Decrecimiento, emergencia climática y transformación del trabajo
González, Luis [2023], "Decrecimiento, emergencia climática y transformación del trabajo", Miriam Lang, Breno Bringel y Mary Ann Manahan (editores), Más allá del colonialismo verde. Justicia global y geopolítica de las transiciones ecosociales, Buenos Aires, CLACSO, octubre, pp. 317-334, https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/249068/1/M...
Luis González Reyes. Doctor en Ciencias Químicas, trabaja en temas relacionados con el ecologismo, la economía y la pedagogía.
Introducción: dos retos y un condicionante de las transiciones ecosociales
Las transiciones ecosociales, necesarias para enfrentar la crisis climática y ecológica, deben superar dos retos fundamentales: la profundidad y amplitud de los cambios requeridos, y la velocidad con la que esos cambios deben implementarse. Estos desafíos no solo son complejos, sino que también deben abordar las interrelaciones entre el modelo económico, la sostenibilidad ambiental y las estructuras sociales.
Este primer reto se refiere a la magnitud de las transformaciones necesarias en varios aspectos clave de la sociedad y la economía. Existen tres áreas fundamentales que demandan una transformación profunda:
La matriz energética: La transición de una economía basada en combustibles fósiles a una que dependa de fuentes de energía renovable es esencial para evitar los peores efectos del cambio climático, como el aumento descontrolado de temperaturas y la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, las energías renovables no son una simple réplica de los combustibles fósiles (dato crucial 1).
Agotamiento de recursos naturales: A medida que los recursos fósiles se agotan, también lo hacen otros materiales esenciales, como el fósforo, utilizado en la agricultura industrial, y varios elementos clave en las tecnologías de energías renovables de alto rendimiento. Esto exige que la transición hacia las energías renovables no solo considere fuentes energéticas alternativas, sino también una redefinición de los materiales y las tecnologías utilizadas. Además, esto lleva a un cambio estructural en la economía: una transición de economías extractivas (minerales) a economías productivas basadas en la biomasa y la agricultura (dato crucial 2).
Transformación del modelo económico: El capitalismo moderno se caracteriza por la necesidad de un crecimiento económico constante para evitar crisis económicas. Sin embargo, este modelo es insostenible en un mundo con recursos limitados, ya que no es posible continuar el crecimiento del producto interno bruto (PIB) sin un aumento proporcional en el consumo de materiales y energía. Este hecho demuestra que no hay desmaterialización posible dentro de este modelo económico. Por lo tanto, es necesario repensar el sistema económico en su totalidad, cuestionando el crecimiento como motor de la economía y apostando por un modelo más enfocado en el decrecimiento y la sostenibilidad.
El segundo desafío es la rapidez con la que deben implementarse estas transformaciones. La emergencia climática exige que la transición ecosocial se acelere, ya que los efectos del cambio climático no son lineales y alcanzan un punto de no retorno más rápidamente de lo que se pensaba. Si el incremento de la temperatura global supera el umbral de 1.5 ºC, los efectos serán devastadores, no solo en términos de clima, sino también en la capacidad del planeta para regular el carbono, convirtiéndose en un emisor neto de gases de efecto invernadero (datos cruciales 3 y 4).
Este reto resalta la imposibilidad de abordar la transición de manera escalonada o gradual, como en un modelo de “primeros pasos fáciles” seguidos de transformaciones más difíciles. La transición debe ser inmediata y total, sin postergar cambios críticos, para evitar llegar a puntos de no retorno en el sistema climático.
Un aspecto crucial para poder enfrentar estos desafíos es la transformación del mundo del trabajo. La transición ecosocial no solo implica una reestructuración de las actividades productivas y los recursos utilizados, sino también un cambio en las formas de empleo. La creación de nuevos trabajos debe estar alineada con los objetivos de sostenibilidad, mientras que aquellos trabajos que perpetúan sistemas insostenibles deben ser reconvertidos. Se proponen cuatro transformaciones clave en el empleo:
Incentivar trabajos de restauración ambiental: es necesario promover trabajos dedicados a la restauración de ecosistemas, aunque estos, al lograr su objetivo, desaparecerán eventualmente.
