Wildlife Protections Take a Back Seat to SpaceX's Ambitions

Cita: 

Lipton, Eric [2024], "Wildlife Protections Take a Back Seat to SpaceX's Ambitions", The New York Times, New York, 7 de julio, https://www.nytimes.com/2024/07/07/us/politics/spacex-wildlife-texas.html

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Domingo, Julio 7, 2024
Tema: 
Conflicto entre la expansión de SpaceX en Texas y la protección ambiental de los ecosistemas locales
Idea principal: 

    Eric Lipton ha escrito para The New York Times, Hartford Courant —diario de Connecticut, Estados Unidos—, y para World Trade Center. Ha cubierto temas como los atentados terroristas de 2001, la administración Trump, las agendas corporativas y de cabildeo en el Congreso de Estados Unidos; así como acerca del Departamento de Seguridad Nacional y la Administración de Seguridad del Transporte en Estados Unidos.


    El artículo de The New York Times investiga cómo Elon Musk ha aprovechado la rivalidad entre agencias federales para avanzar en sus ambiciones espaciales, a costa de la protección de la vida silvestre. La ambición de desarrollar un complejo industrial masivo para sus operaciones espaciales en Boca Chica, Texas, ha causado un impacto ambiental significativo y ha generado conflictos con agencias gubernamentales encargadas de la protección de la fauna y los ecosistemas.

    A lo largo del desarrollo de este sitio de lanzamiento, la empresa ha eludido regulaciones ambientales, causando daños a hábitats naturales, afectando a especies en peligro de extinción y restringiendo el acceso a tierras públicas. Todo esto debido a que hay una falta de supervisión efectiva por parte de las autoridades federales, que priorizan la rápida expansión espacial sobre la protección ambiental.

    El reciente lanzamiento del cohete Starship de SpaceX provocó daños significativos en el hábitat de aves migratorias cercanas a la plataforma, incluyendo la destrucción de nidos y la dispersión de escombros por áreas protegidas. Este incidente es parte de un patrón de impactos ambientales que se han repetido al menos 19 veces desde 2019, lo que plantea un dilema sobre el equilibrio entre el progreso tecnológico y la conservación de los ecosistemas locales.

    A pesar de las preocupaciones de las agencias encargadas de proteger los recursos naturales y culturales (como el Servicio de Pesca y Vida Silvestre y el Servicio de Parques Nacionales), sus esfuerzos han sido superados por las prioridades de agencias más poderosas, como la Administración Federal de Aviación (FAA, por su sigla en inglés), que está más alineada con las ambiciones espaciales de Musk y de Estados Unidos.

    El conflicto ambiental en el sur de Texas podría repetirse en otros sitios de lanzamiento de SpaceX, tal es el caso de California y Florida, a medida que la compañía aumenta la frecuencia y el tamaño de sus cohetes.

    Agujero de dona

    Cuando Elon Musk decidió construir una nave espacial para viajar a Marte, el área cerca de Brownsville, Texas, resultó atractiva. Su ubicación al sur de Estados Unidos facilitaba el acceso a la órbita usando la rotación terrestre cercana al Ecuador, y el área poco poblada, con pocas regulaciones, era favorable para el desarrollo empresarial.

    En 2011, representantes de SpaceX comenzaron a buscar en secreto terrenos en el condado de Cameron, enfocándose en adquirir una pequeña propiedad privada, apodada el "doughnut hole", rodeada por parques estatales y refugios de vida silvestre donde no se podría construir. No obstante, los lanzamientos requerirían evacuar tanto los parques como las áreas residenciales cercanas.

    Esta región de Texas es un importante hábitat para aves migratorias, con planicies fangosas ricas en nutrientes e insectos, y es parte de la ruta migratoria de casi 500 especies de aves, incluidas especies raras o amenazadas. Además, la playa de Boca Chica es un sitio de anidación de la tortuga lora de Kemp, la especie de tortuga marina más amenazada del mundo.

    Aunque públicamente Musk presentó planes modestos para Boca Chica, en privado ya planeaba algo mucho más ambicioso. Según entrevistas y documentos, SpaceX quería usar esa área de Texas para lanzar un cohete sin precedentes. En 2014, la empresa informó a algunos funcionarios locales sobre su intención de fabricar y lanzar el gigantesco cohete Starship, mucho mayor que el Falcon 9 y con una potencia de despegue de 16.7 millones de libras de empuje, más del doble del Saturn V que llevó a la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) a la Luna.

    La FAA realizó un estudio ambiental basado en los planes iniciales del Falcon 9, pero cuando se reveló el proyecto de Starship, la FAA decidió no hacer un nuevo estudio, sino modificar el original, a pesar del cambio significativo en la escala del proyecto.

    La FAA decidió que legalmente solo debía considerar el impacto ambiental de las operaciones en la plataforma de lanzamiento y su centro de control, pero no de la fábrica de cohetes cercana, mucho más grande. Esta decisión fue clave, ya que con el tiempo la plataforma de lanzamiento se convirtió en solo una pequeña parte de las instalaciones de fabricación y prueba de cohetes, que ahora cubren 350 acres.

