Por qué China construyó paneles solares en la meseta más alta del mundo
Bradsher, Keith [2025], "Por qué China construyó paneles solares en la meseta más alta del mundo", The New York Times, New York, 13 de octubre, https://www.nytimes.com/es/2025/10/13/espanol/china-paneles-solares-tibe...
Keith Bradsher es el jefe de la oficina de Beijing del New York Times y un periodista especializado en la economía y la industria china. Lleva más de 30 años cubriendo temas de negocios y economía, con experiencia como corresponsal en Shanghái, Hong Kong, Detroit y Washington; ha vivido en China desde 2016 informando sobre manufactura, energía, comercio y el sector automotriz.
China ha convertido la meseta tibetana en el núcleo de una estrategia energética que combina ambición geopolítica, transformación territorial y contradicciones ecológicas. En este territorio de altitudes extremas, se extiende el Parque Solar Talatan, cuya superficie supera siete veces la de Manhattan. La altitud —más de 3 mil metros— permite una mayor captación solar, lo que se traduce en una eficiencia energética superior. Esta electricidad se transporta a más de 1 600 kilómetros, en donde los que la aprovechan son hogares urbanos, fábricas y centros de datos.
La energía barata generada en Qinghai ha atraído industrias de alto consumo eléctrico, especialmente centros de datos dedicados a la inteligencia artificial. Estos se benefician del clima frío, que reduce los costos de refrigeración, y del bajo precio de la electricidad, lo que ha incentivado su expansión en zonas como Xining, Yushu y Golog.
La estrategia del gobierno chino busca convertir al país en el proveedor global de energía limpia y de los productos que dependen de ella, como baterías, paneles solares y vehículos eléctricos. Esta ambición se sostiene sobre enormes inversiones públicas y una planificación centralizada que ha convertido la transición energética en una prioridad nacional.
La infraestructura energética no se limita a la solar. China ha desplegado turbinas eólicas y presas hidroeléctricas en la meseta, combinando fuentes para estabilizar el suministro. Las presas, como las construidas en el río Yarlung Tsangpo, podrían constituir el mayor proyecto hidroeléctrico del mundo, aunque han generado tensiones con India, que teme por el suministro de agua en sus regiones bajas. Además, el modelo chino se proyecta internacionalmente, con inversiones en lugares como el desierto de Atacama en Chile, donde se replican instalaciones solares a gran escala.
Esta transformación energética tiene efectos contradictorios. Aunque reduce la dependencia del carbón y promueve la descarbonización, implica el desplazamiento de comunidades locales y la reconfiguración de ecosistemas. En Talatan, los pastores tibetanos han visto sus tierras convertidas en campos solares; los paneles, inicialmente instalados a baja altura, dificultaban el pastoreo, lo que obligó a elevarlos. El gobierno chino incentiva el cambio de uso del suelo a una forma más productiva por lo ofrece terrenos gratuitos y tarifas simbólicas por uso de tierras favoreciendo a las empresas eléctricas. Así, la transición energética se convierte en un proceso de reordenamiento territorial que, aunque ecológicamente prometedor, plantea profundas tensiones sociales y geopolíticas.
El artículo presenta un mapa sobre el potencial energético de China, relevante para evaluar las posibilidades de expansión de las fuentes renovables de energía en ese país

La expansión renovable en la meseta tibetana deja claro que la “transición” puede ocultar una lógica de zonas de sacrificio: territorios y vidas destinados a absorber los daños necesarios para que las metrópolis y las cadenas globales mantengan su ritmo de consumo. Presentada como progreso ecológico, la instalación masiva de parques solares, presas y centros de datos reconfigura paisajes y medios de vida para convertirlos en depósitos funcionales de la infraestructura energética global por medio de la desposesión de pastores, la pérdida de modos de vida y la imposición de costos ambientales sobre poblaciones que no se benefician de las ganancias sociales ni económicas de la transición. Este artículo muestra que la descarbonización técnica puede convivir con nuevas formas de extracción y violencia territorial: el desplazamiento de comunidades, la subordinación de usos tradicionales al servicio de grandes proyectos y la concentración de beneficios en corporaciones estatales o privadas.
Cuando la energía renovable se mercantiliza a escala masiva, deja de ser una herramienta de mitigación para convertirse en un activo estratégico para corporaciones y gobiernos: quien controla la producción y el suministro controla la política, los mercados y las dependencias tecnológicas.
Finalmente la demanda asociada a nuevas tecnologías de movilidad y automatización intensifica la presión sobre más infraestructura. Los automóviles autónomos requieren baja latencia y enormes capacidades de procesamiento, lo que impulsa la relocalización de centros de datos hacia nodos energéticos baratos y fríos. Así, la promesa de movilidad inteligente se traduce en más racks de servidores, cables y centros logísticos, condicionando decisiones territoriales y generando nuevas zonas industriales dedicadas al soporte digital de la movilidad.

