Let’s stop arguing about an imaginary energy transition

Cita: 

Berman, Art [2024], Let's Stop Arguing About An Imaginary Energy Transition, 6 de julio, https://www.artberman.com/blog/lets-stop-arguing-about-an-imaginary-ener...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Sábado, Julio 6, 2024
Tema: 
La adopción de energías renovables como alternativa para tratar el cambio climático
Idea principal: 

    Art Berman es asesor energético. Cuenta con un currículum que cuenta con más de 40 años como geólogo petrolero. Se enfoca en interpretaciones sin filtros y respaldadas por datos, sobre la energía y su colosal papel en el pulso económico mundial.


    Las políticas para la adopción y desarrollo de las energías solar y eólica han evolucionado sin una planificación adecuada, además de que no se ha considerado ni implementado ninguno de los elementos necesarios para una transición exitosa; tales como visión, asignación de recursos, estrategia de comunicación, estructura de gobernanza o plan de gestión del cambio. Como resultado, las emisiones y temperaturas siguen en aumento, reflejando una falta de dirección en la transición energética.

    Las crisis petroleras de los años 70 y 80 (especialmente el embargo petrolero de 1973), impulsaron la búsqueda de fuentes alternativas de energía. Los gobiernos empezaron a dirigir recursos hacia energías renovables con el objetivo inicial de reducir la dependencia del petróleo, sin considerar el cambio climático y el medio ambiente, las cuales se integraron posteriormente. A pesar de ello, no hubo una decisión clara que estableciera a la energía renovable como la solución principal al cambio climático.

    Por el contrario, los dirigentes políticos han adoptado principalmente un enfoque de mercado para enfrentar el cambio climático, ofreciendo incentivos económicos como créditos fiscales, subvenciones para la investigación y subsidios directos para motivar a los mercados a resolver el problema. Sin embargo, este gasto público ha resultado en una asignación indebida de capital, beneficiando a las empresas a corto plazo en lugar del principal objetivo: la promoción del bienestar público futuro. Esto conduce, entonces, a privatizar las ganancias y socializar los costos.

    Por otra parte, el indicador actual de política energética global ignora un aspecto de suma importancia: la energía renovable, aunque beneficiosa, se aplica principalmente a la generación de electricidad, que representa solo 20% del consumo energético total y 35% de las emisiones totales de carbono. Esto refleja una falta de comprensión de las necesidades energéticas más amplias y los patrones de consumo que impulsan las economías modernas.

    Los defensores de las energías renovables a menudo presentan información selectiva para crear la impresión de que la transición energética está avanzando rápidamente (dato crucial 1), donde se muestra una disminución de 32% en las emisiones de CO2 en Estados Unidos desde 2006, pero la generación de electricidad solo representa 30% de las emisiones de Estados Unidos. Además, una parte significativa de la reducción de emisiones en Estados Unidos se debe al cambio del carbón al gas natural, con la energía eólica y solar contribuyendo en menor medida (la eólica representó aproximadamente 19% de la reducción, mientras que la solar sólo 4%).

    El panorama general muestra que Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, han logrado mayores avances en la reducción de emisiones de carbono. En el resto del mundo, la situación es menos alentadora porque las emisiones globales de CO2 derivadas de la generación de energía eléctrica aumentan aproximadamente 1% anual (dato crucial 2).

    Pero estos datos reflejan sólo la energía eléctrica. Se afirma que existe una constante dependencia global del carbono fósil, por lo que no hay progreso alguno y no hay esperanzas de que la economía mundial pueda estar libre de carbono en 2050. Del lado del CO2 y el consumo de energía, las emisiones están incrementando considerablemente; de hecho, de lo que va del año 2024 se ha visto un aumento más intenso que en comparación con años anteriores. (dato crucial 3)

    La Agencia Internacional de Energía (AIE), afirma que en Estados Unidos habrán recortes significativos en las emisiones de CO2 provenientes de la generación eléctrica, pues cesarán en gran medida después del año 2030 y para 2050, se espera que las emisiones totales se estabilicen en 4 000 millones de toneladas anuales (dato crucial 4).

    La capacidad de continuar reduciendo emisiones está limitada por el número de centrales de carbón que se pueden desmantelar. Aunado a esto, la IEA es conservadora respecto a las reducciones en el sector del transporte y otras áreas. A pesar de la atención a los vehículos eléctricos, se prevé que las emisiones de CO2 del transporte solo se reduzcan en 150 millones de toneladas para 2050.

