Capitalism in the Anthropocene. Ecological Ruin or Ecological Revolution

Cita: 

Foster, John Bellamy [2022], "Introduction", Capitalism in the Anthropocene. Ecological Ruin or Ecological Revolution, New York, Monthly Review Press.

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2022
Tema: 
Capitalismo en el Antropoceno: entre la promesa de una era Comuniana, la cooptación verde y las nuevas formas de control global
Idea principal: 

    John Bellamy Foster es profesor de sociología en la Universidad de Oregón y editor de la revista Monthly Review. Escribe sobre economía política, ecología, crisis ecológica y teoría marxista. Centrado en el estudio de la relación entre la crisis medioambiental global y la crisis económica capitalista, subraya la necesidad imperiosa de una alternativa socialista, acuñó el concepto de fractura metabólica, uno de los más influyentes en el campo del ecosocialismo contemporáneo.


    El capitalismo ha convertido a la Tierra en su recipiente de desechos. Aunque parece más fácil imaginar el fin del mundo que su desaparición, el capitalismo es un sistema histórico y finito. Tras el Holoceno, iniciado hace unos 11 700 años al concluir la última glaciación y caracterizado por clima estable y equilibrio ecológico que favorecieron la agricultura y las civilizaciones, a mediados del siglo XX comenzó el Antropoceno. Esta nueva época geológica se reconoce como aquella en que la actividad humana, impulsada por industrialización y el uso masivo de combustibles fósiles, se volvió la principal fuerza de cambio del Sistema Tierra, alterando clima, biodiversidad y ciclos biogeoquímicos.

    La fase inicial, conocida como era Capitaliniana, expresa el dominio del capitalismo industrial y financiero que rebasa los límites planetarios y provoca una fractura ecológica profunda. No existe marcha atrás: mientras continúe la civilización industrial, las alteraciones humanas seguirán creciendo. Solo una transformación radical hacia una civilización ecológica e igualitaria, una posible era Comuniana, permitiría restablecer el equilibrio y evitar que la humanidad y otras especies queden atrapadas en una extinción al final del Antropoceno.

    El Capitalismo antes del Antropoceno

    El capitalismo es un régimen que transforma dinero en mercancías y otra vez en más dinero, concentra la propiedad en pocas manos, usa a la naturaleza como un regalo gratuito y a la mayoría de las personas como material explotable. Su lógica creativa y destructiva lo vuelve indiferente a las necesidades humanas y lo conduce a alcanzar sus límites absolutos en el Antropoceno.

    Antes de recibir ese nombre, la práctica de acumular capital se gestaba desde el siglo XVI con la revolución agrícola y la expansión mercantil europea. Colonización, esclavitud transoceánica y exterminio de pueblos originarios abrieron un orden mundial que más tarde se afianzó con la Revolución Industrial. El uso del carbón y la producción intensiva impulsaron un capitalismo competitivo que concentró riqueza y degradó la tierra.

    En el siglo XIX surgieron los términos que hoy lo definen. En 1825 Thomas Hodgskin denunció que el capitalista no produce ni usa instrumentos, solo se apropia del trabajo ajeno. Hacia 1853 William Makepeace Thackeray popularizó la palabra capitalism al describir fortunas alimentadas por la banca, el imperio británico y el comercio del opio. Karl Marx, en El capital (1867), dio la explicación más profunda: el capitalista es la personificación de un proceso de acumulación sin freno.

    La concentración creció a finales del XIX con el capitalismo monopolista e imperialista, visible en el reparto de África de 1884, que desembocó en guerras mundiales y en la Gran Depresión. Tras 1945, Estados Unidos asumió la hegemonía frente a Unión Soviética. Durante la Guerra Fría el capitalismo se presentó como sinónimo de libertad y mercado. Desde los años ochenta, el neoliberalismo derribó regulaciones, debilitó al trabajo y potenció la financiarización bajo la consigna de que no existe alternativa. Así, desde sus raíces mercantiles hasta su forma neoliberal actual, el capitalismo ha mantenido una misma obsesión por acumular sin límite, a costa de los trabajadores y del planeta que lo sostiene.

    El Capitalismo en el Antropoceno

    El Antropoceno se sitúa entre el final de la Segunda Guerra Mundial y los primeros años de la década de 1950, momento en que la acción humana se volvió la fuerza dominante de transformación del Sistema Tierra. Sus primeras huellas aparecen en los residuos radiactivos de ensayos nucleares y en la proliferación de plásticos y productos petroquímicos que inauguraron una etapa sintética.

    Al mismo tiempo el capitalismo concentrado y mundializado vivió su época dorada y detonaba una Gran Aceleración económica que empujó al planeta a superar las fronteras ecológicas del sistema Tierra. La fase inicial, identificada como era Capitaliniana, resume esa expansión industrial y financiera que abre una fractura ambiental profunda. Si la lógica de acumulación no se detiene, la habitabilidad del mundo y la continuidad de las sociedades humanas quedarán en entredicho. Solo un viraje social y ecológico hacia una organización igualitaria y sustentable, una eventual era Comuniana, podría frenar una extinción al cierre del Antropoceno.

