Why our broken food system remains a climate disaster: 'broiling the planet to stuff our faces'

Cita: 

Milman, Oliver [2025], "Why our broken food system remains a climate disaster: 'broiling the planet to stuff our faces'", The Guardian, 14 de agosto, https://www.theguardian.com/environment/2025/aug/14/we-are-eating-the-ea...

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Jueves, Agosto 14, 2025
Tema: 
El sistema alimentario global como motor del colapso climático
Idea principal: 

    Oliver Milman es periodista británico especializado en medio ambiente y actualmente se desempeña como corresponsal medioambiental en la edición estadounidense del The Guardian, con sede en Nueva York. Es autor del reconocido libro The Insect Crisis, que lo ha consolidado como una voz destacada en el debate sobre colapso de biodiversidad y políticas climáticas.


    El artículo expone cómo el sistema alimentario global constituye uno de los principales motores de la crisis climática. A diferencia de la transición energética, donde existen rutas hacia fuentes renovables, la producción de alimentos permanece anclada en prácticas intensivas que devastan bosques, consumen vastas extensiones de tierra y generan emisiones comparables a las de los combustibles fósiles. La expansión agrícola para abastecer a una población creciente se plantea como un reto de enorme magnitud, pues exige aumentar la producción sin destruir la biodiversidad ni los ecosistemas que regulan el clima.

    Michael Grunwald, autor del libro We Are Eating the Earth, argumenta que la agricultura moderna ya posee suficiente peso para empujar al planeta hacia una catástrofe ambiental, incluso si se abandona el uso de petróleo, carbón y gas. El dilema central es cómo alimentar a diez miles de- millones de personas sin agravar la crisis climática. El problema se intensifica porque las tierras disponibles ya son limitadas y porque gran parte de las soluciones propuestas no han mostrado resultados efectivos.

    El texto analiza varias alternativas. La captura de carbono en suelos y los biocombustibles aparecen como promesas engañosas o incluso dañinas, ya que desplazan la producción de alimentos y aumentan la presión sobre la naturaleza. Otras iniciativas, como la carne de origen vegetal, la carne cultivada en laboratorio o la agricultura vertical, han enfrentado enormes obstáculos: desde la falta de aceptación del mercado hasta su inviabilidad tecnológica y energética. El fracaso de estas opciones refleja la complejidad del problema, en el que la demanda de alimentos y proteínas encuentra siempre maneras de imponerse sobre los intentos de conservación ambiental.

    Pese a este panorama, el autor no considera que todo esté perdido. Reconoce que la innovación científica y tecnológica puede abrir caminos inesperados, como ocurrió con la energía solar y eólica. Destaca que existen avances prometedores, desde el perfeccionamiento de la fotosíntesis hasta el desarrollo de incentivos que permitan producir más con menos tierra y reducir el desperdicio de alimentos. Grunwald subraya que el cambio cultural en la dieta es difícil porque la alimentación está profundamente ligada a la identidad y la vida cotidiana, pero insiste en que es imprescindible seguir buscando soluciones. El desafío, concluye, es encontrar la forma de alimentar al mundo sin “freírlo” en el proceso.

Datos cruciales: 

    1) El sistema alimentario global es responsable de aproximadamente 33% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una proporción similar a la de la energía fósil.

    2) La agricultura utiliza más de 50% de la tierra habitable del planeta, lo que la convierte en la actividad humana con mayor huella territorial.

    3) Se estima que la población mundial alcanzará 10 miles de millones de personas hacia 2050, lo que incrementará la demanda de alimentos 50% respecto a los niveles actuales.

    4) El desperdicio alimentario equivale a cerca de 33% - de la producción mundial de alimentos, con pérdidas energéticas y de recursos naturales asociadas.

    5) Entre 1980 y 2010, la expansión agrícola fue responsable de la desaparición de más de 100 millones de hectáreas de bosques tropicales, uno de los principales sumideros de carbono del planeta.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    El artículo sitúa al sistema alimentario como un eje central de la destrucción del ambiente y como una de las principales fuentes de emisiones que aceleran el cambio climático. Su énfasis está en la incapacidad de la agricultura moderna para sostener a una población creciente sin deteriorar bosques, suelos y biodiversidad. Esta perspectiva se vincula directamente con la línea del LET sobre el combate y adaptación frente a la destrucción del ambiente, pero deja sin desarrollar el papel de los actores económicos que modelan las cadenas de producción y consumo, en particular las empresas transnacionales (CTN) que concentran el control de semillas, fertilizantes, agroquímicos y redes de comercialización.

    El texto alude a la necesidad de innovaciones tecnológicas para resolver la crisis alimentaria, pero no problematiza cómo estas soluciones se insertan en las fronteras del capital. La investigación del LET podría profundizar en la forma en que la producción de “carne cultivada” o la agricultura vertical son financiadas, patentadas y controladas por corporaciones que monopolizan el acceso a tecnologías estratégicas. De esta manera, el combate a la crisis alimentaria se convierte también en un campo de disputa entre intereses privados y el bienestar colectivo, cuestión que el artículo no aborda.

    Finalmente, la conexión entre la crisis climática y la seguridad alimentaria abre un debate sobre el papel de las CTN en el colapso sistémico de los alimentos y sus relaciones con los estados. El autor menciona la escala global del problema, pero omite analizar cómo las corporaciones influyen en políticas públicas, subsidios y acuerdos comerciales que condicionan la capacidad de los países para garantizar soberanía alimentaria. En este vacío se localiza un terreno fértil de investigación sobre las relaciones entre empresas, estados y sociedad, así como sobre los riesgos existenciales que supone un modelo alimentario dominado por lógicas corporativas en un contexto de crisis ambiental global.