El espectro de una China global

Cita: 

Lee, Ching Kwan [2014], “El espectro de una China global”, New Left Review, Quito, Instituto de Altos Estudios Nacionales – Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación – Traficantes de Sueños, 89:32-73, noviembre-diciembre.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Noviembre, 2014
Tema: 
La inversión extranjera directa de China en África y los objetivos estratégicos que la guían; las interrelaciones entre la inversión extranjera, la clase obrera de Zambia y el estado
Idea principal: 

Ching Kwan Lee es profesora de sociología en la Universidad de California en Los Ángeles. Sus publicaciones se han centrado en el trabajo, el activismo social, la sociología política y el desarrollo en China y el Sur global.


Tras tres décadas de crecimiento económico sostenido, China se encuentra en un estancamiento caracterizado por la sobreproducción, ganancias decrecientes, excedente de capital, caída de la demanda en los mercados de exportación y escasez de materias primas. Ello ha llevado a las empresas chinas a buscar oportunidades de inversión en el extranjero que les permitan sortear estas dificultades.

Un espacio donde las inversiones chinas han llamado poderosamente la atención ha sido el continente africano, a pesar de que en la primera década del nuevo milenio las inversiones chinas únicamente representan el 4% de la inversión extranjera directa total en la región. Las inversiones chinas en África han dado lugar a dos retóricas contrapuestas: por un lado, “los medios de comunicación occidentales han creado el espectro de una ‘China global’ que se lanza a una nueva rebatiña por África, mientras que Pekín aduce simplemente que fomenta la cooperación Sur-Sur, libre de aspiraciones hegemónicas o condiciones al estilo del Banco Mundial. Sin embargo, estas posiciones aparentemente opuestas comparten la asunción implícita de que la inversión china es cualitativamente diferente de la inversión extranjera convencional. ¿Cuál es la peculiaridad, si es que tal peculiaridad existe, del capital chino en África?” (p. 33)

Para responder a esa pregunta, se elige a Zambia como un caso de estudio. Aunque se reconoce que ningún país individual podría representar la enorme diversidad de condiciones naturales y político-económicas existentes en toda África, se considera que Zambia es un caso significativo para estudiar el tema de “China en África” por diversas razones: es el mayor productor de cobre (un mineral estratégico para la industria) de África; se ha convertido en un destino puntero para la inversión china apoyada por el estado; es la sede de la primera de las zonas económicas especiales dirigidas por China; ahí, al igual que en el resto de África, los contratistas chinos tienen una preponderancia sin rival en el sector de la construcción; asumió los programas de privatización dictados desde fuera por el FMI-Banco Mundial en la década de 1990; y aun cuando formalmente había democracia, los gobiernos se vieron obligados a aceptar los programas de ajuste estructural dictados desde fuera, convirtiéndose en “democracias sin posibilidad de elección”.

A partir de un estudio etnográfico comparado de empresas chinas y no chinas en las industrias del cobre y de la construcción en Zambia, así como de entrevistas a “tecnócratas del gobierno”, políticos, gerentes de las mineras, líderes sindicales, trabajadores de ambas industrias, el artículo destaca dos cuestiones que comúnmente no son abordadas en el debate sobre la “China global”.

La primera es que debe hacerse una distinción entre los intereses e intenciones de China en África y su capacidad para hacerlos efectivos, pues los inversores chinos se enfrentan ahí a condiciones que no existen en su país: políticas nacionalistas en torno a los recursos naturales, la lucha de la clase obrera africana y sus sindicatos, y “la condena moral de su cultura del trabajo”; en este contexto, los inversores chinos se han visto forzados a ajustar sus planes y a hacer concesiones.

La segunda cuestión es que el capital chino –al igual que el resto de los capitales extranjeros que invierten en África– se ha instalado “sobre un terreno ya muy labrado por las reformas neoliberales impuestas por las instituciones financieras occidentales” y ha aprovechado las reformas laborales y las políticas de apoyo a la inversión, “pero también se ha enfrentado a algunas de las violentas reacciones políticas que el neoliberalismo ha provocado” (p. 34).

A mediados del siglo XX, cuando aún era una colonia británica con el nombre de Rodesia del Norte, las exportaciones de cobre de lo que hoy conocemos como Zambia representaban el 13% del total mundial. La independencia política, conseguida en 1964, no significó una ruptura de la dependencia respecto del mercado mundial. Por el contrario, “en un contexto de dependencia económica, produjo una clase dirigente negra, viciada de raíz, cuyos intereses, en lugar de desafiar los del capital extranjero, convergían con los de este” (p. 36).