    A nivel global, se proyecta que las emisiones de CO2 de la energía eléctrica aumenten en 600 millones de toneladas métricas y 5% para 2050. El carbón será el principal contribuyente con 590 millones de toneladas adicionales, mientras que las emisiones del gas natural también subirán en 450 millones de toneladas. En contraste, se espera que las emisiones de los combustibles líquidos disminuyan en 424 millones de toneladas(dato crucial 5).

    Esto destaca la continua dependencia de los combustibles fósiles a pesar del impulso hacia una energía más limpia. El problema principal es que las emisiones seguirán creciendo a medida que aumente el uso de energía eléctrica. De ahí que aunque la generación eólica y solar se cuadruplicará para 2050, se prevé que las emisiones globales de carbono aumenten debido al incremento total en la generación de energía, que crecerá en 14 gigavatios hora para ese año (datos cruciales 6 y 7).

    En tal sentido, los defensores de las energías renovables a menudo omiten su coste y afirman que son la opción más barata. No lo son, y pasan por alto un problema mayor: el enfoque no funciona, pues la sustitución de energías fue el principio rector del impulso hacia las energías renovables tras las crisis del petróleo hace medio siglo que se reforzó por las preocupaciones sobre el pico del petróleo en los años de 1990.

    El autor indica que las energías renovables no pueden sostener la civilización actual. Pueden reemplazar parte de la energía del carbón, pero no alcanzan las proyecciones optimistas. Indica que se debería haber iniciado hace décadas un programa agresivo para combinar gas natural y energía nuclear para la carga básica, pero la urgencia del cambio climático ha cerrado esa ventana de oportunidad.

    Aún así, se señala que la esperanza aún existe, pero se requiere honestidad. La estrategia actual de conferencias internacionales y gastos en esquemas de transferencia de riqueza disfrazados de acuerdos verdes, no ofrece un escenario realista para una descarbonización exitosa. Lo que en verdad se necesita son programas rigurosos que obliguen a los consumidores a rendir cuentas por su consumo energético, pues los sistemas complejos de créditos de carbono o maniobras fiscales no son efectivos.

    El artículo sugiere como primer paso, dejar de engañarse con argumentos sobre soluciones posibles. Es necesario reducir el consumo energético en general. Además se debe abandonar la falsa esperanza de que los gobiernos intervendrán para solucionar el problema, ya que su historial muestra que no lo harán. Por último, renunciar a la fantasía de que la "tecnología nos salvará", ya que las soluciones tecnológicas han fallado sistemáticamente en cumplir sus promesas.

    Paralelamente, se debe dejar de debatir sobre la existencia del cambio climático o las crisis ambientales. Las pruebas son claras y el debate continuo sólo retrasa las medidas necesarias. Finalmente, dejar de lado la obsesión por saber cuál es la fuente de energía más barata, pues esta visión estrecha ignora el contexto más amplio de sostenibilidad e impacto ambiental.

    La dura verdad es que se necesita un cambio radical en los hábitos de consumo, no más debates o ilusiones sobre soluciones rápidas.

Datos cruciales: 

    1) Las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) de Estados Unidos derivadas de la generación de energía eléctrica ha disminuido 32% desde 2006.

    2) Emisiones mundiales de CO2 derivadas de la generación de energía eléctrica aumentan 1% aproximadamente.

    3) Emisiones mundiales de CO2 en aumento en comparación con año 2023 y 2022.

    4) La AIE espera que la mayoría de las reducciones en las emisiones de CO2 de Estados Unidos provenientes de la generación de energía eléctrica terminen después de 2030.

    5) Emisiones mundiales de CO2 de energía eléctrica. La figura indica que aumentarán 600 millones de toneladas métricas para 2050, mientras que las emisiones de carbón aumentarán 590 millones de toneladas, la de gas natural 450 millones de toneladas y las de combustibles líquidos disminuye 424 millones de toneladas.

    6)Se espera que las emisiones mundiales de carbono aumenten a medida que la generación total aumente.

    7) La AIE espera que las emisiones mundiales de CO2 aumenten en 5 mil millones de toneladas métricas (14%) para 2050. Las emisiones de energía eléctrica aumentarán en 600 millones de toneladas, pero caerán como porcentaje de las emisiones totales de 35% en 2023 a 32% en 2050.

Nexo con el tema que estudiamos: 
    Las políticas energéticas actuales han fallado en planificar adecuadamente la transición hacia energías renovables, lo que ha resultado en un aumento continuo de las emisiones y temperaturas globales. A pesar de los esfuerzos y subsidios para promover la energía eólica y solar, estas no han reducido significativamente la dependencia de los combustibles fósiles ni el impacto ambiental, por lo que se requiere un cambio drástico en el consumo energético y una reevaluación del enfoque actual para abordar el cambio climático de manera efectiva.