El decrecimiento como solución a la crisis
Latouche Serge [2010], "El decrecimiento como solución a la crisis". Mundo Siglo XXI, México, CIECAS-IPN, IV(21):47-53, Verano 2010.
Profesor Emérito de Ciencias Económicas de la Universidad de París XI. Presidente de La Ligne d’ Horizon y del Instituto de Estudios Económicos y Sociales por el Decrecimiento Sostenible, fundado por Nicholas-Georgescu Roegen. Edita junto con Casseurs dû Pub, la revista La Décroissance (Journal de la joie de vivre) que también cuenta con una redacción en Italia.
El presente artículo aborda una conferencia impartida por Latouche Serge en el Instituto de investigaciones Sociales de la UNAM el 5 de Marzo de 2010. Este autor es uno de los más destacados representantes de la denominada teoría del decrecimiento que crítica los discursos de crecimiento y desarrollo mostrando la inconsistencia de este pensamiento al considerar que se pueden trasladar las visiones de la biología a la economía sin tomar en consideración las consecuencias de ello.
El autor divide su exposición en dos temas, el primero trata del problema de la colonización del imaginario del crecimiento y del desarrollo. Durante años se ha introducido como forma de pensamiento (sin importar la corriente económica) que el crecimiento económico es una tendencia natural del sistema en el que vivimos, sin embargo, Latouche afirma: “las condiciones geológicas, ecológicas e históricas que hicieron posible la sociedad de crecimiento (la sociedad que nació en Occidente hace unos 200 o 300 años y que se propagó hasta mundializarse, sobre todo a partir de los años ochenta) ya desaparecieron” (p. 47).
La segunda trata de cómo descolonizar este imaginario del crecimiento y del desarrollo con el objetivo de “construir un futuro sustentable que permita a la humanidad sobrevivir a las catástrofes que nos amenazan, es decir al cambio climático, la extinción de las especies, la pérdida de la biodiversidad, el fin del petróleo, etc.” (p. 48). Para ello el autor analiza la manera en que se construyó el imaginario con el fin de desarticularlo y lograr imponer una visión diferente.
La construcción del imaginario del crecimiento y desarrollo tiene que ver con dos niveles interdependientes:
1) Nos han colonizado mediante palabras (Ivan Illich las denomina toxic Words), puesto que crecimiento y desarrollo son palabras fetiches que tienen como finalidad que no se cuestione su empleo en los discursos “deberíamos preguntarnos progreso de qué, crecimiento de qué, para quiénes, desarrollo de qué y hasta qué punto”. (p. 48). En base a Cornelius Castoriadis, la realidad se construye primero del imaginario y luego se actualizan las prácticas. Es entonces cuando estas prácticas que se manifiestan en el discurso deben cuestionarse respecto a “qué es lo que crece y qué es lo que se desarrolla” (p. 48).
Crecimiento y progreso son metáforas extraídas de la biología evolucionista. Y los economistas la adoptaron, sin embargo, la sociedad y la economía dentro del lenguaje biológico no podrían ser consideradas como organismos, esto ya que no tienen el ciclo natural de la vida como lo es el crecer, desarrollarse, llegar a la madurez y morir, al final este último punto no lo consideraron. Incluso, se comenzaron a desarrollar conceptos que pudieran explicar el significado de progreso, llevando a los economistas por el oscuro sendero del utilitarismo, en donde mientras más cosas materiales tenía un individuo, más feliz era. Del nivel micro pasaron al nivel macro y ahora todos los países buscan tener un producto interno bruto bastante elevado (p. 48).
Sin embargo, los costos a los que se ha incurrido tienen que ver con lo social y lo medio ambiental, respecto a este último los políticos han visto por el crecimiento y el desarrollo a costa de la capacidad del planeta de soportar el deterioro ambiental que repercute en especies animales, así como en la salud del hombre, la capacidad de regeneración de la biosfera se ha rebasado en un 50%.
2) Este nivel “tiene que ver con las cosas. Es necesario en este punto desmitificar el gran relato del crecimiento occidental, donde hubo una burbuja especulativa intelectual” (p. 49). Después de la publicación de la riqueza de las naciones, la llegada de la revolución industrial se puso en juego el discurso utópico del progreso, que planteaba que al darse una innovación, se creaban más productos y por tanto el país sería más feliz.
Se creyó que el concepto de crecimiento era ilimitado, sin embargo, la realidad dice que eso es una ilusión, el crecimiento de la riqueza y la distribución de dicha riqueza fue a parar una gran parte de ella en pocas manos. Las grandes masas se empobrecieron a partir de la explotación del trabajo.
