Los diez gigantes de los agronegocios. La concentración corporativa en la alimentación y en la agricultura

Cita: 

ETC y Grain [2025], Los diez gigantes de los agronegocios. La concentración corporativa en la alimentación y en la agricultura, Grain, https://grain.org/e/7288

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Lunes, Julio 7, 2025
Tema: 
Concentración corporativa y colapso sistémico: los gigantes del agronegocio en la gobernanza mundial de los alimentos
Idea principal: 

    El Grupo ETC es un colectivo internacional de investigación y acción, comprometido con la justicia social y ambiental, los derechos humanos y la defensa de sistemas agroalimentarios justos y ecológicos, así como de la red de la vida.

    GRAIN es una organización internacional que trabaja apoyando a campesinas y campesinos, a movimientos sociales en sus luchas por lograr sistemas alimentarios basados en la biodiversidad y controlados comunitariamente.


    El documento presenta un panorama de la creciente concentración corporativa en el sistema alimentario industrial global y expone cómo una serie de fusiones, adquisiciones y alianzas estratégicas ha consolidado un núcleo reducido de empresas que controlan semillas, pesticidas, fertilizantes, maquinaria agrícola, farmacéutica animal y genética del ganado. Las organizaciones autoras sostienen que esta concentración otorga a los agronegocios un poder desproporcionado sobre los precios, la innovación tecnológica, los flujos comerciales y las regulaciones nacionales e internacionales. Se afirma que estas corporaciones son capaces de influir en marcos regulatorios, bloquear restricciones ambientales y orientar políticas públicas a favor de modelos altamente dependientes de insumos industriales y combustibles fósiles.

    La introducción subraya que esta concentración no es un fenómeno reciente, sino un proceso que ha durado décadas, y reforzado tras crisis económicas, sanitarias y geopolíticas. Los agronegocios aprovechan situaciones de inestabilidad —como interrupciones de cadenas de suministro, fluctuaciones de precios o conflictos armados— para aumentar ganancias y expandir su integración vertical y horizontal. Esta expansión se articula con la digitalización de la agricultura, la inteligencia artificial y la biotecnología, que permiten a las corporaciones controlar no solo insumos físicos, sino también información, datos de producción y plataformas tecnológicas.

    El documento señala que la estructura corporativa actual cumple criterios claros de oligopolio en múltiples sectores. En semillas y pesticidas, maquinaria agrícola y farmacéutica animal, pocas empresas concentran más de la mitad del mercado global. Esta concentración genera vulnerabilidades sistémicas en la producción de alimentos al reducir la diversidad de proveedores, aumentar la dependencia de insumos industrializados y debilitar la autonomía campesina. Los autores enfatizan que la estructura actual del sistema alimentario industrial es incompatible con los objetivos climáticos globales y con la sostenibilidad ecológica, pues depende de prácticas que aumentan emisiones, pérdida de biodiversidad y degradación ambiental.

    Finalmente, la introducción plantea que las comunidades campesinas, indígenas y productoras de pequeña escala se ven directamente afectadas por esta concentración, perdiendo acceso a mercados, semillas, financiamiento y conocimientos que antes se transmitían de manera territorial y colectiva. La expansión del agronegocio se vincula con procesos de despojo, criminalización de defensores del territorio y desplazamiento de poblaciones rurales. La introducción concluye que desmontar el poder de los agronegocios es una tarea central para transformar los sistemas alimentarios hacia modelos más justos, resilientes y ecológicamente viables.

    Semillas comerciales y pesticidas

    El mercado global de semillas comerciales —excluyendo las semillas campesinas, criollas y de sistemas públicos— está dominado por cuatro corporaciones transnacionales: Bayer, Corteva, Syngenta y BASF. Estas empresas concentran más de la mitad del mercado mundial de semillas y más de 60% del mercado global de pesticidas (dato crucial 1). Aunque Bayer ha enfrentado pérdidas económicas por litigios relacionados con glifosato tras la compra de Monsanto, las ganancias combinadas del sector continúan creciendo. La consolidación corporativa se manifiesta también en acuerdos de licencia cruzada, alianzas tecnológicas y control de plataformas digitales que permiten integrar semillas, agroquímicos y servicios de datos en un único paquete comercial.

