The Dangers of Climate Dogma – and What We Can Do About It

Cita: 

Bendell, Jem [2025], "The Dangers of Climate Dogma – and What We Can Do About It", Prof Jem Bendell, 5 de septiembre, https://jembendell.com/2025/09/05/the-dangers-of-climate-dogma-and-what-...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Viernes, Septiembre 5, 2025
Tema: 
El dogma del carbono: la nueva frontera de acumulación corporativa
Idea principal: 

    Jem Bendell es un académico y autor británico, reconocido mundialmente por originar el controvertido concepto de "Adaptación Profunda" (Deep Adaptation). A través de su influyente artículo de 2018, Bendell postula que el colapso social a corto plazo debido al cambio climático es inevitable, un punto de vista que lo sitúa al margen del consenso científico climático tradicional. Su trabajo, por tanto, se aleja de la mitigación y la sostenibilidad para centrarse en cómo la humanidad debe prepararse para esta disrupción, proponiendo un marco basado en la resiliencia (qué queremos conservar), la renuncia (qué debemos dejar ir), la restauración (qué podemos recuperar) y la reconciliación (con quién debemos hacer las paces). Es el fundador del "Foro de Adaptación Profunda", una comunidad internacional dedicada a explorar las implicaciones emocionales, psicológicas y prácticas de aceptar el colapso social.


    Ser curiosos a pesar de nuestro miedo

    El reciente y aterrador calentamiento global, que ha superado las predicciones científicas tanto en la tierra como en los océanos, desafía directamente la supuesta pericia de la climatología dominante. El hecho de que ya estemos viviendo en un mundo que ha alcanzado un calentamiento de 1.5 °C mucho antes de lo que preveían los peores escenarios, es un dato anómalo que debería forzar a la comunidad científica a reevaluar sus paradigmas. La ciencia, por definición, debería acoger estos datos imprevistos como una oportunidad para probar nuevas hipótesis. Sin embargo, el autor sostiene que esto no está sucediendo. En lugar de un diálogo abierto, la climatología se ha convertido en un campo plagado de dogmas y tribalismo, que son el resultado de intereses comerciales e institucionales que impiden la apertura científica (dato crucial 1).

    Frente a este bloqueo, el ensayo propone explorar una teoría alternativa "panecológica" que el campo dominante de las Ciencias del Sistema Terrestre ha marginado. Esta perspectiva se centra en los procesos "biohidrológicos": la idea de que la velocidad de la emergencia climática no se debe solo al carbono, sino a una disminución de la reflectividad de la Tierra (albedo). Esta pérdida de reflectividad se debería a una drástica reducción de la cubierta de nubes, causada a su vez por el colapso de los mecanismos naturales de siembra de nubes: la degradación de la cubierta forestal y la mala salud de los océanos. El autor enfatiza que estos procesos biohidrológicos son fenómenos globales, no solo locales.

    El autor admite que esta teoría biohidrológica aún carece de un consenso científico generalizado, pero subraya la urgencia de investigarla. Si se confirma que estos procesos son tan significativos, las implicaciones son inmensas, ya que significaría que las políticas climáticas actuales, centradas exclusivamente en el carbono, son limitadas y contraproducentes. Este ensayo representa una evolución en el propio pensamiento del autor (vinculado a su trabajo sobre "Adaptación Profunda"), ofreciendo una nueva oportunidad teórica para frenar la velocidad del calentamiento. No obstante, mantiene el pesimismo sobre la adopción de este nuevo paradigma, ya que el caos climático es un síntoma de estructuras de poder explotadoras. A pesar de ello, concluye que el intento de cambiar el enfoque es necesario.