Una década después de haber obtenido su independencia política, la caída de los precios mundiales del cobre –el principal producto de exportación de Zambia– generó una deuda ingente y lo sumió en la dependencia de los rescates del FMI. Estos rescates tuvieron como contrapartida programas de ajuste estructural y de privatizaciones diseñados por el FMI que impusieron la congelación de los salarios y la reducción de los derechos laborales, recortes en los subsidios para la alimentación y fertilizantes y la privatización de tierras, transporte, energía y minas. La privatización de las minas y las condiciones extremadamente ventajosas para los inversores provocaron que los ingresos fiscales procedentes del cobre, que tras la independencia representaban 59% de los ingresos del gobierno, a inicios de la década del 2000 representaran sólo 5%. La privatización de las minas trajo consigo, además, la internacionalización del “Cinturón del Cobre” con compañías mineras no sólo del “Norte global” sino también del “Sur global” (India, Brasil, China, entre otros).

Las políticas de ajuste estructural del FMI-Banco Mundial y sus consecuencias generaron un gran descontento y una creciente resistencia popular que, al no encontrar otros cauces para manifestarse debido a la drástica disminución de la fuerza de negociación de los trabajadores organizados, se hizo sentir por la vía electoral con el triunfo de un gobierno que defiende una política nacionalista en torno a los recursos naturales en favor de los pobres. Así, tras la “liberalización doble” (el proceso de cambio hacia una democracia formalmente multipartidista tras la independencia política, por un lado, y los procesos de ajuste estructural, privatizaciones y apertura a la inversión extranjera, por otro), el FMI y el Banco Mundial se enfrentaron con una política de oposición de “nacionalismo de los recursos” que demandaba una mayor participación de la población en la riqueza natural del país y que generó una imagen de mayor fortaleza para plantarse frente a los inversores extranjeros.

“Estos importantes acontecimientos han redefinido las condiciones político-económicas que conforman la entrada de capital extranjero en Zambia en el siglo XXI. […] La nueva configuración del capital global incide en el desarrollo de Zambia de una manera que no se reduce a la formulación clásica de las relaciones existentes entre la metrópolis y la periferia. […] con todas sus debilidades en cuanto a su capacidad de desarrollo, Zambia hoy en día no se ajusta a los estereotipos del Estado africano ‘depredador’ o ‘fallido’. La llegada del Frente Patriótico demuestra que, aunque las elecciones competitivas puedan no traer automáticamente un buen gobierno, pueden proporcionar una plataforma para la presión del pueblo sobre el gobierno en ejercicio para que sea más firme con los inversores extranjeros; y que existe la posibilidad de que un gobierno africano defienda los intereses popular-nacionales frente al capital extranjero” (p. 38).

Antes de entrar a analizar la operación del capital chino en Zambia es necesario distinguir dos tipos o variedades de capital que invierten en África. Las etiquetas nacionales de las empresas y su tipo de propiedad pueden resultar engañosas para conocer las estrategias y finalidades del capital: el hecho de que una empresa tenga su sede en un país determinado no significa que responde exclusivamente a los intereses de ese país; no porque una empresa sea de propiedad estatal dejará de estar completamente enfocada a la obtención de ganancias como las empresas privadas. “En lugar de la supuesta nacionalidad o propiedad, lo importante, desde el punto de vista político y sociológico, son los intereses del capital. La formulación de la pregunta ‘¿A qué intereses y a quién sirve una compañía?’ me lleva a diferenciar dos grandes variedades de capital en Zambia: el capital estatal chino […] que sirve a intereses nacionales identificados por Pekín; y el capital privado global, que sirve a los intereses de su accionariado de obtención del beneficio máximo” (p. 40).

En adelante, se compara el “capital estatal chino” con el “capital privado global” en tres dimensiones del capital: la lógica de la acumulación, el régimen laboral y el ethos de la dirección.

La lógica de acumulación

La inversión estatal china en África no persigue de forma prioritaria la maximización de las ganancias –aunque sí es importante para las empresas estatales chinas obtener algunas ganancias para poder reinvertirlas y expandir su producción– sino otros objetivos: la ampliación de la influencia política y el acceso a materias primas que escasean en China (petróleo, cobre, aluminio, hierro). “La Academia China de Ciencias Sociales, un think tank clave del gobierno, ha identificado la garantía de recursos naturales como la máxima prioridad para la estrategia económica de China en África para los próximos diez años” (p. 41). Esta lógica de acumulación, que subordina la maximización de ganancias a otros objetivos estratégicos, es caracterizada como “integradora” en relación a la lógica de maximización de las ganancias seguida por el capital privado.

