Constrained? America’s system of checks and balances seems to be working. But there is still plenty to worry about

Cita: 

The Economist [2017], "Constrained? America’s system of checks and balances seems to be working. But there is still plenty to worry about", The Economist, London, 1 de abril, https://www.economist.com/news/briefing/21719787-there-still-plenty-worr...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Abril 1, 2017
Tema: 
La división de poderes y el sistema de controles y contrapesos constitucionales en los Estados Unidos ante la presidencia de Donald Trump
Idea principal: 

A diez semanas de haber asumido el cargo de presidente de los Estados Unidos, Donald Trump ha actuado como un “presidente autoritario”. “Entre otras afrentas, ha intentado desacreditar el proceso electoral al hacer declaraciones falsas sobre votos ilegales y ha esparcido rumores falsos sobre que Gran Bretaña lo espía. No ha logrado desvincularse convincentemente de sus intereses corporativos, ni ha revelado la extensión de estos. Ha firmado reglas de inmigración que además de crueles son amateur y, cuando estas han sido desafiadas legalmente, él ha sostenido que su política fronteriza no es competencia de las cortes. De acuerdo con el Washington Post, el señor Trump dijo 317 declaraciones ‘falsas o engañosas’ en sus primeros 63 días como presidente”. De acuerdo con el Procurador General demócrata por New York, Eric Schneiderman, es claro desde que Trump asumió su cargo que es el presidente con menos respeto por la ley y por la tradición que cualquier otro en la historia reciente.

Aun cuando los temores por la gravedad de las amenazas representadas por el señor Trump han probado ser certeros, la vulnerabilidad de Estados Unidos es menor de lo que algunos pensaban. Ha habido una vigorosa respuesta contra los excesos de Trump por parte de periodistas, ONGs, compañías y millones de inconformes que protestan en las calles, así como por parte de los estados.

Además, “los controles y contrapesos constitucionales de los Estados Unidos parecen estar funcionando mejor de lo que muchos pensaban”. No obstante, la cuestión no es precisamente la que tenía en mente James Madison con la división de poderes para frenar las ambiciones presidenciales. Por el contrario, muchos de los republicanos que se opusieron a la American Health Care Act (AHCA), una de las principales promesas de campaña hechas por Trump, no lo hicieron como una reprimenda a su correligionario en la Casa Blanca sino porque consideraron que la AHCA no reduce suficientemente los subsidios federales que ayudan a los pobres a comprar servicios de salud.

El problema que enfrenta el nuevo gobierno estadounidense ante el rechazo de la AHCA ha forzado a Trump y a su equipo a considerar coquetear con algunos congresistas demócratas –que gustan de sus planes de infraestructura pero son escépticos de su política fiscal–, quienes le pedirían moderar su comportamiento en varios aspectos. Eso han hecho ya algunos senadores republicanos. “Aun cuando la derrota de la AHCA no augura en sí misma una mejor supervisión del Congreso hacia Trump, el fantasma que perseguía al señor Schneiderman [y a muchos otros demócratas] -un gobierno republicano unificado que apoyara acríticamente a un presidente granuja [rogue]- luce menos amenazador”.

Litigios, sátira y medios de comunicación

Las cortes han jugado un papel particularmente importante en la supervisión del gobierno de Trump. Las dos órdenes ejecutivas de Trump sobre migración, que "fueron disfrazadas como medidas anti-terroristas contra nacionalidades de alto riesgo en un esfuerzo por evadir la prohibición constitucional de discriminar por motivos religiosos", fueron impugnadas por amplias coaliciones de estados, ONGs y empresas privadas y, posteriormente, fueron suspendidas por jueces en materia procesual y constitucional.

Los medios, los burócratas y los millones de personas que se han lanzado a las calles contra la presidencia de Trump han dado tal muestra de un escrutinio extra-constitucional al presidente que algunos piensan que un nuevo sistema de controles y contrapesos está surgiendo. Un claro ejemplo de esto es el seguimiento que diarios como el New York Times y el Washington Post han dado a la peculiar amistad entre los altos mandos del gabinete de Trump y funcionarios rusos. El escándalo ha alcanzado proporciones tales que obligó a Michael Flynn a renunciar como asesor de seguridad nacional. Otras formas de escrutinio al presidente menos organizadas pero sumamente efectivas han sido los comentarios críticos en redes sociales y las sátiras televisivas que sin piedad se han hecho sobre Trump.

Numerosos autores han denunciado desde hace décadas la incesante ampliación del poder que concentra el presidente, mayormente atribuyéndose prerrogativas propias del Congreso. Pero no sólo el presidente ha adquirido mayor peso específico; también lo ha hecho la burocracia presidencial. En la década de 1930, el Congreso permitió a Franklin D. Roosevelt tener a seis asistentes presidenciales; "los presidentes más recientes han comandado un ejército de más de 500 asistentes de la Casa Blanca, cuya misión es asegurar que el gobierno se incline ante la voluntad del presidente […]". Esto ha hecho que gobernar se convierta de un ejercicio de decisiones de política bien informadas en un "esfuerzo incesante por satisfacer las promesas de campaña del presidente".

Un espacio para el autoritarismo

A costa del Congreso, los presidentes recientes han asumido facultades adicionales sobre la política exterior y sobre las libertades civiles. “Al hacerlo, se arriesgan a ser supervisados por jueces. Pero han mitigado esa posibilidad al reunir, en la oficina del consejo de la Casa Blanca, un conjunto de abogados ingeniosos y de calidad similar a los de la Suprema Corte; Obama empleó casi 50. El resultado ha sido una proliferación de precedentes legales contenciosos, que extienden la autoridad del presidente, que en manos inescrupulosas podría representar un juego de herramientas para la tiranía. Siguiendo el ejemplo de Bush y de Obama, el presidente puede ordenar que se asesine a ciudadanos estadounidenses de forma secreta en ultramar, que se detenga indefinidamente a prisioneros extranjeros sin levantarles cargos y que se les juzgue sobre la base de evidencia que el Estado no divulgará”. Esta captura de poder por parte del ejecutivo ha sido aplaudida por liberales y conservadores, salvo algunos breves espasmos de preocupación.