    Aceleración prevista

    La reciente y observada aceleración del calentamiento global representa un hecho fáctico que ha superado drásticamente las proyecciones del consenso científico, introduciendo una crisis de credibilidad en los modelos climáticos dominantes. El autor subraya que el debate ya no es sobre proyecciones teóricas, sino sobre mediciones actuales. Para septiembre de 2025, el mundo real ya ha experimentado un calentamiento sostenido que supera las predicciones más pesimistas. Esta realidad observable contrasta fuertemente con las proyecciones institucionales, como las del Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC, por su sigla en inglés) que en 2021 anticipaban un calentamiento significativamente menor para esta fecha, incluso en su peor escenario. El hecho de que las temperaturas actuales fueran proyectadas para muchas décadas en el futuro valida la afirmación de que el calentamiento, efectivamente, se ha acelerado (datos cruciales 2 y 3).

    Renombrados científicos, como Michael Mann y Katherine Hayhoe, inicialmente desestimaron la aceleración, atribuyendo el calor extremo de 2024 a un evento importante de El Niño. Sin embargo, esta hipótesis ha sido invalidada por los propios datos. El Niño concluyó en mayo de 2024, pero las temperaturas récord persistieron, culminando en el enero más caluroso jamás registrado. La posterior llegada de La Niña, un fenómeno de enfriamiento, no ha logrado que las temperaturas regresen al rango de las proyecciones pasadas. Esta persistencia del calor ha llevado a la Organización Meteorológica Mundial a proyectar que el umbral de 1.5 °C no será una anomalía temporal, sino el promedio probable para el próximo lustro (datos cruciales 4 y 5).

    Ante la insuficiencia de las explicaciones estándar, la comunidad científica se encuentra explorando otros factores, como el vapor de agua de erupciones submarinas, la pérdida de nubes reflectantes por nuevas regulaciones de combustible para barcos, o la alta actividad solar. Sin embargo, el autor señala que existe un reconocimiento tácito de que la verdadera razón de la aceleración escapa a la comprensión del consenso actual. Esta falla en los modelos ha generado una bifurcación en la comunidad científica: mientras algunos simplemente solicitan más fondos para ejecutar los mismos modelos con mayor resolución, otros, más silenciosamente, comienzan a cuestionar si es necesario un cambio de paradigma fundamental hacia una comprensión más profundamente ecológica del clima.

    Despertando la atmósfera ecológica

    El autor detalla su propia evolución intelectual. Su influyente trabajo sobre "Adaptación Profunda" (2018) identificó correctamente que el colapso social era probable debido a retroalimentaciones climáticas que la ciencia dominante subestimaba, pero admite haber pasado por alto un factor clave. En 2023, actualizó su análisis para incluir la importancia de la siembra de nubes generada tanto por los bosques (polen, bacterias) como, irónicamente, por la contaminación de combustibles sucios. La reciente y disparatada aceleración de las temperaturas ha consolidado su cambio de perspectiva, donde los impulsores no relacionados con el CO2 son cruciales para entender el ritmo del cambio.

    Bosques, océanos y nubes: biohidrología

    El autor detalla los dos mecanismos ecológicos fundamentales que, según él, la climatología dominante ha descartado o ignorado, pero que son cruciales para entender la velocidad del calentamiento global. El primero es la teoría de la "bomba biótica" de los bosques. El autor admite haber ignorado previamente esta teoría, que postula que los grandes bosques, como el Amazonas, actúan como reguladores climáticos globales, no solo locales.

    El mecanismo propuesto es que la intensa evapotranspiración y la siembra natural de nubes (a través del polen y las bacterias) provocan una condensación masiva. Esta condensación reduce la presión atmosférica sobre el bosque, creando un efecto de succión que atrae aire húmedo desde los océanos, influyendo así en los patrones de viento regionales. Más importante aún, este proceso transfiere calor (energía latente) de la superficie a la atmósfera superior, permitiendo que se irradie al espacio y regulando así la temperatura global. Aunque la teoría es cuestionada por algunos científicos, el autor argumenta que estas refutaciones son superficiales y no logran desmentir la evidencia observada a gran escala en procesos de deforestación y reforestación.