La importancia del cobre radica no sólo en su valor de cambio, a través del cual se pueden obtener ganancias en el mercado internacional, sino ante todo en su valor de uso como un material necesario para la industria china. Así, el aprovisionamiento seguro y continuo de este mineral tiene un carácter estratégico para la industria china. En el caso de las inversiones chinas en las minas de cobre en Zambia queda claro lo estratégico del aprovisionamiento de materias primas para la potencia oriental: aun cuando la mina que la empresa estatal china explota en Zambia es considerada poco rentable y el mineral que se extrae es de baja ley (1.73%), esta mina es importante para los objetivos estratégicos de China porque la baja ley del cobre que ahí se extrae es más alta de la que se puede obtener en China (1%).

La lógica de “acumulación integradora” seguida por las empresas estatales chinas y la lógica de maximización de beneficios seguida por el capital privado global ha llevado a las empresas a seguir estrategias divergentes en los momentos de crisis. Así, tras la crisis económico-financiera de 2008 que trajo consigo la caída de los precios internacionales del cobre en más de 60%, mientras las empresas privadas más grandes del “Cinturón del Cobre” anunciaron cierres y despidos masivos, “la NFCA china anunció una política de ‘tres veces no’: no a los despidos, no a la reducción de la producción y no a los recortes salariales. Al regirse por un interés a largo plazo en la producción estable del mineral, en contraposición a una reacción inmediata ante la fluctuación de los precios del mineral en el mercado y los intereses financieros a corto plazo de los accionistas, la respuesta de NFCA reflejó sus objetivos políticos y comerciales en Zambia” (p. 44). La empresa estatal china utilizó una retórica que le permitió fortalecer la imagen del gobierno chino y sus empresas por su efecto estabilizador en la economía zambiana. Al mismo tiempo, aprovechando la crisis y con miras a consolidar su estrategia de “acumulación integradora”, la CNMC china compró otra mina de la región. “El cálculo fue político y económico: a la vez que demostraban a las autoridades zambianas su disposición para ayudar a solucionar el problema del desempleo en las ciudades mineras, los gerentes chinos consideraron la crisis como una buena oportunidad para invertir” (p. 44).

La prosecución de intereses estratégicos, permite explicar por qué China accedió a crear una zona económica especial en Zambia en condiciones que el capital privado global no hubiera aceptado (baja rentabilidad, en un país con infraestructura inadecuada, etc.).

El “apoyo” chino hacia África incluye también el financiamiento para la construcción de infraestructura. “Desde 2000, los proyectos de construcción en África han recibido de China aproximadamente 35,000 millones de dólares en préstamos en condiciones ventajosas, desembolsados por medio del Foro para la Cooperación entre China y África” (pp. 46-7). Los préstamos chinos que han recibido muchos países africanos han sido muy superiores a los que les han otorgado el Banco Mundial o el Banco Africano de Desarrollo, a pesar de que cobran tasas de interés más altas y tienen periodos de amortización más cortos. La razón por la cual los préstamos chinos han sido más demandados aun cuando tienen condiciones menos favorables que los que otorgan las instituciones internacionales es que están destinados a la construcción de infraestructuras físicas, algo que es todavía muy necesario en muchos países africanos y que permite a los políticos mejorar su imagen y asegurar votos para las siguientes elecciones. A pesar de que la retórica china sostiene que los préstamos se dan sin condicionalidad, “en la práctica estos préstamos llevan la condición implícita de que el lado chino decide lo que se construye” y están también condicionados al abastecimiento único y no competitivo por parte de las empresas estatales chinas (p. 47). Para la estrategia de China, los préstamos persiguen distintos objetivos: son un medio para ampliar su influencia política, constituyen una salida para las inversiones de las reservas chinas y son también una manera de generar la apertura de nuevos mercados para sus compañías constructoras estatales.

A pesar de las grandes ventajas que representa para las empresas estatales chinas el apoyo del estado, este puede ser un arma de doble filo, pues las hace muy vulnerables a la política y a la retórica del país anfitrión, así como a una posible política nacionalista en torno a los recursos naturales. En comparación con el capital privado global, las empresas chinas pueden ser politizadas con mayor facilidad por ser consideradas como representantes de un Estado soberano extranjero y pueden ser objeto de una mayor hostilidad por parte de gobiernos nacionalistas y por la población de los países huésped.