    Finalmente, la FAA concluyó que las actividades de SpaceX no pondrían en peligro la existencia de especies amenazadas ni dañarían hábitats críticos.

    Marte, ¡allá vamos!

    En diciembre de 2020, SpaceX lanzó el prototipo Starship SN8 en una prueba de gran altitud en Boca Chica. El cohete explotó durante el descenso, esparciendo escombros por la zona. Elon Musk celebró el resultado en redes sociales, sin embargo, no mencionó que el lanzamiento violó una orden federal. La FAA había indicado a SpaceX que se abstuviera de lanzar debido a preocupaciones sobre posibles ondas de choque que podrían dañar hogares cercanos.

    SpaceX, al principio, aceptó varias condiciones impuestas por el Servicio de Parques Nacionales, como limitar la altura de los edificios, pintarlos en colores naturales y reducir la luz nocturna para no afectar a las tortugas en proceso de eclosión. Sin embargo, según Mark Spier, funcionario del Servicio de Parques, la empresa comenzó a violar gradualmente esos acuerdos.

    Capitulación

    Inicialmente, SpaceXacordó con la Legislatura de Texas limitar los cierres de la carretera y la playa a 180 horas por año. Sin embargo, desde 2021, la carretera ha estado cerrada un promedio de 500 horas anuales, afectando tanto a los residentes como a grupos como el Carrizo/Comecrudo, que depende de la zona.

    Preocupaciones similares han surgido en California, donde SpaceX ha excedido el límite de cierres de una playa pública cerca de la Base de la Fuerza Espacial de Vandenberg. La Comisión Costera de California se ha opuesto al aumento de lanzamientos y en Florida también ha habido resistencia a la solicitud de la empresa de lanzar su Starship hasta 44 veces al año desde el Centro Espacial Kennedy.

    La FAA, que ha intentado equilibrar la protección ambiental con el progreso espacial, enfrenta escepticismo por parte de ambientalistas, que desconfían de su postura, dados los precedentes en Boca Chica. A pesar de que SpaceX había anunciado el uso de cohetes Falcon en Boca Chica y prometido un sistema de desvío de llamas para minimizar el impacto en la plataforma de lanzamiento, no completó ni obtuvo los permisos necesarios para operar dicho sistema antes de la primera prueba a gran escala del Starship en la primavera de 2023. Aun así, la prueba se llevó a cabo.

    El lanzamiento pulverizó la plataforma, creando un cráter y lanzando escombros a kilómetros de distancia, afectando hábitats de aves y parques cercanos. El ruido del lanzamiento superó los 143.8 decibelios, un nivel considerado peligroso. La FAA abrió una investigación, pero nuevamente confió en SpaceX y sus consultores para realizar la mayoría del trabajo. Ante las demoras para obtener nuevas aprobaciones, Musk comenzó a presionar a la FAA, enviando al exfuncionario de la NASA William Gerstenmaier a testificar ante el Senado, solicitando revisiones ambientales aceleradas. La presión también provino del Departamento de Defensa y la NASA, quienes tienen planes para utilizar el Starship en misiones críticas, como el aterrizaje en la Luna, bajo un contrato de $2.9 mil millones de dólares.

    Las tensiones con Fish and Wildlife persisten. La agencia está investigando los daños causados a nidos de aves y se preocupa por el creciente tráfico y las nuevas infraestructuras, como la construcción de una fábrica de cohetes y un segundo sitio de lanzamiento. Estudios independientes han mostrado un descenso de 54% en la población de la amenazada especie de ave piping plover.

Nexo con el tema que estudiamos: 
    La expansión de SpaceX y sus operaciones en zonas de importancia ecológica, como el sur de Texas, ejemplifica la constante tensión entre el crecimiento capitalista y los límites planetarios. Al privilegiar la creación de nuevos espacios para la valorización del capital (como lo son los viajes a Marte y los usos militares de los cohetes de la empresa de Musk), SpaceX está llevando a cabo una explotación que no solo amenaza la biodiversidad, sino que también subraya la dificultad de mantener un equilibrio entre desarrollo tecnológico y sostenibilidad ambiental.

    Este caso pone en relieve la incapacidad de los marcos regulatorios y la gobernanza global para frenar la expansión de las empresas transnacionales que, en su afán por conquistar el espacio, ponen en riesgo los ecosistemas terrestres. La naturaleza, vista como un recurso a ser utilizado para maximizar beneficios, se enfrenta a un peligro real: la acelerada destrucción de los espacios naturales en nombre del progreso, sin una verdadera consideración de sus límites.

    También muestra la "tolerancia" de las instituciones y gobernantes frente a las constantes violaciones de las regulaciones por parte de Space-X, así como los clivajes entre las instancias ambientales y las militares. Es evidente el predominio de los intereses corporativos por encima de la devastación ambiental y social que provocan las empresas.