Silvia Ribeiro es investigadora y responsable de programas del Grupo ETC en México.

La autora en este artículo previene que la construcción de organismos vivos crece a pasos agigantados, hecho por el cual es necesario entender los intereses comerciales que hay detrás de este negocio y saber sobre la nula regulación de los productos que se derivan de estas nuevas formas de vida artificial.

Un gran avance en estos temas se dio a conocer el 24 de marzo de 2016, cuando el científico y empresario Craig Venter anunció la creación de una nueva forma de vida, una bacteria cuyo genoma fue construido totalmente en forma artificial y que bautizó como JCVI-Syn 3.0.

Desde el punto de vista científico, un genoma mínimo podría usarse como plataforma para experimentar la función de genes específicos que se le agregaran. Sin embargo, desde el punto de vista de la ganancia, se busca privatizar conocimiento y bienes comunes de la humanidad.

El ejemplo que el artículo cita es justo sobre Venter quien se hizo famoso por liderar el secuenciamiento del genoma humano por parte del sector privado, cuya concreción se anunció en conjunto con el mapa del consorcio público Proyecto Genoma Humano. Venter era parte de ese proyecto público, pero se retiró en medio del proceso, se llevó la información obtenida, se asoció con una empresa y luego fundó la suya, tratando en el camino de patentar los genes humanos que iban conociendo.

Los planes para JCVI-Syn 3.0. son crear un chasis genético, al que se le puedan agregar genes con diferentes funciones para usos industriales y comerciales.

Se dice que con esta carrocería biológica se le podrían colocar genes con funciones que sean capaces de digerir celulosa y azúcares para ensamblar a partir de sus componentes, nuevas combinaciones químicas que produzcan combustibles, plásticos u otras sustancias industriales (esta posibilidad adquiere mayor viabilidad ya que Venter anteriormente tuvo contratos con las petroleras BP y Exxon para desarrollar combustibles con biología sintética).

Este personaje no es el único que se encuentra interesado en la biología sintética, también se encuentran en la competencia las mayores trasnacionales de energía, agronegocios, farmacéutica y química.

A estos científicos aún les falta mucho por entender sobre JCVI-Syn 3.0., hechos que revelan esta situación es que de 473 genes de dicho genoma artificial existe 149 que no saben para qué sirven, tampoco saben si este genoma será capaz de sobrevivir en otros ambientes.

Ante la falta de regulación de esta potente tecnología y las preocupaciones de la privatización del conocimiento y de los bienes comunes de la humanidad, nos dice Silvia Ribeiro “diversas organizaciones internacionales, junto a científicos críticos, planteamos en el Convenio de Diversidad Biológica (CDB), desde 2010, la necesidad de una moratoria internacional a la liberación y uso comercial de la biología sintética, para permitir a la sociedad informarse y debatir sobre ella”.