De la crisis a las transiciones críticas en sistemas complejos: Hacia una actualización de la teoría de sistemas sociales

Cita: 

Mascareño, Aldo [2018], "De la crisis a las transiciones críticas en sistemas complejos: Hacia una actualización de la teoría de sistemas sociales", Theórein. Revista de Ciencias Sociales, 3(1): 109-143, https://doi.org/10.26807/theorein.v3i1.19

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2018
Tema: 
Autodescripción, catástrofe y lock-in: rutas desde la teoría de Luhmann hacia una comprensión sistémica de las transiciones críticas
Idea principal: 

    Aldo Mascareño es doctor en Sociología por la Universität Bielefeld de Alemania, magíster en Sociología por la Pontificia Universidad Católica de Chile y licenciado en Antropología Social por la Universidad Austral de Chile. Su trabajo se centra en teoría sociológica y del derecho, políticas públicas, cultura y sociología latinoamericana. Ha sido investigador visitante en el Centro de Investigación de Karlsruhe, director del Departamento de Sociología de la Universidad Alberto Hurtado, miembro del Grupo de Estudio en Ciencia Política y Derecho de Fondecyt y responsable de diversos proyectos de investigación.


    Resumen

    La teoría de sistemas sociales ve la crisis como una autodescripción que impulsa acción sin detallar el mecanismo que la origina. La teoría de transiciones críticas señala al lock in como proceso que refuerza dinámicas internas y precipita el colapso. De esta mirada se derivan tres lecciones: la autopoiesis (capacidad de un sistema de producir y mantener sus propios componentes y su propia organización de manera continua, basándose en la comunicación y no en las personas) asegura continuidad y puede quebrar el sistema, la idea de crisis avisa de transiciones inminentes y la topología de estas transiciones conecta sociedad, naturaleza y tecnología, ampliando la capacidad de análisis ante crisis de gran alcance.

    En años recientes se acentúa una fase más áspera de la sociedad moderna. Las crisis pasan de episodios ocasionales a procesos amplios y persistentes; el derrumbe financiero de 2008 lo ejemplifica con un colapso generado por vínculos excesivos y uniformidad en la gestión del riesgo, que restringe el crédito, limita el gasto público y debilita la confianza democrática, favoreciendo liderazgos como Trump y movimientos como Brexit. Las migraciones de 2015 evidencian que sistemas políticos con lógicas contrarias pueden enfrentarse en ámbitos transnacionales que se tornan radicales, mientras quienes emigran actúan movidos por expectativas que alteran el orden receptor.

    Los cambios climáticos súbitos confirman un acoplamiento fuerte entre sociedad y naturaleza y colocan el dilema entre sustentabilidad y catástrofe. La teoría de sistemas permite entender este panorama al mostrar autonomías que exceden el control humano, interdependencias que multiplican conflictos, proyección transnacional de perturbaciones y paradojas inevitables. Aun así, el concepto de crisis, ligado a la crítica desde la Revolución Francesa, queda fuera de su marco. Este artículo propone reemplazarlo por transición crítica, tomando la teoría de catástrofes y la ciencia de la complejidad para fundamentar una subteoría que explique crisis repetitivas y desbordadas.

    La crisis de Niklas Luhmann: desde la desviación a la autodescripción

    En lugar de construir una teoría sólida de la crisis, Luhmann la trata de modo lateral. La menciona para ejemplificar hechos públicos, polemizar con la teoría crítica o abrir argumentos que no sostiene. Al comienzo la liga a la distinción normalidad–desviación, como si la ruptura proviniera de un exterior excepcional. Sin embargo, el análisis de transiciones críticas revela que el propio funcionamiento habitual del sistema genera las fracturas, disolviendo la diferencia entre lo normal y lo patológico. Durante los años setenta asocia crisis con complejidad: los desbalances amenazan la estabilidad y solo una variabilidad estructural amplia concede margen de maniobra, mientras el entorno se vuelve más difícil de controlar.

    En la década de 1980, en medio de crisis energéticas y tecnológicas, redefine el término como autodescripción negativa que expone la incapacidad de la sociedad para representarse en su totalidad y que sirve para encender alarmas sin necesidad de explicación. Afirma que la evolución, la diferenciación funcional y la autorreferencia no aseguran avances y que la interdependencia de sistemas autónomos incrementa choques y fricciones. En su obra final insiste en que el fracaso global está inscrito en la arquitectura social y que toda corrección queda sometida a la evolución. Así, la crisis termina como una etiqueta de emergencia más que como un concepto teórico, limitada por la distancia de Luhmann frente a la teoría crítica y por la dificultad de reconocer que la autopoiesis pueda autodestruirse. Ante este vacío, la teoría de transiciones críticas aparece como vía para reincorporar la crisis en el análisis sistémico.

