El iCapitalismo y el cibertariado. Contradicciones de la economía digital

Cita: 

Huws, Ursula [2015], "El iCapitalismo y el cibertariado. Contradicciones de la economía digital", Monthly Review. Selecciones en castellano, (1):69-93, septiembre

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Septiembre, 2015
Tema: 
El cambio en la relación capital-trabajo en la era digital
Idea principal: 

Ursula Huws es profesora de Trabajo y Globalización en la Universidad de Hertfordshire, en Reino Unido, y fundadora de Analytica Social and Economic Research.


El texto resume una recopilación de ensayos reunidos bajo el título Labor in the digital economy: the cybertariat comes of age, escritos entre 2006 y 2013. Se abordan tres temas: la nueva ola de mercantilización de la vida cotidiana, las características de la relación capital-trabajo desde el fin de la segunda guerra mundial hasta nuestros días y algunas contradicciones que se manifiestan actualmente.

Ursula Huws señala el desarrollo tecnológico como la causa y la solución de las crisis de saturación de mercados y caída de rentabilidad en el capitalismo. En la fase de recuperación de una crisis, las nuevas tecnologías permiten al capital encontrar nuevas formas de producción de nuevos bienes y servicios, creando nuevos mercados, es decir, generan nuevas formas de producción y de consumo. La autora ilustra este proceso a través de la transformación del trabajo doméstico en lo que denomina “trabajo de consumo” a principios del siglo XX, es decir, la extracción de las tareas de la vida privada para desarrollar nuevos productos vendibles en el mercado (como aspiradoras, lavadoras o refrigeradores).

Para Huws, nos encontramos en un periodo en el que las olas de mercantilización anteriores han llegado a su fin y en el que otros aspectos de la vida cotidiana están entrando en la órbita de la mercantilización. En particular, la autora enfatiza cuatro nuevos ámbitos de acumulación (p. 70):

1. La biología. Se han encontrado formas en que la vida en sí misma -plantas, animales y el ADN que los constituye- se manipula para producir nuevas drogas y alimentos genéticamente diseñados (p. 71).

2. El arte y la cultura. A pesar de que el trabajo artístico lleva siglos en la esfera mercantil, hay tres cambios que la autora enfatiza: 1) la escala en que los productos culturales se han incorporado a las relaciones capitalistas de producción; 2) la concentración de capital en esos sectores, y 3) la división global del trabajo en la producción de bienes culturales (p. 71-72).

Al igual que en los otros ámbitos, estos cambios son estimulados por nuevos desarrollos tecnológicos. Por un lado, la diversidad cultural (películas, libros, música) se ha homogeneizado en favor de las “industrias de generación de contenidos”, fusionadas con compañías distribuidoras y proveedoras de infraestructuras, creando enormes y pocas transnacionales que concentran la propiedad del trabajo creativo de muchos trabajadores. Por el otro lado, el uso masivo de dispositivos electrónicos (como el Kindle o el iPhone) ha modificado la naturaleza del trabajo cultural: “los trabajadores creativos de han convertido en creadores de contenidos para productos fabricados por otras industrias” (p. 72), vinculados a los trabajadores del software, asumiendo otras tareas especializadas (corrección de estilo, diseño, etcétera), y sin derechos de propiedad intelectual.

3. Los servicios públicos. Este ámbito representaba una importante conquista obrera después de la segunda guerra mundial, como parte de la relación de fuerzas entre el capital y las demandas del trabajo, condensado en el Estado de bienestar: “los servicios públicos representan una porción de lo que el trabajo ha conseguido arrebatarle al capital, lo que se refleja en términos como el de salario social” (p. 74).

No obstante, después de 1989 la mercantilización de los servicios públicos avanzó bajo diferentes formas: 1) en los países comunistas se otorgó el control de los servicios públicos a las nuevas oligarquías, 2) en otros lugares, a través de los procesos de privatización, y cada vez más a través de 3) la externalización –de funciones, departamento o en regiones- a favor de las grandes multinacionales (p. 74).

4. La socialidad. La necesidad humana de relacionarse con el otro bajo múltiples formas –amorosa, amistosa, familiar, etcétera- se ha convertido en una fuente novedosa y abundante de beneficios empresariales, a través de la creación de nuevos productos e industrias (p. 75).