    El segundo mecanismo, que el autor considera aún más relevante, es el papel de los océanos saludables en la siembra de nubes. Reconoce que su trabajo anterior se centró erróneamente solo en el rol de los océanos como sumideros de carbono. Su nueva comprensión es que el fitoplancton saludable libera masivamente sulfuro de dimetilo (DMS), un compuesto que forma los "núcleos de condensación de nubes" sobre el mar. Este es un factor climático determinante, ya que los océanos cubren la mayor parte de la superficie del planeta y absorben mucha más radiación solar que la tierra; por lo tanto, una ligera reducción de la cubierta de nubes oceánicas tiene un impacto inmenso en el calentamiento global (una reducción del albedo).

    Esta función vital está colapsando. El fitoplancton está muriendo rápidamente debido a la contaminación (microplásticos, químicos) y a la estratificación del océano (el agua superficial caliente ya no se mezcla con los nutrientes fríos de las profundidades). Peor aún, la acidificación del océano por el CO2 disuelto está provocando que las especies de fitoplancton supervivientes produzcan menos DMS, creando un ciclo de retroalimentación que acelera el calentamiento (dato crucial 6).

    El autor concluye que reconocer la biohidrología no invalida la importancia del CO2 y el metano; por el contrario, sugiere que la sensibilidad climática al CO2 a largo plazo podría ser incluso peor de lo que estima el consenso. Sin embargo, propone un nuevo marco donde el CO2 y el metano deben entenderse como amplificadores de estos factores biohidrológicos (la pérdida de bosques y la salud de los océanos), que son los que impactan el clima más rápidamente. Esto, argumenta, abre una nueva y urgente vía de acción sobre la que la humanidad puede intervenir.

    Una vasta agenda de acción nueva, pero antigua: el panecologismo

    La climatología dominante ha subestimado sistemáticamente los impulsores biológicos del clima, como el impacto de las nubes (albedo) y la biohidrología, debido a un dogmatismo profesional. Esta omisión, que relega los ciclos de bosques y océanos, limita la capacidad de proteger el clima.

    Incluso las Ciencias de los Sistemas Terrestres han adoptado un "centrismo del carbono", enfocándose solo en cómo los bosques afectan al CO2, ignorando sus efectos directos sobre la hidrología y el albedo. Para corregir esto, el autor propone un "paradigma panecológico" que reconoce la relevancia de los sistemas vivos en todos los fenómenos naturales: "Lo que denomino «paradigma panecológico» reconocería que la omnipresencia y complejidad de los sistemas vivos son tales que resultan relevantes para cualquier fenómeno natural, a la vez que escapan a nuestra plena comprensión. Por lo tanto, nuestras metodologías de investigación deberían evitar deliberadamente restar importancia a las relaciones entre los seres vivos. Por lo tanto, en el contexto de la climatología, dicho enfoque o paradigma implicaría que los procesos biohidrológicos no se restarían importancia ni a la investigación ni a su inclusión en los modelos debido a impedimentos metodológicos, incluidos los derivados de factores institucionales e históricos".

    Esta visión holística abre una nueva agenda que podría ralentizar el calentamiento en las próximas décadas. Al trabajar con la naturaleza (reforestación) para regenerar la siembra de nubes, se ganaría tiempo para la transición energética. Sin embargo, las intervenciones más urgentes deben ocurrir en el mar, donde el fitoplancton (el principal sembrador de nubes) muere por falta de nutrientes. Por ello, las soluciones más urgentes podrían ser mecánicas, como el uso de bombas o la fertilización oceánica con hierro.

    El peligroso doble dogma sobre el cambio climático

    El autor sostiene que una respuesta científica sensata a los errores pasados (subestimar la velocidad del calentamiento) sería la introspección, explorando los factores institucionales y psicológicos que llevaron a esos errores. Sin embargo, en lugar de autocrítica, el autor percibe que la profesión se ha atrincherado en una postura defensiva, viéndose a sí misma en una batalla contra la desinformación y la falta de voluntad política. Esta postura de "batalla" es precisamente lo que, irónicamente, los ciega a su propio dogmatismo.

