Courting trouble. Why Trumponomics won’t make America great again. The impulsiveness and shallowness of America’s president threaten the economy as well as the rule of law

Cita: 

The Economist [2017], "Courting trouble. Why Trumponomics won’t make America great again. The impulsiveness and shallowness of America’s president threaten the economy as well as the rule of law", The Economist, London, 13 de mayo, http://www.economist.com/news/leaders/21721904-impulsiveness-and-shallow...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Mayo 13, 2017
Tema: 
“Trumponomics”: la política económica propuesta por Donald Trump y por qué no hará que Estados Unidos sea grande de nuevo
Idea principal: 

Las formas que Donald Trump ha seguido en su aún joven administración evocan más a un rey narcisista e impulsivo que a un político democrático. Dentro de sus múltiples arranques, Trump se ha dedicado a atacar a cualquier persona o idea que se interponga en su camino. Uno de los objetivos recientes de sus desplantes fue James Comey, quien fue despedido como director de la FBI (Comey es el segundo director de esta agencia estadounidense en ser despedido en la historia). Aun cuando Comey cometió errores y Trump estaba en su derecho a separarlo del cargo, la decisión de Trump tuvo el efecto de avivar aún más la polémica por sus vínculos con Rusia y de llamar la atención sobre su desprecio por las normas y las instituciones estadounidenses.

Tan peligrosos como los arranques egocéntricos y autoritarios de Trump son sus planes para la economía de Estados Unidos. “Aun cuando la Trumponomía podría traer consigo un pequeño auge, plantea también peligros para Estados Unidos y el mundo”.

El objetivo de Trump es conseguir que un mayor número de estadounidenses tengan empleos bien remunerados mediante la elevación de la tasa de crecimiento de la economía a un 3% (“un punto porcentual por encima de lo que la mayor parte de los economistas creen hoy que es un ritmo sostenible”). Para el presidente estadounidense, la más importante vía para la generación de mejores empleos y un mayor crecimiento es la generación de acuerdos comerciales más justos. Aun cuando Trump se dice a sí mismo un partidario del libre comercio, “su perspectiva es claramente la de un nacionalista económico”. Para el presidente estadounidense “el comercio es justo cuando los flujos comerciales son balanceados. Las empresas deben ser recompensadas por invertir en el interior y castigadas por invertir fuera”.

Otros dos aspectos centrales de la Trumponomía son el recorte de impuestos y la desregulación, medidas que buscan estimular la inversión interna. “Los menores impuestos y menos reglas encenderán el ánimo de los empresarios, lo que conducirá a un crecimiento más rápido y a mejores empleos”. Las medidas de política económica propuestas por Trump y su equipo se enmarcan en la ortodoxia económica del lado de la oferta. No obstante, ver a la política económica del presidente estadounidense como un “refrito” de la ortodoxia republicana sería equivocado (y no sólo porque su posición proteccionista y nacionalista difiere de la que ha sostenido un partido que ha sido por décadas el campeón del libre comercio). “La diferencia real es que la Trumponomía (a diferencia, por ejemplo, de la economía de Reagan) no es de ninguna forma una doctrina económica. Es más bien una serie de propuestas formuladas por empresarios cortesanos para su rey. Mr. Trump ha escuchado a montones de ejecutivos, pero apenas si hay economistas en la Casa Blanca. Su aproximación a la economía se desprende de una mentalidad donde los acuerdos tienen ganadores y perdedores y donde negociadores astutos confunden principios abstractos. Llamémoslo capitalismo de la sala directiva [boardroom capitalism]”.

“Que la Trumponomía es una lista de buenos deseos empresariales ayuda a explicar por qué los críticos desde la izquierda han atacado sus pobres consecuencias distributivas, la indisciplina fiscal y el potencial favoritismo/nepotismo al que daría lugar”. Eso permite también explicar el entusiasmo que han manifestado los empresarios y los inversionistas (las bolsas de valores están cerca de sus máximos históricos), quienes lo han visto como una “inyección de energía” para aquellos que toman riesgos y buscan la obtención de ganancias.

De inicio, la estrategia económica de Trump puede ser exitosa: la actitud intimidadora de Estados Unidos hacia Canadá y México puede resultar en una renegociación del TLCAN favorable a sus fines; los estímulos y la reducción de regulaciones pueden conducir a un crecimiento más acelerado. “El despertar de energías que han estado recluidas puede ser bienvenido; no obstante, la agenda del señor Trump trae consigo dos riesgos. Los supuestos económicos implícitos en ella son internamente inconsistentes. Y están basados en una imagen de la economía estadounidense que está desfasada varias décadas”.

