A ‘doom loop’ of climate change and geopolitical instability is beginning

Cita: 

Laybourn, Laurie y James Dyke [2024], "A 'doom loop' of climate change and geopolitical instability is beginning", The Conversation, 9 de diciembre, https://theconversation.com/a-doom-loop-of-climate-change-and-geopolitic...

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Lunes, Diciembre 9, 2024
Tema: 
El bucle fatal entre crisis climática y geopolítica: riesgos de descarrilamiento en la transición energética y alimentaria
Idea principal: 

    Laurie Laybourn es investigador y estratega especializado en los riesgos climáticos y la pérdida de biodiversidad. Lidera la Strategic Climate Risks Initiative (SCRI) y ha ocupado cargos en organizaciones como Chatham House, el Institute for Public Policy Research (IPPR) y la Universidad de Exeter.

    James Dyke es profesor asociado en Earth Systems Science en la Universidad de Exeter y codirige el Global Systems Institute. Es autor del libro Fire Storm and Flood, colaborador habitual en medios como The Guardian y The Independent, y miembro de importantes sociedades científicas, incluyendo la Royal Society of Arts y la European Geosciences Union.


    El artículo explica cómo los conflictos internacionales y las tensiones geopolíticas históricamente han frenado la cooperación global frente al cambio climático. Ejemplo de ello son las desviaciones observadas en la COP29 (la vigésima novena Conferencia de las Partes, por su sigla en inglés) en Azerbaiyán, donde líderes ausentes, disputas financieras y la presión de países exportadores de combustibles fósiles impidieron acuerdos más ambiciosos. Lo novedoso hoy es que el cambio climático ya no solo se ve afectado por la geopolítica, sino que comienza a transformarla.

    Los autores describen un círculo vicioso: el cambio climático incrementa la inestabilidad política y económica; esa inestabilidad dificulta la cooperación climática; al frenar la acción, se agrava el cambio climático, lo que intensifica los conflictos. Este ciclo acelerado amenaza con impedir la reducción oportuna de los combustibles fósiles.

    “Climaflación”: el caso de Estados Unidos

    El texto introduce el concepto de climate-flation o “climaflación”, es decir, inflación causada o agravada por impactos climáticos. La elección reciente de Donald Trump se presenta como ejemplo: la inflación, factor central en su campaña, estuvo en parte vinculada a sequías que redujeron la producción agrícola en Estados Unidos, Argentina y Europa. Estas pérdidas incrementaron el precio global de alimentos, lo que contribuyó al descontento social y al cambio político. En Europa, se calcula que en 2022 el clima extremo añadió casi 1% a la inflación alimentaria y en Reino Unido hasta un tercio de la inflación de alimentos se vinculó a efectos climáticos.

    Además, el calor extremo disminuye la productividad laboral y la sequía afecta rutas fluviales clave para el comercio, lo que interrumpe cadenas de suministro globalizadas.

    Riesgos de descarrilamiento

    Los autores llaman a este fenómeno riesgo de descarrilamiento: la posibilidad de que el mundo no logre sostener un camino de descarbonización suficiente. Ejemplo de ello es el “bucle fatal de deuda climática”: los países más vulnerables, afectados por desastres, se ven forzados a endeudarse para reconstruir, lo que limita sus recursos para adaptación y mitigación futuras, atrapándolos en un ciclo de crisis.

    Terreno fértil para el cambio

    Aunque superar el umbral de 1.5 °C no significa el “fin del mundo”, sí implica mayor peligrosidad. La reciente protesta masiva en Valencia, tras graves inundaciones, demuestra que los líderes que ignoran los riesgos climáticos enfrentan consecuencias políticas.

    Los autores también señalan que la inestabilidad puede abrir oportunidades para cambios positivos, como ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial con la creación de sistemas de bienestar y derechos humanos. No obstante, advierten que la desigualdad es un obstáculo central: quienes menos han contribuido al problema sufren más sus efectos y, si no reciben protección, pueden apoyar fuerzas políticas que bloqueen la acción climática.

