigualdades socioeconómicas que han hecho de mujeres, indígenas y personas de color víctimas en lugar de culpables. Además, el término sugiere que la humanidad debe encontrar soluciones tecnológicas a la crisis ecológica, lo que plantea cuestiones sobre quién decide estas acciones, a menudo en favor de intereses patriarcales, colonialistas y supremacistas blancos dominantes. También se asocia con un discurso que responsabiliza a individuos (individualismo), en lugar de a las corporaciones, por la crisis climática, lo que ha sido utilizado por empresas para evitar regulaciones y ocultar su papel en la destrucción ambiental.
La autora coincide con la postura de críticos como Demos, LeCain, Mirzoeff y Moore que sugieren que el término "Capitaloceno" es más adecuado que "Antropoceno". Esta noción, introducida por Malm y desarrollada por Moore, argumenta que la crisis ecológica no se debe únicamente al uso intensivo de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial, sino a una historia prolongada de explotación capitalista y colonialista de la naturaleza y los seres humanos para el beneficio económico. Moore sitúa el origen del "Capitaloceno" antes de la expansión colonial europea, cuando la acumulación de capital se basaba en la explotación del trabajo, especialmente de personas esclavizadas, siervos, indígenas, personas de color y mujeres cuyo trato y valor era similar al de la Naturaleza (con “N” mayuscula, dice Moore, para denotar la reducción hecha por el capital de la red de la vida a una serie de objetos externos, cartografiados y estudiados en función de lo que estos podían hacer para la acumulación de capital). En ese sentido, Moore sostiene que el capitalismo ha reducido la naturaleza a un recurso barato y degradado, lo que fue posible gracias a la separación entre Humanos y Naturaleza, una división clave para el crecimiento capitalista.
Demos coincide con la opinión de Moore, señalando que el término "Capitaloceno" es más adecuado que "Antropoceno" para describir las causas del cambio climático y la alteración de los sistemas terrestres. El "Capitaloceno" enfoca la atención en el capitalismo moderno y su impacto global, que durante siglos de colonialismo, industrialización y globalización, ha explotado tanto la naturaleza como a los seres humanos. Además, este concepto permite considerar y corregir las injusticias ambientales que el término "Antropoceno" pasa por alto.
La conexión entre capitalismo y colonialismo es fundamental ya que la exploración y apropiación de la naturaleza “recién descubierta” para acumular capital resultó en la desposesión y exterminio de pueblos indígenas. Incluso algunos geólogos que apoyan el uso del término "Antropoceno" argumentan que esta era podría haberse iniciado en el siglo XV, durante el intercambio colombiano, cuando la colonización y la caída de las poblaciones indígenas provocaron cambios geológicos y climáticos que aún se registran.
Moore y otros proponentes del "Capitaloceno" sostienen que el capitalismo es más que un sistema económico, es una ecología global que moldea la interacción entre poder, capital y naturaleza. Este enfoque subraya el impacto histórico del capitalismo a nivel global, incluso en contextos comunistas. A diferencia del "Antropoceno", el "Capitaloceno" vincula la economía mundial con la ecología global y permite entender cómo el capitalismo organiza el trabajo como un proceso multiespecies, donde los costos no remunerados son asumidos por diversas especies. No obstante, Jessica Horton alerta que el término "Capitaloceno" debe usarse con cautela, pues podría ocultar las culpas históricas de Europa y América, y será realmente útil si prioriza las perspectivas y experiencias de los pueblos indígenas y personas de color.
El teatro y el performance tienen la capacidad de contar historias que ponen de manifiesto las desigualdades ecológicas relacionadas con la sociedad, la raza y el género, que el concepto de "Capitaloceno" subraya. A diferencia del "Antropoceno", que sostiene la noción errónea de una división universal entre la Humanidad y la Naturaleza, el "Capitaloceno" ofrece un marco ideológico para dramatizar estas desigualdades.
La tragedia de nuestra época no es la de la especie humana en general, sino la del "Capitaloceno", que invisibiliza a sus víctimas, principalmente BIPOC[1], mujeres y seres no humanos. Por ello, el teatro y el performance deben enfocarse en mostrar la búsqueda incesante de acumulación de capital a costa de los seres humanos y el entorno natural, y usar su capacidad para hacer visibles las disfunciones en la relación con el mundo no humano que han sido normalizadas. Varios escritores han iniciado esta labor crucial, y algunos de ellos están en la lista de la autora denominada "Tragedias del Capitaloceno".
Notas
[1] Acronimo en inglés utilizado para hacer referencia a las personas negras, indígenas y de color (Black, Indigenous and People Of Color).
-
La discusión sobre el "Antropoceno" y el "Capitaloceno" destaca cómo la destrucción ambiental necesita abordarse desde su vínculo directo a las estructuras socioeconómicas globales dominantes. Es valiosísima la discusión que devela cómo el capitalismo y el colonialismo han impulsado la crisis ecológica, afectando desproporcionadamente a comunidades marginalizadas y no humanas. Este texto muestra que la tragedia de nuestra época no es general, sino el resultado de la explotación capitalista que las empresas transnacionales y la gobernanza mundial perpetúan.