    El ensayo identifica dos dogmas dominantes que son "amigables con las corporaciones" y que polarizan el debate. El primero es el "dogma de la estafa climática", que sostiene que el cambio es natural y que, por lo tanto, la expansión económica basada en combustibles fósiles puede continuar sin reparos. El segundo es el "dogma del centrismo del carbono" (carbonocentrismo). Este dogma reduce la crisis climática única y exclusivamente a las emisiones de CO2. El peligro de esta visión, según el autor, es que justifica cualquier acción para reducir emisiones, incluso si eso implica "destrozar hábitats" para la transición energética, mientras se ignoran otras dimensiones ecológicas de la crisis.

    Estos dos dogmas han creado un tribalismo que impide un diálogo científico matizado, un fenómeno que el periodista Fred Pearce describió como la naturaleza "sorprendentemente tribal" de la ciencia. El autor ilustra este tribalismo con el caso judicial del climatólogo Michael Mann: cuando Mann ganó una demanda por difamación, los medios "climáticos" lo celebraron mientras los "escépticos" lo ignoraron; inversamente, cuando el juez reprendió a Mann por "conducta procesal de mala fe" financiera, los medios escépticos le dieron cobertura total mientras los medios climáticos guardaron silencio. Esta cobertura selectiva demuestra que ambas partes viven en mundos informativos separados y dogmáticos (dato crucial 7).

    El dogma del centrismo del carbono podría incluso matar

    El autor argumenta que el "dogma del centrismo del carbono" es tan peligroso como el negacionismo climático, ya que reduce un problema ecológico complejo a una sola variable (el CO2). Esto crea falsas dicotomías, ignorando que, aunque los combustibles fósiles son dañinos, su cese abrupto podría causar una hambruna masiva por el colapso agrícola.

    Este enfoque dogmático genera varias consecuencias existenciales. Provoca ceguera ante soluciones a corto plazo, al ignorar la importancia de la biohidrología (bosques, océanos y nubes) como las oportunidades más rápidas para enfriar el planeta. Además, promueve una "falsa transición verde" que justifica la destrucción de ecosistemas vitales, como la Amazonía, para extraer metales destinados a soluciones centradas en el carbono. Este dogma también se está atrincherando legalmente en el derecho internacional bloqueando soluciones holísticas. Finalmente, conduce a la extralimitación de los científicos, quienes proponen cambios sociopolíticos sin tener formación en ciencias sociales, arriesgándose a impulsar soluciones "tecno-burocráticas" que generarán rechazo público.

    Una revolución desde los márgenes

    La climatología institucional enfrenta una crisis de credibilidad irresoluble debido a su dogmatismo. Los datos observados han demostrado que sus élites estaban equivocadas y, aun así, denigraron a los analistas que acertaron sobre la velocidad del calentamiento. Dada esta falta de rendición de cuentas, el cambio debe venir de una "revolución desde los márgenes".

    Esta revolución será liderada por varias comunidades clave. Los jóvenes científicos, usando herramientas como la inteligencia artificial (IA), pueden explorar paradigmas ignorados (como el panecológico) más allá del enfoque limitado de sus superiores. A su vez, los activistas climáticos deben reconocer que fueron "engañados" por el centrismo del carbono y reorientar su acción hacia la restauración biohidrológica (bosques y océanos). Paralelamente, la Sangha Climática (budistas) juega un rol psicológico clave, usando su práctica para ayudar a soltar narrativas fijas y adoptar la visión holística del "interser”. Finalmente, las organizaciones no gubernamentales de conservación tienen la oportunidad de reclamar su agencia; su trabajo en ecosistemas, antes marginado como un pariente pobre frente al carbono, ahora se revela central gracias a la nueva evidencia sobre la biohidrología, dándoles la autoridad para demostrar en la práctica el paradigma panecológico.