La comunicación por teléfonos portátiles, los aparatos de comunicación, la industria de telecomunicaciones, de redes inalámbricas, las computadoras personales, entre otros, son ejemplos de los nuevos productos y servicios que han penetrado en el ámbito de la socialidad. Sin embargo, Huws señala otro nivel en el que la socialidad ha sido trastocada: “existe un rechazo a la comunicación gratuita mediante la voz, el contacto físico o la mirada directos, y se prefiere la conversación electrónicamente mediada” (p. 77).

La mercantilización de la socialidad ha creado una enorme industria: desde las compañías vendedoras de aparatos y servicios asociados a ellos, hasta las empresas de publicidad que aprovechan la información proporcionada por los usuarios en redes sociales (gustos, preferencias, hábitos) para venderles mercancías (p. 79-80).

Para Ursula Huws, el crecimiento de nuevos ámbitos de acumulación explica la capacidad del capitalismo para salir renovado de las crisis y replantear los términos de la relación con el trabajo.

Para distinguir el carácter novedoso de la relación capital-trabajo en esta nueva ola de mercantilización, Ursula Huws hace un ejercicio de periodización en que elementos comunes (económicos, políticos y tecnológicos) dan cierta continuidad a la relación capital-trabajo, así como sus rupturas (p. 80-81).

El primer periodo que distingue Huws va aproximadamente de 1945 a 1973, en la época conocida como Edad de oro del capitalismo. Esta etapa se distingue por la rectoría económica del estado, con una activa participación de empresarios y sindicatos. Aunque las empresas multinacionales existían, predominaban las empresas nacionales lo que permitía a los gobiernos aplicar medidas para reducir el poder económico de las compañías privadas. El poder negociador del sector trabajador dependía de dos factores: su conocimiento especializado en un sector o empresa concreta, y las condiciones políticas prevalecientes que veían en el comunismo una amenaza. El poder de negociación de los trabajadores y el crecimiento sostenido de la economía estableció un nivel mínimo de seguridad, por lo menos para los trabajadores blancos calificados: empleo formal con prestaciones crecientes (p. 82).

El segundo periodo se enmarca en la crisis de los años setenta y se alarga hasta el final de la década de 1980. La crisis de rentabilidad agudizó las tensiones entre el capital y el trabajo. Por un lado, la introducción de mujeres y trabajadores inmigrantes, la relocalización de la industria a países con menores salarios así como el desarrollo de las tecnologías de la información, redujeron el poder de negociación de los trabajadores. Por el otro lado, los estados comenzaron a competir por los capitales, ofreciendo mejores condiciones a las compañías, incluyendo menor regulación y subsidios. Al final del periodo, se habían creado nuevos empleos en nuevos sectores, los sindicatos habían sido debilitados pero seguían siendo un actor protagónico en la sociedad y prevalecía la idea del empleo formal como una meta de toda la sociedad (p. 83-84).

Lo que distingue a la tercera etapa, que va de la 1990 hasta mediados de la década de 2000, es el cambio radical de las relaciones laborales con respecto a los periodos anteriores. La autora sostiene que dos factores modificaron sustancialmente las relaciones laborales: 1) la política de desregulación que afectó al comercio y al movimiento de capitales, pero que también fue aplicada severamente a las condiciones laborales; 2) la generalización en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). El avance las TIC permitió el desarrollo de una división global del trabajo de procesamiento de información que externalizó a regiones de Asia y América Latina ciertos servicios y producción de software, comandada por una “nueva generación de multinacionales, especializadas en la prestación de servicios empresariales externalizados, proveedores globales de telecomunicaciones, conglomerados de medios de comunicación” (p. 86).

El panorama de las relaciones laborales al finalizar este periodo con la crisis de 2007-2008 distaba mucho del anterior. En primer lugar, la externalización de funciones promovida por las comunicaciones digitales sirvió como medida para reducir costos laborales. En segundo lugar, el aumento en el uso de este tipo de comunicaciones (correo electrónico, asesoría por internet, atención telefónica) disolvió “los límites fijos entre la casa y el trabajo”. Además los nuevos requerimientos de flexibilidad en la contratación y en las condiciones laborales generales completan el panorama de una nueva etapa en la relación capital-trabajo (p. 86-87).

