Colapsos localizados, deuda ecológica y políticas públicas

Cita: 

Svampa, Maristella [2024], "Colapsos localizados, deuda ecológica y políticas públicas", el Diario AR, 28 de mayo,https://www.eldiarioar.com/opinion/colapsos-localizados-deuda-ecologica-...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Martes, Mayo 28, 2024
Tema: 
Oportunidades para pensar los colapsos situados desde la exigencia de la deuda ecológica histórica
Idea principal: 

    Maristella Svampa es investigadora, socióloga y escritora argentina. Es Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y Doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Sus líneas de investigación giran en torno a la crisis socioambiental, movimientos sociales y acción colectiva, con énfasis en el pensamiento crítico latinoamericano.


    Svampa ofrece una lectura del colapso desde una perspectiva situada. Es decir, si bien la crisis ambiental es global, los colapsos socioambientales son localizados. No significa que el planeta se acabará de un momento a otro, son progresivos y van expandiéndose hacia más territorios; son focalizados pero al mismo tiempo van nutriéndose entre sí, como una especie de reacción en cadena.

    Los colapsos ecológicos localizados se presentan en aquellos territorios en los que los efectos de la crisis climática son más agudos y los daños son inconmesurables. En tiempos del Antropoceno/Capitaloceno, los eventos extremos (lluvias torrenciales, inundaciones, sequías, incendios, tornados, olas de calor y/o frío, etc.) se multiplican y se refuerzan.

    Pensar en colapsos localizados implica considerar que así como las afectaciones ambientales son desiguales y situadas, lo son también las causas del problema. Lo que hoy se observa es que regiones del Sur Global —cuya contribución a los problemas ambientales es mínima— están siendo afectadas severamente por los eventos extremos del cambio climático (por ejemplo; Cuba, Ecuador, Venezuela y Estados africanos ya experimentan una crisis en el suministro de energía).

    La autora ejemplifica los colapsos localizados con el caso de las inundaciones recientes en Rio Grande do Sul, una de las áreas más ricas y poderosas de Brasil. Desde finales de abril de 2024, la ciudad de Porto Alegre sufrió severas afectaciones por las inundaciones, además de otros 497 municipios. Asimismo, estas inundaciones han ocasionado muertes y desplazamientos (dato crucial 1). Esta no fue la primera inundación, sino la cuarta en menos de un año (dato crucial 2).

    Svampa señala que los daños que han generado las inundaciones son inconmensurables. En términos alimentarios, las pérdidas afectan la soberanía alimentaria del país sudamericano (dato crucial 3). Por otro lado, las pérdidas económicas giran en torno a las afectaciones a pequeños y grandes productores, además de numerosas empresas (desde automotrices hasta la industria cárnica).

    Las implicaciones geopolíticas apuntan a que es necesario pensar los colapsos localizados, producto de la crisis climática global, desde la cuestión de la deuda ecológica que el Norte global tiene con el Sur. La autora sugiere pensar al Norte global no sólo como una entidad geográfica, sino como estados con cierto devenir histórico cuya industrialización y rápido crecimiento económico lo han hecho a expensas de los países empobrecidos. Es el caso de Estados Unidos, Europa, China y Rusia, quienes son los principales contaminadores de la atmósfera. Además de que han contribuido enormemente a generar las condiciones de la crisis climática actual, también se han desresponsabilizado sistemáticamente de su deuda ecológica histórica.

    Mientras tanto, los países menos responsables de la contaminación (dato crucial 4) son quienes están siendo severamente afectados por los eventos extremos del cambio climático. Y, además de ello, son aún más empobrecidos para la implementación de respuestas frente a estos acontecimientos. La deuda ecológica histórica no sólo se caracteriza por la distribución desigual de bienes y males ambientales, sino también por el monopolio de la agenda global de soluciones a los problemas ambientales, que se materializa en un modelo imperial de la deuda ecológica.

    Para tal efecto, se crea una sinergía entre deuda ecológica y deuda externa. Es decir, a través de organismos internacionales, los países más poderosos deciden los “préstamos”, “ayudas” y modalidades de implementación para hacer frente a los colapsos que atraviesa el Sur Global. De esta manera, las responsabilidades ambientales se difuminan, porque los países empobrecidos se endeudan para resarcir los colapsos ecológicos en sus territorios, mientras la acumulación capitalista del norte sigue nutriéndose.

    Frente a esto, Svampa llega a una primera conclusión: la deuda ecológica y la deuda externa deben ser vistas desde otra perspectiva, una que emerja del Sur Global y que tome en cuenta la historicidad de los problemas ambientales para pensar desde allí las respuestas situadas y a escala global para resarcir los efectos de la crisis climática. Quienes más han contaminado y devastado a la naturaleza, son quienes más responsabilidad tienen en el problema.

    Evidentemente, no basta con mirar hacia afuera y señalar la responsabilidad del Norte Global, cuando también el Sur Global ha contribuido a la crisis climática (así sea en menor medida). Es por ello que Svampa desciende su análisis hacia el “adentro” (es decir, las élites domésticas cómplices y el sistema de relaciones de poder político-económico); fuertemente arraigado a las presiones externas. Esta configuración es resultado de un “mandato exportador” que fuerza a ciertas economías a convertirse en exportadoras primarias. Svampa añade que, el modelo primario-exportador no puede entenderse en magnitud si no se toma en cuenta el extractivismo.

