The epochal crisis
Foster Bellamy, John [2013] “The Epochal Crisis”, Monthly Review, New York, Monthly Review Foundation, 65(5):1-9, octubre.
John B. Foster es profesor de sociología en la Universidad de Oregon, EE.UU. Asimismo es editor de la revista independiente Monthly Review.
Más allá de las grandes crisis que la economía capitalista representa, en la actualidad, el gran reto histórico de la humanidad consiste en sobrevivir a una catástrofe de carácter planetario, planteando la supervivencia a largo plazo de un sinnúmero de especies, incluyendo la especie humana. En este contexto, en el mundo de hoy, existe una necesidad urgente de comprender las múltiples interconexiones que existen entre la profundización del sistema conocido como capitalista y las amenazas ecológicas causadas como un producto del rápido desarrollo de dicho sistema.
John Bellamy Foster utiliza el término crisis de época (the epochal crisis) para referirse a la convergencia de contradicciones tanto económicas como ecológicas que socavan las condiciones materiales de la sociedad en su conjunto, desarrollándo la idea de que existe la oportunidad de una posible transición histórica a un nuevo modo de producción (p. 1).
La crisis de época refiere el cambio en el modo de producción: la transición que hubo del feudalismo al capitalismo, en donde la crisis histórica se desarrolló en un sentido amplio en los ámbitos económico, social y ecológico. Dicha crisis pudo notarse a través de sus múltiples manifestaciones como las hambrunas recurrentes, las diferentes guerras, el agotamiento de los suelos campesinos, entre otras cuestiones que mermaban las condiciones materiales.
Actualmente, plantea Foster, la crisis de época es de carácter aún más trascendental que la que se produjo en la transición del feudalismo al capitalismo, pues surge de la expansión ilimitada de un sistema capitalista orientado a un proceso de creación de riqueza abstracta. Tal riqueza, surge de una naturaleza abstracta, puramente cuantitativa, en el proceso de acumulación de capital que no se desarrolla en la forma clásica de la producción mercantil simple (mercancía-dinero-mercancía), en donde el producto posee un valor de uso natural, sino más bien, toma forma en el proceso que Marx denominó como la “fórmula general del capital”, (dinero-mercancía-dinero).
El dinero (D) se cambia por la fuerza de trabajo y las materias primas con las que se ha de producir un nuevo producto (M), el cual se vende por más dinero (D’). Consecuentemente, no es el valor de uso el objetivo de la producción capitalista, sino más bien el valor de cambio, que como establecía Marx, es la ganancia para el capitalista. No obstante, en el capitalismo monopólico y financiero, se plantea que existe una deformación en la fórmula general del capital (D-M-D’), la cual está siendo suplantada cada vez más por el circuito del capital especulativo (D-D’). En este circuito (dinero-dinero aumentado), la economía real y producción de valores de uso material se encuentra subordinada completamente al imperio del capital monopólico, pues un activo financiero constituye un valor de uso esencialmente capitalista, y el dinero simplemente pasa a generar más dinero a través de esta lógica.
Detrás de un escenario donde el capitalismo monopólico-financiero controla la economía mundial y se desconecta de la economía real, de la producción mercantil y de los valores uso, existen un sinnúmero de personas que viven en condiciones de extrema pobreza, careciendo de los elementos materiales básicos de supervivencia. Mientras tanto y en otro ámbito interrelacionado con las condiciones de precariedad de miles de millones de personas, lo que los ecologistas conocen como “riqueza real”, aquel producto de la naturaleza misma, se ve desgastado, explotado, extraído a gran escala y desmedidamente, robando la existencia de las generaciones presentes y futuras.
En este contexto, la racionalidad del capital monopólico-financiero ha entrado en conflicto con las relaciones de bienes materiales reales, dado que dicha racionalidad socava la producción real y la generación de verdadera riqueza social afectando el bienestar humano y a la vida misma. En tales condiciones, ha surgido un creciente malestar social y ecológico que se extiende por todas partes, haciendo necesario el entendimiento y análisis a detalle de las dimensiones tanto económicas como ecológicas que trae consigo la crisis de época en el capitalismo.
Las dimensiones económicas de la crisis de época en el capitalismo, por una parte, pueden describirse en términos de tres tendencias interconectadas y reforzadas mutuamente: la monopolización, el estancamiento y la financiarización económica (p. 2).
Primeramente, la tendencia monopólica del capitalismo aparece con la concentración y centralización del capital a finales del siglo XIX. En esta monopolización, la empresa típica se convirtió en un cuasi-monopolio u oligopolio, controlando los precios, la producción y la inversión en la economía. El ejemplo más claro de empresas monopólicas o de concentración monopólica de la riqueza se ha desarrollado en torno a las industrias del sector manufacturero, o bien, en sectores financieros como los grandes bancos. En este sentido, lo que a menudo se describe como la creciente competencia internacional es, en realidad, una lucha global intensificada de las empresas monopólicas que participan en una mezcla de enfrentamiento de precios y otras formas distintas de competencia.
