Improving the ocean. Getting serious about overfishing. The oceans face dire threats. Better regulated fisheries would help

Cita: 

The Economist [2017], "Improving the ocean. Getting serious about overfishing. The oceans face dire threats. Better regulated fisheries would help", The Economist, London, 27 de mayo, http://www.economist.com/news/briefing/21722629-oceans-face-dire-threats...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Mayo 27, 2017
Tema: 
La situación del océano ante la crisis ecológica y la sobrepesca como un problema particular que afecta a la salud oceánica
Idea principal: 

En todas las latitudes, la industria pesquera está luchando por permanecer a flote. Los pescadores tienden a quejarse de la regulación, los elevados costos del combustible, el estancamiento de los ingresos y la carestía del personal. “Pero si los tiempos son duros para los pescadores, deben ser más duros aún para los peces”.

En el mundo se consume hoy más pescado que nunca antes: cerca de 20 kilogramos por persona al año. Prácticamente todos los incrementos en la producción se han debido a las granjas de peces. “La acuacultura ha crecido de forma sorprendente en las últimas décadas, especialmente en China; en 2014, representó la mitad del pescado que se consumió”. Pero ello no ha significado que la presión sobre el mar ha disminuido. Por el contrario, en 2013, 32% de las poblaciones de peces [fish stocks] del mundo estaba siendo explotado más allá del límite sustentable; en la década de 1970, sólo 10% de estas poblaciones eran sobreexplotadas. La cantidad de peces que se obtienen del mar se ha mantenido prácticamente constante durante las últimas tres décadas, pero paradójicamente la proporción de las poblaciones de peces que se emplean de forma insostenible ha seguido aumentando (actualmente, más del 80% de estas poblaciones se explotan en el límite sostenible o por encima de éste).

La sobrepesca no es el único problema que enfrenta el océano. La contaminación (principalmente la que es producida por los fertilizantes) produce graves daños a los ecosistemas marinos. El plástico es otro gran factor de contaminación: se estima que para mediados de siglo el mar contendrá más plástico que peces, según el peso de ambos. Además, el CO2 acumulado en la atmósfera ha provocado un aumento en la temperatura superficial promedio del mar de 0.7°C; esto ha contribuido sustancialmente a la acidificación de los océanos, lo que daña particularmente a los moluscos y a los corales.

“Es complicado captar la escala de semejantes cambios planetarios e imposible decir cuánto daño provocarán. Así es como son las cosas con el océano: es enorme y los horizontes humanos son pequeños. Que algo tan inmenso pueda ser puesto en riesgo sólo por la acción cotidiana de las personas parece inconcebible. Pero así como sucede con la atmósfera y la superficie de los continentes –donde los humanos remueven ahora más sedimentos que los procesos naturales de la erosión–, el hecho de que algo sea enorme no significa que los humanos no pueden producir impactos profundos en ello”. “Por el bien de cientos de millones de personas cuyas condiciones de vida y subsistencia dependen del océano, así como por el bien del océano mismo, estos impactos humanos necesitan ser frenados”. Una buena noticia es que, en lo que concierne a la pesca, esto es posible de forma muy cercana, pues hay prácticas que han demostrado ser exitosas para hacer frente a la sobrepesca. Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

La sobrepesca no sólo es negativa para los peces; en el largo plazo, lo es también para quienes los pescan. El objetivo de un buen manejo es que la tasa de reproducción de los peces sea la misma que la tasa de su extracción; a esta igualdad en los ritmos de reproducción y extracción se le conoce como "producción máxima sustentable". Si se extraen peces más allá de esa “producción máxima sustentable” –como sucede comúnmente hoy día– en el largo plazo se podrá obtener una menor cantidad de recursos de la que se podría e incluso se pondrá en peligro el futuro del recurso. “Si se permitiera que el respaldo de las poblaciones de peces aumentara suficiente para que las pesquerías del mundo alcanzaran su producción máxima sustentable [es decir, que se igualaran las tasas de reproducción y extracción], la industria podría incrementar su producción en 16.5 millones de toneladas –aproximadamente un quinto del total actual– y podría recibir 32 mil millones de dólares adicionales al año”.