    A nivel regional, lo ocurrido en Rio Grande do Sul se explica por los cambios en el uso del suelo y la expansión de la frontera del agronegocio (dato crucial 4). Esta situación se ha tornado más aguda dados los gobiernos negacionistas del cambio climático. Por ejemplo, en 2019 Eduardo Leite —del centro derechista del Partido de la Socialdemocracia Brasileña— realizó un desmantelamiento de políticas ambientales para favorecer a los empresarios agroindustriales.

    Una segunda conclusión a la que llega la autora es que la crisis climática se encuentra vinculada al extractivismo en una especie de mancuerna de “rasgos criminales”. El ecocidio detrás de la expansión de las fronteras del capital (frontera petrolera, de hectáreas de tierra y cambios en el uso de suelo, de minería, etc.) ha contribuido a agravar los efectos ya de por sí desastrosos de los colapsos ecológicos.

    No obstante, en lugar de reducirse, las fronteras extractivas van en aumento. En Argentina, el Senado podría aprobar el Régimen de Incentivo a Grandes Inversiones (RIGI), que promueve la transnacionalización y privilegios a mineras y petroleras. Svampa asevera que, de ser aprobado el RIGI, la pregunta “ya no será con qué herramientas públicas afrontar la crisis climática —porque no las habrá [...]— sino más bien cuál será el próximo colapso localizado en el país [...] del sálvese-quien-pueda”.

    Svampa concluye expresando la preocupación frente a la multiplicación potencial de los colapsos localizados (cuya reacción en cadena puede dar lugar a problemas socioambientales de escalas cada vez mayores), peor aún porque ahora ocurren al interior de áreas ricas y poderosas como lo es Rio Grande do Sul en Brasil.

    En esa línea Svampa señala la normalización de la catástrofe. Dado que la crisis climática es progresiva y expansiva, los desastres que ocurren son olvidados rápidamente, no se les da la debida importancia, son de memoria corta. Sin embargo, ello no quiere decir que desaparezcan, aunque sí inmoviliza a las personas (dato crucial 6).

    La autora invita a que la tragedia de Rio Grande do Sul impulse la creación de una plataforma latinoamericana para reclamar la deuda climática que el Norte Global tiene con el Sur. Ésta tendrá que cuestionar el negacionismo climático que impera en varios de los gobiernos de América Latina en los sectores de derecha y ultraderecha. Paralelamente, deberá construir lazos de solidaridad colectiva, bajo la consciencia de que la humanidad vive en un planeta dañado por los modelos de desarrollo insostenibles. Svampa cierra indicando que frente a esta catástrofe, es necesario repensar dichos modelos y también la forma en que se está abordando la crisis ambiental, desde y para América Latina.

Datos cruciales: 

    1) Las inundaciones en Rio Grande do Sul dejaron un saldo de 163 muertos, 80 personas sin localizar y 640 mil personas que se han visto obligadas a dejar sus casas. Además, otras 65 mil están refugiadas en escuelas y gimnasios.

    2) En julio, septiembre y noviembre de 2023 las inundaciones en Rio Grande do Sul produjeron la muerte de 75 personas.

    3) Rio Grande do Sul aporta 12.6% del PIB agrícola de Brasil. Casi 70% del arroz y 13% de los productos lácteos de Brasil provienen de ese estado, de acuerdo con un informe de la corporación estadounidense S&P Global.

    4) América Latina es responsable de 8% de las emisiones de CO2 a nivel mundial y África apenas roza 3%.

    5) Entre 1985 y 2022, Rio Grande do Sul, uno de los centros de la actividad sojera de Brasil, perdió 3.6 millones de hectáreas de vegetación nativa, es decir, 22% del total del país, de acuerdo con una red liderada por Eduardo Vélez, de MapBiomas.

    6) En septiembre de 2023, en Libia ocurrió un colapso localizado: las lluvias de la tormenta “Daniel” causaron inundaciones y el desborde de dos represas. En la ciudad costera de Derna murieron más de 11 000 personas. Hubo una gran consternación internacional que hoy no se recuerda. Pero el daño está ahí y continúa.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    La humanidad enfrenta hoy riesgos existenciales que amenazan su propia supervivencia. Si bien, la crisis climática está presente desde los años en que los procesos de Gran Aceleración contribuyeron a desestabilizar las fronteras planetarias, los efectos han sido diferenciados en diversas latitudes. Tal y como señala Svampa, se trata de colapsos situados, y no todos los Estados, localidades, personas, tienen la misma capacidad de adaptarse y mitigar los efectos de la destrucción ambiental.

    Es por ello que es pertinente un enfoque que deje de lado el discurso de que toda la humanidad es responsable por igual, o las lecturas catastrofistas del problema. Es aquí donde es necesario entender la historia desde una perspectiva de historia ambiental, como es el caso de América Latina; además de tomar en cuenta la distribución desigual de bienes y males ambientales.