Con respecto al estancamiento económico, éste se presenta cuando las grandes empresas, disfrutando de amplios márgenes de ganancia y beneficios, generan problemas de desigualdad entre las economías. Pues mientras éstas absorben la mayor cantidad de capital excedente, la tasa global de acumulación de riqueza tiende a estancarse, generando un crecimiento lento en el nivel económico de los países.
Paul Sweezy ha referido a la financiarización (1) como el principal medio con que el capital monopólico ha podido adaptarse al profundo estancamiento económico. Las grandes empresas han logrado esta adaptación invirtiendo su capital excedente en la esfera de productos de tipo financiero con el fin de asegurar altos rendimientos especulativos (Sweezy, 1997). En la fase actual de la lógica del capital monopólico, la formación de capital real se ha subordinado a un proceso de generación de riqueza abstracta por medio de la promoción de activos de tipo especulativo. Es decir, se ha eliminado la producción de valores de uso real en las mercancías, pasando a una lógica donde el único valor de uso es el del dinero para la concentración y generación de mayores cantidades de dinero, (D-D’) (p. 3).
Por otra parte, así como en la atmósfera económica se observa la crisis de la época capitalista, en las dimensiones ecológicas la crisis también es perceptible a través del metabolismo de la naturaleza y la sociedad, tal como analizaba Marx. Para él, la producción se concebía como un proceso social en el metabolismo universal de la naturaleza, dado que los valores de uso material eran propios del "mundo natural", los cuales al ser trasformados por el trabajo del hombre en la producción se convertían en valores de uso social para adaptarse a las necesidades humanas. Sin embargo, el metabolismo entre la naturaleza y la sociedad vino a ser transgredido por el capitalismo industrial que a través de la transformación de los nutrientes de la tierra en alimentos, y la contaminación resultante de los centros de producción y transformación de estos nutrientes, se perpetuaba un proceso general de imperialismo ecológico en la que los suelos productores de riqueza natural eran los principalmente afectados.
Hoy en día, existe un amplio cuerpo teórico que utiliza las nociones de Marx sobre el metabolismo de la naturaleza y la sociedad para analizar los problemas ecológicos consecuencia del desarrollo industrial capitalista. En este sentido, menciona Foster que la irracionalidad del monopolio en el capitalismo ha originado una irracionalidad de tipo ecológico en la producción, puesto que la producción moderna provoca un extraordinario mal uso de los insumos naturales, especialmente el petróleo, la energía y otros recursos materiales de carácter no renovable.
En la actualidad, una de las tesis centrales del autor se desglosa en la idea de que muchas de las mercancías producidas en el contexto del enfrentamiento monopólico de competencia poseen un valor de uso que representa en sí un despilfarro económico (p. 4). Esta pérdida económica se debe a lo estéril o inútil que resulta el producto para la vida y el bienestar humano en su conjunto. Afirmaba Thorstein Veblen en su Teoría de la Clase Ociosa (The Theory of Leisure Class): “debía existir el gasto inservible al bienestar y a la vida humana para convertirse éste en una parte integral de la nueva economía empresarial como un medio para mejorar las ventas y ganancias haciendo frente a una demanda limitada” (Veblen, 1964).
De tal forma, el crecimiento continuo de las estrategias empresariales de consumo, las estrategias de marketing capitalista y otras características que envuelve el crecimiento del capital monopólico-financiero afectan fuerte y directamente al entorno ambiental. Como se ha mencionado antes, lo irracional del monopolio capitalista ha conllevado a lo irracional en lo ecológico dentro de la producción.
Ante tal panorama, Foster concluye que la época de crisis del capitalismo, además de generar una intersección perjudicial de contradicciones económico-ecológicas, también crea las condiciones materiales para superar dicha crisis por medio del potencial que se ha logrado en los ámbitos económico y ecológico (p. 5). El mal uso que se ha dado a los recursos humanos y ecológicos en la economía, puede reorientarse a una producción y un consumo que tomen en cuenta realmente las necesidades humanas en función de la conservación medioambiental global y la creación de una sociedad de sostenibilidad ecológica. Es decir, la actual crisis capitalista requiere de una transición de un modo de producción a otro, en el cual las necesidades humanas y el respeto a la naturaleza misma sean el centro de dicho cambio.
Las condiciones objetivas de la sociedad, de acuerdo con Foster, están borrando progresivamente distinciones entre la explotación laboral y la degradación al medio ambiente, causando que poco a poco surja una clase de carácter “obrero ambiental” proveniente de las alianzas más amplias de grupos oprimidos y en condiciones materiales de degradación. De tal forma, tanto los derechos laborales como los derechos ambientales se establecen en un marco sobre el cual un conjunto de alianzas confluye para su defensa y se crea el potencial para una alianza material más grande contra el sistema (p. 6).