    Estas empresas expanden su poder mediante biotecnologías y herramientas digitales. Se resalta que las corporaciones están utilizando inteligencia artificial para acelerar el mejoramiento genético, monitorear rendimientos y dirigir recomendaciones de insumos, lo que profundiza la dependencia tecnológica de los agricultores. Asimismo, las compañías están invirtiendo fuertemente en los llamados “biológicos agrícolas”, un mercado presentado como más sostenible, pero que opera con poca regulación, incluye productos fabricados con microorganismos modificados genéticamente y genera riesgos de bioseguridad. Esta expansión hacia biológicos y biosoluciones permite a las empresas ocupar nichos emergentes y presentarse como actores “verdes”, aunque mantengan prácticas basadas en monocultivos intensivos.

    Las empresas de semillas y pesticidas están apropiándose del discurso de la “agricultura regenerativa”. Aunque este concepto proviene de tradiciones agroecológicas, las corporaciones lo reinterpretan para integrarlo a modelos dependientes de datos digitales, agricultura de precisión, semillas patentadas y créditos de carbono. Bayer y Syngenta promueven esquemas de agricultura digital que recopilan información de millones de hectáreas, facilitando la elaboración de paquetes tecnológicos cerrados y la ampliación del control corporativo sobre decisiones productivas. Estos sistemas permiten condicionar el acceso de agricultores a programas de créditos de carbono, financiamiento y ciertos mercados, fortaleciendo la dependencia hacia las plataformas corporativas.

    Finalmente, se señala que las empresas del sector están estableciendo alianzas con grandes actores de la producción de energía y el comercio de commodities —como Chevron, BP, Bunge y ADM— para articular la producción de semillas y agroquímicos con las cadenas globales de agrocombustibles. Este proceso integra aún más el agronegocio con las industrias de combustibles fósiles, reforzando un modelo agrícola intensivo y con altas emisiones. El documento plantea que estas alianzas consolidan la interdependencia entre agricultura industrial, energía fósil y mercados financieros globales, reduciendo la capacidad de los territorios para desarrollar sistemas alimentarios autónomos y afectando directamente la diversidad agrícola y la soberanía alimentaria de comunidades rurales.

    Fertilizantes sintéticos

    El sector de fertilizantes sintéticos está dominado por un grupo reducido de empresas transnacionales que operan de forma integrada en minería, energía y química pesada. Entre estas corporaciones se encuentran Nutrien, Yara, CF Industries, Mosaic, OCP y PhosAgro, que controlan la extracción de fosfatos y potasa, así como la producción global de fertilizantes nitrogenados. La producción de estos fertilizantes depende de grandes cantidades de gas natural, lo cual vincula directamente al sector con la industria fósil y lo convierte en uno de los mayores emisores industriales de dióxido de carbono. Debido a esta interdependencia, las ganancias del sector aumentan en periodos de crisis energética o volatilidad geopolítica, como ocurrió tras la invasión rusa a Ucrania, cuando los precios del gas elevaron los costos de los fertilizantes y generaron beneficios extraordinarios para las empresas dominantes.

    La concentración corporativa en este sector crea vulnerabilidades alimentarias globales. Las empresas controlan infraestructura crítica de transporte, terminales portuarias, redes logísticas y almacenamiento, lo cual les permite fijar precios y condicionar la disponibilidad del producto en múltiples regiones (dato crucial 2). Esta estructura centralizada provoca que los países dependientes de importaciones —especialmente aquellos del Sur global— enfrenten altos niveles de exposición a choques de precios y a prácticas de especulación. Además, se menciona que el acceso desigual a fertilizantes es utilizado como herramienta de presión comercial y política, dado que pocas corporaciones controlan los flujos internacionales de insumos esenciales para los sistemas agrícolas industrializados.

