El océano profundo, la nueva frontera extractiva.

Cita: 

Serratos, Francisco [2024], "El océano profundo, la nueva frontera extractiva", Revista de la Universidad de México, marzo, https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/cadbf33f-7054-422b-bdd2-d...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Lunes, Marzo 11, 2024
Tema: 
Interes por la explotación de minerales en el mar
Idea principal: 

    Francisco Serratos es ensayista, crítico y editor mexicano.


    Helen Scales, una bióloga marina británica, en su libro The Brilliant Abyss, describe cómo hace mil millones de años había un mega océano llamado Mirovia que rodeaba al continente Rodinia, que hoy en día es parte de Europa y África.

    Hace 355 millones de años, este continente se fragmentó formando Pangea, un viejo continente que hoy en día abarcaría América del Norte y del Sur, Europa, África, Asia Australia y la Antártida, convirtiendo a Mirovia en Pantalasa, de la que surgieron los océanos actuales, siendo el Pacífico el más antiguo y profundo, con una formación hace 250 millones de años.

    La profundidad promedio de los océanos es de 3 000 metros, con la luz solar desapareciendo a 200 metros y la oscuridad total a los 4 000 metros, a unos 6 000 metros se encuentra la zona hadal, aún habitada por criaturas extraordinarias pocas veces vistas, acompañadas de cordilleras y montañas.

    Julio Verne, escritor, dramaturgo y poeta arraigado a la ciencia ficción, anticipó en varias obras la existencia de minerales en el fondo marino los cuales se han vuelto cruciales para la transición energética. En el siglo XIX, los nódulos polimetálicos, pequeñas esferas conjuntas de minerales marinos que se hallaban en el abismo marino comenzaron a ser estudiados tras ser descubiertos por el HMS Challenger, un famoso y antiguo buque perteneciente a la Marina real británica y aunque la minería de estos nódulos parecía inviable, la crisis climática ha cambiado esta idea, haciendo que la minería marina sea considerada para obtener minerales esenciales para la transición energética que se planea.

    Varias corporaciones como British Petroleum y Rio Tinto Group, compañías de energía dedicadas al petróleo y gas natural, han desarrollado tecnología para extraer estos minerales, con avances significativos en el Pacífico desde los años setenta; sin embargo, expertos en el tema como Maristella Svampa y Breno Bringel advierten que el proceso de descarbonización puede crear nuevas zonas de sacrificio ambiental y humano. La producción de cobalto, vital para baterías y dispositivos electrónicos, ha aumentado significativamente en la República Democrática del Congo, que ahora produce más de dos tercios del suministro global.

    En la minería congolesa se han documentado casos de explotación laboral extrema, trabajo infantil y destrucción ambiental, afectando montañas y ríos. A pesar de que este sector representa 90% de las exportaciones del país, los beneficios económicos no han mejorado significativamente las condiciones de vida de la población, con un 60% viviendo con menos de dos dólares al día y un 80% sin acceso a electricidad. Este problema no es exclusivo del Congo; las zonas de sacrificio energético se han multiplicado, con conflictos socioambientales en el triángulo del litio, que va desde Argentina, Bolivia hasta Chile, la Amazonía, con la extracción de madera de balsa para turbinas eólicas, y la minería de níquel en Indonesia.

    Se teme que la urgencia por frenar el aumento global de temperatura, de 1.5 ºC a 2 ºC, impulse la extracción destructiva de recursos para energía renovable. Según la Comisión de Transición Energética (ETC, por su sigla en inglés), se necesitan minerales como cobre, litio, níquel, y otros para infraestructuras como torres de turbinas eólicas y baterías. La Agencia Internacional de la Energía (IEA, por su sigla en inglés) advierte que la producción y procesamiento de estos minerales está concentrada en ciertos países como lo son Chile, Indonesia, China y Australia, lo que hace estratégica la diversificación geográfica en un mundo polarizado entre potencias como Estados Unidos y China.

    Aunque la ETC y la IEA aseguran que hay suficientes reservas para alcanzar la meta de cero emisiones en 2050, el reto está en reducir las emisiones globales en 40% para 2030. Algunos expertos, especialmente aquellos que abogan por el decrecimiento, consideran que este pronóstico sólo sería viable en un sistema económico que no dependa del crecimiento infinito.

    Independientemente de la disponibilidad de minerales, los estados y las corporaciones mineras consideran urgente abrir nuevas fronteras extractivas, incluyendo el mar profundo. En el Pacífico, se planea la explotación de áreas submarinas, como la zona Clarion-Clipperton entre México y Hawai, rica en nódulos polimetálicos, de hecho, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos ya ha expedido alrededor de 17 permisos de exploración en esta zona, cada uno de unos 75 mil kilómetros cuadrados..

    Prototipos de máquinas para minería marina, como aquellas que succionan nódulos, ya existen, pero los biólogos marinos advierten que estos dispositivos podrían dañar gravemente los ecosistemas, debido a que los nódulos son esenciales para muchas criaturas marinas que los utilizan como refugio, además, el proceso de extracción podría levantar sedimentos del fondo marino, afectando la visión y alimentación de diversas especies, y haciéndolas más vulnerables a depredadores.

    Si la minería se realizara en fuentes hidrotermales, grietas en la superficie cercanas a actividad volcánica, los efectos en la biodiversidad que habita en esas condiciones extremas con temperaturas que alcanzan 350 ºC, podrían ser devastadores. Estas fuentes contienen metales como cobre, zinc, oro y plata, cuya extracción podría liberar metano, un gas de efecto invernadero, agravando el problema que se intenta resolver con la transición energética. Además, los procedimientos podrían contaminar el ecosistema marino con químicos tóxicos, que se dispersarían rápidamente, amenazando incluso las pesquerías de la zona Clarion-Clipperton, encontrada en el océano Pacífico.

    A pesar de estos riesgos, las corporaciones y los países interesados no están dispuestos a detener sus planes, pues la minería submarina es vista como una "nueva frontera extractiva", reflejando un sistema que intenta salvarse acelerando sus contradicciones. Daniel Jones del Centro Británico Nacional de Oceanografía comenta que no hay ninguna manera para detener esta estrategía prometedora.

    En 2024 Noruega se convirtió en la primera nación en aprobar la minería marina, ignorando las advertencias de la comunidad científica internacional, el gobierno noruego planea la explotación de 280 mil kilómetros cuadrados, una superficie equivalente al Reino Unido, a empresas interesadas en explotar nódulos polimetálicos. Esta decisión podría establecer un peligroso precedente, incitando a otros países a unirse a esta carrera extractiva, en lugar de buscar soluciones de justicia ecosocial.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    La transición energética hacia fuentes renovables ha impulsado la extracción de minerales esenciales, tanto en tierra como en el mar, a pesar de los riesgos ambientales y sociales asociados, sin embargo, este impulso por recursos renovables está creando nuevas "zonas de sacrificio" que pueden causar graves daños ecológicos y perpetuar la explotación laboral. Además, la aprobación de la minería marina por parte de Noruega marca un precedente que podría incentivar a otros países a seguir un camino similar, en lugar de explorar alternativas más sostenibles y justas.