Mediante la implementación de cuotas, derechos de propiedad y otras restricciones sobre la explotación ilimitada se puede alcanzar un buen manejo de los océanos y los recursos pesqueros. Hay evidencia de que las cuotas han funcionado bien en algunos casos. Por ejemplo, gracias a las cuotas en Estados Unidos la sobrepesca se redujo del 25% de las poblaciones de peces en 2000 a 16% en 2015. No obstante, esta medida tiene también ciertos inconvenientes; por ejemplo, puesto que los pescadores quieren llevar a tierra la mayor cantidad de pescado, se regresan al mar los especímenes de menor tamaño –lo que comúnmente produce su muerte– para extraer otros más grandes. Otro problema con las cuotas es que frecuentemente no se aplican bien. En numerosas ocasiones, lo anterior es resultado del lobby que ejercen las pesqueras –que privilegian las ganancias en el corto plazo por encima de la sustentabilidad en el largo plazo– sobre los reguladores. Los problemas mencionados se exacerban por la falta de evidencia, que posibilita que la fijación de cuotas sea muy laxa y permisiva. Una solución podría provenir de mayor inversión en investigación y monitoreo. Pero en los países “en desarrollo”, donde el problema de la sobrepesca es más urgente, no hay recursos para hacer frente a esa necesidad, y en los países desarrollados, donde sí habría recursos para hacerlo, la industria pesquera no es tan grande como para hacer de ese tema una prioridad nacional.

El cambio climático está produciendo tendencias preocupantes para la vida en el mar y, en consecuencia, para la pesca. Conforme las aguas cercanas al Ecuador se calientan, el plancton se está desplazando hacia los polos en busca de agua más fresca a un ritmo de cientos de kilómetros cada década. Si el plancton se desplaza hacia el norte, los peces –que se alimentan de este– también lo harán. Pero el problema no es simplemente que los peces se desplacen al norte en busca de agua más fresca, pues los peces no necesitan sólo que el agua sea más fría sino también, dependiendo de la especie, que sea más o menos profunda, que haya cierto tipo de alimento, entre otras. “Si los predadores y las presas responden al calentamiento desplazándose a diferentes lugares, o acelerando o ralentizando su reproducción a diferentes ritmos, esas necesidades se verán insatisfechas”. Es difícil saber cómo, cuándo y en qué escala se darán estas disrupciones. Muy pocos modelos que intentan predecir las afectaciones que producirá el cambio climático sobre el mar y la pesca consideran las interacciones ecológicas entre especies.

No toda la vida marina tiene la fortuna de poder moverse en busca de mejores condiciones. Los arrecifes de coral, por ejemplo, no pueden hacerlo. Los arrecifes de coral cubren menos de una milésima parte de los suelos marinos pero son el hábitat de una cuarta parte de las especies marinas conocidas. Además, millones de personas dependen de ellos para su subsistencia, sea por la pesca o por el turismo. Los corales están en peligro por el calentamiento de los océanos pues conforme la temperatura del mar se eleva, los corales corren el riesgo de “blanquearse”, esto es, se corre el riesgo de que las algas de colores que viven simbióticamente en los corales mueran, pues sólo pueden sobrevivir en un rango muy reducido de temperaturas. Sin esas algas, que hacen la fotosíntesis, los corales pierden su fuente de energía.

Desde 1998 ha habido tres episodios de blanqueamiento global de los corales. El que comenzó en 2014 y que hoy día continúa ha sido el más largo y devastador de todos: más del 70% de los arrecifes han sido afectados gravemente. “Hace cinco o diez años, la mayor parte de la discusión sobre los arrecifes coralinos era sobre cómo se verían hacia finales de siglo”, dice un experto de la National Oceanic and Atmosferic Administration estadounidense. “Hoy las discusiones son sobre si los arrecifes de coral sobrevivirán tal como los conocemos hacia 2050 o incluso 2030”. La acidificación del océano hace que el panorama sea aún peor, tanto para los corales como para la vida marina en general.

En vista de los problemas de largo plazo y de las impredecibles crisis futuras, los recursos del mar deben ser cuidados de mejor manera por todos aquellos que tengan interés en su supervivencia (países, consumidores, pescadores, entre otros). Mucho de lo que se debe hacer recae en la jurisdicción nacional. Por ejemplo, los subsidios a la pesca contribuyen a fomentar las prácticas pesqueras dañinas, de acuerdo con datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La eliminación de estos subsidios podría ayudar a reducir dichas prácticas. “El punto es hacer que el pescado sea más caro […] de tal forma que internalice el costo del agotamiento ambiental”, dice Pascal Lamy, ex-director general de la OMC. La aplicación de una medida de este tipo, sin embargo, trae consigo el problema de que la elevación del precio del pescado priva a muchas personas pobres de los países en desarrollo de una fuente barata de proteína.

Otra opción para hacer frente a la sobrepesca consiste en establecer más áreas protegidas al interior de las zonas económicas especiales y más allá de ellas, en aguas profundas, particularmente si se crean también zonas donde la pesca esté completamente prohibida. Estas zonas proveerían de espacios reproductivos donde las poblaciones de peces podrían recuperarse.