    Volviendo a la posibilidad

    En su conclusión, el autor reflexiona sobre cómo adoptar un paradigma panecológico le ha provocado un cambio paradójico, aunque su visión a largo plazo ha empeorado al reconocer una mayor sensibilidad al CO2, su estado emocional es más positivo. La razón es que la biohidrología abre una nueva y crucial ventana de acción a corto plazo, la restauración de bosques y océanos, que el dogma del carbono ignora.

    Esto redefine su postura "catastrofista": sigue creyendo en un colapso sistémico inevitable, pero ahora ve una oportunidad incierta de frenar el calentamiento y evitar el peor escenario (la muerte masiva).

    Finalmente, el autor invierte la crítica de sus detractores (científicos "anti-catastrofistas"). Sostiene que no es su visión oscura la que desmoviliza, sino el dogma del centrismo del carbono, que al no ofrecer palancas de acción inmediatas genera parálisis. Concluye que el verdadero "antídoto contra la catástrofe" es el paradigma panecológico, que ofrece nuevas y tangibles vías de acción.

Datos cruciales: 

    1) La temperatura global actual ha alcanzado 1.5 °C por encima de los promedios preindustriales, un umbral que las predicciones pasadas de los peores escenarios no esperaban hasta años en el futuro.

    2) Para septiembre de 2025, el promedio de temperatura global de los últimos 12 meses se situó en aproximadamente 1.52°C por encima de los niveles preindustriales.

    3) La evaluación del IPCC de 2021 había proyectado un calentamiento de 1.2°C para el año 2025, cifra que era considerada el peor escenario posible en ese momento.

    4) La Organización Meteorológica Mundial (OMM) calculó en 2025 una probabilidad de 70% de que el período de cinco años que finaliza en 2030 promedie al menos 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales.

    5) A pesar de que el fenómeno de El Niño terminó en mayo de 2024 y La Niña comenzó en diciembre de 2024, enero de 2025 fue el mes más caluroso jamás registrado.

    6) Los océanos cubren 71% de la superficie del planeta, lo que hace que la cubierta de nubes sobre ellos sea extremadamente relevante para el equilibrio energético de la Tierra, debido a su efecto albedo.

    7) El "mercado global de transición energética" estaba valorado en 3.1 billones de dólares en 2024, una cifra que ya representa más de un tercio del valor total del mercado global de combustibles fósiles.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    El trabajo de Bendell constituye una de las hipótesis extremas sobre la trayectoria del capitalismo, al postular la ocurrencia del colapso civilizatorio. En este texto abre perspectivas de análisis para superar los reduccionismos e incorporar nuevos factores que expliquen la destrucción del ambiente provocada por el capitalismo. La tarea por delante es valorar la importancia y las dinámicas de los factores biohidrológicos para estimar la viabilidad de las acciones de mitigación y adaptación en el ámbito de los bosques y los océanos. Esta "ventana de acción", acerca la postura de Bendell a quienes privilegian las acciones respecto de los debates sobre la ocurrencia o no del colapso civilizatorio: lo crucial es crear soluciones a los macro-procesos que destruyen el ambiente y las relaciones sociales.

    El artículo de Jem Bendell es fundamental para la investigación, ya que expone cómo el sector de la "transición energética" funciona como un nuevo y lucrativo mercado para los intereses corporativos, valorado en 3.1 billones de dólares. El texto detalla la manera en que estas corporaciones han logrado que su visión, "el dogma del carbono", sea legitimada por instituciones globales clave, como el Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC, por su sigla en inglés) y la Corte Penal Internacional, moldeando la respuesta oficial a la situación actual. Esta respuesta institucionalizada, centrada en el dióxido de carbono (CO2), justifica paradójicamente nuevas formas de devastación ecológica, como la minería en la Amazonía para baterías, lo que valida la hipótesis de la investigación sobre las dinámicas autodestructivas del capital. El "paradigma panecológico" que propone Bendell sirve, en contraste, como uno de los nuevos marcos de organización social que el proyecto busca analizar.