En este contexto, “los límites puestos al señor Trump parecen menos tranquilizadores. Su presidencia se convierte en un paso predicho en un proceso de decadencia democrática cuyo liderazgo inescrupuloso apunta a acelerar. […] Por tanto es apropiado ponderar cuánto daño podría hacer el señor Trump aun cuando siga estando restringido” por las fuerzas que hasta ahora han limitado su actuar.

Algunas veces se ha comparado a Trump con Richard Nixon, el último gran rompe-reglas de la Casa Blanca; no obstante, frente a Nixon, Trump “parece ser mucho menos competente. Nixon era un criminal talentoso y diligente; Trump es sólo un fanfarrón que aun ahora parece no darse cuenta de la magnitud y la complejidad de la oficina que ocupa”.

La fortuna política de Trump puede ser mucho mejor de la que sus opositores asumen. Incluso si su popularidad permaneciera muy baja, la combinación de un electorado polarizado y un mapa electoral favorable podría significar que los republicanos podrían bien mantener ambas cámaras del Congreso en las elecciones intermedias del próximo año. Además, Trump tendrá también la oportunidad de nominar a más de 100 jueces federales, entre ellos quizá a un segundo juez de la Suprema Corte. Ambas situaciones lo fortalecerían considerablemente. “Si una investigación del FBI sobre las conexiones con Rusia revelara algo serio, un Congreso republicano podría aún mantenerse reacio a destituir al señor Trump”.

“La contribución del señor Trump a la decadencia de las normas democráticas ya es vasta. Cada vez que maldice a una institución o levanta falsos contra un predecesor, oponente o par, el marco democrático estadounidense recibe un golpe. Algunos daños pueden ser permanentes. Dar muestras de decencia alguna vez importó en la política estadounidense; posteriormente, 63 millones de norteamericanos votaron para elegir como presidente a un hombre al que escucharon vanagloriarse de su habilidad para acosar a las mujeres. Se aceptó también recientemente que un presidente en turno debía publicar su declaración fiscal y que debía desvincularse de sus intereses de negocios. El señor Trump, quien no ha hecho ninguna de las dos cosas, no parece tener ningún problema con las ganancias que fluyen de su presidencia”.

Tras el rechazo de la AHCA, todo parece apuntar a que “el señor Trump será adecuadamente limitado. Las tranquilizadoras e incisivas respuestas ante sus excesos por parte de jueces, estados, burocracia y ONGs sugieren una democracia más viva de lo que algunos temían. Puede que algún día parezca ridículo que una figura tan poco seria como el señor Trump haya podido parecer tan amenazante. Pero incluso en ese, el mejor de los casos, se requerirá algo más para restablecer el sistema democrático estadounidense a un estado a prueba de tontos. Será necesario, más que marchas de millones de personas o jueces firmes, un cierto grado de consenso nacional sobre el camino a seguir en adelante –que es justo aquello de lo que los Estados Unidos más notablemente carecen”.

Datos cruciales: 

"De acuerdo con el Washington Post, el señor Trump dijo 317 declaraciones ‘falsas o engañosas’ en sus primeros 63 días como presidente”.

Bajo la presidencia de Obama, los republicanos en el Congreso votaron inútilmente más de 50 veces para echar abajo la reforma a los servicios de salud conocida como Obamacare.

De acuerdo con una encuesta de Gallup, sólo 35% de los estadounidenses piensa que Donald Trump está haciendo un buen trabajo al frente de la Casa Blanca.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El rechazo de la American Health Care Act por parte del Congreso y de las órdenes ejecutivas que restringían la entrada de ciudadanos de países con mayoría musulmana son dos muestras de que Trump no necesariamente tendrá vía libre para llevar adelante sus medidas antiinmigrantes, islamófobas, antipopulares o de otro tipo. Aun cuando muchas veces es menospreciada o ignorada, sigue habiendo una firme posición liberal al interior del capitalismo estadounidense que puede poner fuertes obstáculos e incluso frenar las políticas autoritarias de Donald Trump.

Al interior de la clase dominante no hay una posición unificada en torno a problemas centrales cuyo desenlace ha de regir el devenir del capitalismo en los próximos años. Las posiciones encontradas que existen en torno a la figura de Trump son una clara manifestación de ello. En este sentido, no deja de llamar la atención la postura que un medio con la influencia e importancia de The Economist, el máximo portavoz del liberalismo clásico, tiene respecto de Trump: al borde de la descalificación, se opone abiertamente a todas (o casi todas) las acciones emprendidas por el magnate y no cesa de considerarlo explícitamente como un fanfarrón, un granuja, un personaje que carece de seriedad, una persona bruta/tosca [brutish], etcétera. Es importante notar, además, que para The Economist un persojane como Donald Trump al frente de un poder ejecutivo con facultades cada vez más amplias abre un espacio inédito para el autoritarismo y la tiranía en la política estadounidense.

La extensión de poderes y medios en manos de los ejecutivos es una expresión central del autoritarismo que caracteriza al capitalismo contemporáneo. A contracorriente del optimismo liberal, es posible constatar cómo instituciones y prácticas de la democracia caen en desuso. Parte del viraje que implica la bifurcación sistémica es la emergencia de tales tendencias autoritarias que instalan la barbarie para seguir generando ganancias de todo tipo...