Gracias a los avances tecnológicos es cada vez más fácil localizar a las embarcaciones que no obedecen las reglas. La Organización Marítima Internacional exige a los barcos de más de 300 toneladas que tengan un Sistema de Identificación Automática que dice a todas embarcaciones próximas la posición, velocidad e identidad de la nave para evitar colisiones. Existen también satélites que pueden utilizar los sistemas de identificación de los navíos para localizarlos. Además, recientemente se creó el Observatorio Pesquero Global [Global Fishing Watch], una plataforma en línea creada por Google y otras organizaciones, que no sólo permite conocer la ubicación de las embarcaciones sino también obtener información más detallada (como, por ejemplo, qué están haciendo). Esta plataforma actualmente sigue a 60 mil navíos, responsables de entre el 50 y 60% de la pesca mundial. Algunos países como Indonesia planean impulsar la plataforma y utilizarla para monitorear y hacer públicos los datos sobre la pesca en sus aguas. Conforme más países abracen la iniciativa, mejor será el panorama que ofrece.

También las compañías pueden actuar contra la sobrepesca. Algunos proveedores de alimentos y minoristas, como Costco y Walmart, están buscando combatir las malas prácticas pesqueras mediante una organización llamada Seafood Task Force. La intención –buscando prevenir escándalos por la sobrepesca o por el uso de trabajo esclavo en las embarcaciones– es asegurarse que las condiciones laborales y ambientales en que se extraen los pescados y mariscos que venden son las adecuadas.

Otras acciones necesarias son brindar mayor información a los inversionistas y a los consumidores sobre los efectos de la sobrepesca y sus acciones sobre la vida marina. Los inversionistas deben conocer las consecuencias de la pesca insostenible antes de tomar la decisión de invertir en la industria pesquera. Asimismo, las preocupaciones por la seguridad alimentaria y la sustentabilidad por parte de los consumidores, fundadas en la mejor y mayor información, conducirán a mejores prácticas en el futuro.

Ninguna de las medidas antes mencionadas puede ser efectiva sin el apoyo de los pescadores. “Incluirlos en el diseño de las medidas regulatorias puede fortalecer el análisis científico y reducir las tensiones políticas; incluirlos en el proceso profundiza también su comprensión sobre la práctica sustentable”.

Datos cruciales: 

En el mundo se consume hoy más pescado que nunca antes: cerca de 20 kilogramos por persona al año.

“La acuacultura ha crecido de forma sorprendente en las últimas décadas, especialmente en China; en 2014, representó la mitad del pescado que se consumió”.

En 2013 el 32% de las poblaciones de peces del mundo estaban siendo explotados más allá del límite sustentable; en la década de 1970, sólo 10% de estas poblaciones eran sobreexplotadas.

Actualmente, más del 80% de las poblaciones de peces se explotan en el límite sostenible o por encima de éste.

Se estima que para mediados de siglo el mar contendrá más plástico que peces, según el peso de ambos.

El CO2 acumulado en la atmósfera ha provocado un aumento en la temperatura superficial promedio del mar de 0.7°C.

“Si se permitiera que el respaldo de las poblaciones de peces aumentara suficiente para que las pesquerías del mundo alcanzaran su producción máxima sustentable, la industria podría incrementar su producción en 16.5 millones de toneladas –aproximadamente un quinto del total actual– y podría recibir 32 mil millones de dólares adicionales al año”.

90% de la pesca se da en las “zonas económicas exclusivas” de los países, que van 200 millas náuticas (370 kilómetros) más allá de sus costas. Sin embargo, estos límites no son respetados por países como China, Estados Unidos o Rusia.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este texto de The Economist nos aporta valiosos elementos para pensar una dimensión de la crisis ecológica que prácticamente no se discute: su dimensión marítima. Conocer con profundidad la interrelación devastación ambiental – océano es crucial para comprender los diversos escenarios posibles de la crisis ecológica, no sólo porque buena parte de la subsistencia humana depende de los bienes que se extraen del mar sino también porque el océano es el ecosistema que más absorbe CO2 para convertirlo en oxígeno y porque en él se juegan algunos de los efectos de retroalimentación más graves de la crisis ecológica.

Asimismo, es necesario considerar la asimetría de condiciones existente entre los sujetos que practican la pesca: un pequeño pescador de Oceanía o América Latina no dispone de las mismas condiciones técnicas que una gran corporación pesquera. Tampoco tienen el mismo poder político ni se relacionan de la misma manera con la naturaleza. Al igual que sucede con las emisiones de CO2, la responsabilidad de ambos sobre el deterioro de la salud oceánica es compartida pero diferenciada.