    Las señales de alarma se encendieron mucho antes de 1950. En 1911 el naturalista E. Ray Lankester advirtió que el capitalismo convertía a la especie humana en un agente de desequilibrio capaz de provocar "venganzas de la naturaleza", incluidas nuevas enfermedades. En 1922 el geólogo ruso Aleksei Pavlov acuñó el concepto Antropoceno para un tiempo en que los procesos humanos dominaban la biosfera, noción reforzada por Vladimir Vernadsky en 1926 en su obra La biosfera.

    Desde los años setenta del siglo XX, informes como The Limits to Growth, la hipótesis Gaia y el desarrollo de la ciencia del Sistema Tierra confirmaron alteraciones de ciclos de nitrógeno, fósforo y biodiversidad. Durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX, se denunció la dispersión planetaria de radionúclidos y de compuestos sintéticos con efectos cancerígenos, lo que impulsó un ambientalismo global. En los años sesenta del siglo XX, climatólogos anticiparon el cambio climático y en 1988 James Hansen, de la NASA, lo expuso ante el Congreso de Estados Unidos, mientras se sumaban evidencias de pérdida de ozono, acidificación oceánica y aumento de extinciones.

    Una idea crucial en la construcción del análisis sobre el Antropoceno es la existencia de "fracturas antropogénicas" en los ciclos biogeoquímicos del planeta, formulados por los análisis del Sistema Tierra.

    Hoy el Antropoceno se perfila como un umbral decisivo. Mientras persista el modelo industrial, las alteraciones en clima, biodiversidad y ciclos de la Tierra se profundizarán. Afrontar este escenario exige replantear la organización económica y social para evitar un colapso irreversible, sustituyendo la lógica de crecimiento sin fin por una relación que preserve la vida y permita la continuidad de la humanidad.

    La Catástrofe del Antropoceno

    La emergencia ecológica que define el Antropoceno no puede limitarse al cambio climático. Otros límites del Sistema Tierra se están rebasando, como la pérdida de biodiversidad, que representa una amenaza tan grave como el calentamiento global. Sin embargo, el aumento de la temperatura avanza con mayor velocidad y alcance: las concentraciones de dióxido de carbono ya superan las registradas en millones de años y fortalecen el efecto invernadero.

    Incluso en los escenarios más favorables del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), organismo de Naciones Unidas que evalúa la ciencia del clima, en los que las emisiones se detendrían en pocos años y el alza de 1.5 °C se alcanzaría alrededor de 2040 con una eventual reducción hacia finales de siglo, se prevé un incremento de olas de calor, lluvias extremas, deshielos y ascenso del nivel del mar. Aun las proyecciones que estabilizan la temperatura cerca de 1.7 °C implican peligros mayores, mientras que las trayectorias actuales anticipan aumentos superiores a 3 °C y efectos que pondrían en cuestión la continuidad de la civilización.

    El deterioro climático ya repercute en la salud y la producción de alimentos. En las últimas décadas han crecido las muertes por calor, la deshidratación, los trastornos renales y las enfermedades tropicales, mientras el rendimiento de los cultivos básicos se reduce y agudiza la desnutrición, la conflictividad, los desplazamientos forzados y la aparición de nuevas pandemias.

    Ninguna nación, sin importar su riqueza, puede protegerse de estas consecuencias, que golpean con más fuerza a comunidades pobres, pueblos originarios, personas mayores, niños y enfermos crónicos. Cada incremento de temperatura eleva el riesgo de superar puntos críticos en los sistemas naturales que podrían fijar un estado planetario inestable e irreversible.

    Los informes filtrados del IPCC y el pronunciamiento de más de doscientas revistas médicas sostienen que solo una transformación profunda y equitativa de la economía y de la organización social puede evitar una catástrofe mayor. Coinciden en que el modelo de desarrollo propio de la sociedad capitalista resulta inviable y que sin un viraje estructural a escala global no habrá futuro habitable. En el centro de esta amenaza se encuentra la lógica de acumulación de capital, incapaz de reconocer límites, que en esta etapa de capitalismo de catástrofe pone en riesgo la continuidad misma de la vida en el planeta.

    Marxismo y el metabolismo universal de la naturaleza

    Enfrentar el desastre ecológico del Antropoceno requiere entender su causa de fondo: el capitalismo. La teoría marxista, recuperada por el ecosocialismo, permite mostrar cómo este sistema rompe la relación entre humanidad y naturaleza. A mediados del siglo XIX, con apoyo del médico Roland Daniels y del químico Justus von Liebig, Marx concibió la producción como un metabolismo social inscrito en un metabolismo universal de la naturaleza.