La lucha contra el sistema probablemente tome la forma de una lucha co-revolucionaria, en el sentido sugerido por David Harvey, en donde distintas clases, géneros, razas, indígenas y movimientos ecologistas se enfrentaran por un cambio profundo en la estructura capitalista (Harvey, 2010). La consonancia entre la clase trabajadora y del medio ambiente se encuentran ya en marcha para ejercer un enfrentamiento contra-hegemónico de las estructuras del capitalismo que socavan la dignidad humana, y por otra parte, explotan a la naturaleza en todo el planeta.
(1) La financiarización de la economía consiste en que la esfera financiera crece mucho más rápido que la esfera real, productiva, despegándose de ella, ya que se trata de actividades esencialmente especulativas. Es decir, los mercados financieros han venido subordinando cada vez más a la economía industrial y agrícola tradicionales. http://omal.info/spip.php?article4821
La concentración monopólica en el campo de las finanzas puede observarse claramente en 2007, cuando la gran crisis financiera iniciaba, y 200 de las más grandes corporaciones estadounidenses representaban más del 30% de los beneficios brutos de la economía, siendo que en 1950 sólo tenían un 15% del total de beneficios. En el mismo contexto de crisis financiera, 500 empresas de carácter mundial concentraban entre el 35%-40% de todos los ingresos globales, frente a menos del 20% de ingresos que tenían en 1960 (Foster, 2013).
Las relaciones de imperialismo económico se intensifican en todo el mundo a través de un acelerado proceso de capacidad adquisitiva desigual. Dicha desigualdad se observa a través del PIB medio per cápita anual que los países en desarrollo tienen con respecto a los países del G7. En este sentido, el PIB medio per cápita de los países en desarrollo constituyó un 6.1% del de los países del G7 entre 1970 y 1989, cayendo a un 5.6% entre 1990 y 2006, antes de la gran crisis financiera (Foster, 2011).
Con base en la concepción marxista de intercambio desigual en el valor agregado de las mercancías, Howard T. Odum, uno de los ecologistas más importantes del siglo veinte, realizó un análisis del intercambio desigual en la “riqueza real” en forma de energía incorporada en una mercancía natural o social. Sobre esta base, Odum demostró que los intercambios de bienes producidos en la periferia de la economía mundial, por lo general, englobaban más energía incorporada tomada del ambiente libre, que los bienes de los países productores en el centro de la economía mundial (Odum, 2001).
Howard Odum calcula que en la década de 1980-1990, Ecuador exportaba diez veces más energía incorporada en sus productos que lo que importaba en otros productos a través de un mecanismo normal de libre comercio. En contraste, Estados Unidos bajo el mismo sistema de libre comercio, exportaba sólo la mitad de energía incorporada que la que importaba. En este sentido, el comercio entre el norte global y el sur global exacerbaba la forma de capitalismo imperial entre las naciones. (Odum, 1991)
Bellamy Foster, Jonh [2011] What Every Environmentalist Needs to Know About Capitalism , New York, Monthly Review Press, 64-65, 168 pp.
Bellamy Foster, John [2012] The Endless Crisis, New York, Monthly Review Press, 67-72 pp.
Harvey, David [2010] The Enigma of Capital , New York, Oxford University Press, 228-350 pp.
Odum, Howard T y Arding, J.E. [1991], The Theory of Unequal Ecological Exchanges, Rhode Island, Coastal Research Center, 33-39 pp.
Odum, Howard T. [1996] Power, and Society in the Twenty-First Century, New York, John Wiley and Sons, 139, 217 pp.
Odum, Howard T [2001] “Interview of Howard T. Odum,” conducted by Cynthia Barnett, August 16, http://ufdc.ufl.edu, 40.
Sweezy, Paul M., [1997] “More (or Less) on Globalization” Monthly Review, New York, Monthly Review Foundation, 49 (4), septiembre.
Veblen, Thorstein [1964] The Theory of Leisure Class, New York, American Library, 78-80 pp.
La competencia monopólica capitalista, como plantea John Bellamy Foster, además de generar las contradicciones de carácter económico-ecológico, provocando una crisis civilizatoria en el seno del sistema capitalista mismo, también ha creado las condiciones materiales objetivas para combatir en una lucha contra-hegemónica al poder del capital financiero-monopólico. En la actualidad, existen diversos movimientos en distintos lugares del planeta como Ecuador, Bolivia, India, Brasil, Turquía e incluso partes de la misma Norte América (por ejemplo el movimiento creciente de indígenas canadienses Idle que se manifiestan en contra del avance monopólico de las tierras), en donde se han llevado a cabo estrategias sociales versus el capitalismo para evitar la explotación tanto de las personas como de la misma naturaleza.
En este sentido se observa que, el avance del poder financiero no sólo involucra a las sociedades del sur económico, sino que los efectos y consecuencias de la concentración monopólica de la riqueza repercuten hasta en las sociedades de los países de norte o centro económico. Consecuentemente se abre la posibilidad de formar un frente co-revolucionario para enfrentar desde distintas trincheras y áreas el desastre que la etapa financiera de la economía capitalista ha tenido.