Al contrario de lo que sostiene el equipo económico de Trump, hay muy poca evidencia de que los acuerdos comerciales en los que participa Estados Unidos les estén perjudicando sistemáticamente. Más bien, “el déficit comercial de Estados Unidos –la principal estimación del señor Trump para hablar de la injusticia de los acuerdos comerciales– se entiende de mejor manera como la brecha entre cuánto ahorran los estadounidenses y cuánto invierten”. Si Trump consigue llevar adelante su plan de aumentar la inversión interna, esto probablemente conducirá a mayores déficits comerciales. En este caso, Trump tendría que intentar frenar los déficits comerciales por medio del uso de tarifas proteccionistas que “lastimarán el crecimiento y esparcirán la desconfianza alrededor del mundo”.

Un problema aún mayor es que la Trumponomía se basa en una visión bastante estrecha y atrasada de la economía estadounidense. “Trump y sus asesores están obsesionados con el efecto del comercio sobre los empleos manufactureros, aun cuando la manufactura emplea sólo al 8.5% de los trabajadores estadounidenses y representa únicamente el 12% del PIB. Las industrias de servicios escasamente son mencionadas. Esto vuelve ciega a la Trumponomía respecto de la que es hoy la principal preocupación económica: la turbulencia creada por las nuevas tecnologías. Es la tecnología, no el comercio, la que está causando estragos en el comercio minorista estadounidense, una industria que emplea más personas que la manufactura. El nacionalismo económico sólo acelerará la automatización: las empresas que no puedan subcontratar empleos en México seguirán siendo competitivas al invertir en máquinas en Estados Unidos. La productividad y las ganancias podrán elevarse, pero esto no beneficiará a los obreros menos calificados, quienes Trump sostiene que son su prioridad”.

“La Trumponomía es una mala receta para la prosperidad en el largo plazo. Estados Unidos terminará más endeudado y más desigual. Descuidará los temas reales y actuará con negligencia ante estos, tales como volver a capacitar a los trabajadores cuyas habilidades se están volviendo redundantes. Peor aún, cuando las contradicciones se vuelvan evidentes, el nacionalismo económico del señor Trump se puede volver más furioso, lo que podría conducir a reacciones violentas en otros países, así como a avivar el enojo en Estados Unidos. Aun cuando produjera un breve estallido de crecimiento, la Trumponomía no ofrece ningún remedio duradero para los padecimientos de la economía estadounidense. Por el contrario, puede preparar el camino para algo peor”.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Donald Trump actúa más como un rey absolutista que como un presidente democrático. Trump ilustra lo que se generaliza con la crisis del capitalismo como proyecto civilizatorio: la falta de legitimidad, el ascenso de regímenes autoritarios que hacen a un lado las viejas formas e instituciones liberales que rigieron la marcha de las sociedades durante buena parte del siglo XX, la amenaza de guerra total como una situación permanente. Una pregunta que debe llamar nuestra atención es: el ascenso de personajes como Trump al poder, ¿constituye una anormalidad en el desarrollo del capitalismo o es más bien una necesidad para buscar apuntalar la hegemonía estadounidense y la acumulación de los grandes capitales norteamericanos?

El carácter demagógico del discurso de Trump es evidenciado por lo reducido del margen de acción de una de las principales medidas anunciadas durante su campaña y gritadas a los cuatro vientos durante su aún breve gestión: la renegociación de los acuerdos comerciales “injustos” que han empequeñecido a Estados Unidos. No obstante, aun cuando hay poca o ninguna evidencia de los dichos de Trump, con toda probabilidad habrá una renegociación de los acuerdos comerciales –como el TLCAN– que el presidente estadounidense y su equipo consideran lesivos para la economía de su país. Para los liberales de The Economist esta renegociación en dirección al proteccionismo y al nacionalismo económico sólo conseguirá debilitar la economía mundial y la economía estadounidense. Y lo que es más grave aún: no permitirá hacer frente a los padecimientos reales de la economía estadounidense.

El más importante de estos males, de acuerdo con The Economist, es “la turbulencia creada por las nuevas tecnologías” que tienden hacia la automatización de los procesos laborales. Esta automatización –impulsada por los grandes capitales de vanguardia– expulsa a grandes masas de trabajadores, particularmente en el comercio minorista, trayendo consigo un aumento del desempleo. La automatización de los procesos laborales y la generación de una sobrepoblación relativa –características seculares del capitalismo como sistema histórico– no son tomadas en consideración por la política impulsada por el nuevo presidente de Estados Unidos. La ceguera de la Trumponomía en este aspecto la conducirá al fracaso.