Regímenes laborales y de producción

La crítica de las condiciones laborales existentes en las compañías chinas que operan en África por parte de los medios de comunicación internacionales ha sido muy común y difundida. Sin embargo, esa crítica es sesgada y carece de perspectiva histórica, pues las condiciones y prácticas laborales de las que se acusa a las empresas chinas preceden a la llegada de China a África, prevalecen en toda la industria (no sólo en las ramas en las que participa el capital chino) y fueron impuestas y son apoyadas por otras fuerzas políticas globales distintas de China.

Cuando las minas fueron privatizadas y el capital del resto del mundo llegó a invertir en ellas a finales de la década de 1990 el poder de la clase trabajadora zambiana y sus condiciones de vida y de trabajo ya habían sido diezmados por la caída de los precios internacionales del cobre, por la imposición de los ajustes estructurales del FMI y por las políticas seguidas por los distintos gobiernos nacionales (declaración de las huelgas como ilegales, entre otras). Antes de la llegada de los inversionistas extranjeros a las minas zambianas ya se había modificado la legislación laboral a instancia del FMI. “El nuevo código laboral de Zambia declaró ilegales las huelgas de solidaridad, resquebrajó el movimiento sindicalista, limitó la negociación colectiva en todo el ámbito industrial y desreguló el mercado laboral al extender la duración de los contratos temporales” (p. 51). Los gobiernos nacionalistas recientes poco han podido hacer para mejorar las cada vez más degradadas condiciones laborales de los zambianos.

Otro factor que golpeó duramente las condiciones de vida y el poder de negociación de los trabajadores en la industria minera fue la introducción de cambios tecnológicos y la mecanización de los procesos, que además de expulsar a los trabajadores de sus puestos generó, en conjunción con la nueva legislación laboral, la subcontratación de los trabajadores para llevar a cabo las labores cada vez más simples que se desarrollan en las minas.

Una cuestión que es también muy comentada en los medios internacionales es que los salarios en las empresas chinas en África son inferiores a los que pagan empresas de otras nacionalidades que hacen inversión extranjera directa en ese continente. Para el caso de la minería en Zambia, las empresas estatales chinas pagan salarios entre 15 y 30% inferiores a los que pagan las empresas mineras cuya sede está en otros países. Sin embargo, de acuerdo con algunos expertos sobre la minería en Zambia “los bajos salarios se compensan con la relativa seguridad del empleo […]. Tanto el capital estatal chino como el capital privado global explotan a los trabajadores, pero ofrecen diferentes tratos: explotación estable (empleo seguro con salario bajo) contra exclusión flexible (empleo precario con salario más alto)” (p. 55). Los menores salarios que pagan las empresas estatales chinas se deben en parte, en el caso de la minería en Zambia, a que para hacer que la extracción de un mineral de baja ley sea económicamente sostenible es necesario pagar salarios inferiores a la media de la industria. La estabilidad laboral que las empresas chinas brindan a sus trabajadores –aun cuando paguen bajos salarios– es muy importante para los intereses chinos, pues les da mejores condiciones para lograr su objetivo de abastecimiento de materias primas estratégicas en el largo plazo.

A pesar de que con las empresas chinas ofrecen mayor estabilidad laboral, a los trabajadores africanos “la distinción entre capital estatal chino y capital privado global no les dice nada. Un régimen laboral basado en la explotación por medio de salarios bajos no es mejor que uno que se basa en la temporalidad y los despidos. Ambos conllevan la precariedad permanente, una realidad que está reestructurando el ámbito vital de la clase obrera” africana (pp. 68-9).

La incursión de las empresas chinas en Zambia y en África les dejó experiencias que los chinos no conocían: la negociación colectiva y la existencia de sindicatos autónomos, entre otras. En un inicio, las empresas estatales chinas intentaron paralizar la afiliación de los trabajadores a los sindicatos, lo que les costó una mala reputación. Sin embargo, a lo largo de los años, debido a la incesante presión de los sindicatos, las empresas estatales chinas han aprendido a convivir con las organizaciones autónomas de los trabajadores y a negociar con ellas. Las huelgas han sido el más importante instrumento de lucha de los trabajadores en las minas zambianas en años recientes. A partir de las huelgas –a las que se suman no sólo los trabajadores en activo de las minas sino también los trabajadores “informales”, los desempleados y el resto de la comunidad– y de la presión gubernamental de un gobierno nacionalista se han conseguido importantes alzas salariales en la industria minera de dicho país. Sin embargo, a pesar de que los incrementos en el salario mínimo han sido efectivos y han beneficiado a muchos trabajadores zambianos y de que se aumentaron los impuestos sobre los derechos del mineral como una medida de “nacionalismo de los recursos”, las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores mineros zambianos siguen siendo muy precarias y sus ingresos insuficientes para satisfacer las necesidades de sus familias.