    Las compañías productoras de fertilizantes impulsan activamente nuevas narrativas en torno a la “transición energética” del sector, promoviendo tecnologías como el llamado “amoníaco verde” o el “hidrógeno azul”. Sin embargo, muchas de estas iniciativas continúan dependiendo de combustibles fósiles o desplazan problemas ambientales a otras etapas de la cadena. Además, estas estrategias están estrechamente ligadas a mercados emergentes de créditos de carbono y a mecanismos de certificación que favorecen a las corporaciones, permitiéndoles seguir expandiendo infraestructura relacionada con el gas natural y asegurando subsidios públicos. Estas estrategias no modifican el modelo agrícola de fondo, sino que lo refuerzan mediante tecnologías que sostienen monocultivos intensivos y la dependencia a insumos externos.

    Finalmente, el documento retoma los impactos socioambientales del uso masivo de fertilizantes sintéticos. La aplicación de nitrógeno y fósforo en grandes cantidades provoca eutrofización de aguas, zonas muertas en océanos, contaminación de fuentes de agua y emisiones de óxido nitroso, uno de los gases de efecto invernadero más potentes. Además, la extracción de minerales como fosfato y potasa implica procesos de despojo territorial, afectaciones a comunidades locales y explotación intensiva de ecosistemas. Esta cadena industrial —desde la minería hasta la aplicación en campo— sostiene un modelo agrícola con efectos acumulativos sobre la salud humana, la biodiversidad y la estabilidad climática, consolidando el papel de las empresas de fertilizantes como actores centrales en la crisis ecológica global.

    Maquinaria agrícola

    El sector de maquinaria agrícola está altamente concentrado, con tres corporaciones dominantes —John Deere, CNH Industrial y AGCO— que controlan la mayoría del mercado global de tractores, cosechadoras y equipos especializados (dato crucial 3). Estas empresas cuentan con una extensa infraestructura global de servicios, distribución, repuestos y financiamiento, lo que les permite consolidar relaciones de dependencia con los agricultores. En las últimas décadas, estas firmas han expandido su poder mediante adquisiciones estratégicas de compañías de software, empresas de agricultura de precisión y proveedores de tecnologías de automatización. La maquinaria moderna está equipada con sensores, sistemas de posicionamiento y plataformas digitales que convierten cada operación agrícola en una fuente de datos controlada por las corporaciones.

    La digitalización es utilizada por las empresas de maquinaria para establecer “cercas digitales”, es decir, restricciones técnicas y legales que impiden a los agricultores reparar, modificar o acceder plenamente al software de sus propios equipos. Esta estrategia se apoya en derechos de propiedad intelectual y en contratos de licencia que limitan la capacidad del usuario para realizar reparaciones independientes. El texto indica que estos mecanismos han generado controversias a nivel global, incluidos movimientos de “derecho a reparar”, demandas legales y debates regulatorios sobre el acceso a datos y la propiedad del software. Estas prácticas refuerzan la dependencia tecnológica, incrementan los costos de mantenimiento y reducen la autonomía operativa de los agricultores.

    Las corporaciones de maquinaria han pasado a convertirse en gigantes de datos agrícolas. A través de plataformas digitales como John Deere Operations Center, Case IH AFS Connect o AGCO Fuse, las empresas recopilan información detallada sobre suelos, rendimiento, insumos aplicados, patrones climáticos y decisiones de manejo. Esta información es procesada mediante algoritmos y ofrecida a los agricultores como “recomendaciones de precisión”, lo que permite a las compañías modelar decisiones productivas en tiempo real. El documento menciona que estos datos son usados también para establecer alianzas con aseguradoras, proveedores de insumos y empresas de agrofinanzas, creando redes de interoperabilidad que integran maquinaria, semillas, pesticidas, créditos y servicios climáticos en un mismo ecosistema corporativo.