    La catástrofe como punto de partida

    El enfoque de Luhmann resulta insuficiente para explicar las fracturas de los sistemas complejos. En lugar de indagar en su dinámica, reduce la crisis a una autodescripción negativa de la modernidad: una etiqueta que denuncia fallas visibles mientras encubre procesos internos que escapan incluso a quienes sufren sus efectos. La larga trayectoria histórica del término, cargada de significados cambiantes, se acumula sin que él defina un mecanismo real, y la asociación entre crítica y crisis heredada de Marx refuerza un marco cerrado.

    Frente a esta limitación, se propone conservar la crisis solo como descripción y nombrar transición crítica al proceso en que entramados naturales, tecnológicos y sociales generan condiciones que obligan a reestructuraciones rápidas, profundas y de amplio alcance en su organización y en sus modos de narrarse.

    La teoría de transiciones críticas, surgida en la década de 2000 y con antecedentes en la teoría de catástrofes de René Thom, abre otra vía. Luhmann restringe la idea de catástrofe a contados saltos históricos entre formas de diferenciación social, mientras Thom entiende las discontinuidades como permanentes: cualquier punto puede ser catastrófico según el nivel de observación.

    Para Thom la estabilidad es dinámica y las bifurcaciones se multiplican en espacios de atracción que se cruzan y desatan caos. Al reducir todo a tres grandes cambios, Luhmann deja de lado esa morfogénesis constante que su propia teoría evolutiva sugiere. La perspectiva actual de las transiciones críticas recupera esa potencia y muestra que la estabilidad no es la norma y que las catástrofes ordinarias forman parte de la vida de los sistemas.

    La crisis como transición crítica

    Los sistemas complejos se desgastan de manera interna hasta que una perturbación mínima basta para precipitar su quiebre. La teoría de las transiciones críticas, alimentada por matemáticas, ecología y computación, interpreta este desgaste como pérdida de resiliencia, es decir, la capacidad de un sistema para volver a un estado estable. En el paisaje de atracción los atractores representan modos de operación que parecen firmes, pero que pueden moverse y generar cambios abruptos.

    Mientras el sistema mantiene variabilidad estructural se adapta, pero al llegar a un umbral crítico se ve forzado a saltar a otro régimen o a oscilar violentamente entre varios. Esta dinámica se observa en golpes de Estado, colapsos financieros, migraciones masivas, volatilidad electoral y en la inestabilidad de mercados y opinión pública. No se trata de accidentes externos, sino de procesos internos que debilitan cada nivel de organización. La histéresis, o memoria del sistema, puede retrasar el retorno al estado previo o convertir el vaivén en un ciclo prolongado y recurrente.

    El núcleo de estas fracturas es el mecanismo de lock-in, un encierro que refuerza una trayectoria y obstaculiza la respuesta a su entorno. Este mecanismo opera en múltiples escalas. En biología guía procesos como la muerte celular programada o la formación de estructuras embrionarias. En psicología alimenta patrones depresivos, estados maníacos o hábitos que se repiten aunque sean dañinos. En economía lleva a sostener inversiones fallidas por orgullo o por costos de abandono. En política mantiene lealtades a líderes sin respaldo real o prolonga decisiones equivocadas por falta de tiempo para rectificar.

    En la vida social conserva dogmas y prácticas discriminatorias aun cuando el contexto legal o cultural cambie. Conocido como feedback loop, sunk-cost effect o Concorde effect, siempre produce inercia y desencadena saltos bruscos de régimen.
    Para la teoría de sistemas sociales, estas observaciones significan que la autopoiesis no garantiza estabilidad. La misma dinámica que asegura continuidad puede incubar la ruptura que la destruye. Al integrar la teoría de transiciones críticas, se abre la posibilidad de comprender las crisis como procesos de cambio rápido y profundo, donde la estabilidad no es una norma sino un intervalo frágil dentro de un entorno de bifurcaciones permanentes.

