Climate Change Is Losing Its Grip on Our Politics
Wallace-Wells, David [2024], "Climate Change Is Losing Its Grip on Our Politics", The New York Times, New York, 13 de noviembre, https://www.nytimes.com/2024/11/13/opinion/climate-change-politics-trump...
El artículo fue publicado por The New York Times (2024), en su sección de opinión, y está firmado por David Wallace-Wells, periodista especializado en cambio climático.
La nota plantea una paradoja inquietante: mientras los impactos del calentamiento global se intensifican, la política climática parece desvanecerse del centro del debate internacional. La ausencia de líderes mundiales en la COP29 —incluidos el presidente electo de Estados Unidos, figuras clave de la Unión Europea y el presidente chino— marca un punto de inflexión, al contrastar con el protagonismo que tuvieron en la COP26 de Glasgow (dato crucial 1).
En paralelo, las campañas presidenciales de 2024 en Estados Unidos omitieron por completo el cambio climático: Kamala Harris optó por centrarse en la producción récord de petróleo y gas, mientras que Donald Trump ofreció eliminar fondos climáticos a cambio de contribuciones de la industria fósil (dato crucial 2 y 6).
A nivel global, los modelos climáticos muestran que ya se ha superado el umbral de 1.5 °C respecto a los niveles preindustriales (dato crucial 3), y aunque las emisiones han disminuido en regiones como Europa (dato crucial 5), muchas de estas reducciones se deben más a dinámicas económicas coyunturales que a estrategias ambientales sostenidas.
Pese a que la inversión en energías limpias alcanzó los 2 billones de dólares en 2024 y la capacidad solar se duplicó desde 2022, gran parte de este impulso responde a intereses geopolíticos, industriales o de seguridad energética, más que a compromisos climáticos estructurales (dato crucial 4).
Wallace-Wells considera las posibles dificultades que puede originar la segunda presidencia de Trump: ataques contra la energía eólica marina y las regulaciones contra el metano, así como la desatención de la contaminación por las PFAS [sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas] y las sustancias que emiten las plantas de combustibles fósiles y la agricultura industrial. También se crearán nuevas infraestructuras, en particular nuevas terminales de exportación de gas natural licuado y se estimulará el resurgimiento de la energía nuclear, todo ello impulsado por el aumento de la demanda energética ligada a las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial.
Se retoma el argumento de Wim Carton y Andreas Malm en su libro reciente titulado Overshoot, de que a pesar de las evidencias de la emergencia climática y los riesgos catastróficos que se van concretando, gobiernos y sociedades se mantienen en el pasmo sin tomar medidas efectivas para impedir los peores escenarios.
El artículo introduce el concepto de “nacionalismo de desastre” de Richard Seymour, para describir cómo el discurso político tiende a normalizar los efectos del colapso ambiental —huracanes, incendios, humo tóxico— como hechos inevitables, sin exigir acción climática coordinada (dato crucial 7). La paradoja, concluye Wallace-Wells, es que la transición energética sigue avanzando, pero cada vez más desconectada de su razón original: frenar la crisis climática.
1- En la COP29 (2024), ningún líder de las principales potencias asistió: ni el presidente electo de Estados Unidos, ni Emmanuel Macron, Ursula von der Leyen o Xi Jinping.
2- En la campaña presidencial estadounidense de 2024, Kamala Harris omitió el tema climático y destacó la producción nacional récord de petróleo y gas.
3- Según Carbon Brief, la temperatura global media en 2023 superó los 1.5 °C respecto a niveles preindustriales https://www.carbonbrief.org/state-of-the-climate-2024-will-be-first-year...
4- La inversión mundial en energías limpias alcanzó 2 billones de dólares en 2024; la capacidad solar se duplicó desde 2022.
5- En 2023, Europa redujo sus emisiones en más de 8 %, aunque algunos gobiernos han retrocedido en legislación ambiental por temor al “greenlash” (reacción política adversa a lo verde).
El artículo ofrece una advertencia crítica sobre la despolitización del cambio climático, incluso cuando los indicadores científicos confirman su agravamiento. Desde la perspectiva de la economía política ambiental, esto revela una fractura entre las transformaciones materiales que impone la crisis ecológica y las narrativas y acciones políticas que deberían acompañarlas. La noción de “nacionalismo de desastre” permite entender cómo los eventos extremos pueden ser gestionados desde la lógica del control, la seguridad o el populismo, en lugar de motivar una respuesta estructural. Asimismo, la desconexión entre transición energética y justicia climática representa un desafío para el diseño de políticas públicas coherentes con los compromisos internacionales, la equidad intergeneracional y la sostenibilidad institucional.
En una perspectiva más amplia, hay que preguntarse acerca de las razones y situaciones que mantienen la pasividad de la población ante problemas tan acuciantes e incluso existenciales. Muchos países del Sur global son ilustración de una cuasi-indiferencia, en tanto que en el Norte global no se trascienden las acciones contestatarias para exigir cambios a los gobiernos. Y dando un rizo a esta paradoja, preguntar si es adecuada calificar de pasividad, indiferencia estas reacciones, o se trata de las capacidades de contención y contrainsurgencia de la dominación capitalista que hasta ahora ha impedido que los movimientos antagonistas a su trayectoria catastrófica, adquieran la masa crítica que les permita abrir alternativas viables, y no solo necesarias...