    La digitalización del campo abre paso a la automatización parcial o total de labores agrícolas. Se mencionan proyectos avanzados de robots agrícolas, maquinaria autónoma y drones equipados con inteligencia artificial que permiten gestionar cultivos con menor intervención humana. Aunque las corporaciones presentan estas innovaciones como herramientas de eficiencia, la automatización fortalece aún más el control corporativo sobre la infraestructura productiva, reduce la necesidad de mano de obra y desplaza a pequeños productores que no pueden asumir los altos costos de acceso a tecnologías digitales. El sector de maquinaria y digitalización aparece así como un nodo clave dentro del sistema agroindustrial, donde la convergencia entre hardware, software y datos consolida el poder de las empresas sobre las prácticas agrícolas globales.

    Farmacéutica animal

    El sector de la farmacéutica animal está dominado por un reducido grupo de corporaciones transnacionales —Zoetis, Merck Animal Health, Elanco, Boehringer Ingelheim y Virbac— que controlan la mayor parte del mercado global de medicamentos, vacunas, aditivos y productos veterinarios destinados a la ganadería industrial (dato crucial 4). Estas empresas concentran su actividad en la producción de insumos para sistemas altamente intensivos, en particular aves, cerdos y ganado vacuno, donde la densidad poblacional y las condiciones de confinamiento requieren el uso sistemático de sustancias destinadas a controlar infecciones, mejorar la conversión alimenticia y sostener altas tasas de producción. La expansión de estas corporaciones está estrechamente ligada al aumento del consumo global de proteína animal y a la consolidación de sistemas industriales de engorda y procesamiento.

    Los sistemas ganaderos corporativos dependen ampliamente del uso rutinario de antibióticos y otros antimicrobianos, tanto para prevenir enfermedades como para favorecer el crecimiento. Esta práctica, según se expone, ha contribuido significativamente a la aparición y diseminación de bacterias resistentes, un fenómeno que autoridades sanitarias internacionales han catalogado como una amenaza emergente para la salud pública global. Las empresas farmacéuticas continúan generando nuevas fórmulas y expandiendo sus mercados en regiones donde la regulación es menos estricta, mientras que en países con marcos más robustos impulsan el uso de alternativas como vacunas, probióticos y suplementos nutricionales que igualmente sostienen la lógica de producción industrial intensiva.

    Estas corporaciones han construido cadenas de suministro altamente integradas con empresas de genética animal, productores de alimentos balanceados, frigoríficos y comercializadoras globales de proteína. Esta interconexión permite articular medicamentos, semillas genéticas, dietas especializadas y protocolos de manejo animal en un mismo sistema. En particular, compañías como Cargill y Tyson colaboran estrechamente con la farmacéutica animal para optimizar la productividad en granjas corporativas. La disponibilidad de datos provenientes de sensores y sistemas digitales de monitoreo permite a las empresas desarrollar modelos predictivos de enfermedades y ajustar dinámicas de producción en tiempo real, consolidando un sistema de control tecnificado sobre la vida animal.

    La expansión de la farmacéutica animal y de la ganadería industrial está relacionada con impactos ambientales y sociales de gran escala. Entre ellos se encuentran la generación masiva de desechos, la contaminación del agua, las emisiones de gases de efecto invernadero y la ocupación extensiva de tierras para producir alimento destinado al ganado, lo que intensifica la presión sobre bosques, territorios campesinos e indígenas. El modelo industrial es inseparable del uso intensivo de medicamentos veterinarios, dado que las condiciones de confinamiento serían insostenibles sin estos insumos. La sección concluye que el sector farmacéutico animal constituye un eje central del sistema agroindustrial global y un componente estructural de la dinámica que sostiene la ganadería industrial a gran escala.

