What Will China's Green-Tech Ambitions Cost the World?
Larmer, Brook [2025], "What Will China's Green-Tech Ambitions Cost the World?", The New York Times, New York, 18 de septiembre, https://www.nytimes.com/2025/09/18/magazine/china-green-tech-laos.html
Brook Larmer es un periodista y autor estadounidense cuyo trabajo se enfoca en la intersección de la política, los negocios y los deportes, con un énfasis particular en China.
Las ambiciones verdes de China representan un paradigma de doble filo para el mundo: por un lado, son un motor esencial y asequible para la reducción de emisiones globales, por el otro, imponen un costo geopolítico y económico en términos de dependencia tecnológica, influencia política y riesgo de endeudamiento para las naciones en desarrollo.
El avance de China en energías renovables se ha convertido en un fenómeno global con implicaciones ambientales, económicas y geopolíticas. Un ejemplo es el Proyecto Eólico Monsoon en Laos, considerado el mayor parque eólico terrestre del sudeste asiático. Construido por PowerChina, el proyecto busca reducir emisiones y suministrar electricidad a Vietnam, reforzando el papel de Laos como exportador energético (dato crucial 1).
Los beneficios locales son limitados: las comunidades indígenas reciben escasas compensaciones, la electricidad no llega a las aldeas cercanas y el país continúa atrapado en una creciente deuda con China. El proyecto ha generado costos sociales significativos, como la perturbación de terrenos sagrados de la etnia Triang y el desplazamiento de comunidades en proyectos hidroeléctricos previos de la misma empresa, evidenciando un patrón de desarrollo que prioriza la infraestructura sobre el bienestar de las poblaciones locales.
El caso de Laos y su Proyecto Eólico Monsoon, construido por la estatal PowerChina, ejemplifica los costos de la hegemonía china para las naciones en desarrollo. A pesar de sus beneficios ambientales, este proyecto de casi mil millones de dólares ilustra el profundo riesgo de dependencia que estos países asumen (datos cruciales 2 y 3).
Laos, un país de bajos ingresos, se ha convertido prácticamente en un “estado satélite” de China. Los costosos proyectos de infraestructura han generado una deuda de más de 10 mil millones de dólares, aproximadamente la mitad con China, y gran parte de los ingresos energéticos del país se destinan a pagar esta deuda creciente, atrapándolo en un ciclo económico difícil de romper. En 2021, el gobierno laosiano cedió 90% de su red eléctrica nacional a una empresa estatal china para aliviar su deuda, dejando a China al control de la distribución de electricidad.
La cesión de activos estratégicos, como el control de la red eléctrica nacional, ha consolidado la influencia de Pekín, que ejerce poder económico y político en un Estado con capacidad limitada de negociación. El Proyecto Monsoon, aunque no incrementa directamente la deuda de Laos, muestra cómo la infraestructura verde, en apariencia neutra, puede insertarse en una relación de dependencia estructural (dato cruclal 4).
La transición energética mundial tiene en China a su principal protagonista. El país se ha consolidado como líder en la producción, exportación y financiamiento de tecnologías limpias, desplazando el eje de la competencia global hacia el terreno de la energía renovable.
Sin embargo, el caso del Proyecto Eólico Monsoon en Laos, considerado el mayor parque eólico terrestre del sudeste asiático, ilustra con claridad esta dinámica: construido por la empresa estatal PowerChina y con una inversión de 950 millones de dólares, el proyecto está destinado a exportar la totalidad de su electricidad a Vietnam, reforzando el papel de Laos como “la batería del sudeste asiático”. Aun así, los beneficios para las comunidades locales y para la economía nacional laosiana son reducidos, mientras la dependencia del país hacia China se profundiza.
En términos globales, el ascenso de China en el sector energético limpio es contundente, sus exportaciones llegan a prácticamente todos los países del mundo, reduciendo emisiones globales en millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), aunque aún lejos de los niveles requeridos para cumplir los objetivos del Acuerdo de París (datos cruciales 5 y 6).
Este dominio se ha traducido en un cambio geopolítico: mientras Estados Unidos retrocede en sus compromisos con las energías renovables, al suspender incentivos y cancelar proyectos estratégicos, China aprovecha para proyectar poder económico y diplomático, ocupando un lugar de liderazgo en la agenda climática.
Este dominio global tiene un impacto climático positivo inmediato, ya que la avalancha de tecnología verde china de bajo costo llega a casi todos los países. Además, la sobreproducción china ha desplomado los precios, haciendo que la transición energética sea más asequible, especialmente para las naciones en desarrollo, que en los últimos cuatro años impulsaron 70% del crecimiento de estas exportaciones (datos cruciales 7 y 8).
No obstante, la estrategia china plantea tensiones. Si bien sus exportaciones han abaratado los costos de la energía solar, eólica y de los vehículos eléctricos, generando oportunidades de transición energética en países en desarrollo, también han creado un patrón de dependencia tecnológica y financiera.