Para Huws, estamos atravesando una cuarta etapa que se caracteriza por la profundización de las condiciones establecidas en el periodo anterior. Ante la generalización de las tecnologías de la información y la comunicación en el uso cotidiano y en los procesos productivos, así como los efectos en el empleo de las medidas de austeridad impuestas a los países dependientes, el panorama de las relaciones laborales se ha precarizado. Por un lado, se ha conformado una fuerza laboral altamente cualificada en el uso de las tecnologías de la información aunque no tiene posibilidades de ser contratada bajo las mismas condiciones que sus pares de otras décadas. En segundo lugar, hay una disolución de las fronteras entre el trabajo y el no-trabajo, facilitada por los dispositivos y formas de comunicación de la era digital (p. 87).

La autora menciona otras dos transformaciones de orden superior: el protagonismo de las corporaciones transnacionales en la economía mundial y la formación de un obrero colectivo transnacionalizado. Aunque el liderazgo de las transnacionales como agentes fundamentales del desarrollo del capitalismo es innegable, hay un cambio en los actores: cada vez más las empresas con sede en países en desarrollo (China, India, Brasil, Rusia y México) aparecen como las más importantes, junto a las estadounidenses, europeas y japonesas. Estas corporaciones no dominan sólo los sectores comerciales, sino con frecuencia los servicios públicos (salud, educación) o los que estaban considerados como estratégicos (telecomunicaciones, energía, agua) (p. 88).

La división global del trabajo, impulsada por las tecnologías de la información y la comunicación, ha ampliado el mercado laboral en una doble dimensión: los trabajadores calificados deben competir con trabajadores de semejante educación en todo el mundo, al mismo tiempo que el ejército de trabajadores de reserva se ha mundializado, incluyendo a los migrantes. El resultado es una fuerte pérdida del poder de negociación de los trabajadores en todos los niveles: mundial, nacional, local (p. 89).

Finalmente, Ursula Huws anota dos procesos que actúan como tendencias contrarias a lo que ella denomina la “carrera global hacia el abismo”.

1. En el plano de los gobiernos nacionales. La globalización y la libre movilidad de capitales han llevado a los gobiernos a competir entre sí para atraer inversión extranjera, lo que ha mermado la capacidad estatal para ejercer controles sobre el capital. Al mismo tiempo, han surgido organismos supranacionales para gestionar globalmente las medidas que favorezcan la operación y el movimiento de los capitales, aunque no han podido evitar la creación de grandes monopolios ni garantizar la “responsabilidad” empresarial de pago de impuestos, mejores condiciones laborales, entre otras. Estas transformaciones están en la base de la crisis de legitimidad de muchos estados.

2. En el plano empresarial. La competencia intercapitalista ha desatado tres procesos contradictorios. Por un lado, se busca reducir al máximo los costos laborales por lo que la externalización de tareas se ha convertido en un mecanismo que permite a las empresas usar trabajo con las peores condiciones laborales. Por el otro lado, las empresas afectadas por los bajos costos laborales de sus competidores están interesadas en regular la producción en los talleres de explotación clandestinos. Finalmente, en la búsqueda de rentas extraordinarias, las grandes empresas fomentan el trabajo especializado y altamente creativo. El resultado es una fragmentación de los trabajadores: el sector de las tecnologías de la información y comunicación con un poder de negociación en ascenso, y una gran masa de trabajadores siendo expulsados del mercado laboral o en franca precarización (p. 92).

Datos cruciales: 

Se calcula que el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) consumió entre 930 000 millones y 1.5 billones de kilovatios hora en 2013 (p. 79). En http://internet-science.eu

Trabajo de Fuentes: 

Huws, Ursula [2014], Labor in the Global Digital Economy: The Cybertariat Comes of Age, Nueva York, NYU Press, 208 pp.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La caracterización del capitalismo contemporáneo requiere de dar cuenta de las transformaciones de las relaciones de explotación: nuevos procesos productivos, nuevos estatutos de los trabajadores, nuevas estratificaciones y nuevas formas de intervención de los estados, son algunas de las cuestiones relevantes para dicho análisis.

Como todos los análisis de inspiración marxista, Huws coloca en el centro el desarrollo tecnológico y en él se ancla el papel fundamental que juegan las grandes corporaciones en las transformaciones actuales. Es interesante seguir su argumento que conduce a los cambios que se producen en la vida cotidiana y las esferas de no-trabajo que son integradas, ambas, a la producción capitalista.

Si la creciente y cada vez más sólida estratificación de los trabajadores es el mayor éxito de la transformación capitalista, queda por establecer cuáles son las posibles estrategias de los dominados para hacerle frente...