    Transiciones críticas y teoría de sistemas: tres aprendizajes

    Las rupturas profundas de los sistemas sociales nacen de su propia lógica. La autopoiesis, que mantiene en marcha la comunicación, puede convertirse en un mecanismo autoinmunitario cuando queda atrapada en lock-in. Este encierro se entiende como una adhesión autorreforzada a un modo de conducta que bloquea la reflexividad, reduce la apertura al entorno y repite patrones hasta que la fortaleza del sistema se vuelve debilidad. La secuencia típica incluye una larga etapa de incubación, la propagación de condiciones críticas y un cambio de régimen que puede oscilar entre estados sin alcanzar estabilidad. Ejemplos van desde el paso del feudalismo a los Estados nacionales hasta conflictos de pareja que se estancan, direcciones interinas en organizaciones o luchas de facciones dentro de partidos.

    El lock-in adopta formas variadas. En biología se expresa como apoptosis o muerte celular programada; en psicología aparece en estados depresivos, ciclos maníaco-depresivos o hábitos repetitivos que persisten pese a evidencias en contra; en economía se observa en inversiones fallidas que se sostienen por costos hundidos o sunk-cost effects; en la vida social se manifiesta en la adhesión a dogmas, en la permanencia de prejuicios o en la obstinación por sostener candidatos políticos sin futuro. La literatura lo nombra de distintos modos como feedback loop, Concorde effect o sunk-cost effect, pero en todos los casos produce inercia y prepara saltos bruscos de régimen.

    La segunda lección de este análisis replantea el papel de las autodescripciones negativas. Más que simples consignas para movilizar acciones, palabras como crisis, catástrofe o ingobernabilidad reflejan la experiencia de quienes perciben el encierro de un lock-in y a la vez anuncian una transición crítica. Dos señales permiten anticipar este desenlace. Una es la recuperación lenta, que ocurre cuando la vuelta a un estado estable se hace cada vez más tardía. La otra es el parpadeo, cuando el sistema alterna brevemente entre estados antes de consolidar un cambio. Se advierte en huelgas prolongadas, partidos políticos en declive, estallidos previos a un golpe de Estado o migraciones incipientes que anteceden a un éxodo.

    La tercera lección cuestiona la separación rígida entre sociedad, naturaleza y tecnología. Desastres naturales y fallos industriales muestran cómo la información fluye de manera caótica y sacude múltiples ámbitos sociales. La inteligencia artificial y las redes digitales agrandan esa interpenetración, de modo que la comunicación deja de ser monopolio de la sociedad. El escenario actual se parece a un paisaje de muchas dimensiones en el que lo social, lo natural y lo técnico se mezclan y se transforman juntos. Ignorar este entramado reduce la teoría de sistemas a un esquema incapaz de comprender la complejidad contemporánea.

    Conclusión

    Hoy se multiplican problemas extremadamente complejos que desafían toda solución simple. Se conocen como wicked problems, cuando no tienen una única salida; Hydra-crises, cuando cada intento de control abre nuevas crisis; y off-scale crises, cuando desbordan cualquier escala prevista. Su crecimiento se explica por redes donde sociedad, tecnología y naturaleza se entrelazan con alta interconexión, modos de operación homogéneos y propagación inmediata de efectos. Frente a este panorama, la teoría de sistemas describe la crisis como autodescripción negativa que moviliza acciones aunque no identifique causas profundas, y solo en algunos momentos la relaciona con conflictos de lógicas internas.

    La teoría de las transiciones críticas entrega una explicación más precisa. Su noción central es el lock-in, un encierro que refuerza una trayectoria y reduce la capacidad de adaptación. Este mecanismo, comparable al feedback loop o ciclo de retroalimentación positiva y al sunk-cost effect o persistencia en una inversión perdida, aclara por qué un sistema puede parecer estable mientras acumula tensiones que lo conducen a un cambio abrupto. De aquí se desprenden tres conclusiones.

    La autopoiesis de la comunicación, entendida como la capacidad de un sistema para producir y reproducir sus propias operaciones, sostiene la continuidad pero también puede llevar al colapso. Las descripciones de crisis y las críticas de los actores funcionan como señales de que un lock-in se aproxima a su ruptura y a una transición crítica. Y la distinción entre sociedad, naturaleza y tecnología se difumina en un paisaje de múltiples dimensiones que multiplica la imprevisibilidad de las crisis.

    Luhmann sostuvo que la teoría de catástrofes de René Thom era solo una metáfora, pero cuando se identifican los mecanismos que provocan bifurcaciones y colapsos esa metáfora se convierte en teoría. Integrar la perspectiva de las transiciones críticas en el análisis de sistemas permite explicar cómo surgen las crisis en sociedades complejas y abre nuevas vías de investigación para anticipar y comprender estos procesos.