Laos refleja esa contradicción: sus aldeas indígenas, como las del pueblo Triang, conviven con turbinas eólicas que no abastecen su consumo doméstico. Aunque algunos habitantes accedieron a empleos temporales y compensaciones menores, los ingresos locales siguen siendo muy bajos y la electricidad generada fluye únicamente hacia mercados externos.
Mientras Estados Unidos retrocede en el apoyo a las energías renovables, China consolida su posición como fabricante y exportador global de las tecnologías del futuro, obteniendo una ventaja geopolítica y de seguridad energética significativa.
Mientras tanto, el Proyecto Monsoon vende toda su electricidad a Vietnam, por lo que, aunque Laos recibe divisas y regalías, la población local, incluida la minoría étnica Triang en Dak Cheung, no obtiene ningún beneficio directo del parque eólico construido en sus tierras, lo que evidencia que el objetivo principal es la exportación y el interés geopolítico chino, más que el desarrollo interno.
Además, las empresas chinas han privilegiado la venta de productos y la conquista de mercados sobre la transferencia de conocimiento o el fomento de industrias locales, lo que limita su “poder blando” al no contribuir de manera significativa al fortalecimiento de economías locales de tecnología limpia.
El dominio chino en la energía limpia ocurre en un contexto de competencia de poder con Estados Unidos. Al retirar los incentivos a las renovables, Estados Unidos ha cometido un "autogol monumental" que cede el liderazgo global climático a China.
Este modelo de expansión verde también enfrenta cuestionamientos en torno a su capacidad de convertirse en poder blando. Analistas señalan que Pekín ha priorizado el control comercial de mercados sobre una estrategia cooperativa que transfiera capacidades a los países receptores. Mientras algunos proponen un “Plan Marshall verde” que combine inversión, transferencia tecnológica y fortalecimiento de industrias locales en el Sur Global, la práctica predominante ha sido la exportación de productos y la construcción de infraestructura bajo condiciones que consolidan el peso de China en las cadenas de suministro.
Expertos señalan que la expansión global de China ha sido liderada por la búsqueda de mercados para absorber su exceso de capacidad, más que por una estrategia premeditada de poder blando. No obstante, este dominio plantea una pregunta crítica para el mundo: ¿Cómo pueden los países en desarrollo acceder a la energía limpia asequible que ofrece China sin volverse tan dependientes o endeudados que no puedan sostenerse por sí mismos? Algunos analistas sugieren que China podría maximizar su influencia si adoptara un "Plan Marshall verde" que transfiriera tecnología y ayudara a los países a construir sus propias industrias, en lugar de solo exportar equipos.
La experiencia de Laos muestra tanto los beneficios inmediatos de acceder a energía renovable asequible como las vulnerabilidades que surgen cuando dicha energía está controlada, financiada y gestionada casi en su totalidad por un actor externo. Este doble rostro del poder verde chino revela que la transición energética mundial no solo es un desafío ambiental, sino también una competencia geopolítica en la que el liderazgo tecnológico se convierte en instrumento de influencia global.
1) El Parque Eólico Monsoon en Laos costó 950 millones de dólares, con 133 turbinas y capacidad de 600 megavatios, construido en 27 meses por PowerChina.
2) Se estima que evitará 32 millones de toneladas de CO2 en 25 años, aunque 100 % de la energía se exportará a Vietnam.
3) En 2024, China invirtió 625 000 millones de dólares en energías limpias.
4) Laos tiene más de 10 000 millones de dólares en deuda externa, 50% con China. En 2021 entregó 90 % de su red eléctrica nacional a una empresa estatal china.
5) El país concentra dos tercios de la producción mundial de vehículos eléctricos, más de 60 % de las turbinas eólicas y cerca de 85 % de las baterías de ion-litio.
6) China produce 66 % de los vehículos eléctricos, más de 60 % de las turbinas eólicas y más de 85 % de la capacidad mundial de baterías.
7) Las exportaciones de tecnología limpia se proyectan a evitar la emisión de 220 millones de toneladas métricas de carbono en el mundo, lo que equivale a 1% de las emisiones globales fuera de China.
8) En 2024, exportó tecnologías limpias a 191 de 192 países (excepto República Centroafricana), lo que representó una reducción de 1 % de las emisiones globales fuera de China, equivalente a 220 millones de toneladas de carbono (50 millones de autos de gasolina).
El caso de las ambiciones verdes de China muestra como empresas transnacionales como PowerChina despliegan proyectos que contribuyen a la reducción de emisiones y a la transición energética global. Por otro, evidencia cómo esas mismas estrategias reproducen dinámicas extractivas y de dependencia de países receptores como Laos quedan atrapados en deudas impagables, pierden soberanía sobre infraestructuras críticas y reciben escasos beneficios locales.
Así, se observa la paradoja de como el mayor emisor del mundo impulsa soluciones climáticas, pero lo hace bajo un esquema de expansión geopolítica y concentración de poder corporativo, más que de cooperación genuina. Esto plantea nuevos campos de investigación: ¿puede la transición energética global reproducir los mismos patrones autodestructivos del capitalismo fósil? ¿Se trata de un verdadero liderazgo climático o de un “imperialismo verde” que cambia la forma, pero no el fondo de las dinámicas de acumulación?