Fomentar ocupaciones que cuiden el entorno: deberían incentivarse trabajos relacionados con la agroecología y otros modelos de producción sostenible .
Reconvertir actividades económicas nocivas: es crucial transformar las actividades que, aunque actualmente tienen una demanda creciente, son perjudiciales para la vida, como la producción de fertilizantes químicos.
Transformar ocupaciones que dependen de recursos ecológicos en vías de agotamiento: actividades como la pesca intensiva o las finanzas que sostienen este tipo de explotación deben ser reformuladas antes de que la degradación ambiental haga que desaparezcan por sí solas.
Reducción del consumo material y energético hasta los marcos ecológicamente viables
Para enfrentar las crisis climática y ecológica, es fundamental adoptar un enfoque que reduzca la actividad económica y el metabolismo social hacia niveles sostenibles. Este proceso, conocido como decrecimiento, implica reconfigurar nuestra economía para que opere dentro de los límites ecológicos del planeta. Aunque en los años setenta y ochenta del siglo XX hubiera sido posible una transición gradual impulsada por energías renovables antes de reducir la actividad económica, en la actualidad el margen de tiempo y de recursos se ha agotado. Es urgente tomar medidas inmediatas y contundentes para limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C, como lo estipulan los acuerdos internacionales.
Para España, se han diseñado y modelado políticas económicas para el periodo 2020-2030 con el objetivo de cumplir los límites de emisiones establecidos por la ONU y considerar la deuda ecológica nacional. Estas políticas buscan equilibrar la actividad económica con la reducción de emisiones de carbono, ajustando las actividades productivas y sus correspondientes demandas laborales. Los escenarios planteados fueron:
Nuevo Pacto Verde
Este modelo propone un desarrollo económico basado en el despliegue masivo de energías renovables de alta tecnología, el uso de tecnologías de la información y comunicación (TIC), la promoción de la agricultura ecológica, y una reducción significativa en la movilidad y la climatización de espacios (dato crucial 5).
Escenario de decrecimiento
En este modelo, se prioriza una contracción robusta de la actividad económica, reduciendo las emisiones en 68 %, suficiente para cumplir los objetivos climáticos. La actividad económica general sería inferior a la observada durante el confinamiento por la COVID-19 en abril de 2020, implicando cambios profundos en el mercado laboral y en los patrones de consumo (dato crucial 6).
El decrecimiento genera empleo en sectores verdes, pero implica una reducción neta de las horas de trabajo en sectores no esenciales. Esto supone un desafío importante que requerirá políticas para garantizar ingresos básicos, redistribuir el trabajo disponible y fomentar nuevas formas de empleo en actividades sostenibles.
Aunque el análisis se centró en España, muchas de las conclusiones son aplicables a otros países desarrollados. Estos deben liderar la transición hacia una economía sostenible, ya que tienen una mayor deuda ecológica y recursos para implementar estos cambios. Sin embargo, la transición deberá adaptarse a las particularidades de cada contexto social, económico y ambiental.
Relocalización y diversificación de la economía
El modelo económico globalizado actual genera impactos ecológicos y sociales insostenibles. Para abordar estas problemáticas, es esencial relocalizar las economías, priorizando el uso de recursos locales para garantizar el sustento en cada territorio. Este cambio no solo es necesario para combatir la desigualdad y el extractivismo, sino que también responde a la realidad de que no existe un sustituto del petróleo capaz de sostener el modelo actual de transporte masivo y de larga distancia para personas, mercancías e información. La progresiva escasez de petróleo hará inevitable esta transición hacia economías más localizadas y diversificadas.
