The Indiana town suffering under the shadow of a BP refinery: 'They've had way too many accidents'

Cita: 

Starr, Stephen [2025], "The Indiana town suffering under the shadow of a BP refinery: 'They've had way too many accidents', The Guardian>/em>, 18 de septiembre, https://www.theguardian.com/us-news/2025/sep/18/whiting-indiana-bp-refinery

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Jueves, Septiembre 18, 2025
Tema: 
La refinería BP sigue causando desastres ambientales
Idea principal: 
    Stephen Starr es periodista independiente y autor de Revuelta en Siria: Testigo ocular del levantamiento. Vivió en Siria desde 2007 hasta febrero de este año.

    La refinería de BP en Whiting, Indiana, la más grande del medio oeste con capacidad para procesar 400 mil barriles diarios de crudo, volvió a generar graves afectaciones a la comunidad tras la tormenta del 19 de agosto de 2025. Las lluvias intensas inundaron calles y sótanos, donde los residentes reportaron acumulación de petróleo y gas, además de mareos y náuseas. La inspección de la autoridad ambiental de Indiana confirmó la presencia de hidrocarburos en el suelo y un brillo visible en la costa del lago Michigan durante tres horas. La tormenta interrumpida además provocó afectaciones a los procesos de tratamiento de aguas residuales y obligó a BP a quemar grandes volúmenes de combustible, liberando CO2, metano y otros gases peligrosos.

    Los problemas de salud y seguridad denunciados por los vecinos incluyen olores tóxicos, síntomas de intoxicación y el temor constante a explosiones o fugas. La comunidad percibe que la empresa no informa con transparencia y que sus planes de “resiliencia” frente al clima severo son insuficientes. BP se limitó a declarar que incorporará para el futuro los aprendizajes del "evento", pero evitó comprometer mejoras concretas en infraestructura.

    Estos incidentes se producen en un contexto de desmantelamiento institucional. La administración Trump había relajado desde julio de 2025 las normas de emisiones y control ambiental para las grandes corporaciones, debilitando la capacidad de las agencias reguladoras de imponer límites efectivos. El Departamento de gestión ambiental de Indiana emitió un informe de incumplimiento tras la tormenta, sin embargo, se emitieron sanciones mínimas frente a la magnitud de los daños. En 2019, Sierra Club logró una multa de 2.75 millones de dólares por exceso de partículas mortales, cifra irrisoria frente a los ingresos anuales de la empresa (194 630 millones). Incluso, BP donó 500 mil dólares a programas de conservación, lo que evidencia la ambigüedad de las relaciones entre corporaciones y organizaciones civiles.

    El historial de Whiting confirma un patrón de desastres: un incendio en 2022 paralizó la planta por más de una semana; en 2024 un corte de energía detuvo operaciones; y en diciembre pasado una fuga de gas subterráneo llenó de olor tóxico los hogares sin respuesta inmediata de la empresa. A esto se suma el antecedente del derrame de Deepwater Horizon en 2010, considerado el mayor desastre ambiental en la historia de Estados Unidos.

    Las lluvias implacables y las tormentas intensas desmienten la creencia de que países del Norte global como Estados Unidos están relativamente a salvo de los efectos del calentamiento global. Los científicos advierten que estos eventos extremos serán cada vez más comunes, y la experiencia de Whiting muestra que incluso comunidades consideradas “seguras” están expuestas a riesgos graves cuando conviven con infraestructura petrolera.

    Sin embargo, las comunidades locales cargan con los costos de la operación de una refinería que beneficia a una corporación global, mientras las sanciones y medidas regulatorias resultan desproporcionadas frente a sus ganancias. Los residentes y activistas exigen supervisión más estricta y sanciones proporcionales, como única vía para garantizar seguridad comunitaria y protección del ecosistema.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    El desastre en Whiting revela cómo la gestión de desastres ambientales se convierte en un campo de tensión entre comunidades, corporaciones y autoridades. La tormenta no solo inundó calles y sótanos, sino que expuso la fragilidad de los mecanismos de respuesta: mientras los residentes denunciaban olores tóxicos y síntomas de intoxicación, la empresa se limitaba a declaraciones genéricas sobre “planes de resiliencia”.

    La acumulación de incidentes —incendios, fugas, cortes de energía— confirma que la destrucción del entorno no es un accidente aislado, sino un patrón. Cada evento deja rastros de hidrocarburos en el suelo, emisiones de gases peligrosos en la atmósfera y desconfianza en la comunidad. La repetición de daños convierte a la refinería en un símbolo de cómo la producción energética, lejos de garantizar estabilidad, erosiona las condiciones de vida y multiplica los riesgos.

    El papel de corporaciones como BP se extiende más allá de la localidad. Sus ingresos multimillonarios contrastan con las sanciones mínimas que reciben, lo que evidencia una capacidad de influencia que rebasa la escala estatal. Las donaciones a programas de conservación, al tiempo que enfrentan demandas por contaminación, muestran cómo las empresas logran insertarse en redes de legitimación que suavizan su imagen pública. En este sentido, la gobernanza no se ejerce únicamente desde las instituciones políticas, sino también desde la capacidad de las corporaciones de definir qué cuenta como reparación y qué se invisibiliza como daño.