    El artículo concluye que, para impedir que el “bucle fatal” se consolide, es necesario aumentar la adaptación, proteger a las comunidades vulnerables y garantizar que los beneficios de la transición energética se distribuyan de manera equitativa. De este modo, se fortalecería el apoyo social y político a la eliminación de combustibles fósiles, reduciendo los riesgos de descarrilamiento.

Datos cruciales: 

    1) En 2022, los eventos climáticos extremos añadieron casi 1% a la inflación alimentaria en Europa.

    2) Hasta un tercio de la inflación alimentaria en el Reino Unido se ha atribuido a impactos climáticos recientes.

    3) En 2022, una sequía en California redujo a la mitad la superficie destinada al cultivo de arroz.

    4) En 2023, Argentina perdió 50% de su producción de soya a causa de la sequía.

    5) El objetivo global de limitar el calentamiento a 1.5 °C se aleja progresivamente, incrementando la inestabilidad y los riesgos de “descarrilamiento”.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    El artículo plantea un bucle fatal entre cambio climático e inestabilidad geopolítica, donde la degradación ambiental intensifica tensiones internacionales y estas, a su vez, frenan la acción climática. Este planteamiento se conecta con varias de las líneas de investigación del LET.

    En primer lugar, el texto ilustra con claridad el eje “Combate y adaptación frente a la destrucción del ambiente”, pues muestra cómo los impactos climáticos —sequías, inflación alimentaria y desastres naturales— generan presión política y social que determina la capacidad de los Estados para adoptar medidas de adaptación. Sin embargo, el artículo no profundiza en cómo las estrategias de adaptación están condicionadas por la desigualdad económica global ni en el papel que juegan los organismos financieros internacionales en imponer soluciones de deuda a países vulnerables. Este vacío abre la posibilidad de estudiar críticamente las finanzas climáticas como mecanismo de subordinación.

    En segundo lugar, se observa la “Competencia mundial” y la “Disputa hegemónica” en las negociaciones multilaterales. El bloqueo de acuerdos en la COP29 por países exportadores de combustibles fósiles refleja cómo los intereses energéticos se convierten en un terreno de confrontación entre potencias y alianzas regionales. Sin embargo, los autores no examinan de manera explícita cómo estas disputas se insertan en las fronteras del capital energético transnacional, donde corporaciones y Estados interactúan en torno a recursos estratégicos.

    Asimismo, la referencia a la inflación climática conecta con la “Destrucción del ambiente” y con los “Riesgos existenciales”, pues muestra que la degradación ecológica no solo amenaza los sistemas naturales, sino también la estabilidad de los sistemas políticos y económicos. Este nexo abre un campo de estudio sobre cómo la crisis climática redefine la seguridad internacional y transforma la manera en que los Estados priorizan sus agendas de riesgo.

    Por otro lado, el texto apenas menciona la dimensión de las “Empresas transnacionales y gobernanza mundial”. Si bien habla de bloqueos geopolíticos y deuda climática, deja de lado el papel central que las corporaciones energéticas y agroindustriales cumplen en la reproducción del “bucle fatal”. Este vacío constituye una línea de investigación crucial para el LET: analizar cómo las empresas transnacionales no solo son responsables de emisiones y extracción, sino que también intervienen en la configuración de políticas globales de adaptación y financiamiento climático.

    Finalmente, el artículo aporta indirectamente al eje “Relaciones entre empresas, Estados y sociedad”, ya que al destacar el descontento social por la inflación alimentaria sugiere que las comunidades, al no estar protegidas, pueden volcarse hacia fuerzas políticas nativistas que bloquean la acción climática. No obstante, falta indagar en cómo los movimientos sociales transnacionales y los conflictos territoriales podrían revertir este proceso, construyendo alternativas de gobernanza más equitativas frente al poder de empresas y Estados.