El ethos de la dirección

Un aspecto que se destaca es el ethos que los chinos se han construido en torno al trabajo y la vida: “El aspecto más llamativo de la cultura de dirección en las minas estatales y la construcción china es lo que ellos llaman ‘tragar amargura’. Esta combinación de compulsión moral individual e imperativos de control corporativo recuerda la memorable descripción de Max Weber de un ‘ascetismo laico’. La diferencia es que el ethos chino es colectivo en lugar de individualista, vigilado a distancia por el Estado chino y el Partido Comunista de China. En comparación, el ethos de la dirección en las compañías privadas globales es mucho más individualista y emprendedor, con una separación más clara entre el ámbito corporativo y el personal” (p. 60). Por “tragarse la amargura” los chinos entienden “la disposición a soportar penurias, posponer gratificaciones, aceptar la disciplina de la empresa, ahorrar y reinvertir en el desarrollo personal y corporativo” (p. 61). El discurso chino sobre el ascetismo y “tragarse la amargura” trae generalmente implícita una condena moral y una división nacionalista entre ellos y los trabajadores africanos.

Conclusión

El texto concluye sosteniendo que “la ‘China global’ no es ni la potencia hegemónica imperialista temida por Occidente ni el socio igualitario del desarrollo ventajoso para todos proclamado por Pekín” (p. 72). El éxito de la estrategia china depende mucho de la voluntad política y la capacidad reguladora de los gobernantes de los países anfitriones, así como de la correlación de fuerzas existente en un escenario específico entre el estado, la clase trabajadora y el capital extranjero que invierte en África. Asimismo, esta correlación de fuerzas determina cuan flexible o cuan peligrosa puede ser para el desarrollo africano la participación del capital estatal chino. “También está claro que los inversores estatales chinos ni tienen capacidad para debilitar el orden neoliberal ni ningún interés en reemplazarlo” (p. 72).

Datos cruciales: 

Zambia es la sede de la primera de las zonas económicas especiales dirigidas por China.

“Desde 2000, los proyectos de construcción en África han recibido de China aproximadamente 35 000 millones de dólares en préstamos en condiciones ventajosas, desembolsados por medio del Foro para la Cooperación entre China y África (FOCAC). De esta cantidad, Zambia ha recibido 1 200 millones de dólares, muy por encima de los préstamos recibidos del Banco Mundial y del Banco Africano de Desarrollo” (pp. 46-47).

Nexo con el tema que estudiamos: 

China es el estado-nación que aparece como el más cercano rival en la disputa por la hegemonía mundial ante la crisis de la hegemonía estadounidense. Conocer las estrategias de ampliación de su esfera de influencia política y de su poderío económico tiene una importancia de primer orden para conocer mejor el terreno sobre el que se da dicha disputa hegemónica.

Este artículo nos permite conocer en concreto algunas de las estrategias implementadas por las empresas estatales chinas para garantizar la consecución de sus objetivos ampliación de su esfera de influencia geopolítica y de abastecimiento de materias primas estratégicas en el mediano plazo. Es necesario insistir en que la inversión china en África, lejos de tener como prioridad la maximización de las ganancias, tiene objetivos geopolíticos y estratégicos de otro orden: extender la influencia política de la República Popular China, ampliar y fortalecer su poderío económico y garantizar el acceso a recursos materiales que son estratégicos que en su propio territorio son escasos. Por otra parte, si bien la maximización de las ganancias no es prioritaria y puede ser considerada como un objetivo secundario, esto no quiere decir que no sea un aspecto relevante: es a través de la obtención de ganancias como las empresas chinas podrán reinvertir y extenderse.

La ampliación china tiene como uno de sus pilares fundamentales la unidad de estrategias y acción del estado chino y las empresas estatales chinas, en la que éstas están subordinadas a aquél. Esto nos da importantes elementos para pensar las similitudes y diferencias existentes entre una posible hegemonía china basada en el “sujeto desdoblado” estado chino/empresas estatales chinas y el “sujeto desdoblado” que tuvo la hegemonía indiscutida durante la segunda mitad del siglo XX: el estado y las corporaciones trasnacionales estadunidenses.

Sobre el sujeto hegemónico como un “sujeto desdoblado” estado norteamericano/corporaciones trasnacionales estadunidenses recomendamos consultar el siguiente texto: