¿Asegurando el futuro de quién? El militarismo en una época de crisis climática

Cita: 

Buxton, Nick [2016], "¿Asegurando el futuro de quién? El militarismo en una época de crisis climática", El fusil roto, New York, War Resisters League, 105, mayo https://www.wri-irg.org/es/node/26706

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Mayo, 2016
Tema: 
El cambio climático es utilizado como un problema de seguridad nacional para Estados Unidos y las principales potencias europeas como subterfugio para incrementar el militarismo en una época de crisis climática a nivel mundial.
Idea principal: 

Nick Buxton es un consultor en comunicación. Trabaja en el ámbito de medios de comunicación, publicaciones y comunicación digital para el Transnational Institute (TNI). Vive en California desde septiembre de 2008. Anteriormente vivió en Bolivia durante cuatro años, donde trabajó como escritor/redactor digital para la Fundación Solón, una organización boliviana cuya labor se centra en temas de comercio, agua, cultura y memoria histórica. Él trabaja activamente en temas del cambio climático, el militarismo y la justicia económica. Es coeditor del libro The Secure and the Dispossessed - How the military and corporations are seeking to shape a climate-changed world.


Para Nick Buxton, los atentados producidos actualmente en el contexto internacional han creado el mundo binario que los neoconservadores y los terroristas buscan: “una era de guerra permanente en la que toda nuestra atención y recursos son absorbidos y se ignoran las verdaderas crisis, las de la pobreza, desigualdad, desempleo, marginación social y crisis climática” (p. 1).

La llamada “doctrina Obama” buscó “consolidar el poder imperial en primer lugar […] ‘no haciendo cosas estúpidas’, y en segundo lugar, no haciendo caso omiso a los retos a largo plazo de los intereses estadounidenses” (p. 1).

El presidente Barack Obama hizo especial énfasis en el cambio climático convirtiéndose en una prioridad de su política exterior durante su segundo mandato. En el estado de Connecticut en mayo de 2015 afirmó que: “El cambio climático supone una amenaza seria a la seguridad mundial, un riesgo inmediato a nuestra seguridad nacional y, no lo dudéis, afectará al modo en que nuestro ejército defienda nuestro país. Y por ello debemos actuar, y debemos hacerlo ahora” (p. 1).

De esta manera, Obama estableció una tendencia que posteriormente sería imitada por los aliados de Estados Unidos en todo el mundo. Ejemplo de ello son las declaraciones del Primer Ministro de Reino Unido, David Cameron, quien también ha manifestado que el cambio climático: “no es sólo una amenaza para el medio ambiente. Es también una amenaza para nuestra seguridad nacional” (pp. 1-2).

Sin embargo, vale la pena matizar que el hecho de incluir el cambio climático como problema de “seguridad nacional” en la agenda del gobierno de Estados Unidos, de acuerdo a Buxton, se trata de una estrategia que “se entiende a menudo como táctica política. […] es una de las pocas maneras de hacer que una política se mueva por los pasillos del poder de EEUU un poco más rápido. También se ha considerado como la manera para evitar que los Republicanos, que niegan el cambio climático, bloqueen la acción contra este problema, a pesar de que es evidente que ha fracasado” (p. 2).

Lo que es un hecho es que “el cambio climático se está arraigando a la política militar de los EEUU”; un proceso que seguramente continuará independientemente del reciente resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos (p. 2).

De acuerdo a una Directiva del Departamento de Defensa, aprobada en enero de 2016, demanda que las consideraciones relativas al cambio climático se encuentren en el centro de toda planificación estratégica militar: “El Departamento de Defensa debe ser capaz de adaptar las operaciones actuales y futuras para hacer frente a los impactos del cambio climático a fin de mantener un ejército estadounidense eficaz y eficiente” (p. 2).

Estados Unidos se está preparando para el cambio climático y, para ello, está llevando a cabo la integración del cambio climático en la planificación militar de tres maneras:

1) “La primera es garantizando que la vasta infraestructura militar, compuesta de al menos 800 bases en más de 70 países, continúe funcionando a pesar del aumento de temperaturas, aumento del nivel del mar y climas más extremos” (p. 2).

2) “La segunda manera es el desarrollo de carburantes ‘verdes’ para alimentar sus vastos arsenales militares. A menudo esto se vende como prueba del compromiso del ejército con el medioambiente, sin embargo, una vez más, en el fondo está la preocupación por su funcionabilidad” (p. 2).

3) “La tercera manera […] es a través de su preparación contra las amenazas de ‘seguridad’. La preparación se hace habitualmente a través de escenarios de juegos de guerra, la más famosa de las cuales fue la Edad de las Consecuencias: Las Consecuencias del Cambio Climático Mundial sobre la Política Exterior y la Seguridad Nacional” (p. 2).

La tercera forma es quizá la más importante. Un informe publicado en 2007 “por una camarilla de antiguos ministros de Defensa, analistas de seguridad e investigadores de comités de expertos”, dio a conocer tres posibles escenarios climáticos: "grave" y "extremo" y el cambio climático como un "multiplicador de amenazas" (p. 3).

“A estos escenarios han seguido planes cada vez más detallados por los distintos cuerpos del ejército y la inteligencia de Estados Unidos. […] La planificación de la seguridad climática de Estados Unidos ha alentado esfuerzos similares en otros lugares, sobre todo en el Reino Unido, la UE y Australia” (p. 3).

“Los esfuerzos por hacer de la seguridad el encuadre para el cambio climático ante la ONU se han encontrado con el poco interés de países en desarrollo que ven, con [justa] razón, el cambio climático como una cuestión de responsabilidad, una en la que las naciones más contaminantes tienen una deuda histórica con el Sur Global” (p. 3).

Esta planificación militar resulta que “es paralela al cada vez mayor número de evaluaciones nacionales de estrategia de riesgos, la planificación de protección de infraestructuras y la planificación de energía de emergencia […]. De repente, el riesgo está por todos lados y el control lo es todo. La Ley de 2004 de Contingencias Civiles del Reino Unido, elaborada a raíz del 11 de septiembre, la crisis del petróleo de 2000 y la aparición de la fiebre aftosa en el año 2001, permite al gobierno del Reino Unido declarar un estado de emergencia sin votación parlamentaria. […] Los poderes de emergencia del Reino Unido […] se imitaron en Australia y Canadá, y tienen mucho en común con los poderes de emergencia de EEUU” (p. 3-4).

Advierte el autor que “como consecuencia de la guerra contra el terrorismo y dentro de los planes militares para un mundo afectado por el cambio climático, lo que vemos emerger es un estado de máxima seguridad, uno que va más allá de la advertencia de un complejo militar-industrial que hizo Eisenhower, un complejo más amplio industrial-militar-de seguridad, un complejo que el experto en seguridad Ben Hayes describe como un ‘nuevo tipo de carrera armamentística, una en la que todas las armas están apuntando hacia el interior’”.

Del mismo modo señala que son los manifestantes de Black Lives Matter de Ferguson así como los manifestantes indígenas de Perú y los de muchas otras comunidades de todo el mundo, los que identificarán esta nueva carrera armamentística, son los que padecerán sus implicaciones, son ellos quienes “reconocerán esta carrera armamentística en la que se enfrentan a una policía cada vez más fuertemente armada” (p. 4).

Es evidente que la actual búsqueda de amenazas incluye “con demasiada facilidad cualquier grupo que trata de resistirse a las injusticias. Es difícil, por ejemplo, imaginar que una Iniciativa Minerva del Departamento de Defensa estadounidense, que financia a académicos del país para que descubran ‘las condiciones en las que se originan los movimientos políticos dirigidos a crear un cambio político y económico a gran escala’, es algo más que un intento de prevenir esos cambios sociales radicales tan necesarios" (pp. 4-5).

De esta manera concluye el autor que ésta “es la realidad de casi todas las políticas de seguridad, en particular las políticas de seguridad nacional ya que buscan la seguridad de aquellos que ya tienen riqueza y en el proceso a menudo privan a los que no la tienen, convirtiendo a las víctimas en amenazas. Por eso es tan inquietante el convertir el cambio climático en un problema de seguridad. Se crea una doble injusticia. No sólo los que menos culpa tienen del cambio climático son los que más sufren sus consecuencias, sino que además están siendo puestos en el punto de mira con las respuestas de seguridad a los impactos climáticos mismos” (p. 5).

Advierte que ante tal panorama actualmente resulta necesario y es fundamental “que los activistas y movimientos por la paz, la libertad civil y la justicia medioambiental se unan para oponerse a la titulización de nuestro futuro. Un mundo con justicia medioambiental no será posible si nuestra respuesta se basa en la seguridad, y un mundo de paz no será posible si no se lucha por la justicia medioambiental” (p. 5).

Datos cruciales: 

Una de las formas en las que los Estados Unidos se están preparando para el cambio climático en relación a la planificación militar “es garantizando que la vasta infraestructura militar, compuesta de al menos 800 bases en más de 70 países, continúe funcionando a pesar del aumento de temperaturas, aumento del nivel del mar y climas más extremos. Un informe de 2014 de la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno (GAO, en sus siglas en inglés) mostró que el cambio climático ya está afectando a los intereses militares. Una estación de radar en Alaska tuvo problemas de acceso cuando las carreteras y las pistas fueron destruidas por el retroceso de la costa 40 pies debido a una combinación del derretimiento del permafrost, la desaparición del hielo marino y el aumento del nivel del océano” (p. 2).

En la actualidad “[…] la nueva carrera armamentística está demostrando ser muy lucrativa. Por si el récord de gasto militar mundial (1,8 billones de dólares en 2014) no fue suficiente, le acompaña el crecimiento masivo de la industria de la seguridad nacional que desde el año 2008 ha crecido un 5% anual a pesar de la crisis mundial. Esta industria incluye a muchos traficantes de armas bien conocidos como el contratista de la Defensa de EEUU, Raytheon, que proclama abiertamente el ‘aumento de oportunidades de negocio" como consecuencia de las "preocupaciones por la seguridad y sus posibles consecuencias’, debido a los 'efectos del cambio climático' en forma de ‘tormentas, sequías e inundaciones’” (p. 4).

Nexo con el tema que estudiamos: 

Los atentados terroristas han servido de pretexto para la continuidad de una guerra permanente protagonizada por Estados Unidos y las principales potencias europeas. Por otro lado, el cambio climático es utilizado como un problema de seguridad nacional para incrementar el militarismo en una época de crisis climática a nivel mundial.

Sin embargo, con esta creciente militarización no sólo se ignora a los movimientos sociales que luchan por la justicia medioambiental, sino que también sirve de excusa para reprimirlos. Con lo anterior quedan de manifiesto los diferentes vínculos existentes entre los diversos elementos de la crisis sistémica: financiera, ambiental y social.