La relocalización implica reorganizar las actividades económicas para que los territorios puedan satisfacer la mayor parte de las necesidades sociales de forma autónoma. Un ejemplo de este enfoque es el modelo propuesto para España, que plantea una reducción de 80% del tráfico marítimo para 2030 respecto a 2020, considerando que esta es la principal vía de entrada de mercancías en las economías desarrolladas. Este cambio requerirá una diversificación económica significativa, especialmente en el sector industrial, uno de los más dependientes del modelo globalizado y con mayor impacto ambiental.
La industria debe adaptarse a tres grandes dimensiones para alinearse con un modelo sostenible:
Diversificación productiva; crear un tejido industrial más variado que pueda cubrir las necesidades básicas en un contexto menos globalizado.
Reducción de industrias de alto impacto ambiental:
Disminuir o eliminar actividades relacionadas con la producción de pesticidas, automóviles y otras que generan un alto nivel de contaminación y degradación ecológica.
Transición hacia un bajo impacto ambiental:
Implementar tecnologías basadas en fuentes de energía verdaderamente renovables y sostenibles, dejando atrás el uso de combustibles fósiles y minerales escasos.
Este proceso de relocalización y transformación económica busca reducir la dependencia de los flujos globales y minimizar el impacto ambiental, garantizando que las economías territoriales puedan satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones de manera sostenible. Aunque implica cambios profundos en las estructuras productivas y patrones de consumo, también abre la puerta a una economía más resiliente y equitativa, alineada con los límites ecológicos del planeta.
Integración del metabolismo social dentro del metabolismo ecosistémico
Los ecosistemas, con su capacidad para reciclar recursos casi en su totalidad y operar en equilibrio con energía solar, diversidad y cooperación, son más resilientes y eficientes que el modelo industrial capitalista. Inspirarse en su funcionamiento implica que las economías humanas deben priorizar el cierre de ciclos materiales y energéticos. Esto requiere un cambio profundo hacia una economía centrada en el sector primario bajo un paradigma agroecológico, ya que los sectores secundario y terciario no pueden cumplir con este objetivo de sostenibilidad.
La transición energética debe ir más allá de la mera sustitución de combustibles fósiles por renovables de alta tecnología, que a menudo dependen de materiales y procesos no sostenibles. En su lugar, se propone un modelo basado en energías realmente renovables, con características clave:
Sostenibilidad en su fabricación: Utilizar materiales y energías renovables en su construcción.
Integración con ecosistemas: Aprovechar procesos naturales, como calefacción bioclimática o corrientes oceánicas, respetando los flujos energéticos de otros seres vivos.
Uso eficiente y equilibrado: Priorizar el trabajo directo (como bombear o moler) y el calor sobre la electricidad, evitando la acumulación y maximizando la intermitencia.
Control comunitario: Promover un modelo descentralizado y gestionado localmente.
El sector alimentario es un área crucial donde se pueden integrar los metabolismos humano y ecosistémico. La agroecología debe ser el eje central, incorporando prácticas como: uso de abonos verdes y manejo de plagas basado en equilibrios naturales. Circuitos cortos de comercialización para reducir huellas de carbono. Diversificación de cultivos adaptados a las condiciones locales. Preservación y control comunitario de las semillas.
Este enfoque no solo fomenta la sostenibilidad, sino que promueve la soberanía alimentaria, garantizando que las comunidades puedan producir y gestionar sus propios recursos esenciales de manera justa y ecológica.
Integración de la producción y la reproducción en una sola unidad económica
El trabajo productivo y el reproductivo están profundamente interconectados, ya que el primero depende del segundo para su existencia. Sin embargo, históricamente se ha separado la producción de la reproducción, generando desigualdades de género y perpetuando el patriarcado. Este modelo asigna a las mujeres la mayor parte del trabajo reproductivo, lo que resulta en una distribución inequitativa tanto en términos de tiempo como de carga laboral.