Datos cruciales: 

    1) La gráfica ilustra cómo un sistema pasa de estabilidad a ruptura. Primero, con alta resiliencia, las perturbaciones no modifican su estado de fondo. Luego, al reducirse esa capacidad, el sistema se recupera con lentitud y queda expuesto a un cambio súbito. Finalmente, al alcanzar un punto crítico, incluso una alteración pequeña provoca que abandone su equilibrio y se reorganice en otra configuración. El esquema evidencia que el colapso suele ser el resultado de un deterioro interno prolongado seguido de una transición abrupta.

    2) La gráfica muestra cómo un sistema puede responder de tres maneras distintas a la variación de su entorno. En la primera el ajuste es continuo y no hay puntos de ruptura. En la segunda la estabilidad se sostiene solo hasta un límite, y al cruzarlo el sistema salta velozmente a otro equilibrio. En la tercera coexisten dos estados estables y, dentro de una franja crítica, pequeñas perturbaciones determinan cuál prevalece. Este esquema ilustra que, a mayor complejidad, el sistema puede pasar de una evolución gradual a transiciones repentinas o a ciclos en los que oscila entre dos configuraciones.

Trabajo de Fuentes: 

Arkes, H. y Ayton, R. (1999) The sunk cost and Concorde effects: Are humans less rational than lower animals? Psychological Bulletin 125(5): 591-600.

Barfield, W. (2015) Cyborg-Humans: Our future with machines. Dordrecht: Springer.

Cordero, R., Mascareño, A. y Chernilo, D. (2016) On the reflexivity of crises: Lessons from critical theory and systems theory. European Journal of Social Theory 20(4): 511-530.

Esposito, E. (2017) Critique without crisis: Systems theory as a critical sociology. Thesis Eleven 143(1): 18-27.

Gorzelak, M., Asay, A., Pickles, B., y Simard, S. (2015) Inter-plant communication through mycorrhizal networks mediates complex adaptive behaviour in plant communities. AoB Plants 7: plv050.

Luhmann, N. (1997) Globalization or world society: How to conceive of modern society? International Review of Sociology 7(1): 67-79.

Mascareño, A., Goles, E. y Ruz, G. (2016) Crisis in Complex Social Systems. A Social Theory View Illustrated with the Chilean Case. Complexity 21(S2): 13-23.

Parker, J. (2013) Global Crisis. New Haven: Yale University Press

Schivamoggi, B. (2014) Nonlinear Dynamics and Chaotic Phenomena: An Introduction. Dordrecht: Springer.

Scheffer, M. y Westley, F. (2007) The evolutionary basis of rigidity: Locks in cells, minds, and society. Ecology and Society 12(2): 36.

Tainter, J. (2017) The Collapse of Complex Societies. Cambridge: Cambridge University Press.

Von Foerster, H. (1949) Cybernetics: Circular causal and Feedback Mechanisms in Biological and Social Systems. Transactions of the Sixth Conference. New York: Josia Macy Jr. Foundation.

Vitti, J. (2013) Cephalopod cognition in an evolutionary context: Implications for ethology. Biosemiotics 6(3): 393-401.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    La teoría de las transiciones críticas plantea que los sistemas pueden romperse desde dentro, pero llevar esa idea a la práctica resulta difícil. Conceptos como “recuperación lenta” o “parpadeo” parecen claros en la teoría, sin embargo en contextos sociales es casi imposible medirlos con precisión. Las sociedades cambian de manera rápida y los datos son incompletos, lo que vuelve incierta la detección de umbrales de crisis.

    El lock-in, que describe un patrón que se refuerza y bloquea el cambio, funciona bien para procesos biológicos o económicos, pero pierde fuerza cuando se aplica a personas u organizaciones, donde mantener una decisión puede ser una estrategia y no solo una trampa. Las imágenes de paisajes y bifurcaciones dan un aire técnico, pero no se convierten en herramientas concretas para actuar.

    Además, afirmar que la autopoiesis puede autodestruirse no ofrece pasos para prevenir daños ni políticas claras. La propuesta de unir sociedad, naturaleza y tecnología en un solo “paisaje” suena ambiciosa, pero su construcción y manejo práctico parecen casi imposibles. En conjunto, el enfoque resulta sugerente como marco teórico, pero frágil cuando se intenta usarlo para anticipar o gobernar crisis reales.