Los economistas no tomaron en cuenta que el capitalismo, en base a su crecimiento y a las relaciones sociales que lo sostenían, se transformaría y daría como resultado una sociedad en donde la población a medida que se empobrece, disminuye su consumo, el excedente de producción daría como consecuencia que el sistema entrara en crisis, produciendo los cambios necesarios para su reestructuración, ayudada por una guerra se agilizaban las industrias, de armamento, el vestido y los alimentos, se creaban empleos y con ello se preparaba el terreno para una nueva crisis.
Los dos niveles anteriores sentaron las bases para que no solo los defensores del sistema creyeran su propio discurso, sino que incluso los sindicatos y los proletarios se colonizaran con esa forma de pensamiento. Las crisis, asegura el autor, se intentan contener a través del marketing, dicho instrumento se compone por tres bases-mecanismos que, indica Latouche, “nos incitan al crimen”:
i) La publicidad actúa como una forma de asegurar la realización de la mercancía por parte del consumidor, de una necesidad se crea un deseo, por lo que siempre se le deja insatisfecho, lo que se ha traducido en una sociedad de consumo.
ii) La financiarización de la economía generó la posibilidad que las clases que no podían adquirir bienes por su ingreso tan limitado, mediante el crédito, pudieran comprar y endeudarse.
iii) En tanto que la obsolescencia programada ha demostrado que por más maravillas bajo las cuales el capitalismo puede enorgullecerse, todas terminan por no dejar de funcionar en un lapso dado de tiempo con el fin de acelerar el consumo. Bajo esta lógica en la que es mejor comprar algo nuevo que repararlo, el consumo aumenta, pero también el desperdicio y la contaminación del medio ambiente (p. 50 y 51).
A raíz del crecimiento experimentado en la economía mundial, han habido ganadores y perdedores, por lo que el capitalismo y la globalización, históricamente, son en realidad la política hegemónica que implementa algún poderoso país, en este caso, Estados Unidos como lo enfatiza Latouche citando a Henry Kissinger, ex secretario de estado de relaciones internacionales de Estados Unidos (p. 51).
Dado que Estados Unidos con su hegemonía ha ido dominando gran parte de las actividades económicas en base a la occidentalización del mundo, gracias al apoyo a sus empresas trasnacionales, éste se ha ido uniformando, todos los países quieren ser como Estados Unidos, aspiran a su nivel económico y prestigio.
Latouche menciona que: “la verdadera naturaleza del crecimiento y el desarrollo es la guerra: el crecimiento y el desarrollo son guerras contra la naturaleza, contra la tierra, contra los pobres, guerra contra el género humano” (p. 51). El desarrollo de la ciencia y la tecnología al estar al servicio de la iniciativa privada y no de la sociedad ha dado como resultado la devastación de la naturaleza para seguir reproduciendo tan injusto sistema, por lo que se vuelve una guerra contra la naturaleza. Mientras que el desarrollo de distintas marcas y el excesivo consumismo van erradicando las tradiciones de los distintos países, por lo que también es una guerra contra la cultura.
Todo lo anterior marca la elevación de la producción y el consumo, pero el bienestar y la felicidad han declinado drásticamente, según Latouche “estamos asistiendo al desmoronamiento de la civilización occidental. Esta es la descolonización del imaginario: estamos pasando del sueño inicial a la pesadilla. La civilización del crecimiento está muriendo” (p. 52).
Para finalizar se habla del proyecto de decrecimiento, el de la sobriedad elegida. La abstención del consumo es éticamente, para esta corriente de pensamiento, a lo que los hombres debemos aspirar si se quiere cambiar al planeta, sin embargo, no es suficiente, se necesita desarrollar técnicas y ciencias que reduzcan nuestra huella ecológica (p. 53). El proyecto de decrecimiento pretende desvincularse de la sociedad de consumo e identificar aquellos bienes que son prescindibles de los que son necesarios para evitar el desperdicio y la contaminación, pues si bien la catástrofe “ahora ya no es evitable, lo que necesitamos hacer es limitar la catástrofe y manejarla” (p. 53).
Las trasformaciones del capitalismo a lo largo de la historia pone énfasis la forma en la que el sistema ha ido consumiendo los recursos del planeta para poder reproducirse, provocando los desequilibrios sociales, económicos y políticos que en combinación con la crisis financiera de 2008 ha dado una paso a pensar en distintas alternativas al sistema de producción capitalista. La visión del decrecimiento la respuesta al peligro de extinción que enfrenta la raza humana, cambiando los hábitos y la forma en la que se está produciendo para evitar el colapso civilizatorio.