    Genética animal

    El sector de la genética animal está profundamente concentrado, en particular en las especies que forman el núcleo de la producción ganadera industrial: aves, cerdos y ganado vacuno. Las empresas líderes —como EW Group, Hendrix Genetics, Tyson/Cobb-Vantress, Genus PLC y Topigs Norsvin— controlan la gran mayoría de las líneas genéticas comerciales, lo que les permite definir de manera centralizada los rasgos biológicos que estructuran la producción mundial de carne, huevos y lácteos. Estas corporaciones operan mediante programas de reproducción altamente especializados y sistemas cerrados en los que las líneas parentales se mantienen bajo estricta propiedad intelectual, impidiendo que productores o comunidades puedan reproducir o diversificar el material genético sin autorización empresarial.

    Estas empresas han impulsado una homogeneización sin precedentes de la biodiversidad animal destinada a la producción industrial. En el caso de la avicultura, la mayoría de los pollos broiler comercializados globalmente provienen de dos conglomerados que controlan las líneas parentales fundamentales; de manera similar, en porcinos, un número muy reducido de líneas genéticas abastece la mayor parte de la producción intensiva. Esta uniformidad genética permite altos niveles de eficiencia productiva, pero también crea vulnerabilidades sistémicas, ya que la falta de diversidad incrementa el riesgo de propagación rápida de enfermedades y limita la capacidad de adaptación de las poblaciones animales frente a cambios ambientales o patógenos emergentes.

    El sector de genética animal se articula con tecnologías avanzadas como la edición genética, la secuenciación masiva, los sistemas digitales de monitoreo y la reproducción asistida. Estas herramientas permiten seleccionar rasgos como crecimiento acelerado, mayor conversión alimenticia, composición muscular específica o resistencia a ciertos patógenos. A su vez, las corporaciones desarrollan sistemas de análisis de datos que integran información de desempeño animal en granjas comerciales, retroalimentando programas de mejoramiento genético a escala industrial. Este ciclo tecnológico refuerza la dependencia de los productores hacia líneas genéticas propietarias y hacia los servicios de asesoría y certificación que las empresas ofrecen.

    La expansión de estas corporaciones tiene efectos sociales, territoriales y ecológicos significativos. La dependencia global de líneas genéticas estrechas desplaza razas locales y conocimientos tradicionales de manejo animal, afectando sistemas campesinos e indígenas que históricamente han mantenido diversidad biocultural. Además, la intensificación productiva asociada a estas líneas genéticas demanda grandes cantidades de insumos —alimentos balanceados, farmacéuticos, infraestructura de confinamiento— que fortalecen la interconexión entre la genética animal, la farmacéutica veterinaria, la producción de granos industriales y los conglomerados cárnicos. La sección concluye que el sector de genética animal es un pilar estructural del modelo agroindustrial contemporáneo, cuyo funcionamiento depende de la concentración corporativa y de la estandarización global de la vida animal destinada a la producción.

    La concentración corporativa en el sistema agroindustrial ha alcanzado niveles que permiten a un número muy reducido de empresas controlar prácticamente todas las etapas de la cadena global de producción de alimentos. Diez conglomerados dominan semillas, pesticidas, fertilizantes, maquinaria, farmacéutica animal y genética, configurando una estructura de poder que condiciona precios, prácticas agrícolas, marcos regulatorios y modelos de producción. Esta arquitectura corporativa, se ha consolidado mediante fusiones transnacionales, adquisición de empresas más pequeñas, integración vertical y control de plataformas digitales, lo que refuerza la dependencia de agricultores, territorios y gobiernos hacia estos actores.

    Por otro lado, se enfatiza que la interconexión entre los sectores analizados —semillas, agroquímicos, fertilizantes, maquinaria, farmacéutica y genética animal— revela que el agronegocio opera como un sistema altamente integrado en el que cada eslabón refuerza a los demás. La digitalización, la biotecnología y los mercados de carbono ampliaron aún más este entramado, permitiendo que las corporaciones extiendan su influencia más allá de los insumos físicos, hacia la esfera del control de datos, certificaciones y normativas ambientales. Este conjunto de dinámicas limita las posibilidades de transición hacia modelos sustentables y condiciona las políticas alimentarias de los Estados.