    De ahí nació el concepto de metabolic rift o fractura metabólica, que describe la ruptura del intercambio de materia y energía entre sociedad y planeta. Marx lo ejemplificó en la agricultura industrial, donde los nutrientes extraídos del suelo viajaban a las ciudades y terminaban como desechos, sin retornar a la tierra, dejando al descubierto la incapacidad del capitalismo para mantener los ciclos naturales que sustentan la vida.

    Esta crítica revela que la explotación laboral y la devastación ambiental son la misma lógica de apropiación sin reposición. La industria capitalista expulsó a las comunidades de sus medios de vida, convirtió a la población en mano de obra asalariada y levantó un régimen de alienación económica y ecológica que crece destruyendo sus propios soportes.

    Durante mucho tiempo esta visión quedó relegada. La lucha obrera se centró en el salario y en la fábrica, mientras el marxismo occidental, siguiendo a Georg Lukács y Alfred Schmidt, negó la dialéctica de la naturaleza defendida por Engels. Esa ceguera teórica dejó vía libre al saqueo industrial. Pese a ello, científicos marxistas en Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos mantuvieron una tradición que alimentó la ecología, la biología evolutiva y la ciencia del sistema terrestre.

    Con la actual crisis planetaria, las advertencias de Marx y Engels recuperan vigencia. Investigadores como Brett Clark y Richard York han aplicado la teoría de la fractura metabólica al cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la destrucción oceánica. Hoy se reconoce que lejos de ser productivistas, previeron que la lógica de acumulación sin límite rompe el metabolismo universal de la naturaleza.

    Esta perspectiva se enlaza con las críticas feministas a la reproducción social y con los análisis del capitalismo racial, evidenciando que la expropiación de cuerpos, tierras y valores de uso sostiene un sistema que amenaza la supervivencia misma de la especie. De esa convergencia surge una propuesta revolucionaria para enfrentar un siglo XXI marcado por explotación, opresión y colapso ecológico.

    Ruina Ecológica o Revolución Ecológica

    El mundo está ante una elección extrema: destrucción ecológica o revolución ecológica. En este cruce se entrelazan dos peleas. Una es por la libertad real, la posibilidad de vivir y crear sin la dominación del capital. La otra es por la simple continuidad de la especie, por un planeta que siga siendo habitable. Marx y Engels plantearon que solo apropiando colectivamente las fuerzas productivas se puede proteger la existencia.

    El capitalismo fósil abrió la era Capitaliniana, primera fase del Antropoceno, y empujó a la civilización al filo de un colapso hasta ahora incontenible. Mientras la civilización industrial siga activa, los procesos del Sistema Tierra continuarán alterándose. Aun así, se puede forjar una nueva relación con el planeta si se levantan valores socialistas, comunitarios y cooperativos capaces de dar origen a una era Comuniana, una civilización ecológica que rebase las estructuras del capital.

    Esa transformación no vendrá de arriba. Requiere un proletariado ambiental que combine lucha económica y acción ecológica para una reconstrucción total de la sociedad. No basta con derribar lo existente: hay que reorganizar el metabolismo humano como parte del metabolismo universal de la naturaleza. Este cambio obliga a romper con la herencia de todas las civilizaciones basadas en clases, que separaron campo y ciudad, saquearon la tierra como si fuera un simple recurso y convirtieron a millones de personas en engranajes desechables.

    El horizonte no es un regreso a una naturaleza intacta, sino una tercera naturaleza: una forma de vida material y cultural en la que productores asociados planifiquen conscientemente su relación con el planeta. Solo así se cerrará la fractura metabólica, se recuperará el equilibrio ecológico y se abrirá un verdadero espacio de libertad social que asegure la supervivencia de las próximas generaciones. Esta es la urgencia de nuestro tiempo.

Trabajo de Fuentes: 

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Foster, John Bellamy y Brett Clark [2020], The Robbery of Nature, Nueva York, Monthly Review Press, pp. 35-53, 78-103.

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United Nations, Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) [2021], Sixth Assessment Report: Part I: The Physical Science Basis; Summary for Policy Makers, Ginebra, IPCC, 9 pp.

Yates, Michael D. [2018], Can the Working Class Change the World?, Nueva York, Monthly Review Press, pp. 55-56.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    El argumento de Foster ofrece un panorama general sobre la interpretación ecosocialista de la trayectoria del capitalismo, que constituye uno de los esfuerzos conceptuales más amplios que recupera tanto planteamientos clásicos como actuales.

    Llama la atención que a pesar de su radicalidad, esta interpretación se mantiene en los marcos del antropoceno, sin tocar el debate sobre el capitaloceno.

    Acaso el aspecto más polémico del texto reside en la propuesta del comuniano, que parece tener escasas bases materiales para su realización.