Una transición hacia un modelo más equitativo requiere integrar las tareas productivas y reproductivas en una sola unidad económica, como en una familia campesina. Sin embargo, este modelo debe reestructurarse para garantizar una distribución igualitaria de todas las responsabilidades entre géneros.
Actualmente, los trabajos productivos, especialmente aquellos relacionados con la reproducción del capital, reciben mayor valoración social y económica. Esta jerarquización ignora nuestra interdependencia y ecodependencia, subestimando la importancia de los trabajos de cuidado. Es fundamental revalorizar estos trabajos como esenciales para el sostenimiento de la vida, priorizando su reconocimiento social, aunque no necesariamente monetario.
La transición también debe fomentar un aumento en la dedicación a los cuidados, ampliando su alcance hacia modelos comunitarios y desmercantilizados. Esto implica asumir colectivamente parte de las tareas reproductivas, promoviendo un enfoque más sostenible y equitativo que reconozca la centralidad de los cuidados en la estructura social.
Forzar una redistribución fuerte de la riqueza inter e intra-territorios con criterios de justicia global
La transición hacia una economía sostenible, adaptada a los límites de los ecosistemas, implicará una economía más pequeña y con menos empleos, lo que representa un desafío para sociedades marcadas por desigualdades y alta dependencia del salario. Para que esta transición sea viable, es imprescindible acompañarla con una profunda transformación social centrada en la redistribución de la riqueza.
Se proponen políticas como: expropiaciones a grandes patrimonios. Implementación de rentas básicas. Reformas fiscales con impuestos altamente progresivos. Restitución de las deudas ecológicas y coloniales en el plano internacional.
El reparto equitativo del empleo es esencial para una transición justa. Los modelos realizados en España muestran que, aunque una economía sostenible podría destruir empleos en el marco laboral actual, políticas como la reducción de la jornada laboral a 30-32 horas semanales, la prohibición de horas extras y el adelanto de la edad de jubilación podrían generar empleo neto. Estos resultados son aplicables a nivel global.
Además del papel del estado, la sociedad organizada puede ser protagonista activa en esta redistribución, mediante acciones como la ocupación de viviendas y terrenos, o la lucha por jornadas laborales reducidas sin disminución de salarios. Sin embargo, el objetivo a largo plazo es una autonomía que permita a las personas sostener sus vidas sin depender completamente del mercado o del estado, estableciendo bases para una sociedad más equitativa y resiliente. Esta transformación, aunque desafiante, es fundamental para garantizar una transición ecológica y social justa.
Aumento de la autonomía económica de las personas
El capitalismo se sustenta en la falta de autonomía económica y material de las personas, generada mediante la acumulación por desposesión. Al perder acceso a tierras, recursos y comunidades, las personas quedan obligadas a depender del mercado para satisfacer sus necesidades, lo que las vincula al sistema a través del trabajo asalariado.
Este modelo, centrado en el crecimiento compulsivo, prioriza la acumulación de capital sobre la satisfacción de necesidades sociales, lo que genera devastación ecológica y destrucción de bienes comunes. Sus principales características se pueden resumir de la siguiente manera:
Producción orientada al capital: El objetivo es generar plusvalía, no satisfacer necesidades sociales, lo que fomenta el consumo de recursos y la destrucción ambiental.
Expansión hacia “los afueras”: capitalización de trabajos humanos externos, como en la esclavización histórica. Explotación de los “trabajos” no humanos, como la extracción de petróleo. Mercantilización de aspectos antes no comercializados, como los cuidados y la sociabilidad.
Se plantea pasar de sociedades "de mercado" a sociedades "con mercados regulados", donde la autonomía económica sea alta y los bienes básicos estén regulados para garantizar acceso universal. Esto implica:
Desalarización: Reducir la dependencia del salario como medio de subsistencia.
Desmercantilización: Sustraer algunas actividades de la lógica mercantil.
Autogestión y cooperativismo: Promover formas colectivas de propiedad y producción.
Control social de medios de producción: Redistribuir decisiones económicas y reconstruir bienes comunes como territorio, cuidados, educación y derechos.