    Finalmente, el documento plantea que para reducir el poder corporativo y construir sistemas alimentarios más justos se requieren medidas que desmantelen estructuras de monopolio y devuelvan control a productores, trabajadores, comunidades indígenas y campesinas. Entre las propuestas mencionadas se incluyen mayor regulación antimonopólica, fortalecimiento de sistemas de semillas campesinas, protección de biodiversidad agrícola, restricciones al uso de antibióticos en ganadería industrial y sistemas de gobernanza que limiten la captura corporativa de políticas públicas. La sección final sostiene que enfrentar la concentración del poder agroindustrial es una condición necesaria para transformar de manera estructural los sistemas alimentarios y fortalecer alternativas agroecológicas, territoriales y comunitarias.

Datos cruciales: 

    1) Cuatro corporaciones —BASF, Bayer, Corteva y Syngenta— controlan más de la mitad del mercado mundial de semillas comerciales y más de la mitad del mercado global de pesticidas, lo que las convierte en un oligopolio con capacidad de condicionar la base misma de la producción agrícola.


    2) El mercado global de fertilizantes sintéticos alcanza casi 200 mil millones de dólares, con una producción y exportación altamente concentrada en unos pocos países y corporaciones, lo que incrementa la vulnerabilidad de los agricultores y naciones enteras frente a las fluctuaciones de precios.

    3) Las diez principales compañías de maquinaria agrícola concentran más de la mitad del mercado mundial, y las cuatro más grandes superan por sí solas 40%. Estas corporaciones no solo venden maquinaria, sino que imponen plataformas digitales que capturan datos agrícolas estratégicos.

    4) En la farmacéutica animal, las diez principales compañías controlan más de dos tercios del mercado mundial, con una fuerte dependencia del segmento de mascotas. El uso masivo de antibióticos en animales de granja, defendido por estas empresas, contribuye a la resistencia a los antimicrobiana que provocan cientos de miles de muertes humanas cada año.

    5) Cuatro empresas —Bayer, Corteva, Syngenta y BASF— controlan el 56% del mercado global de semillas comerciales y el 61% del mercado mundial de pesticidas.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    El artículo muestra con claridad el grado de concentración corporativa en los sectores estratégicos de la agricultura mundial, lo que se vincula directamente con el debate sobre el estatuto de la competencia en el capitalismo. La identificación de oligopolios en semillas, pesticidas, fertilizantes, maquinaria, farmacéutica y genética animal evidencia cómo la competencia mundial se reconfigura como un proceso dominado por unas cuantas corporaciones, en lugar de mercados abiertos. Sin embargo, el texto se centra en la descripción de la concentración sin explorar a fondo la dimensión histórica de esta dinámica ni los mecanismos financieros y jurídicos que la sostienen, lo cual constituye un vacío relevante para el LET.

    La exposición de casos como Bayer, Yara, John Deere o Tyson constituye un terreno fértil para los estudios de caso de actividades-empresas. Estos ejemplos permiten analizar las formas de la competencia entre grandes empresas, que no solo operan a través de innovaciones tecnológicas y fusiones, sino también mediante estrategias de cabildeo, control de datos agrícolas y apropiación de narrativas como la “agricultura regenerativa”. El artículo, no obstante, deja pendiente una discusión sobre cómo estas corporaciones disputan el liderazgo económico y frente a estados-nación, lo que abre la posibilidad de investigar la manera en que se articulan y confrontan bloques corporativos en el ámbito global.

    El señalamiento de que el agronegocio industrial es responsable de una fracción importante de las emisiones globales conecta con la línea del papel de las CTN alimentarias en el colapso sistémico. No obstante, el informe de GRAIN y ETC no profundiza en la interacción entre empresas, organismos multilaterales y gobiernos en la gobernanza mundial de la alimentación. Este vacío plantea la necesidad de indagar cómo los intereses corporativos configuran las reglas del comercio agrícola, las políticas de transición “verde” y los marcos regulatorios internacionales, determinando así los límites de la soberanía alimentaria y la capacidad de los estados para enfrentar la crisis ecológica y alimentaria.