El objetivo no es únicamente mejorar las condiciones laborales o expandir el estado de bienestar, sino transformar la organización social para desligarla del trabajo asalariado y del capitalismo, creando un sistema más justo, sostenible y democrático.
A modo de cierre
La transición hacia una sociedad sostenible implica un enfoque integral que vaya más allá del ámbito sindical, abarcando las luchas del ecologismo, feminismo, internacionalismo y cooperativismo. Este proceso requiere resignificar el concepto de trabajo, comenzando por desvincularlo del empleo y ampliarlo para incluir los cuidados y los trabajos productivos comunitarios como elementos fundamentales.
Es crucial desvalorizar socialmente el empleo tal como se concibe hoy y enfocarse exclusivamente en trabajos que estén al servicio de la reproducción social y la preservación de la vida. De igual manera, es necesario romper con la visión productivista del trabajo y resignificarlo como una fuente de sentido personal y colectivo que no compita con el ocio, sino que lo complemente.
Si se implementaran estas medidas, se trabajarían menos horas en empleos tradicionales, se dedicaría más tiempo a los cuidados no remunerados y surgirían espacios de trabajo autogestionado, basados en principios feministas, ecológicos y solidarios. Este modelo propone una vida orientada al "buen vivir" o al "vivir sabroso", donde el trabajo, el cuidado y el ocio se integran de forma armónica en beneficio de la sociedad y del planeta.
1.-Estas fuentes de energía, aunque sostenibles, tienen características muy distintas: son más dispersas, con flujos irregulares (como la energía solar o eólica), y ofrecen una cantidad de energía menor que las fuentes fósiles. Este cambio requiere una reconfiguración total de la economía, que debe adaptarse a una nueva lógica energética y de consumo.
2.-Este cambio implica una transformación en la forma en que entendemos la producción y el consumo a nivel global, desplazando la dependencia de los minerales hacia un modelo que recupere la sostenibilidad a través de la gestión de los recursos naturales y la producción local.
3.- Este proceso podría llevar al planeta a aumento de temperaturas entr 4-6 ºC por encima de los niveles preindustriales, haciendo la mayor parte del mundo inhabitable para los seres humanos.
4.-En este contexto, se establece que para evitar superar los 1.5 ºC, las emisiones globales deben reducirse a una tasa de 7.6% anual, lo que representa una disminución de 58% de las emisiones para el año 2030 en comparación con los niveles de 2019. Para los países más grandes emisores, como las naciones industrializadas, esta reducción debe ser aún mayor, alcanzando 10% anual, lo que implica una disminución de 65% para 2030.
5.-Este enfoque permitiría una reducción de emisiones de 45% durante la década de análisis. Sin embargo, no alcanzaría la reducción necesaria de 65% para evitar el calentamiento excesivo, e incluso sin considerar la deuda ecológica de España, se quedaría corta (-58%).
6.-Impulsar la agricultura ecológica, local y sostenible para reducir la huella ecológica de la producción alimentaria. Este sector sería uno de los principales generadores de empleo en una economía decreciente.
La propuesta de transición busca contrarrestar las dinámicas del capitalismo a través de una economía más pequeña y local, priorizando la sostenibilidad ecológica y la equidad social. Esto implica desmercantilizar bienes y servicios esenciales, redistribuir la riqueza, y transformar las relaciones laborales y de género, buscando un modelo que reconozca la interdependencia de los seres humanos con la naturaleza y entre sí.
Propuestas como la de Luis González Reyes son relevantes para mostrar que el argumento del colapso del capitalismo no significa resignación o inmovilismo, si no un cambio más radical que el propuesto por los argumentos estadocéntricos, que buscan la continuidad de la abundancia ficticia de las sociedades actuales. Es preciso escalar y profundizar en este tipo de propuestas para abarcar más territorios e impulsar las transiciones desde todas las escalas posibles.